Héctor Alejandro Quintanar
"El antiobradorismo y la oposición partidista hoy no se ha dado
cuenta que estas hordas impresentables de fascistas no son excepciones o
anécdotas en esa corriente opositora. Son muchos, son representativos y
son autoritarios. Los que se autonombran intelectuales liberales llevan
años transitando juntos con estos inmundos compañeros de ruta".
Corría el año de 2006, hace ya dos décadas, cuando México vivió un
momento inédito en la historia de su democracia, porque el partido en el
poder entonces, el PAN, decidió poner al proceso democrático en jaque y
optó por emitir una avalancha sin precedentes -debido a su costo
monetario y a su nivel de vileza- de campañas ilegales y sucias en la
competencia presidencial de ese año.
Emitir propaganda sucia no era algo nuevo en México. Por ejemplo, en
1968, desde los turbios sótanos de la Secretaría de Gobernación se
publicaron miles ejemplares de un panfleto apócrifo llamado "El
Móndrigo", que era un supuesto diario encontrado en un joven
perteneciente al movimiento estudiantil de ese año. El libro era una
farsa sucia que pretendía demeritar a los estudiantes movilizados,
pintarlos como exaltados pro-soviéticos o algo así, y, obviamente, con
eso justificar su represión.
Si bien la autoría de ese libelo indigno se le atribuyó al escritor
priista Emilio Uranga, el autor real, como dio a conocer Gerardo Antonio
Martínez, fue Jorge Joseph, un priista guerrerense que era un vulgar
porro, pero tenía a su favor ser un tipejo letrado, y que en 1968 fungía
de asesor de Díaz Ordaz. Más allá de la redacción del libelo "El
Móndrigo", es más memorable que en un diálogo epistolar, Octavio Paz y
Carlos Fuentes se refirieran a ese texto de propaganda sucia como un
“asco” y señalaran que su autor -fuera Uranga o Joseph- era una vil
“cucaracha”.
Asimismo, en la historia del Siglo XX en México, los periódicos y
noticiarios -radiales o televisivos- fueron espacios de abierta calumnia
a muchos actores políticos. Desde el recurrente uso del “transgresores
de la ley” con que Zabludovsky solía demeritar a activistas sociales
hasta Lolita de la Vega inventando desde Televisa, en 1994, que un grupo
de periodistas italianos eran los reales responsables de la creación
del EZLN. No hace falta ahondar más para documentar que mucha de la
cháchara que históricamente ha provenido de los medios alineados del
viejo régimen y del panismo ha sido propaganda sucia.
Pero con el PRI y hasta antes de 2006 esa suciedad solía aparecer
mayormente en la línea editorial de medios oficialistas -como
noticiarios parciales- y en plataformas clandestinas -como el libelo
apócrifo de "El Móndrigo"-; mientras que el discurso oficial del
priismo, sea de sus presidentes o de sus candidatos y sus campañas,
siempre era, demagógicamente, proclive a las exaltaciones populares, y,
por razones de hipocresía y no de convicción, difícilmente se le iba a
ver a este discurso lanzando invectivas directas contra amplios sectores
sociales.
El año 2006 fue un cambio radical en ese sentido, porque por primera vez
en la historia, la campaña oficial del partido en el poder se basaba no
en exaltar las virtudes de su candidato, sino en deturpar, agredir y
mentir contra el principal candidato opositor, su entorno y a la
corriente social que representaba. Si el PRI hacía eso mediante terceros
o con vías soterradas en el Siglo XX, el PAN agravó con cinismo esta
práctica al usar sus tiempos oficiales de su campaña a la presidencia
con espots (esos mensajes históricos y mentirosos o de pánico moral que
apelaban al “peligro para México”) y suciedades por internet, pagadas
con dinero público, que, deliberadamente, violaban varios artículos del
Cofipe, código que también violó el presidente Fox, al convertirse en el
primer mandatario en la historia en intervenir con campañas abiertas
pagadas del erario en horario triple A. En 1994 Salinas hizo algo
parecido con Zedillo poniendo ilegalmente recursos del Estado a su
favor, pero hasta ese fraudulento priista supo actuar con una
estratégica discreción.
De vuelta a 2006, hagamos un recuento de algunas de las bajezas que esa
campaña sucia panista emitió en medios electrónicos y, principalmente
por internet, que, como zona no regulada, fue convertida por el foxismo y
el calderonismo en un inmundo muladar fascista. Por adelantado ofrezco
una disculpa por el tono indigno y soez de las frases siguientes, pero
tal cual se emitieron, y en honor a la verdad, aquí se comparten. En un
pasquín apócrifo llamado "La Neta", publicado en el bajío con dinero
proveniente de erarios locales y federal panistas, se dijo, por ejemplo
que:
1. El verdadero nombre de López Obrador era Manuel Andrés, y sus siglas eran MALO.
2. Se dijo que AMLO asesinó a su hermano cuando niños.
3. Se dijo que AMLO se alzaría violentamente para obtener lo que los votos no le dieron.
4. Lo acusaron de ser dictador en la Ciudad de México.
En internet, desde la Secretaría de Gobernación foxista, convertida en
una letrina goebbelsiana de terrorismo ideológico, con cargo al erario y
con uso de logística pública, se enviaban correos electrónicos por
millones, donde se decía que “AMLO era el whiskas porque ocho de cada
diez gatos lo prefieren”; se decía que AMLO quería hacer un eje
México-La Habana-Caracas; se decía que AMLO tenía una casa en
Chapultepec; que no se había titulado; que estaba recibiendo armas del
ejército venezolano; que tenía operadores bolivarianos en la Ciudad de
México; que había cometido bestialismo con una mula o que había
asesinado a su hermano. Todo, desde luego, no sólo rotundamente falso,
sino indigno de una política civilizada.
Estas turbiedades apócrifas por internet tuvieron, sin embargo su
correlato en la campaña oficial o en el discurso abierto. Es decir, no
se trató sólo de bestias desquiciadas diciendo estupideces en internet,
como si se tratara de las vandalizadas paredes de un baño público, que
pueden mover al asco, pero pareciera que no salen de ahí. No fue así.
Porque esas bajezas sucias y de la web que emitía el Gobierno foxista, y
luego el calderonista, tenían equivalentes abiertos, con nombre y
apellido, en el discurso público donde personajes visibles las
repitieron como loros mentirosos.
Por ejemplo, un porro de Tv Azteca, Jaime Sánchez Susarrey, repitió la
tontería de que AMLO era Manuel Andrés; Germán Martínez retomó en una
entrevista con López Dóriga en 2006 la mentira de que López Obrador no
se había titulado; el periódico salinista La Crónica de Hoy publicó el 6
de marzo de 2006 la falsedad de los recursos venezolanos en la campaña
de AMLO; y hasta el turbio Jefe Diego, en el famoso debate con López
Obrador de marzo de 2000, tuvo el acierto de condenar la mentira de que
AMLO mató a su hermano, engaño muy vil que sin embargo los foxistas y
calderonistas sí reprodujeron en vías anónimas.
La conclusión de la campaña de 2006 no acabó con esta inmundicia, que
fue retomada por la Secretaría de Gobernación del calderonismo, como
expuso el periodista Jaime Avilés en noviembre de 2007, porque desde esa
instancia se enviaban diariamente millones de correos electrónicos -el
equivalente a las granjas de bots de hoy, pero pagadas y emitidas desde
el entramado público- donde se decían cosas como éstas:
1. AMLO de niño mató a un amigo suyo con una bola de béisbol.
2. El pejelagarto hijo de su pejeperra madre y su esposo ocultaron que su hijo asesinó a su hermano.
3. López tiene problemas psicológicos, como epilepsia mental y profunda incultura.
4. Encinas y López Obrador son la jitomata y la perejila.
5. Dolores “Pamierda” quiere hacerse del control del PRD.
Asimismo, esos correos se referían a periodistas de La Jornada como
“ardidos maricones”; y a los partícipes de las marchas contra la
privatización petrolera en 2008 como “gatos acarreados”; y a los
periodistas críticos de Calderón se referían como “cotorras legítimas y
rancias”. Ningún paladín del liberalismo dijo entonces que estas bajezas
era un intento de intimidación del calderonismo contra la prensa
crítica. Ya en exposiciones más viles y preocupantes, en esos correos
también se instaba a llevar comida envenenada al plantón de Reforma en
2006; o se instaba al magnicidio de López Obrador. Este acoso virtual
grotesco duró todo el sexenio calderonista, porque los últimos correos
así se terminaron de enviar el 30 de noviembre de 2012. Si Calderón
convirtió al país en fosa común con su entrega del país al narco,
también le debemos haber convertido al debate público en una fosa
séptica con sus bajezas virtuales.
Y no era cháchara irrelevante esa avalancha de inmundicia. Eran correos
electrónicos que, de nuevo, con cargo al erario y desde la operación de
la Secretaría de Gobernación, cometían la indecencia de emitir
propaganda goebbelsiana; pero también toda esa basura tenía su
equivalente más mustio en periódicos y noticiarios de las derechas
mexicanas, donde, por ejemplo; un farsante mendaz llamado Leopoldo
Mendívil, publicó en el pasquín salinista La Crónica de Hoy en 2011 la
mentira de que AMLO estaba quizá enfermo de diabetes y eso tendría que
inhabilitarlo como candidato presidencial en 2012; mientras en Letras
Libres, el pseudoperiodista Ricardo Alemán inventó en octubre de 2006 el
mito de que López Obrador “mandó al diablo las instituciones”. Por
cierto, 12 años más tarde, en plena campaña de 2018, en mayo Alemán
publicó una incitación al asesinato de López Obrador. Y cuando
obviamente Canal Once y Televisa, medios donde participaba ese porro
irresponsable, lo mandaron al diablo a él, y con razón, por incitar a un
crimen, el tipo graznó censura y acusó a AMLO, que aún no ganaba la
elección de ese año, de ser el responsable. Como siempre: los fascistas
son victimarios con discurso de víctimas.
Así, esa campaña sucia que comenzó en 2006 y se ha extendido por décadas
no tenía precedentes ni tiene hoy equivalentes. En su momento fue la
inversión en propaganda sucia en contra de un candidato más cara en la
historia de la democracia mexicana. Y no se agotaría ahí. Los grupos
empresariales que violaron abiertamente al Cofipe en 2006, volvieron
ellos sí a mandar al diablo a las instituciones en 2008, al emitir de
nuevo spots televisivos contra López Obrador, a quien compararon con
Hitler, Pinochet y Victoriano Huerta, por el atrevimiento del tabasqueño
y su movimiento de demandar que hubiera diálogo democrático en el
Congreso respecto a la Reforma Energética del calderonismo en ese año.
Desde entonces, en el discurso de ese espectro que podemos definir como
antiobradorismo, la mentira, la especulación absurda y la calumnia vil
han sido una parte sustancial de su construcción. Como dijo Carlos
Monsiváis, desde Francisco I. Madero, ningún actor político ni ningún
movimiento ha sido tan calumniado, que no criticado, como el
obradorismo, que ha padecido el acoso desde los años ochenta en Tabasco,
cuando los porros priistas lo acusaban de querer convertir las iglesias
en células soviéticas, hasta hoy, donde cada día surgen nuevos bulos y
agresiones.
En este lapso, ha habido momentos definitorios, donde los ideólogos de
la derecha presuntamente liberal, tuvieron oportunidad de darse cuenta
de esta vena profundamente autoritaria y canallesca que es esencia del
antiobradorismo. Se enlistan aquí algunos ejemplos de cercanías de este
espectro político con posturas absolutamente impresentables:
1. Cuando Felipe Calderón escupió su frase de que él ganaría “haiga sido
como haiga sido”, donde evidenció con cinismo que ni a él ni a su
partido, en ese momento en el poder, le importaba violar las reglas de
la democracia para imponerse en el poder.
2. El desafuero de López Obrador en 2004-2005, episodio que mostró que
Fox y el PAN estaban dispuestos a la regresión autoritaria de hacer un
golpe de estado técnico y encarcelar a un inocente con tal de frenarlo
políticamente y, de nuevo, no perder el poder.
3. La cínica frase de un ex canciller foxista, como Jorge Castañeda,
quien en 2004 excretó con todo cinismo -y en pleno contexto del golpista
desafuero- que a López Obrador había que ganarle a la buena, a la mala o
de todas las formas posibles. Exactamente veinte años más tarde, en
marzo de 2024, fiel a su convicción autoritaria, ese pedante fracasado
exigió en televisión nacional, que Xóchitl Gálvez y el PAN violaran la
ley electoral de nuevo y se dedicaran a hacer guerra sucia, “pero sucia
en serio”, para reducir la ventaja en encuestas de Claudia Sheinbaum.
Por cierto, lo hicieron, y no sirvió de nada.
4. Cuando en 2009 se supo que Salvador Borrego, nazi mexicano,
panfletista exaltador y hagiógrafo de Hitler; primer revisionista
negador del holocausto en lengua castellana y conocido judeófobos, había
votado por Fox, igual que muchos palurdos autoritarios de la
ultraderecha mexicana, que incluso tuvieron puestos clave en su gobierno
y hacían comentarios fascistas, como Ramón Muñoz o Carlos Abascal.
5. Cuando repetidamente se supo de los intentos de fortalecer la raíz
nazi del PAN, como cuando Óscar Sánchez invitó toda la vida al nazi
Salvador Borrego a dar cursos de formación política a jóvenes militantes
panistas, como se hizo público en el año 2013.
6. Cuando en 2014 se supo que un grupo de jovenzuelos neonazis eran
también militantes del PAN y organizaban faramallas militaristas, pero
también tenían vínculos con preeminentes militantes del blanquiazul
jalisciense y con Emilio González, ex gobernador panista de esa entidad,
que sin embargo comenzó su juventud política en el Partido Demócrata
Mexicano, heredero del sinarquismo.
Esos momentos no fueron anecdóticos. Fueron reveladoras puntas de
iceberg para tener idea de qué tipo de gente conformó al antiobradorismo
autoritario en el poder -como en los gobiernos de Fox y Calderón-; y a
qué tipo de escoria, incluso de corte fascista, podían interpelar
socialmente.
Un resumen breve de estos años de propaganda sucia contra el obradorismo
diría lo siguiente: la campaña de mentiras repetidas mil veces lleva
cuatro décadas de existir, se agravó en el bienio 2004-2006, no tenía
precedente ni tiene hoy equivalente alguno. Y, como señalaron los
caricaturistas Toño Helguera y José Hernández en Proceso en 2008, esa
campaña contaminó irremediablemente a la democracia mexicana.
Con estos carísimos y sistemáticos antecedentes, a absolutamente nadie
debería sorprenderle lo siguiente. En las marchas de la oposición
partidista a partir de 2018, sea con los “chalecos amarillos”, FRENAA o
la Marea Rosa, hemos visto exabruptos de esta magnitud:
En las marchas irrisorias de la oposición y de FRENAA en 2019 y 2020,
algunos partícipes decían barbaridades como que Martí Batres era espía
de la extinta KGV; Gilberto Lozano decía sin tapujos, y reproduciendo la
judeofobia del siglo XX, que Claudia Sheinbaum era una “señora
soviética”; algunos asistentes juraban que AMLO no era mexicano sino “un
indio de argentina”; y no faltó quien llamó a que asesinaran a López
Obrador. Cosa que, por cierto, ya habían hecho algunos faranduleros
ridículos como Celia Lora o Eliuh Gil, en 2019. Y, en un caso no
insólito pero indignante, en la marcha de la presuntamente democrática
Marea Rosa de noviembre de 2022, quien robó protagonismo fue una
asistente genuina, quien en un ánimo racista gritó que López Obrador era
un indio patarrajada.
Así, el discurso panista -y también del PRI- ceñido al antiobradorismo,
ha sido, con sus mentiras, bajezas, calumnias, promovidas con dinero
público, desde el aparato del estado y por décadas, el caldo de cultivo
perfecto para radicalizar a entes mal informados, esos sí resentidos y
acomplejados, quienes encuentran su solaz en el autoengaño o sienten que
odiar al obradorismo les da estatus o algo así. Pero lo más temible no
es eso, sino que en el camino han violado sistemáticamente la ley, las
reglas de competencia electoral y han fraguado golpes autoritarios
indignos de un país democrático, como el desafuero o fraude de 2006.
En esa medida, ¿a quién sorprende que en las últimas dos marchas de las
derechas hayan salido grupúsculos nazis de sus cloacas para llamar “puta
judía” a la Presidenta Sheinbaum o vistieran suásticas? A nadie. Cambie
usted el tono, y no hay diferencia alguna entre el “puta judía” que
escupió un nazi desquiciado, y el “Sheinbaum es una judía búlgara” que
espetó Vicente Fox en 2024; como tampoco hay diferencia en la tipa
racista que en la Marea Rosa llamó “indio patarrajada” a AMLO y el “AMLO
es el mesías tropical” de Enrique Krauze en 2006.
El antiobradorismo y la oposición partidista hoy no se ha dado cuenta
que estas hordas impresentables de fascistas no son excepciones o
anécdotas en esa corriente opositora. Son muchos, son representativos y
son autoritarios. Los que se autonombran intelectuales liberales llevan
años transitando juntos con estos inmundos compañeros de ruta. Y, hay
que insistirlo, no se limitan a ser desquiciados de internet o bots o
ciberpiojos. Ahí están como ejemplo no sólo la campaña “haiga sido”
oficial del PAN en 2006 sino también la Operación Berlín de Fernando
García Ramírez y Enrique Krauze en 2018. Hoy, los autores de esas
bajezas son muy similares al Jorge Joseph que Octavio Paz y Carlos
Fuentes llamaron “asco” y “cucaracha”.
Hoy esa derecha partidista y de la comentocracia, en vez de sorprenderse
o indignarse por la aparición de nazis en marchas contra Claudia
Sheinbaum, debería hacerse responsable del monstruo que han ayudado a
forjar. Y no sólo con los nazis sino con la derecha estándar, esa que
desde cargos públicos foxistas o calderonistas y peñistas; o en el
periodismo vil, creen que “haiga sido como haiga sido”; “hagamos guerra
sucia en serio”; “mientras más mentiras digas contra Morena mejor te va”
o “la verdad ya es irrelevante” son consignas válidas, cuando en
realidad son exabruptos reveladores de una naturaleza autoritaria y
miserable que no se aleja demasiado de las suásticas indignas.
O si no logran hacerse responsables, por lo menos deberían cuestionarse
por qué ese tipo de gente secunda sus discursos. Porque esa sempiterna
campaña sucia o de pánico moral que comenzó en 2006 no ha servido para
construir mayorías, sino solamente para fanatizar a lo peor de la
sociedad mexicana, que hoy puede ver en Salinas Pliego a un referente
también. En vez de acusar que hoy se vive “autoritarismo” háganse cargo
del Frankenstein cuya existencia daña a todos, incluidos a sus
creadores.
28.11.25
Krauze, Castañeda, PRIAN: háganse responsables del Frankenstein fascista
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