12.11.01

México: apoyo a Bush, ¿a cambio de qué?

25.09.2001
INDICADOR POLITICO
Carlos Ramírez
México: apoyo a Bush, ¿a cambio de qué?

En el pragmatismo priísta que hoy el PRI le quiere negar al gobierno panista de Vicente Fox, la política exterior de México hacia Estados Unidos tuvo momentos estelares de sentido del oportunismo: el apoyo mexicano de Carlos Salinas a la Guerra del Golfo Pérsico del presidente Bush padre, por ejemplo, fue dado a cambio del empujón definitivo de Washington al Tratado de Libre Comercio.

Y antes, otros hechos de apoyo de México a EU --al margen de la tradición de los principios históricos priístas que hoy se presentan como inamovibles-- fueron dados a cambio de algo: en la primera guerra mundial, México logró venderle a EU la neutralidad y la cesión de la república como parte del espacio de seguridad nacional de EU pero le pidió el apoyo norteamericano a la Revolución Mexicana y a Carranza. Ahí se localiza el incidente del Telegrama Zimmerman, usado aquí como mecanismo de presión hacia EU.

En la Segunda Guerra, México flirteó con Estados Unidos y luego participó en la declaración de hostilidades contra los países del Eje Berlín-Roma-Tokio pero a cambio de que EU no modificara el decreto de expropiación petrolera. Por eso, quizá, el expropiador Lázaro Cárdenas fue designado por el presidente Avila Camacho como jefe de las fuerzas en el Pacífico, con sede en Baja California. En las dos guerras, el temor de EU era las posibles simpatías mexicanas a los regímenes alemanes respectivos.

En la guerra de EU contra Corea, México diminuyó su activismo diplomático en contra de los afanes imperialistas de EU pero logró a cambio un tratado sobre trabajadores migratorios. Del otro lado, Washington combatió la decisión de México de aplicar la Doctrina Estrada en el caso de Cuba con Fidel Castro aunque le impuso a México condiciones de colaboración policiaca y espionaje anticomunista que controló la CIA y que llevó a que México reprimiera movimientos simpatizantes con Cuba.

En estos casos, el pragmatismo de la política exterior pudo sacrificar la parte doctrinaria pero logró, en sentido contrario, obtener algunas ventajas que EU no habría dado en condiciones de estabilidad. A finales de 1989, México había ya decidido buscar el tratado de libre comercio con EU, a partir del análisis del efecto de la caída del Muro de Berlín, y por tanto la diplomacia mexicana miró hacia otro lado cuando EU violentó el derecho internacional e invadió Panamá para aprehender al general Manuel Antonio Noriega.

El escenario internacional provocado por los ataques de aviones-misiles se le presenta a México en una doble dimensión:

De un lado, la propiamente diplomática por la reacción bélica de Estados Unidos contra el terrorismo en su versión estrictamente policiaca y el papel que debe jugar México en la respuesta norteamericana; de otro lado, el papel estratégico del petróleo mexicano en la dependencia estadunidense del vital líquido ante la posibilidad de que el ataque contra Afganistán genere una guerra de enormes proporciones en los campos petroleros del mundo árabe.

En medio, México encontró antes de los ataques presuntamente árabes un espacio de relación más estrecha con Washington: el aspecto comercial. En su visita a Estados Unidos, Fox fue recibido no sólo inusitadamente cálido por el presidente George W. Bush, sino que la Casa Blanca fijó el tamaño de la relación bilateral: "EU no tiene una relación más importante en el mundo que la que tiene con México".

Pero los escenarios internacionales con bastante caprichosos. El papel prioritario de México se extravió en las presiones domésticas para no involucrase en el apoyo a EU después de los ataques. En su discurso bélico ante el Congreso para anunciar el arranque de la guerra, el presidente Bush replanteó sus alianzas e Inglaterra emergió como el país aliado número uno de Washington.

El problema del sentido de la oportunidad radica en los escenarios estratégicos. Aquí se localiza lo que pudiera resumirse en la tesis Oppenheimer, porque se ha revelado en las columnas del analista político Andrés Oppenheimer del The Miami Herald, conocedor del sistema político mexicano. El argumento le fue dicho al corresponsal por el encargado de América Latina de la Casa Blanca, John Maisto: "este es un momento de definiciones, en que el hemisferio debería adoptar una actitud inequívoca frente al terrorismo internacional que vaya más allá de la retórica".

Oppenheimer, en su columna del lunes 17 de septiembre, lo resumió como el dilema latinoamericano: "si apoyar sin reservas una ofensiva militar contra los terroristas que planearon la masacre o permanecer el margen del conflicto". "Si América Latina no hace algo parecido (al apoyo de la OTAN al invocar el artículo 5 que identificó el ataque contra EU como contra todos loa países de la organización), los críticos de la región e Washington dirán que los acontecimientos del 11 de septiembre prueban que EU se equivocó en los últimos años al propugnar por una mayor integración comercial y diplomática en la región".

Ante la neutralidad o apoyo obligado de AL a EU, Oppenheimer dijo que "si Bush tuviera un funcionario enese puesto (el senado no ha confirmado al subsecretario de Estado para América Latina) podría argumentar que la neutralidad no sólo sería moralmente injustificable, sino política y económicamente contraproducente, en especial cuando nadie les ha pedido ayuda militar". Y en su columna del 20 de septiembre, fue más allá: "económicamente, la neutralidad haría poco sentido en una región que depende del comercio y las inversiones de EU y Europa. Si continúan los ataques terroristas, ¿a quién le va a vender sus productos AL? ¿A Afganistán?"

Hasta hoy, el único instrumento de negociación ventajosa que tiene México es el petróleo. Falta que quiera y sepa usarlo.

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