27.11.25

Golpe en Marcha: Doctrina Monroe 2.0

Óscar David Rojas Silva


Ha iniciado una operación en México para incluir de facto a nuestro país en la lista negra de los países que desafían la hegemonía estadounidense. El primer paso de esta campaña es situar a México en la lista de los países que tienen problemas estructurales y en los que se debiera justificar la injerencia y tutela exterior para “resolver” los propios efectos nocivos de la expansión imperialista. En entregas anteriores (9 de octubre 2025) hemos revisado cómo la ideología neocolonial instrumentaliza la democracia y los derechos humanos como banderas para poder golpear a los países en resistencia. Hoy se adiciona un nuevo elemento: el narcotráfico.

La mal llamada marcha de la generación Z es la prueba del comienzo de este periodo de golpeteo trasnacional. Una primera paradoja que surge de esta marcha es que no fue protagonizada por la propia generación Z, al contrario, esta fue sustituida por la vieja reacción de la “marea rosa” más un bloque violento de acción directa, mezclada con el amargo y dantesco pánico de Salinas Pliego al ver desaparecer aquel poder judicial que garantizaba sus mecanismos de elusión fiscal. No es un detalle menor la reciente exploración de este personaje para convertirse en el Milei mexicano, lo que significa combinarse abiertamente con las fuerzas trasnacionales de ultraderecha.

Esta marcha contó con un periodo de calentamiento ideológico marcado por la campaña de “narco-gobierno”, mismo que ha entroncado con la política estadunidense de presionar a nuestro país con declaraciones acosadoras que buscan desacreditar la estrategia mexicana e imponer como única solución la intervención directa (bombardeos) de nuestro vecino del norte. No olvidemos cómo durante los momentos más intensos de la guerra arancelaria, las negociaciones comerciales fueron anclados a temas de seguridad y narcotráfico. El punto cumbre fue, sin duda, el artero asesinato de Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, cuya lucha fue apresuradamente cooptada por la narrativa de derecha a tal grado que la propia familia se deslindó de la marcha en cuestión.

Todos estos elementos han sido reencuadrados ahora bajo la operación de una “revolución de color”, estrategia regular utilizada por los EUA para los cambios de régimen en países con intereses estratégicos. No perdamos de vista cómo estos procesos son una puesta en escena para el golpeteo mediático masivo, por ello este pasado 15 de noviembre observamos una distinción: ya no se trató de un templete con mensajes políticos sino la búsqueda directa de violencia y provocación para lograr las escenas necesarias que puedan convencer de que las protestas sociales son orgánicas y que realmente hay una crisis tal que podría llevar al derrocamiento.

Ya lo estamos experimentando en tiempo real, mientras que al interior de nuestro país podemos identificar perfectamente que estas escenas no representan en lo absoluto la realidad social del país, en el exterior los poderes mediáticos corporativos globales dan por válido, en forma automática, el mensaje distorsionado tan anhelado por la guerra híbrida. La realidad es que el problema del narcotráfico es transexenal y transnacional por lo que su combate no se limita a asuntos de seguridad sino de la recuperación integral de la economía sobre el sistema criminal de cobros de piso, sustitución de productores, comerciantes y aprovechamiento del proceso de exportación para el lavado masivo de dinero. No tiene sentido omitir que nada de este poder es posible sin la participación del sistema bancario internacional.

Como se ha visto, EUA ha decidido elevar la tensión en nuestro subcontinente, ha comenzado por presionar a Venezuela y a Colombia a través de ejecuciones directas y extrajudiciales contra supuestos narcotraficantes en lanchas. Previamente presenciamos las presiones directas por parte de este país a Panamá en el marco de la campaña anti-China. Trump ha utilizado sus micrófonos para influir en las decisiones soberanas de países como Brasil en su lucha contra la ultraderecha y ha convertido al presidente de Argentina en su bufón personal del endeudamiento mientras que se atreve a dictar preferencias electorales. Lo que quiero destacar es que estamos frente a una campaña continental para intentar operar una Doctrina Monroe 2.0.

¿Por qué ahora? Como se sabe, y no es para nada un detalle menor, la hegemonía estadounidense se encuentra en su ciclo final, la propia estridencia y virulencia del Make America Great Again acepta que su poder ha declinado y que busca recuperarlo de alguna forma (o mejor dicho de cualquier forma). La mala noticia para nuestros vecinos es que estos procesos son irreversibles, como la propia historia de otras potencias nos lo demuestra. No se trata de un asunto voluntario sino de las fuerzas históricas concretas. Por lo que esta nueva andanada significa que aquel poder ya no puede ser ejercido a escala global por lo que retorna, transitoriamente, a la búsqueda de fortalecer la hegemonía regional.

Desde la interpretación de los propios estadounidenses ya queda claro que no han tenido, sino que aceptar una tripolaridad de facto, no han podido ya imponer sus condiciones a Rusia –con las implicaciones que tiene para mantener el dominio sobre Europa– ni a China –con lo que pierde el dominio del pacífico– por lo que buscan fortalecer su posición ajustando su dominio sobre América Latina y el Caribe.

Pero, y este es el punto central, la visión proveniente desde el sur global está optando por la construcción de un mercado mundial multipolar, es decir, uno que permita las interconexiones directas y de libre asociación basada en los intereses de cada una de las naciones. Se trata de la necesaria afirmación de la soberanía de los países en sus decisiones de política económica y planificación general de la estructura económica. No es un detalle menor enfatizar que este proyecto impulsado por China tiene su fuerza en un ejercicio contundente para lograr emanciparse del influjo hegemónico, no de hoy, sino de una larga lucha anticolonial y antiimperialista, todo esto basado en gran medida por la potenciación del análisis del mercado mundial basado en la teoría marxista.

Por todo lo anterior es necesario apuntar elementos singulares para afinar la estrategia de tránsito hacia la visión multipolar antes que a la tripolar. La afirmación de soberanía, por tanto, es esencial para el éxito del proceso de transformación. México tiene, una vez más, una serie de características inéditas que vale la pena poner al frente para ajustar las velas en el mar contemporáneo. Al mismo tiempo que EUA quisiera simplemente imponerse como lo hizo durante los gobiernos neoliberales (o incluso con los gobiernos autoritarios del siglo XX) su posición post-hegemónica implica una desindustrialización crónica por lo que necesita de nuestro país para sus propias cadenas productivas, el TLCAN logró constituir una fusión productiva que ha constituido el mercado norteamericano – junto con Canadá– como un polo global unificado.

El Plan México, por ello, representa la estrategia para poder recibir inversión extranjera directa con miras a facilitar la transferencia de tecnología y dirigir este metabolismo bajo una planificación estratégica propia. No debe pasarse por alto que esto que pareciera un deseo abstracto ha comenzado a tener concreción, especialmente desde la recuperación estratégica del dominio energético, pero también el de la recuperación democrática del poder judicial, mismo que durante el neoliberalismo se dedicó a garantizar privilegios para el capital nacional y trasnacional, pero que hoy se ha estrenado en una nueva era al cobrarle impuestos al quinto hombre más rico del país y establecer multas sustantivas al sector minero. Sin dejar de mencionar que su democratización disminuye dramáticamente los riesgos del tan temido lawfare.

México está adquiriendo condiciones para avanzar en las posibilidades de otro tipo de políticas económicas y sus formas de distribución. Las condiciones globales están a favor además para la búsqueda de la diversificación. Por ello, desde mi punto de vista, esta nueva campaña es virulenta puesto que es la única manera en la que EUA podría debilitar o desestabilizar el proceso mexicano. Si bien, como hemos dicho, es de su propio interés la industrialización relativa de México para su propio objetivo de consolidar la tripolaridad, asume que tiene el derecho de conducir su proceso sin la molesta restricción de la coordinación con un gobierno de izquierda.

Todas estas condiciones exigen, especialmente de parte de las izquierdas (especialmente desde el academicismo), una toma de conciencia de que el “antigobiernismo” que se instauró en estos movimientos durante el neoliberalismo no pueden continuar sin sufrir una autorreflexión profunda, puesto que la mayoría de los análisis se ha quedado a nivel de lo político electoral y sus falencias (algo natural puesto que el sistema político es heredado) pero no se repara en los cambios estructurales a nivel de Estado que están ocurriendo desde 2018. Se le quiere medir con la misma vara a este gobierno por el solo hecho de ser gobierno, lo cual no solo refleja una falla epistemológica sino también de claridad ideológica.

Es decir, el proyecto nacional que está en evolución es mucho más amplio que lo que sucede en el partido del poder, pero también más amplio que el propio programa de gobierno. El problema de esta relativización es que le abre espacio a la injerencia puesto que los grandes problemas que todavía tenemos, como es el caso del narcotráfico o la desigualdad estructural, inhiben una defensa clara y contundente del derecho democrático que nuestro país está ejerciendo frente a la tormenta global del cambio hegemónico.

La marcha de la mal llamada Generación Z ha sido un intento burdo por recrear las condiciones pre-2018 donde muchos de nosotros estuvimos en las calles, debemos tener cuidado de caer en la trampa del “todos son iguales” que tanto conviene a las fuerzas de derecha, pero sobre todo a la ultraderecha internacional. El movimiento mayoritariamente electo ha aceptado el proceso de resolución integral, de fondo, de estos grandes conflictos, la guerra y las respuestas estridentes nunca han servido más que para patear el balón hacia adelante, por ello la respuesta frente a esta problemática ha sido por la vía del fortalecimiento de la seguridad, nuevo marco contra las extorsiones y el comienzo de la limpia del poder judicial que liberaba delincuentes los fines de semana, pero sobre todo es una respuesta de fondo para levantar la economía regional y con ello reordenar la correlación de fuerzas entre economía criminal y el proyecto nacional.

Óscar David Rojas Silva*
*Economista (UdeG) con estudios de maestría y doctorado (UNAM) sobre la crítica de la economía política. Académico de la FES Acatlán y la UAM Xochimilco. Director del Centro de Estudios del Capitalismo Contemporáneo y comunicador especializado en pensamiento crítico en Radio del Azufre y Academia del Azufre.

No hay comentarios.: