Óscar David Rojas Silva
Ha iniciado una operación en México para incluir de facto a nuestro país
en la lista negra de los países que desafían la hegemonía
estadounidense. El primer paso de esta campaña es situar a México en la
lista de los países que tienen problemas estructurales y en los que se
debiera justificar la injerencia y tutela exterior para “resolver” los
propios efectos nocivos de la expansión imperialista. En entregas
anteriores (9 de octubre 2025) hemos revisado cómo la ideología
neocolonial instrumentaliza la democracia y los derechos humanos como
banderas para poder golpear a los países en resistencia. Hoy se adiciona
un nuevo elemento: el narcotráfico.
La mal llamada marcha de la generación Z es la prueba del comienzo de
este periodo de golpeteo trasnacional. Una primera paradoja que surge de
esta marcha es que no fue protagonizada por la propia generación Z, al
contrario, esta fue sustituida por la vieja reacción de la “marea rosa”
más un bloque violento de acción directa, mezclada con el amargo y
dantesco pánico de Salinas Pliego al ver desaparecer aquel poder
judicial que garantizaba sus mecanismos de elusión fiscal. No es un
detalle menor la reciente exploración de este personaje para convertirse
en el Milei mexicano, lo que significa combinarse abiertamente con las
fuerzas trasnacionales de ultraderecha.
Esta marcha contó con un periodo de calentamiento ideológico marcado por
la campaña de “narco-gobierno”, mismo que ha entroncado con la política
estadunidense de presionar a nuestro país con declaraciones acosadoras
que buscan desacreditar la estrategia mexicana e imponer como única
solución la intervención directa (bombardeos) de nuestro vecino del
norte. No olvidemos cómo durante los momentos más intensos de la guerra
arancelaria, las negociaciones comerciales fueron anclados a temas de
seguridad y narcotráfico. El punto cumbre fue, sin duda, el artero
asesinato de Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, cuya lucha
fue apresuradamente cooptada por la narrativa de derecha a tal grado que
la propia familia se deslindó de la marcha en cuestión.
Todos estos elementos han sido reencuadrados ahora bajo la operación de
una “revolución de color”, estrategia regular utilizada por los EUA para
los cambios de régimen en países con intereses estratégicos. No
perdamos de vista cómo estos procesos son una puesta en escena para el
golpeteo mediático masivo, por ello este pasado 15 de noviembre
observamos una distinción: ya no se trató de un templete con mensajes
políticos sino la búsqueda directa de violencia y provocación para
lograr las escenas necesarias que puedan convencer de que las protestas
sociales son orgánicas y que realmente hay una crisis tal que podría
llevar al derrocamiento.
Ya lo estamos experimentando en tiempo real, mientras que al interior de
nuestro país podemos identificar perfectamente que estas escenas no
representan en lo absoluto la realidad social del país, en el exterior
los poderes mediáticos corporativos globales dan por válido, en forma
automática, el mensaje distorsionado tan anhelado por la guerra híbrida.
La realidad es que el problema del narcotráfico es transexenal y
transnacional por lo que su combate no se limita a asuntos de seguridad
sino de la recuperación integral de la economía sobre el sistema
criminal de cobros de piso, sustitución de productores, comerciantes y
aprovechamiento del proceso de exportación para el lavado masivo de
dinero. No tiene sentido omitir que nada de este poder es posible sin la
participación del sistema bancario internacional.
Como se ha visto, EUA ha decidido elevar la tensión en nuestro
subcontinente, ha comenzado por presionar a Venezuela y a Colombia a
través de ejecuciones directas y extrajudiciales contra supuestos
narcotraficantes en lanchas. Previamente presenciamos las presiones
directas por parte de este país a Panamá en el marco de la campaña
anti-China. Trump ha utilizado sus micrófonos para influir en las
decisiones soberanas de países como Brasil en su lucha contra la
ultraderecha y ha convertido al presidente de Argentina en su bufón
personal del endeudamiento mientras que se atreve a dictar preferencias
electorales. Lo que quiero destacar es que estamos frente a una campaña
continental para intentar operar una Doctrina Monroe 2.0.
¿Por qué ahora? Como se sabe, y no es para nada un detalle menor, la
hegemonía estadounidense se encuentra en su ciclo final, la propia
estridencia y virulencia del Make America Great Again acepta que su
poder ha declinado y que busca recuperarlo de alguna forma (o mejor
dicho de cualquier forma). La mala noticia para nuestros vecinos es que
estos procesos son irreversibles, como la propia historia de otras
potencias nos lo demuestra. No se trata de un asunto voluntario sino de
las fuerzas históricas concretas. Por lo que esta nueva andanada
significa que aquel poder ya no puede ser ejercido a escala global por
lo que retorna, transitoriamente, a la búsqueda de fortalecer la
hegemonía regional.
Desde la interpretación de los propios estadounidenses ya queda claro
que no han tenido, sino que aceptar una tripolaridad de facto, no han
podido ya imponer sus condiciones a Rusia –con las implicaciones que
tiene para mantener el dominio sobre Europa– ni a China –con lo que
pierde el dominio del pacífico– por lo que buscan fortalecer su posición
ajustando su dominio sobre América Latina y el Caribe.
Pero, y este es el punto central, la visión proveniente desde el sur
global está optando por la construcción de un mercado mundial
multipolar, es decir, uno que permita las interconexiones directas y de
libre asociación basada en los intereses de cada una de las naciones. Se
trata de la necesaria afirmación de la soberanía de los países en sus
decisiones de política económica y planificación general de la
estructura económica. No es un detalle menor enfatizar que este proyecto
impulsado por China tiene su fuerza en un ejercicio contundente para
lograr emanciparse del influjo hegemónico, no de hoy, sino de una larga
lucha anticolonial y antiimperialista, todo esto basado en gran medida
por la potenciación del análisis del mercado mundial basado en la teoría
marxista.
Por todo lo anterior es necesario apuntar elementos singulares para
afinar la estrategia de tránsito hacia la visión multipolar antes que a
la tripolar. La afirmación de soberanía, por tanto, es esencial para el
éxito del proceso de transformación. México tiene, una vez más, una
serie de características inéditas que vale la pena poner al frente para
ajustar las velas en el mar contemporáneo. Al mismo tiempo que EUA
quisiera simplemente imponerse como lo hizo durante los gobiernos
neoliberales (o incluso con los gobiernos autoritarios del siglo XX) su
posición post-hegemónica implica una desindustrialización crónica por lo
que necesita de nuestro país para sus propias cadenas productivas, el
TLCAN logró constituir una fusión productiva que ha constituido el
mercado norteamericano – junto con Canadá– como un polo global
unificado.
El Plan México, por ello, representa la estrategia para poder recibir
inversión extranjera directa con miras a facilitar la transferencia de
tecnología y dirigir este metabolismo bajo una planificación estratégica
propia. No debe pasarse por alto que esto que pareciera un deseo
abstracto ha comenzado a tener concreción, especialmente desde la
recuperación estratégica del dominio energético, pero también el de la
recuperación democrática del poder judicial, mismo que durante el
neoliberalismo se dedicó a garantizar privilegios para el capital
nacional y trasnacional, pero que hoy se ha estrenado en una nueva era
al cobrarle impuestos al quinto hombre más rico del país y establecer
multas sustantivas al sector minero. Sin dejar de mencionar que su
democratización disminuye dramáticamente los riesgos del tan temido
lawfare.
México está adquiriendo condiciones para avanzar en las posibilidades de
otro tipo de políticas económicas y sus formas de distribución. Las
condiciones globales están a favor además para la búsqueda de la
diversificación. Por ello, desde mi punto de vista, esta nueva campaña
es virulenta puesto que es la única manera en la que EUA podría
debilitar o desestabilizar el proceso mexicano. Si bien, como hemos
dicho, es de su propio interés la industrialización relativa de México
para su propio objetivo de consolidar la tripolaridad, asume que tiene
el derecho de conducir su proceso sin la molesta restricción de la
coordinación con un gobierno de izquierda.
Todas estas condiciones exigen, especialmente de parte de las izquierdas
(especialmente desde el academicismo), una toma de conciencia de que el
“antigobiernismo” que se instauró en estos movimientos durante el
neoliberalismo no pueden continuar sin sufrir una autorreflexión
profunda, puesto que la mayoría de los análisis se ha quedado a nivel de
lo político electoral y sus falencias (algo natural puesto que el
sistema político es heredado) pero no se repara en los cambios
estructurales a nivel de Estado que están ocurriendo desde 2018. Se le
quiere medir con la misma vara a este gobierno por el solo hecho de ser
gobierno, lo cual no solo refleja una falla epistemológica sino también
de claridad ideológica.
Es decir, el proyecto nacional que está en evolución es mucho más amplio
que lo que sucede en el partido del poder, pero también más amplio que
el propio programa de gobierno. El problema de esta relativización es
que le abre espacio a la injerencia puesto que los grandes problemas que
todavía tenemos, como es el caso del narcotráfico o la desigualdad
estructural, inhiben una defensa clara y contundente del derecho
democrático que nuestro país está ejerciendo frente a la tormenta global
del cambio hegemónico.
La marcha de la mal llamada Generación Z ha sido un intento burdo por
recrear las condiciones pre-2018 donde muchos de nosotros estuvimos en
las calles, debemos tener cuidado de caer en la trampa del “todos son
iguales” que tanto conviene a las fuerzas de derecha, pero sobre todo a
la ultraderecha internacional. El movimiento mayoritariamente electo ha
aceptado el proceso de resolución integral, de fondo, de estos grandes
conflictos, la guerra y las respuestas estridentes nunca han servido más
que para patear el balón hacia adelante, por ello la respuesta frente a
esta problemática ha sido por la vía del fortalecimiento de la
seguridad, nuevo marco contra las extorsiones y el comienzo de la limpia
del poder judicial que liberaba delincuentes los fines de semana, pero
sobre todo es una respuesta de fondo para levantar la economía regional y
con ello reordenar la correlación de fuerzas entre economía criminal y
el proyecto nacional.
Óscar David Rojas Silva*
*Economista (UdeG) con estudios de maestría y
doctorado (UNAM) sobre la crítica de la economía política. Académico de
la FES Acatlán y la UAM Xochimilco. Director del Centro de Estudios del
Capitalismo Contemporáneo y comunicador especializado en pensamiento
crítico en Radio del Azufre y Academia del Azufre.
27.11.25
Golpe en Marcha: Doctrina Monroe 2.0
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