27.10.22

El imperio del capital global

William I. Robinson*


El líder bolchevique Vladimir Lenin publicó en 1916 su famoso estudio El imperialismo: fase superior del capitalismo, en medio de la Primera Guerra Mundial y un año antes del triunfo de la revolución soviética. Lenin argumentó que la sangrienta conflagración debía entenderse como una batalla entre los estados europeos para establecer zonas de influencia coloniales en competencia entre sí. Según Lenin, este conflicto expresaba un conflicto subyacente entre clases capitalistas nacionalmente organizadas y, por tanto, la esencia del imperialismo era la rivalidad entre estas clases nacionales para controlar al mundo.

Avancemos un siglo y el capitalismo ha sufrido mayores transformaciones mediante la globalización, proceso caracterizado sobre todo por la interpenetración e integración transfronteriza de capitales nacionales. En 2018, apenas 17 conglomerados financieros globales administraron colectivamente 41.1 billones de dólares, más de la mitad del PIB del planeta, en lo que el sociólogo estadunidense Peter Phillips considera en La élite global de poder como "una red entrelazada de capital que se extiende por el mundo", de manera que es imposible desenredar esta masa de capital trasnacional y colocarla en casillas nacionales.

Esta masa de capital concentrado y centralizado a escala mundial no tiene identidad nacional. Más bien corresponde a una nueva clase capitalista trasnacional (CCT) que ha promovido desde los estados –a través de las políticas neoliberales, los tratados de libre comercio, etcétera– el surgimiento un nuevo sistema globalizado de producción, finanzas y servicios que incorpora a todo el mundo. La CCT está por encima de cualquier Estado-nación. Sus integrantes comparten el mismo interés de clase en defender una economía global abierta e integrada y en suprimir cualquier desafío a la misma, ya sean las luchas de clase desde abajo contra el capital trasnacional o las tendencias políticas estatales de corte populista, nacionalista, y proteccionista.

Dadas estas realidades, ¿tiene vigencia hablar de imperialismo? La respuesta depende de lo que entendemos por imperialismo. Si lo definimos como la competencia entre clases capitalistas nacionales expresada en rivalidades económicas nacionales ya superamos la fase imperialista del capitalismo mundial.

Pero si por imperialismo entendemos las presiones incesantes para la expansión hacia afuera del capitalismo y los mecanismos políticos, militares y culturales que facilitan esa expansión y la apropiación por la CCT de la riqueza que ésta genera, entonces es un imperativo estructural inherente al capitalismo y un proceso que antecede la situación que describió Lenin. Durante los 500 años transcurridos desde la génesis del sistema capitalista mundial, el colonialismo y el imperialismo incorporaron de manera coercitiva zonas y pueblos a su redil. Esta "acumulación originaria" llega a su fin, sobre todo a raíz de la incorporación en las últimas décadas de la ex Unión Soviética y China al sistema.

El capitalismo mundial aún conquista espacios, naturaleza y seres humanos. Es deshumanizante, genocida, suicida y maniaco. Pero se ha trasmutado. La cara fea del capitalismo global no es imperialismo en el viejo sentido ni de capitales nacionales rivales ni de conquista de las regiones precapitalistas por los estados centrales. En esta época de capitalismo globalizado, el imperialismo se refiere a los incesantes esfuerzos por la CCT y sus representantes políticos en los estados de promover y defender los intereses del capital trasnacional, es decir, seguir abriendo el mundo al pillaje del capital trasnacional y socavando cualquier resistencia.

Si la teoría clásica del imperialismo está ahora desfasada, ¿cómo entendemos el intervencionismo estadunidense en el mundo y su papel hegemónico en el sistema internacional? En resumen, EU ha intentado desempeñar un papel de liderazgo en nombre de los intereses capitalistas trasnacionales, es decir, Washington no escatima esfuerzos en poner al mundo disponible para la CCT y en procurar que el mundo sea seguro para la explotación de esta CCT ante cualquier obstáculo.

Sucedió algo ilustrativo con la invasión a Irak en 2003. Establecida la ocupación, el procónsul estadunidense en Bagdad invitó a los ricos de todo el mundo a invertir en el país bajo la garantía de las fuerzas de ocupación. Las primeras compañías que invirtieron en los campos petroleros iraquíes fueron la petrolera francesa Total y las petroleras estatales de China que pudieron entrar al mercado iraquí gracias a la ocupación estadunidense.

La CCT no enfrentó barreras para invertir en Rusia antes de la invasión a Ucrania, no obstante las tensiones políticas entre Washington y Moscú, en tanto los principales conglomerados capitalistas basados en EU y China han experimentado una mayor integración y entrelazamiento en las últimas décadas. Las tensiones geopolíticas se agudizan con la nueva guerra fría y a raíz de la invasión a Ucrania, pero estas tensiones tienen una explicación más allá de la competencia entre capitales.

La expansión capitalista es un proceso que genera constantes crisis y contradicciones desconcertantes. Mientras la CCT persigue la acumulación sin fin de capitales, los estados compiten por atraer a sus respectivos territorios el capital trasnacionalmente móvil y se esfuerzan por externalizar hacia otros pueblos y estados las tensiones políticas internas de cara a la crisis del capitalismo global y de la legitimidad de los estados, la crónica inestabiliadad política, y la desintegración social.

El centro de gravedad del sistema global se desplaza hacia China. La crisis de hegemonía en el sistema internacional se produce en el marco de una sola economía global, integrada e interdependiente, al lado de una multipolariadad política. El desfase entre una economía globalizada y un sistema de autoridad política basado en el Estado-nación genera enormes tensiones geopolíticas. Entre más comprendemos la naturaleza cambiante de esta bestia que es el imperio del capital global, más podemos diseñar estrategias de resistencia y transformación. La tarea se hace cada vez más urgente frente a la amenaza de una guerra nuclear, del colapso de la biosfera, y la cada vez más aguda desigualdad y desintegración social alrededor del mundo.

* Profesor de sociología, Universidad de California en Santa Bárbara

17.10.22

Amenazas a defensores y el movimiento social

Abel Barrera

Desde que se formó el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan hemos padecido espionaje, denostación y difusión de información dolosa y falaz. Vigilan en todo momento nuestros movimientos y monitorean nuestras reuniones. Interceptan nuestras llamadas telefónicas y amenazan a las víctimas que acompañamos, para que se desistan de sus denuncias. Hemos enfrentado denuncias penales, en que nos señalan como miembros de la guerrilla.

En la década de 1990, por defender los derechos humanos de algunos maestros democráticos que fueron torturados, acusados de pertenecer a organizaciones político-militares, nos asociaron con grupos armados y dijeron que éramos defensores de guerrilleros. Tuvimos acceso a un documento que llegó a la Secretaría de Desarrollo Social, donde ubicaban a sacerdotes católicos como promotores de movimientos subversivos. Como director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, me señalaron como parte de la línea dura de la teología de la liberación, que pregonaba que sólo las armas cambiarían la realidad de la Montaña. Fue un documento auspiciado por los militares y elaborado por el Cisen. En esos años se trataba de ubicar a las organizaciones sociales y movimientos religiosos que supuestamente apoyaban al EZLN.

Cuando defendimos a Valentina Rosendo e Inés Fernández, víctimas de violación y tortura sexual por militares, enfrentamos junto con ellas amenazas graves, al grado de que debimos cerrar nuestras oficinas en Ayutla. Valentina con su pequeña hija tuvo que huir del estado. Pese a las denuncias, los ministerios públicos se negaron a investigar. En febrero de 2009, criminales, coludidos con el presidente municipal de Ayutla, desaparecieron y asesinaron a dos defensores del pueblo Tu un savi, Raúl Lucas Lucía y Manuel Ponce Rosas. En lugar de indagar a las autoridades, filtraron la información de que Raúl pertenecía a la guerrilla, justificando su homicidio. Sus ejecuciones se enmarcan dentro de la guerra de contrainsurgencia aplicada en Guerrero contra los luchadores sociales.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió medidas provisionales para proteger a Inés Fernández, Valentina Rosendo, así como al equipo de Tlachinollan. En 2010 la Corte Interamericana declaró por unanimidad que el Estado mexicano resultó internacionalmente responsable por la violación de los derechos a la integridad personal, a la dignidad, a la vida privada y a las garantías judiciales de Inés Fernández y Valentina Rosendo. Varios soldados fueron responsables de violaciones y torturas sexuales contra Inés y Valentina. El cumplimiento de las dos sentencias y el castigo a los responsables ha implicado riesgos y amenazas para las familias de las dos compañeras y para los miembros de Tlachinollan.

Ante la decisión unilateral de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) de construir una presa hidroeléctrica en el afluente del río Papagayo, los campesinos opositores del núcleo comunal de Cacahuatepec se organizaron para defender su río y sus tierras. Crearon el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa la Parota (Cecop), que bajo el liderazgo de Marco Antonio Suástegui ejercieron su derecho a la protesta y públicamente se opusieron a ser despojados y desplazados de su territorio. Los tres niveles de gobierno criminalizaron su movimiento. Causaron divisiones, provocaron enfrentamientos y consumaron varios asesinatos. Encarcelaron a Marco Antonio y lo trasladaron al penal de alta seguridad en Tepic, Nayarit. Como Tlachinollan asumimos su defensa y demostramos su inocencia. En los tribunales agrarios ganamos cinco juicios y echamos abajo los planes aviesos de construir la presa, que con el apoyo de la Procuraduría Agraria, la presidencia municipal de Acapulco y los gobernadores en turno, trataron de imponerla utilizando la fuerza pública.

Para contrarrestar la presencia del Cecop en las comunidades pobres del Acapulco rural, las autoridades municipales se coludieron con empresarios corruptos y grupos criminales. La extracción ilegal de los recursos pétreos y el trasiego de la droga en la región son los problemas que más afectan a los campesinos que en todo momento han pedido la intervención de las autoridades. En lugar de proteger sus tierras comunales se ha incrementado el despojo y la violencia, al grado que en la región la disputa territorial es sangrienta por la presencia del grupo delincuencial Los Rusos y la UPOEG. Las dos organizaciones junto con elementos de la policía ministerial de Acapulco tienen que ver con la desaparición de Vicente Suástegui, defensor del territorio y hermano de Marco Antonio.

La documentación divulgada en las últimas semanas como resultado del hackeo contra la Sedena, evidencia que se ha espiando a los defensores y líderes sociales del Cecop y de Tlachinollan. Sus informes están plagados de mentiras. Falsamente y sin fundamento, se nos acusa de una amenaza para el gobierno. Nos tratan como delincuentes. Por el contrario, no se investiga con seriedad a los grupos criminales que han devastado el río Papagayo, los que están vinculados con el negocio de la droga y la venta de armas y han causado terror en la población del Acapulco rural.

Los aparatos de inteligencia se han convertido en fábrica de mentiras, en enemigos de las organizaciones sociales y los defensores de derechos humanos. Las falsas acusaciones en nuestra contra señalándonos como promotores de la ingobernabilidad en la región, desacreditan nuestra labor y nos colocan en alto riesgo. La criminalización contra los defensores y luchadores sociales debe cesar.