29.12.20

Dinero digital del banco central – el camino a una nueva era monetaria

Ernst Wolff

Mientras que gran parte de la población mundial sigue mirando fijamente la propagación del virus de la Corona, en el fondo está en marcha un proceso mucho más importante para el futuro de los siete mil millones de habitantes de nuestro planeta, a saber, la preparación para la introducción de las monedas digitales de los bancos centrales.

Aquí está el fondo:

Los principales bancos centrales del mundo han salvado al sistema financiero mundial del colapso una vez más este año, pero al hacerlo han alcanzado un punto de inflexión histórico. De hecho, sólo tienen dos armas a su disposición en la lucha contra el colapso: Creación de dinero y reducción de los tipos de interés. Dado que los tipos de interés han llegado a cero en todo el mundo como parte del rescate de este año y que los tipos de interés negativos destruirían el sistema bancario desde dentro, esto significa que en el futuro los bancos centrales sólo tendrán un medio a su disposición, a saber, la creación de dinero.

Pero esto los pone en un dilema insoluble: la continua creación de dinero priva al dinero de su valor. Dado que se requieren sumas constantemente mayores para mantener el sistema vivo, esta pérdida de valor progresa cada vez más rápido. Esto se puede ver actualmente en los Estados Unidos. El banco central de los EE.UU., la Reserva Federal (FED), ha bombeado por mucho las mayores sumas de dinero en el sistema este año. Como resultado, el dólar estadounidense ha perdido más del diez por ciento de su valor frente a las otras monedas principales en sólo siete meses.

Este desarrollo muestra: El casino financiero internacional, creado por la desregulación y cada vez más descontrolado durante décadas, ya no puede estabilizarse permanentemente por medios convencionales. Por esta razón, los que gobiernan el mundo, es decir, el complejo digital-financiero con Microsoft, Apple y Google a la cabeza, junto con los bancos centrales, están desarrollando actualmente el dinero digital de los bancos centrales a toda velocidad.

El objetivo más importante de este nuevo dinero es mantener y ampliar las relaciones de poder existentes incluso más allá de la abolición del sistema monetario anterior. Su establecimiento pondrá fin, por un lado, al sistema bancario tradicional en su forma actual, ya que los préstamos se pondrán exclusivamente en manos del banco central. En segundo lugar, a pesar de las protestas en sentido contrario, la nueva moneda será semi-privada porque su emisión y circulación estará en manos de las principales corporaciones de TI.

La fusión del Estado con el complejo digital-financiero no sólo continuará, sino que anunciará una nueva era. De hecho, la nueva moneda dará a estas dos fuerzas más poder que todas las demás instituciones del mundo juntas, porque tendrá propiedades que ninguna forma de dinero ha poseído antes.

Por un lado, tendrá una fecha de caducidad, de modo que el receptor puede ser obligado a gastar el dinero dentro de un cierto período de tiempo. Pero también permitirá al Estado fijar y retener arbitrariamente las tasas de impuestos o las multas, o emitir préstamos a diferentes tasas de interés. Además, se pueden hacer préstamos a tasas de interés negativas, de modo que los beneficiarios seleccionados recibirán incluso una bonificación por pedir dinero prestado al Estado. Además, el Estado podrá suspender los intereses y los reembolsos indefinidamente en casos individuales y, por lo tanto, prácticamente renunciar a los reembolsos de los préstamos. Finalmente, el estado y las corporaciones de IT podrán cerrar las cuentas individuales en cualquier momento sin que nadie más que las partes afectadas lo sepa.

No importa cómo se mire, el dinero del banco central digital ya no tendrá mucho en común con el dinero tal como lo conocemos y como se ha desarrollado a lo largo de varios milenios. Pero proporcionará los cimientos monetarios para una sociedad en la que los últimos vestigios de la democracia serán abolidos con la ayuda del sistema monetario, y todos estaremos sometidos a la arbitrariedad sin restricciones de una pequeña élite y completamente subyugados a su gobierno.

28.12.20

Agamben y la epidemia como política

Termina 2020, el año de la epidemia debida al virus corona, y el mundo parece encaminarse hacia un nuevo despotismo tecnológico sanitario. Azuzadas por los medios de difusión masiva hegemónicos, sumidas en una histeria colectiva producida de manera deliberada, sociedades enteras han aceptado sin chistar un sinfín de medidas coercitivas gubernamentales –algunas bajo punitivos toques de queda–, tales como confinamientos, cuarentenas, semáforos de colores, rastreo, sanas distancias en la interacción social, en empresas, comercios y oficinas públicas, y hasta cierres de escuelas y universidades.

Con el pretexto de la epidemia, los amos del universo han decidido transformar de arriba abajo los paradigmas del gobierno de los seres humanos y las cosas, para sustituirlos por nuevos dispositivos cuyo diseño apenas podemos vislumbrar, incluido un panóptico total digital.

Pascal Sacré, médico especializado en cuidados intensivos y reconocido analista de salud pública en Charleroi, Bélgica, se ha preguntado si existe la intención de utilizar la coartada de una pandemia para llevar a la humanidad hacia un escenario que de otro modo nunca habría aceptado. ¿Es esa hipótesis, que muchos se apresurarán a calificar de teoría de la conspiración, la explicación de mayor validez frente a la ‘anormalidad’ del momento actual? Lo cierto es que nunca antes en la historia de la humanidad el miedo había sido usado como herramienta de poder por los gobernantes de manera tan inescrupulosa como en 2020. Quienes impulsan la agenda del Covid-19, y sacan provecho de ella, han elegido una enfermedad con el fin de eliminar toda resistencia mediante el azuzamiento del pánico.

Giorgio Agamben ha dicho que, agotado el terrorismo como causa de las medidas propias de un estado de excepción –de la más pura y simple suspensión de las garantías constitucionales en muchos lugares del orbe−, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal para ampliarlas más allá de todos los límites. En un momento de confusión babélica, Agamben habló de ‘invención’ en un ámbito político, sabedor, como Foucault, de que los gobiernos que se sirven del paradigma de la seguridad no funcionan necesariamente produciendo la situación de excepción, sino explotándola y dirigiéndola una vez que se ha producido.

En su más reciente libro, ¿En qué punto estamos? La epidemia como política (Quodlibet, julio 2020), el filósofo italiano llama bioseguridad al dispositivo de gobierno –se refiere a su país, pero también a las autoridades de otras democracias occidentales– que resulta de la conjunción de la nueva religión de la salud y el poder estatal con su estado de excepción, probablemente el más eficaz de la historia de la humanidad, ya que ni siquiera durante el nazi-fascismo (mecanismo que permitió la transformación de las democracias en Estados totalitarios) y las dos guerras mundiales se había llegado a este punto de restricción de la libertad.

“Si el dispositivo jurídico-político de la Gran Transformación (la estrategia global prevista por la plutocracia del foro de Davos, incluido Bill Gates y su emanación la Organización Mundial de la Salud) es el estado de excepción y el religioso es la ciencia, en el plano de las relaciones sociales –escribió Agamben− ha confiado su eficacia a la tecnología digital, que, como ya es evidente, hace un sistema con el ‘distanciamiento social’ que define la nueva estructura de las relaciones entre los hombres”. La nueva forma de relación social es la conexión: quienes no estén conectados tienden a ser excluidos de cualquier relación y condenados a la marginalidad. Siempre que sea posible, los dispositivos digitales (las máquinas) sustituirán todo contacto –todo contagio− entre los seres humanos.

El distanciamiento social −nuevo eufemismo de confinamiento− será el nuevo principio de organización de la sociedad. Y paradójicamente, la masa, en la que según Canetti se basa el poder a través de la inversión del miedo a ser tocados por extraños, estará formada ahora por individuos que se mantienen a toda costa a distancia unos de otros; una masa, dice Agamben, rarificada y basada en una prohibición, pero, precisamente por eso, particularmente compacta y pasiva.

A lo que se suman el control que se ejerce a través de las cámaras de video y ahora de los teléfonos celulares –la ‘celularización’ coercitiva de la totalidad de la población, incluido el rastreo de cada persona vía los consorcios multinacionales Google (Android), Apple y Microsoft−, que excede con creces cualquier forma de control ejercida bajo regímenes totalitarios como el fascismo y el nazismo. La epidemia y la tecnología inseparablemente entrelazadas. Y el papel de los medios de difusión masiva dominantes, que, según Agamben, llevaron a cabo una gigantesca operación de falsificación de la verdad, propalando una especie de terror sanitario como instrumento para gobernar con eje en una bioseguridad basada en la salud. Lo que ha llevado a la paradoja de que el cese de toda relación social y toda actividad política se presenta como la forma ejemplar de participación cívica.

Una estrategia global de los reformadores sociales de Davos, que no habría sido posible lograr sin la intervención decisiva de los Estados-nación, que son los únicos que pueden adoptar las medidas coercitivas que dicha estrategia necesita. Según su fórmula, un distanciamiento social –no ‘físico’ o ‘personal’− como dispositivo esencialmente político, que lleva a preguntarnos, con Agamben, ¿qué es una sociedad basada en la distancia? ¿Acaso una sociedad así puede seguir llamándose política?

No es posible saber cuánto más durará el estado de excepción del actual circo pandémico mundial; lo que sí es seguro es que se necesitarán nuevas formas de resistencia para enfrentar a la reingeniería social tecnocrática de las élites del poder plutocrático con su pregonada (Klaus Schwab dixit) cuarta revolución industrial.

9.12.20

La tierra en México: tres etapas del mismo proceso expropiatorio

La Colonia.- En el México colonial el desarrollo de las ciudades estuvo estrechamente ligado a la producción minera. El Camino de la Plata (Real del Monte, Zacatecas, San Luis Potosí, Taxco, Santa Fe de Nuevo México) partía del centro hacia el Norte y en esa geografía se iban creando los centros mineros que serán más tarde las futuras ciudades.

Transformación y remodelación del territorio donde se fundan los presidios militares y las Misiones de la Compañía de Jesús a lo largo y ancho del Septentrión de la Nueva España constituyendo una cadena de fortificaciones para proteger el transporte de mercancías, la extracción de plata y las comunicaciones entre el centro y las explotaciones mineras recién descubiertas.

La línea de avance española se protegía con la creación de más presidios dentro de territorio chichimeca (nómadas), en la meseta central y en ambos lados de la Sierra Madre Occidental. Estas eran las directrices de la política para el poblamiento y colonización del Nuevo Reino de León (actual estado de Nuevo León) y de la colonia del Nuevo Santander (actual estado de Tamaulipas, una parte del estado de Nuevo León y una parte del sur de Texas). Misiones y presidios se volvieron polo de atracción de colonos para el establecimiento de nuevas misiones, pueblos, haciendas y villas.

La iglesia católica con sus diferentes Órdenes era la Institución más poderosa en la Nueva España, dueña de grandes propiedades, tenía un gran poder económico por la recaudación de diezmos, obtenciones parroquiales, donaciones piadosas y legados testamentarios; se calcula un capital disponible de 45 millones de pesos, empleados en realizar préstamos a agricultores, mineros y empresarios como hipoteca. Este poder junto con su adoctrinamiento evangelizador, se traducía en control político. Pero la tierra no existía aún como mercancía en sí misma; en el Antiguo Régimen dependía de los vínculos. Estaba vinculada a:

Los mayorazgos; el clero regular, secular y capellanías; las comunidades indígenas y los Ayuntamientos.

Las minas arrebataban la tierra a los pueblos, creando un entorno agrícola para la producción de alimentos. Destrucción del entorno para la creación de una economía monoexportadora y extractivista que, al entrar en crisis (siglo XVIII, hacia 1780), arrastró tras de sì la industria y el comercio de la Nueva España. En el siglo XVIII se volvió cada vez más difícil obtener “repartimientos de indios” y se favoreció el “trabajo libre”; el precio del trabajo aumentó. La extracción minera se realizaba cada vez a mayor profundidad y esto lógicamente encarecía los costos de producción; había un problema adicional: las minas frecuentemente se inundaban de agua. Cuando el movimiento insurgente contra el dominio español paralizó la producción minera (1811) la crisis de la minería mexicana ya arrastraba 30 años de decadencia y explotación extrema.

Perìodo liberal.- Entrado el siglo XIX el capitalismo moderno condiciona y regula las relaciones sociales; los latifundios implican el control de la propiedad, de la gente (ahora con una demografía en ascenso) y los mercados. La Hacienda posee la tierra y los pueblos la mano de obra.

El ideal de aquella generación de liberales (José María Luis Mora, Benito Juárez, Lerdo de Tejada, Gómez Farías…) era crear una clase de pequeños propietarios y emprendedores. En la concepción de aquellos líderes y gobernantes, la situación de miseria en la cual se encontraban los indígenas, se debía a su propia naturaleza, a su falta de espíritu empresarial y a su falta de individualismo. A principios del siglo XIX la tenencia comunal de la tierra denotaba un principio retrógrado, sobrevivencia de la época colonial, en la cual el indígena, segregado del resto de la población, había estado sujeto a una legislación especial. Consideraban que las tierras comunales de los pueblos eran las peor trabajadas y en las que no se aplicaba adelanto alguno ni en maquinaria ni en técnicas de cultivo. Era necesario pues un amplio proceso de privatización de la tierra y terminar así con el “vicio comunal”.

Desde la colonia el gobierno español otorgó a las comunidades indígenas la personalidad jurídica como propietarias y le concedió ciertas extensiones de tierra bajo la condición de ser usadas exclusivamente para el beneficio de sus miembros y no podían ser vendidas ni enajenadas. A pesar de esta protección legal en muchas ocasiones los campesinos perdieron el acceso a la tierra. La escasez de alimentos en épocas de malas cosechas o la necesidad de dinero por cualquier emergencia llevaba al campesino a ceder en arrendamiento su porción de tierra a cualquier cacique de la localidad a cambio de un préstamo que ya nunca le sería posible devolver.

Naturalmente el enemigo principal a tumbar era la Iglesia católica, por su condición de terrateniente y porque financiaba a los conservadores en sus agresivas pugnas contra la política liberal.

Se promulga la Ley Lerdo (1856) que decretaba la venta a particulares de las propiedades rurales de la iglesia católica y de las corporaciones civiles. La idea era fomentar la actividad económica para crear una clase media rural. Además de la iglesia la desamortización también aplicaba para las comunidades indígenas. En definitiva se trataba de una confrontación radical entre pasado y modernidad y de poner las bases para el fomento de una conciencia nacional y un Estado moderno (en el marco de reglas capitalistas). No hay que olvidar que la invasión norteamericana (1846-1848) y la pérdida de más de la mitad del territorio fueron el origen de una toma de conciencia por parte de los liberales en cuanto a la necesidad de transformar y modernizar a México o desaparecer como país.

Los liberales tenían el concepto de la tierra como fundamento de la vida económica y política de la nación y el impulso de sus ideas en la práctica desorganizó la vida de las comunidades y proletarizó a sus miembros favoreciendo el establecimiento de haciendas. La afectación continua por parte de los grupos de poder locales se tradujo en rebeliones de gran calado, como las que se produjeron en el Istmo de Tehuantepec, en la Sierra Gorda de Querétaro y en la península de Yucatán.

En 1824 se expide la Ley General de Colonización que invitaba a inversores extranjeros a establecerse dentro del territorio nacional, a condición de respetar y acatar las leyes mexicanas. Se autorizó a las Compañías deslindadoras para delimitar y redistribuir la tierra entre quienes carecían de ella o lo solicitaban. El resultado fue al revés. De los 58 millones de hectáreas deslindadas, un tercio quedó en poder de las Compañías deslindadoras como pago por sus trabajos. Los dos tercios restantes fueron adquiridos a bajo precio por las mismas empresas o por individuos vinculados a ellas. Un individuo utilizando los nombres de sus familiares podía concentrar varias fincas de enorme extensión. En Baja California se otorgaron 12 millones de hectáreas a cinco concesionarios y en Chihuahua las Compañías deslindaron 14 millones de hectáreas que se repartieron entre 4 familias. Una fiesta que se prolongó todo el Porfiriato y que terminó en noviembre de 1910.

Extenderme en todo el siglo XX sería exceder los límites de este artículo y alejarme de la idea original, que es anotar algunas semejanzas entre aquella situación histórica que enfrentaron con decisión, pero con resultados contradictorios, los liberales encabezados por Benito Juárez y el actual presidente Andrés Manuel López Obrador en su concepción de desarrollo para México con un enfoque que deja de lado la importancia de recuperar la soberanía alimentaria y apoyar a los ejidos y la producción campesina local. Esto es compatible con la aplicación de modernas técnicas de cultivo, el aprovechamiento racional de los recursos y la defensa de una economía campesina. Pero parece claro que la apuesta del actual gobierno mexicano es por los megaproyectos.

Nomás apuntar la importancia del siglo de las drogas, como le llamó el sociólogo mexicano Luis Astorga al siglo pasado, en la redistribución del uso de la tierra en amplias regiones de México para la siembra de enervantes en perjuicio de la producción de alimentos. La aprobación en 1994 del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y la reforma al Artículo 27 de la Constitución, que desmontaron agresivamente la economía familiar campesina y provocaron un éxodo masivo de mexicanos en busca de altos salarios a cambio de explotación laboral, racismo y discriminación en los Estados Unidos.

Por último y muy importante, resaltar que la declaración de guerra contra las drogas y su impulso mediante la llamada Iniciativa Mérida aplicados durante el calderonato (2006-2012) y el sexenio siguiente (2012-2018) fueron el equivalente de la guerra contra México lanzada en 1846 por los Estados Unidos. López Obrador se sienta en la silla presidencial de un país destrozado en lo social, saqueado en lo económico por una deuda que compromete las necesidades básicas de varias generaciones y condicionado por presiones internas (el ejército) y externas (renovación del TLC, inversiones condicionadas y corrupción a derecha e izquierda, arriba y abajo).

Tercera etapa del proceso expropiatorio.- El siglo XXI presenta en México un panorama semejante para todos los países de economía dependiente, suministradores de materias primas y condicionados por Tratados de libre Comercio que son los nuevos instrumentos de imposición colonial para impedir el desarrollo de la investigación y la tecnología necesaria para beneficio de sus poblaciones.

Ligado con la exposición inicial sobre la minería en la colonia es necesario conocer el dato: Según cifras oficiales al mes de mayo de 2010 se habían otorgado 26 mil 559 concesiones mineras que abarcaban una superficie aproximada de 21.1 millones de hectáreas equivalentes al 13.8 % del territorio nacional. La Ley de Inversiones Extranjeras permite inversiones foráneas en minería del 100%. Las empresas mineras extranjeras y las nacionales pagan al erario mexicano cantidades simbólicas no en función del mineral extraído sino por hectárea de tierra concesionada (más de la cuarta parte del territorio nacional está concesionado a las mineras. El presidente López Obrador declaró en agosto de 2019 que durante su gobierno no se entregarían más concesiones mineras.

También se ha pronunciado contra el fracking, pero la Alianza Mexicana contra el Fracking confirma que continúan las actividades de perforación hidráulica. Según datos de Cartocrítica, Investigación mapas y datos para la sociedad civil, al menos 924 pozos han sido perforados mediante esta contaminante técnica, en los estados de Coahuila, Nuevo León, Veracruz, Tamaulipas y Tabasco.

En lo que a ganadería se refiere la llamada “revolución ganadera” llegó a México con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1994), aprovechando las facilidades que se otorgan en México con salarios bajos y poca o ninguna regulación ambiental y acaparamiento de tierras rurales. El crecimiento de la demanda de proteínas animales fue aprovechado por las corporaciones trasnacionales que controlan la producción mundial de ganado. En 2017, 99% de las granjas familiares que producían carne habían desaparecido en favor de las granjas industriales propiedad de grandes corporaciones. La comunidad de Homún (Yucatán) con menos de 8 mil habitantes recién ganó la batalla contra la empresa Producción Alimentaria Porcícola que no cuenta con la planta de tratamiento de aguas residuales prometida a la gente. Este viernes 6 de noviembre las magistradas que integran el Tribunal Colegiado en materia del Trabajo y Administrativa de Yucatán, determinaron mantener la suspensión de las operaciones de la mega granja (más de 49 mil cerdos), por los riesgos que su funcionamiento representa para el medio ambiente, la salud y la niñez de las comunidades mayas de la zona.

Conflicto de intereses: la empresa Enerall fundada por Alfonso Romo, hasta hace unos días Jefe de la Oficina de la Presidencia destruyó impunemente un cenote de 5 mil 500 metros cuadrados y apenas en marzo de este año utilizó la expresión “muertos de hambre” para referirse a los pobladores de Yucatán que no saben ni manejar sus propias tierras y a los que la empresa Enerall, que ahora administra su familia, les llevará el progreso. Para ello además del cenote destruido hubo que deforestar la zona, acabar con la fauna y obtener grandes márgenes de ganancias a costa de pagar sueldos miserables a los trabajadores en el acuífero más importante de México cuya disponibilidad ha disminuido en un 43%.

Los monocultivos de soya transgénica, la producción de cereales con agrotóxicos, la palma aceitera son un capítulo aparte (o integrado) a esa concepción del desarrollo que López Obrador comparte con los liberales del siglo XIX. Sí, López Obrador es pragmático e ideológicamente incoherente tal y como señalan en entrevista publicada en el diario La Jornada el 30 de noviembre pasado, el académico de la Facultad de Economía en la Universidad Autónoma de México Enrique Rajchenberg y Nicolás Loza Otero investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso.

TREN MAYA: Un pragmatismo e incoherencia que se concretan en el proyecto estrella denominado TREN MAYA, que cambiará para siempre la fisonomía de una de las últimas selvas de México y de América Latina, impulsará el turismo de masas y utilizará la mano de obra barata con trabajos de baja cualificación a los pobladores de la zona. El proyecto está ligado al gigantesco movimiento de mercancías que, a nivel mundial se conectará con la transformación del Istmo de Tehuantepec para construir modernas vías de comunicación que faciliten las exportaciones e importaciones hacia Asia y América del Norte. Se calcula que el 70% de los ingresos de este mega negocio será por transporte de carga. Participan en esta transformación radical del territorio en el sureste mexicano y de los usos agrícolas del suelo empresas de Carlos Slim, la española FCC Construcción, S.A., la china Communications Construction Company Ltd. y también la Secretaría de la Defensa Nacional a la que se le ha asignado la construcción de los tramos 6 y 7. Pero la mega corporación que destaca como interesada en el proyecto es la banca de gestión de inversiones Blackrock, con sede en Nueva York, y considerada la banca más grande del mundo en gestión de activos. Controla 7.8 billones de dólares, o sea, el equivalente a más de 6 veces el PIB de México. Además de su participación en el Tren Maya, Tiene inversiones en 12 proyectos energéticos en la península de Yucatán.

López Obrador le apunta a una recuperación económica de México y a retomar la función del Estado como agente de desarrollo. Se mueve con las reglas del capitalismo y tiene unos claros límites de acción impuestos por el ejército mexicano y la oligarquía internacional.

El sociólogo de Flacso Loza Otero remata en la entrevista:

“Tiene apego a una economía mixta que se practicó después del cardenismo en México y que implica cierta intervención del Estado, cierta regulación de la actividad de la empresa privada. No tiene realmente una ideología coherente, sólida; puede parecer un señalamiento muy crítico, pero en realidad tampoco deberíamos pensar que la gente anda por la vida con una ideología muy coherente y sólida”.

Fuentes:

  • La agricultura en tierras mexicanas desde sus orígenes hasta
    nuestros días. Teresa Rojas y María de los Angeles Romero Frizzi.
    Editorial Grijalbo
  • Ana de Ita. Directora del Centro de Estudios para el Campo Mexicano
    (La Jornada 5 de junio 2020)
  • Silvia Ribeiro. Investigadora del grupo ETC (La Jornada 5 de
    diciembre 2020)
  • Greenpeace.org México. Los costos de una industria muy puerca en
    la península de Yucatán.
  • José Luis Ríos Vera. La superexplotación del trabajo en México en
    el corazón de BlackRock. Revista Rebelión.

19.11.20

Cuando la izquierda hace suyo el discurso neoliberal

Hombres blancos sin estudios 

Francesc Xavier Ruiz Collantes

En el panorama político e ideológico actual nos encontramos con el hecho de que la derecha cuenta con dos posiciones extremistas. Una es la posición de la derecha nacional-nativista o incluso nacional-etnicista, en este sentido tenemos casos como Trump, Bolsonaro, Le Pen, etc. Otra posición extremista es la del neoliberalismo. El liberalismo ha mutado en las últimas décadas hacia un desacomplejado liberalismo extremo que busca la extensión de la lógica del mercado, controlado por élites, a todas las esferas de la vida política y social y la sustitución de la sociedad y el Estado por el mercado global.  

Ante la ausencia de la izquierda en el escenario del debate, la contienda política e ideológica se está estableciendo entre las dos posiciones extremas de la derecha. La izquierda de los países occidentales y desarrollados parece que ha identificado al nacional-nativismo como su principal enemigo y, en esta situación, ha comenzado a asimilar el discurso del neoliberalismo en algunos aspectos fundamentales. Se trata de un paso más en el camino de su desaparición como alternativa. 

Hemos visto cómo, ante la contienda entre nacional-nativismo y neoliberalismo en las últimas elecciones presidenciales norteamericanas, la izquierda internacional se ha decantado por los representantes del neoliberalismo, Biden y Harris. Es muy posible que en algunos casos haya sido por apoyar al “mal menor”, pero en esta operación se ha ido asumiendo el discurso propio de aquel al que se considera “mal menor”. 

La adscripción de un discurso político o social a una determinada ideología se sustenta en algunas características fundamentales de dicho discurso. Por ejemplo: qué personajes, individuales o colectivos, aparecen; qué roles cumplen cada uno de estos personajes; qué valores sustentan el entramado del discurso, su desarrollo y sus conclusiones, cómo se entienden dichos valores, etc.

La izquierda de los países occidentales y desarrollados ha identificado al nacional-nativismo como su principal enemigo y ha comenzado a asimilar el discurso neoliberal

Una de las operaciones fundamentales en la construcción ideológica del discurso es el uso de determinadas categorías y no de otras. La categoría es una manera de clasificación para definir personajes y cualidades que aparecen en todo discurso. Por ejemplo: si en un discurso aparece la categoría “clase obrera” o “clases trabajadoras”, como categorías antagónicas respecto a las categorías “burguesía” o “oligarquía”, sabemos que será un discursos que presentará el mundo de la forma en que lo ve la izquierda; sin embargo, si aparecen las categorías “emprendedores” frente  a “asalariados subvencionados por el Estado derrochador”, entonces  sabemos que a través de dicho discurso se nos presenta un mundo visto a través del prisma neoliberal.

Una de las categorías que más éxito está teniendo, a raíz de la pugna entre nacional-nativismo y neoliberalismo, es la de “hombres blancos sin estudios universitarios”. Es una categoría que, por ejemplo, se ha estado usando con profusión en los diferentes medios de comunicación, liberales y de izquierda, para designar a un sector de la población norteamericana que ha dado su apoyo mayoritario a Donald Trump.  

De hecho, el constructo “hombres blancos sin estudios universitarios” está diseñado para estigmatizar al sector social al que se refiere. “Hombre” refiere a una posición de poder frente a “mujer” y “blanco” alude a una posición de poder frente a “negro” u otras etnias. Por lo tanto, se construye la imagen de una posición de dominio que en la cultura de la izquierda se considera ilegítima: aquella que se fundamenta en el género y la raza. Pero la categoría se cierra con una característica que remite a una carencia: “sin estudios universitarios”. A veces se dice sólo “sin estudios”, que es más radical. Esta carencia supone una falta de educación, cultura, conocimientos, etc. Así tenemos la representación de un sector social que ostenta un poder ilegitimo y, además, este poder es ejercido de manera inculta, ignorante, con poco o nulo conocimiento del mundo actual, etc. 

Vamos a ver el sector social al que se refiere la categoría mencionada desde otro ángulo. “Hombres blancos sin estudios universitarios”, ¿quiénes son? Sencillamente una parte muy importante de la clase trabajadora norteamericana y europea. En un país como Estados Unidos donde sólo el 30% de la población tiene estudios universitarios y donde la mayoría de la población aún es blanca, apelar al hombre blanco sin estudios como parte natural del sujeto antagonista de la izquierda es algo realmente irresponsable y supone lanzar a la basura la propia ideología de la izquierda. Este proceso ya fue denunciado por Owen Jones cuando aludía a la demonización de la clase obrera.

El discurso liberal ha categorizado a un sector social a partir de criterios de género, raza y de nivel de instrucción; el discurso de la izquierda lo debería hacer a través de su posición en el sistema de producción y hablaría de “una parte de la clase trabajadora”. La izquierda ha asimilado las categorías del discurso neoliberal. Y ello ocurre por pereza intelectual, por falta de un discurso propio o porque no se quiere reconocer el fracaso que supone el hecho de que hay una parte importante de un sector social con el que la izquierda tiene el deber de conectar, pero que ha sido conquistado por uno de los polos de la derecha extrema. 

Para entender el despropósito que el uso de esta categoría supone para la izquierda, solo hace falta imaginar lo que implicaría que, por ejemplo, en España, los líderes de Podemos declararan que, entre otros sectores sociales, quieren hacer políticas incluso a favor de los “hombres blancos sin estudios”, en lugar de decir que quieren hacer políticas para los diferentes sectores de las clases trabajadoras. Pero al paso que vamos, todo llegará.

El constructo “hombres blancos sin estudios universitarios” está diseñado para estigmatizar. “Hombre blanco” alude a una posición de poder frente a otras etnias y a la «mujer»

Con respecto al contexto norteamericano, existe otra categoría bastante curiosa: “los afroamericanos”. Esta es una categoría que los propios negros norteamericanos acogen de forma positiva, pues hace referencia a su origen. Sin embargo, para los blancos norteamericanos no se ha generado una categoría como “euroamericanos”. De ello se deduce que los blancos norteamericanos son simplemente norteamericanos o, más en general, americanos. Y, así, una historia de conquista y expolio de tierras y riquezas no propias y de exterminio de los pueblos indios originarios queda ocultada. Cierto que existen términos como italoamericano o angloamericano, pero no suelen utilizarse casi nunca. El primero, por cierto, sólo para las historias en las que la mafia es protagonista. En Latinoamérica, existen también categorías como “afrocolombiano”, “afroperuano” o “afroboliviano”, pero no se utilizan las categorías “eurocolombiano”, “europeruano”, etc. De hecho, la izquierda debería hacer suya una categoría como “euroamericano”.

Otra categoría que la izquierda ha asumido del discurso neoliberal se refiere a la “igualdad”. La igualdad es un valor fundamental en la ideología de la izquierda y se refiere a la igualdad entre los humanos, sea cual sea su actividad laboral, su nacionalidad, su raza, su género, su religión, etc. Las categorías son flexibles y se pueden encoger o ensanchar y abarcar más o menos ámbitos. El interés de la ideología neoliberal es que la categoría “igualdad” se encoja lo máximo posible y que afecte lo menos posible a los intereses fundamentales de las élites económicas. 

Durante una buena parte de la historia de la izquierda, desde la Revolución Francesa, el discurso sobre la igualdad se centró en la igualdad entre sectores socioeconómicos y así se ponía en primer plano la igualdad en el acceso a bienes y recursos por parte de las clases trabajadoras respecto a otras clases sociales o, incluso, en la supresión de las clases sociales. Pero durante demasiado tiempo no se atendió debidamente a la igualdad entre géneros, entre razas, entre culturas, etc. 

El discurso liberal ha categorizado a partir de criterios de género, raza y nivel de instrucción; el de la izquierda lo debería hacer a través de su posición en el sistema de producción

Hoy la situación se ha invertido y hay un uso cada vez más mayoritario de la categoría “igualdad” que hace que se restrinja aún más el espacio de esta categoría. Cada vez más, se utiliza el término “igualdad” para hacer referencia sólo a la igualdad de género. Únicamente por poner un ejemplo, muy sintomático, en el gobierno actual de España hay un denominado “Ministerio de Igualdad” y este ministerio sólo se dedica a las cuestiones relativas a la igualdad de género. Esta es una práctica corriente. En nuestras universidades, por ejemplo, cuando existe un cargo o un plan dedicado a la “igualdad”, se suele referir también sólo a la igualdad de género. El caso del “Ministerio de Igualdad” es especialmente problemático porque, primero, para un gobierno de izquierdas, la igualdad, incluida la igualdad de género, debería ser un objetivo de todos los ministerios, no de uno específico y, segundo, la igualdad se debería entender como igualdad entre los géneros, pero también entre las clases sociales, las razas, las lenguas, las culturas o las nacionalidades. Un término como “Ministerio de Igualdad” es en sí mismo un discurso ideológico y es un discurso que, lo quieran o no quienes lo promueven, también lanza a la basura buena parte de la tradición ideológica de la izquierda. Por otro lado, se trata un discurso que reduce la reivindicación de la igualdad a ámbitos que no molestan demasiado a las élites socio-económicas ya que no atenta a sus intereses más importantes. De hecho, el neoliberalismo se presenta hoy acompañado de un feminismo que, aunque sea un feminismo liberal, es un feminismo que defiende el acceso de las mujeres, siempre burguesas o perteneciente a las élites sociales y culturales, a cargos empresariales y políticos de responsabilidad.

Frente al “hombre blanco sin estudios universitarios” la construcción de la categoría opuesta daría como resultado: “mujer negra con estudios universitarios”. Y ahí tenemos a Kamala Harris de vicepresidenta. Una profesional culta y neoliberal como Biden. El discurso neoliberal se viste de progresista y ello a través de operaciones discursivas realmente sofisticadas y eficaces, tanto que la izquierda queda deslumbrada y, sin un discurso tan sofisticado y eficaz como aquel, va recorriendo el camino que el neoliberalismo le marca hasta llegar a su mimetización y a su definitiva anulación. 

Francesc Xavier Ruiz Collantes es catedrático del Departamento de Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra. Su último libro es La Construcción del Relato Político (Aldea Global).

3.10.20

US-Wahlen: Der Verlierer steht bereits fest

Ernst Wolff.

In den USA spielt sich in diesen Monaten ein Schauspiel ab, das alle vier Jahre aufs Neue inszeniert wird und mit dem der US-Bevölkerung suggeriert werden soll, dass sie das Recht hat, selbst über den politischen Kurs ihres Landes zu entscheiden. 

Tatsächlich aber wird die Politik der USA seit mehr als 150 Jahren von zwei Parteien beherrscht, die sich fest in den Händen des großen Geldes befinden. Die Wahlkämpfe dienen in erster Linie dazu, diese Tatsache zu verschleiern und den Mythos aufrecht zu erhalten, dass es sich beim parlamentarischen System der vereinigten Staaten um die Herrschaft des Volkes handle.

In Wahrheit handelt es sich um eine Schein-Demokratie, hinter der sich die Diktatur des digital-finanziellen Komplexes verbirgt, der nicht nur die USA, sondern mittlerweile die gesamte Welt mit seinem Geld und seinen technischen Möglichkeiten beherrscht und der diese Herrschaft ebenso wie sein Vorgänger, der militärisch-industrielle Komplex, wasserdicht abgesichert hat.

So müssen die Kandidaten für das Amt des Präsidenten zwingend einer der beiden Parteien angehören und Hunderte Millionen Dollar an Spendengeldern einsammeln, um überhaupt zur Wahl zugelassen zu werden. Während des Wahlkampfes müssen sie damit leben, dass die öffentliche Meinung von einer Handvoll Medienkonzernen beeinflusst wird, die sie bei jeder noch so kleinen Abweichung von deren Interessen gnadenlos unter Beschuss nehmen. Nach der Wahl schließlich müssen sie sich damit abfinden, als reine Galionsfigur für ein Politkartell zu dienen, dessen Fäden im Hintergrund vom digital-finanziellen Komplex gezogen werden. 

Viel wichtiger als die Frage, wer ab dem 3. November ins Weiße Haus einzieht, ist also die Frage, in welcher Lage sich dieser Komplex zurzeit befindet, was er in naher Zukunft plant und was er vom zukünftigen Präsidenten verlangen wird.

Die Antwort darauf lässt sich in einem Wort zusammenfassen: Chaos.

Mit dem Beinahe-Zusammenbruch des Finanzsystems im März dieses Jahres und seiner Rettung durch die Zentralbanken mit Hilfe von Billionensummen ist die Welt in das Endstadium des bestehenden Geldsystems eingetreten. Durch den anschließenden Lockdown ist dieser Prozess vorsätzlich beschleunigt und intensiviert worden.

Diese Situation nutzt der digital-finanzielle Komplex gegenwärtig, um die eigene Agenda voranzutreiben: Die komplette Digitalisierung der Gesellschaft zugunsten einer winzigen ultravermögenden Elite. Dazu gehören die Abschaffung des Bargeldes und die Einführung digitaler Zentralbankwährungen, die Roboterisierung der Arbeit und damit die Abschaffung von Millionen von Arbeitsplätzen, sowie die biometrische Erfassung jedes Einzelnen zur vollständigen Kontrolle aller Bürger. 

Da die Mehrheit der Amerikaner mit Sicherheit nicht bereit wäre, diesen Prozess unwidersprochen hinzunehmen, sondern im Gegenteil höchstwahrscheinlich mit erheblichem Widerstand reagieren würde, setzt der digital-finanzielle Komplex ganz offensichtlich auf eine Schockstrategie. 

Die wichtigste Rolle spielt hierbei seit Jahresbeginn die Covid-19-Pandemie, die den Vorwand für den Lockdown und zahlreiche weitere Maßnahmen geliefert hat und auf deren Grundlage die Agenda des digital-finanziellen Komplexes ganz offensichtlich weitergetrieben werden soll.

Eine Umkehr von diesem Kurs kann und wird es nicht geben, und zwar aus folgendem Grund:

In der Welt, in die wir zurzeit geführt werden, werden Millionen von Arbeitsplätzen auf Grund der Digitalisierung entfallen. Um den zu erwartenden Widerstand gegen diese Entwicklung zu brechen, muss man den betroffenen Menschen zumindest genug Geld zum Überleben geben.

Da die Erzeugung der dazu nötigen Geldmengen im Rahmen des aktuellen Geldsystems auf direktem Weg in eine Hyperinflation führen würde, bleibt den Verantwortlichen nur noch eine Möglichkeit: die Einführung digitaler Zentralbankwährungen, durch die die Geldmenge zentral gesteuert und die Geldströme gezielt gelenkt werden können. 

Dieses in der Geschichte der Menschheit größte und historisch einmalige Geldexperiment wird allerdings nicht verhindern, dass es neben der riesigen Entlassungswelle zu einem  Tsunami an Zusammenbrüchen kleiner und mittlerer Unternehmen kommt und dass beides zusammen angesichts der unvorstellbaren Vermögenskonzentration am anderen Ende der Gesellschafft zu sozialen Explosionen führen wird. 

Um trotzdem ans Ziel zu gelangen und von sich und seinen wahren Absichten abzulenken, braucht der digital-finanzielle Komplex in den kommenden Monaten also vor allem eines: Chaos. 

Die wichtigste Aufgabe des nächsten US-Präsidenten wird also darin bestehen, das gegenwärtige Chaos zu verschlimmern und durch die Schaffung neuer Krisenherde bürgerkriegsähnliche Zustände zu erzeugen. Größter Verlierer wird innerhalb der arbeitenden Bevölkerung die Mittelschicht sein, deren Überlebenschancen im Zeitalter der totalen Digitalisierung zugunsten des großen Geldes von Tag zu Tag geringer werden.

17.9.20

¿AMLO encabeza un proyecto nacional de cuarta república o sólo una revolución pasiva?

Jorge Retana Yarto*

Massimo Madonesi, uno de los estudiosos de la teoría y los procesos de revolución pasiva, explica sus ventajas y dificultades de la siguiente manera: “el potencial del concepto de revolución pasiva en relación con el análisis histórico ha sido confirmado por las múltiples y diversas aplicaciones que se le han dado y se le siguen dando en el terreno historiográfico. Más problemático es su uso como clave de lectura de fenómenos en curso o que tienen lugar en los escenarios abiertos de la hora presente. Sin embargo, asumiendo que una revolución pasiva es un proceso pero también y simultáneamente un proyecto, es posible y pertinente colocar el análisis en el presente y no sólo retrospectivamente en el pasado.” (21/06/2016).

Efectivamente, la problemática teórica surge al aplicarlo a una situación en movimiento, a un proceso dinámico del presente, a un proyecto en curso, a una dialéctica de fuerzas políticas en un contexto progreso-restauración, cambio-preservación del statu quo, como es el caso de México. Se trata de dos tendencias que chocan constantemente, que no necesariamente se repelen, porque la conciliación puede actuar desde ambos lados, salvo que alguna de las dos fuerzas que está detrás de cada una de las tendencias decida no hacerlo e ir a la confrontación. El proceso entonces cambia su dinámica.

Líder actual de la cuarta revolución pasiva en México con un programa progresista, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es quizá uno de los líderes de izquierda más heterodoxo que ha existido en México y América Latina, con fuentes de inspiración ideológicas en las diversas doctrinas políticas de contenido social orientadas a la lucha por la igualdad, la libertad y la fraternidad, incluyendo en su acepción más amplia la vertiente de la doctrina social del catolicismo-cristianismo latinoamericano (que tiene también posiciones conservadoras importantes), genéricamente identificada con las Comunidades Eclesiales de Base y la Teología de la Liberación surgida en la década de 1960, en el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (1968).

No hay espacio para abundar en esto. Sólo mencionamos una tesis del teólogo argentino Juan Carlos Scannone: “lo común a todas las distintas ramas o corrientes de la teología de la liberación es que teologiza a partir de la opción preferencial por los pobres y usa para pensar la realidad social e histórica de los pobres, no solamente la mediación de la filosofía, como siempre utilizó la teología, sino también las ciencias humanas y sociales”. (11 de febrero, 2015, Religión Digital).

El proyecto nacional alternativo tanto tiempo mencionado por la izquierda mexicana, convertido en programa político de la cuarta transformación a lo largo de las luchas obradoristas de 20 años atrás y de las múltiples contribuciones de otros movimientos sociales en México, anteriores y posteriores a la segunda guerra mundial de distinto contenido ideológico, programático y político-social, parcialmente por lo menos, es posible que el líder de esta cuarta transformación pueda aterrizarlo en la construcción de las bases esenciales de un nuevo modelo de desarrollo nacional para el bienestar, un nuevo pacto social que refunde el Estado mexicano para que emerja una cuarta república.

Dicho programa tiene una concepción política general: la reconstrucción nacional de México y la necesidad de un nuevo orden social, con dos grandes pivotes de cambio: el impulso a las políticas de bienestar social y la erradicación de la corrupción estructural, sistémica, para que pueda surgir una nueva institucionalidad pública que constituya la cuarta transformación histórica de México.

La lógica estructural es la siguiente: nuevo orden social que contenga un nuevo modelo económico que distribuya la riqueza y abata la enorme desigualdad social y cuyo eje transversal de todas las políticas públicas sea el bienestar social y los derechos humanos, una nueva hegemonía ideológica y cultural con nuevas bases educativas, culturales, de sustentabilidad ambiental y de valores sociales, un nuevo pacto social-constitucional que incluya: un nuevo sistema político, un nuevo régimen político para un Estado nacional transformado en sus prioridades estratégicas, que otorgue seguridad multifuncional, que ejerza la soberanía y auto determinación nacional, una nueva república federal, democrática, étnicamente incluyente, con un poder público descentralizado en sus tres niveles de gobierno, y ejercicio independiente de cada uno de los tres poderes de la república, sujetos al marco legal-constitucional, cuyo eje de la vida pública sea un ciudadano nuevo, reeducado y revalorizado.

Y una proyección regional-mundial de cooperación estratégica con las potencias occidentales y con los nuevos poderes globales emergentes de la región Asia-Pacífico, un nuevo modelo de cooperación con América Latina basado en la independencia nacional y el rechazo al hegemonismo regional-global para reforzar la soberanía nacional y la autodeterminación.

Pero, en materia de política exterior, el presidente AMLO rechaza la formación de nuevos “bloques político-ideológicos regionales” para contrarrestar el reagrupamiento de la derecha latinoamericana que modificó el equilibrio de poder en la región y la geopolítica subcontinental, como se lo propuso el presidente de Argentina en 2019. Sin embargo no rechaza los bloques económicos de libre comercio como el de América del Norte, que promueve de manera entusiasta como un motor de crecimiento de la economía mexicana. Así es su heterodoxia ideológica y política.

Esta heterodoxia pragmática es lo que lleva a otros analistas a descalificar desde la izquierda radical el proceso de revolución pasiva actual como de contenido progresista, que es el caso de Sergio A Méndez Moissen (trotskista): “en el terreno simbólico, la cuarta transformación se presenta como el inicio de un nuevo régimen político pero está muy lejos de integrar cambios o transformaciones que solucionen de forma parcial, pero cuando menos notoria, las demandas de la población harta de impunidad y de pobreza en México. En todo caso tenemos una caricatura de revolución pasiva y priman más los rasgos conservadores o restauradores. Existe una fuerte retórica de cambio, pero la política real es más y más conservadora. (14 de octubre, 2019).

Creo que en la cita hay mucha más pujanza ideológica que análisis histórico y teórico-político, incluso de coyuntura, porque si las políticas públicas del presidente López Obrador y su discurso ideológico y cultural fueran cada vez “más y más conservadoras”, ¿cómo explicar la creciente intensidad y animosidad de toda la oposición en México? Hablar ya a dos años de “una caricatura de revolución pasiva” es no tener el mínimo sentido de los procesos sociales en perspectiva histórica. La modernización porfiriana en México duró 35 años (1878-1911) y desembocó en una revolución activa; la modernización neoliberal llevaba 34 años, desde el ingreso al GATT, 1984-2018, y fue interrumpida por otro proceso de la misma naturaleza (“revolución pasiva”) pero de contenido adverso que lleva dos años. La historia se está escribiendo, no ha sido escrita. La situación mexicana es inédita.

Que se transfieran rentas públicas a los particulares más vulnerables (tan sólo cuatro programas sociales estarán costando este año 206 mil 300 millones de pesos, 19.7 por ciento más que en 2019, pero en total son casi 450 mil millones de pesos para todos los programas), dinero que antes se iba a corrupción, devoluciones fiscales a grandes corporativos privados, fideicomisos que financiaban campañas electorales y fraudes, negocios privados de la clase política, etcétera. ¿Eso es instrumentar políticas “cada vez más y más conservadoras” o “restauradoras”? No se puede escribir con tanta ligereza y superficialidad.

No será aún lo que muchos aspiramos ver, pero la política “es el arte de lo posible, no de lo deseable”. La política del cambio social se hace en el mundo de la realidad, no de las ideas, éstas guían la intencionalidad política y mediante ello se va transformando la realidad. Ni siquiera en las revoluciones activas sucede así, porque no hay decretos ideológicos que imperativamente cambien el entorno. La nueva realidad se construye, no se decreta.

La fuerza de oposición a este programa político en México (“todos contra AMLO”) está desarrollando una táctica de confrontación que viene subiendo de tono. Su apuesta estratégica es la polarización política total (que ha sido la estrategia de la oposición venezolana, por ejemplo) para detener el curso del actual proceso social en nuestro país. Quieren dividir a México en dos: los que apoyan a López Obrador y los que quieren derrocarlo y a su programa de la cuarta transformación. Es decir, pueden forzar el proceso político desde la conciliación al antagonismo. Siempre habrá esa posibilidad por remota que sea, como también habrá la posibilidad de que las fuerzas restauradoras ganen la mayoría social. Es la naturaleza de una revolución pasiva.

Por ello, empiezan a aparecer algunos momentos de violencia, muy probablemente tratando de llegar a un cierto clímax hacia el proceso electoral de 2021 que hasta hoy, no hay duda, puede ganar el bloque de fuerzas estructurado con el presidente, un entorno de cierta violencia política que provoque una reacción de las fuerzas más conservadoras en México y Estados Unidos.

Es una ruta muy arriesgada y desgastada porque pueden forzar el desarrollo desde una revolución pasiva progresista en México hacia una revolución activa, no armada, no, pero sí con un protagonismo cada vez mayor de las masas populares en las distintas coyunturas por las que vaya cursando el proceso político-social. Ésta aceleraría los cambios previstos en un horizonte temporal distinto, situación en donde aparezcan momentos de violencia gradual, pero ahora de signo contrario. Esto aumentará exponencialmente el rol de los cuerpos armados del Estado. Cuidado con eso, no le conviene a nadie, porque además, desviará la atención de tales cuerpos en su lucha actual contra el crimen trasnacional organizado, nuestra problemática estructural álgida.

Lo mejor hoy es que la dialéctica de la lucha política se mantenga en cauces conciliatorios, que no se desborden los marcos legal-constitucionales, porque una vez produciéndose ello y la consecuente polarización, el propio líder de la revolución pasiva –que atempera, que modula los probables antagonismos, que desmoviliza para conciliar– tendrá problemas serios para atemperar los ánimos de una masa popular que demanda triunfos políticos palpables y requiere acortar tiempos en la mejora sensible de su situación social.

Los juicios y encarcelamientos que pueden venir en algunos pocos meses pueden ser factores de contención transitoria, pero sólo mientras avanzan los demás cambios, no de manera permanente. Pero si la táctica opositora de hoy se vuelve una estrategia dominante y se decide tensar en todos los ámbitos, tensar la situación de manera que estos factores de contención transitoria no lleguen porque varios de los líderes opositores pueden ir a la cárcel, la situación política se vuelve más compleja aún para un mentor de la conciliación como el presidente López Obrador.

En esas estamos. Son los perfiles que hoy exhibe la revolución pasiva de contenido progresista comandada por AMLO y su grupo más cercano de colaboradores hacia la cuarta transformación y la cuarta república, teniendo una amplia base social como reserva de poder y apoyo, semi-movilizada tratando de hacer avanzar su programa en condiciones que se pueden ir complicando.

Jorge Retana Yarto*

*Licenciado en Economía con especialidad en inteligencia para la seguridad nacional; maestro en administración pública; candidato a doctor en gerencia pública y política social. Tiene  cuatro obras completas publicadas y más de 40 ensayos y artículos periodísticos; 20 años como docente de licenciatura y posgrado; exdirector de la Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional.

15.9.20

Soberanía de México, cada vez más comprometida con Estados Unidos

Zósimo Camacho

México conmemora 210 años del movimiento de Independencia con un sometimiento cada vez mayor a su vecino del Norte.
La subordinación económica, sin cambios, condiciona toda la relación de manera transexenal. Sólo un aspecto, en materia de seguridad nacional, consigue relativa soberanía luego de una tutela estadunidense casi total, explican expertos. Los mexicanos, contra el tiempo para evitar que la caída de Estados Unidos frente a China y Rusia no los arrastre a un desastre generalizado

“La independencia política es una ficción cuando no hay independencia económica”, advierte el doctor en relaciones internacionales Eduardo Alfonso Rosales Herrera. Investigador y catedrático adscrito a la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el internacionalista señala que México es cada vez más dependiente de Estados Unidos.

La Independencia, que un movimiento popular y armado inició en 1810 –hace 210 años– y que firmaron las elites 11 años después, hoy sigue siendo una aspiración más que una realidad. De hecho, de acuerdo con investigadores consultados por Contralínea, hoy México vive un proceso de mayor sometimiento a una metrópoli. Si del Siglo XVI al XVIII fue España, hoy es Estados Unidos.

Explican que tal dependencia ha trascendido sexenios y aunque cambien los estilos de gobernar de los presidentes mexicanos, el proceso se afianza ahora que Estados Unidos necesita todos los recursos de sus colonias o patios traseros para enfrentar el mayor reto de toda su historia: el ascenso de China y Rusia.

Pero la subordinación de México a Estados Unidos no es ineludible o imposible de sacudirse, ataja el doctor en Economía José Luis Calva Téllez. Al final, es un asunto de decisión política que, por falta de conocimiento o de voluntad, no se desarrolla.

Adscrito al Instituto de Investigaciones Económicas (Iiec) de la UNAM, el investigador especialista en economía mundial y geopolítica señala que el modelo económico neoliberal que abrazó México a principios de la década de 1980 no sólo ha empobrecido al país: ha profundizado la dependencia de los mexicanos hacia los estadunidenses.

Premio Universidad Nacional en Investigación en Ciencias Económico-Administrativas, explica que mientras el modelo no cambie, México no podrá sacudirse la tutela de Estados Unidos en materia económica y, por lo tanto, en los demás aspectos bilaterales y geopolíticos. Niega que el gobierno actual haya roto con el modelo neoliberal. Acaso combate aspectos de la corrupción de ese modelo pero sigue vigente.

Donde sí ha habido un proceso de defensa de la soberanía es en el aspecto de la seguridad y defensa nacionales, explica el doctor en Relaciones Internacionales y Políticas Comparadas por la Universidad de Miami Abelardo Rodríguez Sumano.

El profesor-investigador adscrito al Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana (Uia) y especialista en seguridad nacional, señala que México sí cuenta con un margen de maniobra con respecto de Estados Unidos. “Aunque algunas veces, en algunos sexenios, se busca la alineación, en otros se busca una separación respecto de los intereses del país vecino del Norte. No es una subordinación tácita, hay relaciones de poder y resistencias, en algunos casos”.

Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y autor de, entre otros libros, La Urgente seguridad democrática. La relación de México con Estados Unidos, explica que las Fuerzas Armadas Mexicanas mantienen una posición “muy clara” de independencia frente a los estadunidenses. A tal determinación se suma la del servicio exterior mexicano. Ambas permean al poder civil, es decir, imponen límites a los gobiernos en turno.

Es la economía, mexicano

Internacionalista por la UNAM y doctor en relaciones internacionales por la estadunidense Atlantic International University, Eduardo Alfonso Rosales Herrera señala que toda la economía de México está subordinada a la de Estados Unidos. La economía estadunidense, explica, es 20 veces mayor que la de México. Por ello, ambos países mantienen una relación asimétrica que ha sido aprovechada por la hasta ahora potencia hegemónica mundial.

En números cerrados, actualmente el 80 por ciento de las exportaciones de México va a Estados Unidos. La situación es similar a la de la época del porfiriato. “Esto te establece un marco de subordinación”, señala Rosales Herrera.

El también maestro en habilidades directivas y en derechos humanos por la Universidad de Columbia indica que, además y hoy más que nunca, la principal entrada de divisas a México la constituyen las remesas.

En efecto, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, dijo el pasado 1 de septiembre que se superarán en 2020 las expectativas del envío de remesas de los migrantes mexicanos en Estados Unidos.

Durante su mensaje con motivo de la entrega de su Segundo Informe de Gobierno al Congreso de la Unión, el titular del Poder Ejecutivo previó que al finalizar el año los braceros de México en la Unión Americana habrán enviado 40 mil millones de dólares al finalizar el año.

“Si Estados Unidos corta las remesas o les aplica un impuesto a las transferencias bancarias, nos arruinan” observa Alfonso Rosales. Y “no hay ningún otro rubro de la economía que nos provea de esa cantidad de dinero; subsistimos por Estados Unidos”.

La asimetría entre las economías mexicana y estadunidense no sólo es un asunto de tamaños, sino de nivel de desarrollo. El profesor del posgrado de la FES Acatlán de la UNAM explica que la economía de Estados Unidos es postindustrial, mientras que la mexicana es postagrícola.

“Somos [México] una economía maquiladora, economía ensambladora. Ni siquiera hemos dado el salto a la fase industrial, cuando Estados Unidos ya va más allá: va a la economía del conocimiento.”

La asimetría económica permea toda la relación bilateral. Esto incluye las decisiones políticas que deberían ser soberanas. Como ejemplo cita el caso de las decisiones en materia migratoria. Al inicio del presente sexenio se dio un giro de 180 grados a lo que se había desarrollado en los sexenios pasados. La administración lopezobradorista aplicó una política de puertas abiertas para los migrantes latinoamericanos, específicamente de Centroamérica.

“Y Estados Unidos dijo que si México aplicaba esa política, nos iban a aplicar aranceles. Entonces, regresamos al mismo punto, una política migratoria de contención para evitar que los centroamericanos lleguen a la frontera Norte o, en el peor de los casos, nos convertimos en el tercer país seguro.”

Incluso la nueva Fuerza Armada, la Guardia Nacional, ha servido como instrumento para detener a los migrantes, observa.

Además, México perdió hace años, por lo menos desde principios de la década de 1990, la capacidad de separar la política exterior de todos los otros elementos de la relación bilateral con Estados Unidos, como lo relacionado con el comercio y la migración internacional. Con Donald Trump en la presidencia estadunidense, la posibilidad de que los mexicanos recuperen esa capacidad es más remota.

Lo cierto es que México perdió autoridad con los demás países de América Latina y, paradójicamente con el propio Estados Unidos desde la suscripción del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1993 y su entrada en vigor en 1994. Los mexicanos se decantaron hacia Estados Unidos y entregaron la política exterior al país del Norte.

Una de las imposiciones de Estados Unidos a México más costosas es la militarización ordenada por el entonces presidente Felipe Calderón en 2006. “Esa decisión se tomó en Washington; la continuó el gobierno de Enrique Peña Nieto, y la continua la actual administración”.

La relación con México que le interesa a Estados Unidos, a decir del investigador universitario, es de sometimiento. Que los mexicanos se subordinen a los intereses estadunidenses cada vez sin mayores apariencias. Otro ejemplo es el actual Tratado de Libre Comercio México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), firmado por el gobierno saliente de Peña Nieto con la aprobación del entrante de López Obrador.

Se trata de una continuación del TLCAN. Pero incluso aquel se firmó en medio de discursos sobre un proceso de integración de América, a imagen y semejanza de la Unión Europea: pasar de la preferencia de zonas arancelarias a la zona de libre comercio, la unión aduanera y unión económica, hasta llegar a la unión política.

Ahora no hubo ni ese maquillaje. A decir de Rosales Herrera se firmó un tratado de nueva cuenta de primera generación, incluso con regresiones en materias como las reglas de origen. Y un candado para que México no firme tratados con China, lo que mete al país en la lucha geopolítica que Estados Unidos mantiene con la potencia asiática en vías de convertirse en la hegemonía mundial.

Lo anterior “acentúa la subordinación y dependencia que tenemos para con los estadunidenses”. Se sigue al pie de la letra lo que quería Jorge G Castañeda Gutman, secretario de Relaciones Exteriores con Vicente Fox Quesada (200-2006): ‘ver para el Norte’. En esencia, seguimos viendo al Norte, pese a los cambios de gobierno. México ha venido desperdiciando el tiempo y las oportunidades de ese famoso concepto que se llama diversificación”.

Además, México ata su fututo al de Estados Unidos, cuando este país ya no es el del Siglo XX, el de la post Guerra. Hoy prácticamente Estados Unidos es una potencia en decadencia. “Los centros gravitacionales económicos ya están en Asia. México tendría que dar un salto que le permita ver a otras partes del mundo que, si espera más tiempo, ya no va a ser tan fácil dejar de ser el equilibrio de la periferia estadunidense”.

De acuerdo con el internacionalista, la decadencia de Estados Unidos se puede observar en las crisis social, política y económica que padece. “Cada vez más aumenta la cantidad de pobres. Estamos hablando de 50 millones de estadunidenses en la pobreza; de una brutal concentración de la riqueza; de un creciente déficit comercial: cada mes tienen déficits por 55 mil millones de dólares, y el principal elemento, que es el endeudamiento, ya está en los 22 billones (millones de millones) de dólares, una cifra impagable que ya supera su PIB [producto interno bruto], y eso es endeudamiento público, aparte está el privado, de las familias o de los estudiantes.

El académico universitario señala que estos datos deberían indicarnos que tenemos que “definitivamente desvincularnos de esa dependencia. El mismo Trump es síntoma de esa decadencia de Estados Unidos”.

Neoliberalismo, vigente, profundiza dependencia

José Luis Calva Téllez, con líneas de investigación en política macroeconómica, política hacendaría y reforma fiscal, niega que el gobierno de López Obrador haya erradicado el neoliberalismo. Por el contrario, aplica puntualmente los postulados de esta doctrina económica. Advierte que, de no haber cambios, México seguirá perdiendo soberanía, profundizando la dependencia hacia Estados Unidos y empobreciendo a la población.

“No hay cambios fundamentales de política económica con el nuevo gobierno. La estrategia económica que se ha puesto en marcha a partir de la presidencia de Miguel de la Madrid de 1982 se mantiene intacta hasta el día de hoy.”

Autor de México más allá del neoliberalismo. Opciones dentro del cambio global, entre otros libros, explica que el presidente de la República habla insistentemente de poner fin al gobierno económico neoliberal. Pero, si acaso, con lo que busca acabar es sólo con la corrupción neoliberal. Y el gran problema de México no es la corrupción, que es grave y sí existe, sino el modelo de desarrollo.

Adscrito al Sistema Nacional de Investigadores con nivel II, José Luis Calva explica que la corrupción no es relevante cuando se habla de crecimiento económico. Ejemplifica: “Tenemos en las últimas cuatro décadas que China es la economía que crece más rápidamente. Este país ya es la primera potencia económica del mundo y la primera potencia industrial del planeta, y el nivel de corrupción es muy alto”.

Si China puede crecer y alcanzar la hegemonía económica mundial no ha sido gracias a que combata la corrupción. El éxito de China es su modelo de desarrollo, contrario diametralmente a lo que ha hecho México desde 1982.

“La estrategia mexicana, desde Miguel de la Madrid hasta López Obrador, es una estrategia neoliberal basada en los 10 principios de política económica del Consenso de Washington.”

Tal “consenso” fue presentado en 1989 por John Williamson, economista del Instituto Peterson, con 10 grupos de “recomendaciones” en materia de política económica: 1) disciplina en la política fiscal (evitar déficits fiscales); 2) suprimir subsidios y redireccionar el gasto público hacia inversiones específicas; 3) ampliar la base tributaria; 4) que las tasas de interés sean determinadas por el mercado; 5) mantener tipos de cambio “competitivos”; 6) liberalizar el comercio; 7) liberalizar las barreras a la inversión extranjera directa (IED); 8) privatizar las empresas estatales; 9) abolir regulaciones que impidan acceso al mercado o restrinjan la competencia; 10) garantizar la “seguridad jurídica” para los derechos de propiedad.

Al respecto, ?José Luis Calva señala que hoy en México “la liberalización del comercio exterior se mantiene como religión de la política de comercio exterior; la liberalización del sistema financiero; iniciativas de desregulación bancaria; liberalización de la inversión extranjera”.

En contraste, “el éxito chino es que regula su inversión extranjera para que sirva a los intereses de industrialización de China; regula también su sistema financiero. China se ha negado a liberalizar su sistema financiero y, desde luego, mantienen regulado su comercio exterior.”

Mientras, en México mantiene la disciplina fiscal a toda costa. Incluso a pesar de la crisis agravada con la pandemia. “Lo que hacen los gobiernos exitosos en el mundo es que, en el caso de la desaceleración de la economía, aplican política fiscales expansivas, lo que está haciendo China, Estados Unidos”. También se profundiza el recorte al gasto público y se mantiene al banco central [el Banco de México] estrictamente orientado al control de la inflación. “En la mayoría de los países, sus bancos centrales están obligados a vigilar la inflación, pero también el crecimiento económico y el empleo. Aquí se mantiene el dogma neoliberal”.

Para el investigador titular C del Iiec de la UNAM, el actual gobierno sólo presenta cambios en el estilo. Pero “si no hay cambios en la política económica, pues no hay cambios en el rumbo del país”.

Advierte que no se obtendrán resultados distintos a los que ya se aplican desde 1982. El investigador y catedrático resume: “Desde que empezó a aplicarse esta política en México el PIB ha crecido a una tasa del 2.3 por ciento anual. Durante los 48 años anteriores a esta estrategia de desarrollo neoliberal, la estrategia de desarrollo liderada por el Estado de Lázaro Cárdenas, de 1934 a 1982, el PIB creció a una tasa de 6.1 por ciento anual”.

Y en los últimos 37 años ni siquiera se creó la mitad de los empleos formales para dar ocupación remunerada a los jóvenes que cada año ingresan a la población económicamente activa.

“Para que la economía mexicana asegure empleo para sus jóvenes, la economía mexicana debe crecer a una tasa de 6 por ciento anual y la expectativa para el sexenio es que el crecimiento económico va a ser cero, va a ser igual que en el sexenio de Miguel de la Madrid, un sexenio perdido para el desarrollo.”

—Probablemente México no tiene muchas opciones dada la vecindad con Estados Unidos y la dependencia económica de décadas –se le cuestiona.

—Esas son narrativas inventadas por el pensamiento económico neoliberal. En este mundo global, le mencionaba el caso de China. China está en este mismo mundo y padece las mismas presiones, incluyendo las presiones de Estados Unidos.

—Aunque China tiene más capacidades para responder y defenderse de esas presiones –se le objeta.

—Sí, pero la clave no es la lejanía ni las capacidades. China tiene soberanía, decide hacerlo. El gobierno mexicano optó por la estrategia neoliberal desde 1982, desde la llegada de Miguel de la Madrid, cuando llega el grupo de neoliberales al gobierno. No ha estado siempre. El grupo neoliberal en México se fundó en la época de Lázaro Cárdenas, en oposición al desarrollismo mexicano. Fue encabezado por dos empresarios: Raúl Bailleres y Aníbal de Iturbide, y por un grupo de intelectuales, encabezados por Luis Montes de Oca; eran discípulos de [Friedrich August von] Hayek y de Milton Friedman. Ellos crearon un movimiento neoliberal que se plasmó en 1946 en la fundación del Instituto Tecnológico Autónomo de México.

Para quienes gobernaron el país desde 1982 y hasta 2018 se trató de una cuestión de ideología. Estudiaron neoliberalismo económico y a pesar de los resultados lo siguieron aplicando.

Lo que sorprende a José Luis Calva es “que un presidente [López Obrador], que en campaña había prometido ponerle fin al neoliberalismo, mantenga las políticas del gobierno económico neoliberal”.

Por ello el científico social percibe una creciente decepción de los votantes que creyeron que se pondría fin al gobierno económico neoliberal. “Los economistas hemos hecho nuestro trabajo desde que empezó el modelo neoliberal en México. Hemos demostrado ya varias veces que no es el camino adecuado. El camino adecuado es una estrategia de desarrollo económico liderada por el Estado, como la que estuvo en México durante 48 años. No hay un solo rasgo de gobierno neoliberal en los países del mundo que crecen aceleradamente y se industrializan”.

Explica que en 1982 la economía mexicana era más grande que la economía china. Ambas siguieron caminos opuestos, la primera acatando el Consenso de Washington. La segunda aplicando un modelo de desarrollo. Actualmente, el PIB de México es la décima parte del PIB chino.

“China hizo exactamente lo contrario a México: no liberalizó su inversión extranjera, no privatizó sus empresas públicas, no liberalizó su sistema bancario, no liberalizó su comercio exterior, no aplicó políticas de disciplina fiscal a ultranza; aumentó el gasto público siempre que fuera necesario. En suma, no orientó su economía solamente al mercado externo, sigue principalmente al mercado interno, sin desatender el mercado externo. México aplicó la estrategia neoliberal y las consecuencias son éstas.”

El investigador señala que México tiene una capacidad de crecimiento similar a la de los países asiáticos. “Puede crecer perfectamente arriba del 6 por ciento anual, solo así se pueden asegurar empleos bien remunerados para los jóvenes y una independencia frente a Estaos Unidos.”

Seguridad nacional, un dique

Abelardo Rodríguez Sumano, ponente y organizador en el Woodrow Wilson International Center for Scholars, el Centro de Estudios Superiores Navales de la Armada de México y la Universidad de Guadalajara, desestima que México haya subordinado sus intereses nacionales a los de Estados Unidos.

El también maestro en Estudios Latinoamericanos por la Escuela del Servicio Exterior Edmund A Walsh de la Universidad de Georgetown y posgraduado en Relaciones Internaciones y América Latina por la Universidad de California en Berkeley, señala que uno de los actores principales de la operación y de la aplicación de la seguridad nacional son las Fuerzas Armadas Mexicanas.

“Ellas han mantenido, sobre todo la Secretaría de la Defensa Nacional, una distancia muy clara con respecto de la relación con Estados Unidos. Ellos tienen dentro de su doctrina, justamente por la pérdida de más de la mitad de nuestro territorio en la guerra con Estados Unidos en el siglo XIX, un elemento de reticencia hacia ellos.”

Explica que aunque la Secretaría de Marina también mantiene una distancia indudable, “por una cuestión doctrinal, es más globalizada ya que está en alta mar alrededor de todo el planeta. Ello ha implicado que los marinos tengan una mayor vinculación con el exterior, sobre todo con las Fuerzas Armadas de Estados Unidos”.

Rodríguez Sumano explica que los probables intentos de Estados Unidos por incidir en los asuntos de seguridad de México encuentran “freno” en “actores y recursos dentro del Estado mexicano”. Estos actores incluso obligan a los  presidentes a mantener esa distancia.

Además de las Fuerzas Armadas, el otro factor de defensa de la soberanía en materia de política internacional y seguridad es el servicio exterior mexicano. “Sin importar quién esté al frente, ellos tienen una misión también en el tema de la autodeterminación, la defensa de los intereses mexicanos”.

Por ello, las decisiones en estas materias no las toman los presidentes en turno de manera solitaria. “Aunque son los jefes de Estado, los contrapesos se dan dentro del gabinete”. Por ello, no observa una subordinación abierta. Lo que sí reconoce es que la relación de México con Estados Unidos “es profundamente interdependiente y abarca todos los aspectos de la vida nacional, lo cual nos pone en una situación asimétrica”.

—Pero México ha tenido que adoptar la agenda de Estados Unidos en materia de seguridad –se le cuestiona.

—Se ha venido alineando, integrando en algunos aspectos, pero no creo que esté completamente subordinada.

Explica que en las negociaciones México-Estados Unidos se puede ver que la relación es asimétrica, porque Estados Unidos tiene una visión global, continental y regional. México representa un papel importante para ellos porque es el flanco sur y desde esa aproximación Washington siempre va a buscar alinear a México a estos intereses.

2.9.20

¿Existe un Proyecto Nacional de la Cuarta República?

Jorge Retana Yarto*

El doctor en ciencias Víctor Manuel Toledo –ahora extitular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, tras renunciar al cargo– estableció criterios que nadie se había atrevido a fijar. Lo fundamental es: i) la 4T como tal, como un conjunto claro y acabado de objetivos, no existe”; y  ii) el gabinete “está lleno de contradicciones y existe una lucha de poder al interior”. Lo insólito es que nadie salga a responder o comentar desde la parte político-ideológica y programática esta postura. ¿No hay ideólogos de la 4T? ¿O el propio gabinete no la comprende? Participaremos en el tema planteado con una visión más amplia.

Nuestro marco conceptual lo referenciamos con las conceptualizaciones de Antonio Gramsci: son cuatro los conceptos que él desarrolló y asumimos aquí: revolución pasiva, guerra de posiciones, hegemonía y bloque en el poder.

  1. Conformación del Bloque de Poder y Ocupación del Poder Ejecutivo.

Se trató de un movimiento social-político e ideológico, pluri-clasista y pluri-ideológico, orientado a un proceso electoral, en donde cupo casi todo el espectro social y político-ideológico nacional. La convergencia se produjo con base en cinco banderas fundamentales: la lucha contra la corrupción institucionalizada, los estragos sociales y económicos causados por el neoliberalismo a la sociedad mexicana, la lucha contra la violencia generalizada y el crimen organizado bajo otra perspectiva filosófica, la inauguración de una nueva etapa histórica para México, y todo por la vía pacífica.

El 1 de julio de 2018 el Movimiento “Juntos Haremos Historia” y su candidato Andrés Manuel López Obrador, ganó la Presidencia de la República, la mayoría en las Cámaras Legislativas, ganó alcaldías, gubernaturas, pero no ganó el poder completo del Estado. Ganó una mayoría electoral del 53 por ciento de votantes, pero no ganó la hegemonía política, ideológica-cultural en la nación; tomó una posición fundamental en la lucha por comandar un nuevo Proyecto Nacional de Desarrollo, que es el Poder Ejecutivo, y desde allí lucha cotidianamente por ganar el poder, construir una nueva hegemonía, ampliar sus posiciones al interior del aparato del Estado, que no es monolítico, sino que opera fragmentariamente en todo el territorio de la República.

Éste fue el bloque de poder (también llamado “bloque histórico”) que con López Obrador accedió a la jefatura del Estado y al Poder Ejecutivo y Legislativo, el conjunto de fuerzas sociales muy heterogéneas, contradictorias y también afines y convergentes en distintas materias. El centro aglutinador fue la personalidad política de López Obrador y el trabajo de 20 años “de acumulación de fuerzas políticas” por terracería; de concientización y organización, a lo largo y ancho del país, del animal político (Aristóteles) más tenaz y constante de los últimos tiempos en México, el factor humano dominante de las plazas públicas; el último gran líder de masas, y por ello temido y atacado con ferocidad por muchos.

De aquí tenemos que partir hacia cualquier análisis. He aquí las debilidades, fortalezas, retos, oportunidades y amenazas de la Cuarta República. El triunfo fue un paso gigantesco en la lucha social de la izquierda mexicana que viene desde el siglo XIX, y pasa por el siglo XX.

  1. Caracterización del proceso histórico actual y objetivos estratégicos.

La forma correcta y sumaria de plantear lo que es la Cuarta República es la de un programa de reconstrucción nacional con dos grandes niveles de innovación institucional para el cambio: un nuevo modelo de desarrollo nacional y un nuevo pacto social para la refundación del Estado y la creación de una Cuarta República, con un liderazgo que desarrolla un tipo de revolución pasiva, un proceso de transformaciones pacíficas de contenido progresista. No  una ruptura revolucionaria. El tipo de cambio social planteado determina las formas de constitución y ejercicio del poder, del liderazgo, de movilización social y de construcción hegemónica.

Hay seis determinantes comunes que definen y caracterizan un proceso de cambio histórico-social, revolucionario, progresista, o restaurador: i) los intereses sociales (como decían los clásicos, de clase o nacional) contenidos en el liderazgo del movimiento; ii) su concepción sobre el rol del sistema jurídico prevaleciente (de preservación o de ruptura); iii) el programa de transformaciones, su profundidad y alcances, su impacto en la estructura de dominación económica, política y social, en relación con la estructura precedente; la orientación ideológica y teórica, histórica, que nutre al liderazgo; iv)  el programa político o  proyecto nacional (como se les llame), es decir, fascista, comunista, social-demócrata, social-cristiano, nacionalista u otro; v) el lugar o función que desarrollan las masas populares con relación a las élites dominantes: preponderante (movilizadas e independientes en su dinámica) o no (pasivas o relativamente pasivas, subordinadas al liderazgo, en mayor o menor grado), que es el rol que ocupan en el entorno de las trasformaciones, como su motor central o no; y vi) finalmente, el manejo de símbolos políticos: patrios, históricos, sobre héroes nacionales, episodios de la historia política, etcétera.

La categoría de análisis “Revolución Pasiva” incluye todo ello dentro de un proceso contradictorio de transformación-restauración en permanente conflicto, y en cuyo cuadro histórico puede predominar la fuerza social del cambio o la de preservación del orden social existente, y retrotraer los avances logrados. Es lo que como enseñanza histórica arrojan los procesos de cambio social en el mundo, incluyendo los de México: la lucha por la independencia, la reforma liberal y contra la intervención extranjera, la rebelión contra la dictadura porfirista, el proceso de consolidación del nuevo régimen surgido de ella, y la reforma de la revolución.

Toda Revolución Pasiva implica un cambio de paradigmas en diversos espacios de lo público, que confronta fuerzas del cambio y fuerzas de la preservación del statu quo, pero que generan grandes vacíos de información y certidumbre, porque esa lucha dialéctica entre cambio-preservación del orden social anterior se disfraza ideológicamente con cientos de expresiones y verbalizaciones que no clarifican los términos correctos de la lucha en desarrollo, no clarifican el encontronazo de intereses sociales que se disimulan u ocultan bajo esos términos. La economía, la seguridad, la educación y el combate al crimen trasnacional, la distribución del ingreso público, la política exterior, la relación bilateral con Estados Unidos, todo queda permeado por aquellos conflictos que se manifiestan cotidianamente en un periodo de transición de un orden social a otro, aún en ciernes en México.

  1. Determinantes entre cambio progresista y cambio revolucionario.

Un cambio progresista es muy diferente de un cambio revolucionario; también lo es un líder progresista de un líder revolucionario; una masa popular movilizada sobre un programa de cambios sociales en profundidad como motor de ese cambio, de una masa popular que sale a escuchar al líder de la revolución pasiva, pero éste atempera sus ánimos y la rapidez con que necesitan los cambios prometidos. La revolución pasiva es muy distinta a la revolución activa, rupturista. La primera, maniobra, concilia, trata de avanzar en medio del conservadurismo restaurador y desmoviliza a los grupos populares; la segunda, permite que los antagonismos sociales fluyan y conduce las alternativas populares para hacer avanzar el programa revolucionario con las masas movilizadas.

López Obrador nunca se ha presentado como un líder revolucionario con ideología revolucionaria ni con un programa de cambios revolucionarios; nunca ha planteado una ruptura sino una transformación lo más consensuada posible, en ello ha sido auténtico y honesto. No hay sorpresas. Su propia ideología es de izquierda pero, consideramos, amalgamada y nutrida de distintas corrientes de izquierda, incluso de la izquierda cristiana. En su caso podemos hablar de una ideología de izquierdas. Jamás ha sido marxista ni ha pretendido serlo. Su cristianismo es más que evidente. Y es así que ganó la mayoría electoral en forma absoluta, conformando una nueva voluntad nacional para emprender cambios sociales importantes.

No obstante, se echan a andar diversas líneas de programas y políticas públicas en todos los sectores de la vida política de México, acciones que alteran, que cambian ya el trayecto precedente en distintas áreas de la relación Estado-sociedad civil, Estado-empresa y Estado-Resto del Mundo, reforzando el discurso pacifista, legalista y gradualista. Así, López Obrador se ha convertido en el mentor de la Revolución Pasiva en México, de la corriente ideológica y político-social del “progresismo”, del cambio no radical, de la transformación por vía del consenso y la no violencia.

El día del triunfo –el 1 de julio de 2018–, el ahora presidente de la República dijo: “el nuevo proyecto de nación buscará una auténtica democracia y no una dictadura abierta ni encubierta. Los cambios serán profundos pero con apego al orden legal” (BBC Mundo, 2 de julio de 2018). Esa afirmación dice mucho de su proyecto nacional y del cambio social visualizado para México. Desde nuestro punto de vista habla de una Revolución Pasiva.

El propio concepto está asociado a un proceso de cambio social genéricamente denominado progresista, pero que puede no serlo. La revolución pasiva es una categoría que conceptualiza un movimiento no antagónico de cambios, un movimiento político de conciliaciones y consensos, y ello apuntala desde sus orígenes, sus objetivos y el desarrollo del proceso, porque es el propio liderazgo del cambio quien fija límites a los antagonismos sociales, políticos y económicos, para reconducirlos por la ruta de la conciliación de los intereses.

Así una revolución pasiva es un proyecto político de dominación fundamentalmente en clave conciliatoria, un proceso de conducción política en donde se busca desmovilizar para conciliar, atemperar los ánimos de las clases subalternas, salvo que las tensiones crezcan dependiendo de la coyuntura y dicha conducción política se tenga que mover hacia un tipo de confrontación limitada. Es decir, se trata de mantener el control del movimiento social con un tipo de pasividad que ofrezca amplio margen de maniobra táctica a la dirección política del proceso, a su liderazgo, para avanzar con los cambios propuestos, nunca radicales; esto, en medio de la confrontación que ofrece distintos momentos entre renovación, cambio, progreso contra preservación, restauración, tendencias que permanecen y coexisten a lo largo del proceso de la revolución pasiva. Ello no significa que en algún momento uno de los términos sociales confrontados se vuelva dominante.

Es decir, la dialéctica social (la lucha política) no desaparece, pero se atempera en todo momento sin olvidar las demandas sociales, impulsándolas.

  1. México dentro del ciclo de cambio progresista en América Latina.

El Movimiento “Juntos Haremos Historia” triunfó (2018) en una etapa particular de la historia latinoamericana reciente, en donde desde fines de la década de 1990 se dieron una serie de movimientos sociales y políticos que conquistaron el Poder Ejecutivo y las cámaras legislativas (mayoritariamente o no) y otras áreas de poder del aparato del Estado, mediante procesos electorales en la etapa de la “postguerra fría” y del dominio ideológico y político-cultural (hegemonía) del paradigma de las economías abiertas, de libre mercado e integradas regionalmente.

Todo proceso de cambio viene siempre precedido de una crisis severa del orden social y político-institucional aún vigente. Ni México ni los países de América Latina son una excepción. El cambio mexicano llega en la parte final del ciclo, y probablemente impide que este ciclo se cierre definitivamente: lo mantiene vivo. Luego en Argentina el kirschnerismo retoma la Presidencia de la República. El ciclo progresista puede dilatarse nuevamente en la región.

Se trató de un ciclo de movimientos por el cambio social triunfantes que duró dos décadas aproximadamente y que en la actualidad se ha debilitado de tal manera, que asistimos al regreso de fuerzas conservadoras de la derecha liberal-autoritaria y represiva del subcontinente americano, que ha merecido de diversos analistas el concepto de “fin del ciclo de cambio” –realmente corto–, caracterizado bajo un concepto genérico: “ciclo de cambios progresistas”, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Honduras, Argentina, El Salvador. Procesos muy disímbolos entre sí, pero cuyos puntos de convergencia son que se trataba de impulsar mediante cambios no radicales, en el sentido de impulsar el progreso de las sociedades latinoamericanas sin trastocar la estructura fundamental de la sociedad y el Estado, sino dotándolo de nuevos contenidos. Esto, bajo cinco premisas:

  1. a) Revertir el modelo de economía neoliberal retomando la política social como instrumento de cambio;

  2. b) ampliar los márgenes de la democratización de la vida política, en lo electoral, los medios de comunicación, el acceso a la justicia;

  3. c) modificar las prioridades sociales centrando la lucha contra la pobreza y el desempleo como parte axial de los programas de gobierno;

  4. d) recuperar políticas soberanistas en materia de relaciones internacionales, ampliando el margen de acción frente a las hegemonías; y

  5. e) combatir los cacicazgos y la corrupción política (lo cual se hizo con diversa intensidad, sin que se pueda decir que la tarea fue exitosa), porque implicaban saqueos a la hacienda pública, como primer paso para rehacer las finanzas del Estado.

En la reversión de los procesos de cambio progresista, y triunfo de las fuerzas de la restauración –posible en cualquier revolución pasiva– en nuestra subregión continental, se activaron en una estrategia de pinza dos grandes bloques de fuerzas interno-externas: el conservadurismo desde el poder judicial, de los grupos sociales dominantes en el mismo, y grupos de las fuerzas armadas-policiales; es decir, una parte dominante de los aparatos armados del Estado, ambos en coalición con las fuerzas externas del conservadurismo hegemónico del Norte del continente: Paraguay, Honduras, Brasil, Bolivia, Argentina. Los casos más particulares cercanos a una revolución activa de carácter rupturista son Nicaragua, Venezuela y, en menor medida, El Salvador, donde los cambios han sido más profundos y tendría que haber guerra civil para derrocar al poder actual.

En la próxima entrega describiremos y analizaremos el proceso actual específico de la revolución pasiva en México, tomando en cuenta las aplicaciones anteriores del concepto para el análisis del proceso político mexicano.

Jorge Retana Yarto*

* Economista y maestro en finanzas; especializado en economía internacional e inteligencia para la seguridad nacional; miembro de la Red México-China de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Exdirector de Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional.