16.2.17

Peña ante Trump: Salvar el TLCAN antes que la Nación

Global Research
Edgar A. Valenzuela


Los primeros días de Trump al frente de la Casa Blanca han sido una verdadera pesadilla para el gobierno que encabeza Enrique Peña Nieto (EPN), quien ha recibido numerosos desplantes como respuesta a sus acercamientos con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Usando formas que sólo podrían compararse con las utilizadas hace un siglo por Henry Lane Wilson en su trato con Francisco I. Madero, Trump recibió a Luis Videgaray en Washington con la firma de la orden ejecutiva para construir el muro en la frontera. Y para rematar la humillación, afirmó vía Twitter que si México no estaba dispuesto a pagar por el muro que mejor no se presentara EPN a la reunión agendada para una semana después. Por increíble que parezca, el mandatario mexicano no canceló inmediatamente, asegurando que “evaluaría” la respuesta, decantándose horas después por la suspensión del viaje ante la presión nacional e internacional.[1]


La sumisión e inexplicable vacilación de EPN para responder con firmeza a Trump pese al respaldo prácticamente unánime de la sociedad mexicana ha sido atribuida a su falta de aptitudes, respuesta que parece verosímil considerando los múltiples eventos en los que se ha mostrado incapaz para lidiar con escenarios no controlados (¿recuerdan la Ibero en 2012?). Sin embargo, hasta una mente muy limitada entendería que pese a la adversidad del actual escenario, éste resulta idóneo para rescatar del abismo la imagen de EPN y salvar el final de su gestión. Que en Los Pinos decidan tragar saliva y desaprovechar esta oportunidad para destinar el resto de su capital político a la renegociación del TLCAN da muestra que la prioridad es salvar la piedra angular de su proyecto de clase antes que la Nación misma.

¿Qué defienden los neoliberales cuando piden defender el TLCAN?

Para Carlos Fazio, el objetivo de la propaganda está en la modificación de la conducta de las personas a través de la persuasión. Es decir, sin parecer forzarlas. Y uno de los principales canales para ejercer influencia en la gente y obtener ese fin es la mentira, que en nuestros días se propaga a través de los grandes medios de comunicación. En el momento que una noticia llega a los medios, afirma el analista, adquiere implícitamente un carácter legal y sufre un proceso de oficialización. El espectador, el ciudadano común a fuerza de escuchar “la verdad oficial” la hace parte de su opinión personal, lo que a su vez confluye hacia una falsa opinión pública, manipulada de principio a fin.[2]

La anterior reflexión viene a colación porque en las semanas más recientes hemos presenciado una intensa campaña mediática cuyo centro es el TLCAN y su defensa. A través de decenas de espacios en televisión y columnas en los diarios, supuestos expertos alertan a la población sobre las consecuencias catastróficas que traerá su posible cancelación, por lo que hacen un llamado enérgico para respaldar al gobierno en las negociaciones que entable con sus pares de Washington sobre el tema. Es decir, la ofensiva mediática en torno a la supuesta “unidad nacional” se traduce en unidad en defensa del TLCAN, apelando al maniqueo argumento de supuesto sentido común (destinado a manipular a la opinión pública): si Trump, el mayor enemigo actual de los mexicanos, ataca al TLCAN es porque en realidad nos beneficia. Y es un argumento tendiente a la manipulación por dos grandes razones: da por hecho que el país entero se ha beneficiado de su implementación como lo sostuvo EPN cuando prometió firmeza al defender los intereses del país en las rondas de renegociación; y porque sigue el mismo guión que el usado hace dos décadas cuando Salinas gastó millones para desactivar el escepticismo de la población ante el supuesto de que la unión comercial con EU traería un maná económico para el país entero.

Para entender los alcances y dimensiones de lo que nos pide defender la cúpula neoliberal mexicana encabezada por EPN y Videgaray, considero necesario regresar a los orígenes, es decir, releer el valor que brindaban en Washington al TLCAN cuando se discutía a principios de la década de 1990. Esa postura también ocultada por los medios en México debería servir como plataforma inicial para realizar un estudio crítico del Tratado, que a la luz de sus resultados evalúe los señalamientos de Trump y marque la ruta que el país debe seguir en los durísimos años que vienen, siempre privilegiando el interés de la Nación en su conjunto.

Hace más de dos décadas, mientras la administración salinista se empeñaba en convencer a la opinión pública mexicana que el acceso al mayor mercado de bienes y servicios del mundo nos daría la entrada al primer mundo y solucionaría todos los desequilibrios macroeconómicos del país, la élite estadounidense daba al TLCAN una significación mucho más compleja que el vulgar mercantilismo neoliberal. Uno de los primeros en expresarlo con toda claridad fue el entonces vicepresidente Al Gore, para quien el TLCAN era equiparable con la Louisiana Purchase de 1803 y la Alaska Purchase de 1867. John Saxe afirma que estas palabras aluden a la tradición expansionista e imperialista de EU, remitiendo inmediatamente a términos como conquista, anexionismo, expansionismo, imperialismo, diplomacia de fuerza, desestabilización, filibusterismo, intervencionismo, invasión y otros vinculados al comportamiento estadounidense durante los siglos XIX y XX.[3] Es decir, para EU el TLCAN no sólo representó un acuerdo comercial, sino parte esencial de su estrategia de proyección de poder de cara a sus competidores globales, idea abordada por William Colby, ex director de la CIA quien afirmó que el TLCAN además de servir de puntal para una proyección hemisférica de la pax americana, “forma parte de una ‘nueva estrategia de seguridad nacional’ estadounidense”. En una línea argumentativa semejante, John Dimitri Negroponte, connotado funcionario del área de seguridad de EU y embajador de EU en México durante el gobierno de Salinas, afirmó que la intención del TLCAN no se limitaba a asuntos comerciales o de inversión, sino que sería piedra angular para modificar los fundamentos de la política exterior y de seguridad de México bajo principios estadounidenses.[4]

Uno de los mayores impedimentos para lograr lo planteado por Negroponte radicaría en vencer el hermetismo de las Fuerzas Armadas Mexicanas, históricamente muy celosas ante EU. Las implicaciones en materia de seguridad del TLCAN habrían sido detalladas por el exsecretario de Defensa William Perry, quien afirmó que mediante este Tratado se había auspiciado el vínculo económico y político entre su país y México, y procedía extender el proceso de integración en el área militar, a lo que llamó “el tercer vínculo”. Para Fazio, “el tercer vínculo” tenía como objetivo convencer a los militares mexicanos que EU en la era post TLCAN no debía contemplarse como un adversario intervencionista, sino un aliado para conseguir los objetivos de seguridad compartidos. Con ese fin Perry delineó cinco áreas de cooperación entre los dos ejércitos, que incluían la modernización de equipo militar y para la lucha antinarcóticos, dispositivos para vigilar los espacios aéreo y naval, además del intercambio en instrucción de cuadros y programas de auxilio a la población civil; hechos que al final de cuentas permitirían a EU intervenir en las estructuras de decisión táctica-operativa y estratégica de las Fuerzas Armadas Mexicanas, la única institución de América Latina, junto a la cubana que no había sido penetrada directamente por el Pentágono.[5]

Curiosamente, Alfredo Jalife-Rahme ha señalado en diversos espacios que el narcotráfico fue uno de los negocios más favorecidos con la implementación del TLCAN aunque en el discurso ha sido uno de los temas más combatidos.

Entonces, si el escenario resultaba tan desfavorable para la seguridad nacional de México, ¿qué habría motivado a la administración salinista y la élite empresarial local para apoyar el proyecto cuando incluso dentro de EU mismo existían amplios sectores que se mostraban contrarios a aceptarlo por considerarlo lesivo a sus intereses? Faux intenta responder esta interrogante al asegurar que el espíritu de clase y los intereses empresariales en ambos lados de la frontera fueron algunos de los elementos centrales en la negociación, pues la élite de EU no sólo consideraba a Salinas uno de los suyos por haber estudiado en Harvard, sino que existían poderosos empresarios pujando tras bambalinas. Para ejemplificar cita el caso de la agroindustria, partiendo que del lado estadounidense gigantes como Cargill y Monsanto buscaban abrir nuevos mercados de forma permanente para sus productos altamente subsidiados, mientras en México Bimbo, Maseca y Minsa querían acceder a materias primas más baratas para bajar sus costos de producción.[6]

Lo cierto es que las grandes empresas de EU necesitaron desde finales de 1970 que Washington eliminara los aranceles a las importaciones y aumentara las facilidades para trasladar sus fábricas al extranjero con el fin de abastecer el mercado interno estadounidense con menores costos de producción, lo cual a su vez demandó la apertura de las economías periféricas y un trato preferencial a sus capitales, cuestiones que finalmente fueron materializadas en el TLCAN. Arturo Ortiz refuerza este punto al mencionar que Carla Hills, negociadora del Tratado por EU exigía a México tres puntos en específico: mayor apertura de sus mercados a los productos estadounidenses; mayores facilidades al capital estadounidense para participar en cualquier área de su interés, incluyendo petróleo y petroquímica, banca, bolsa, finanzas y demás espacios limitados para extranjeros; y una reforma al artículo 27 para brindar certeza a los inversionistas sobre sus capitales y la tenencia de la tierra.[7]

Finalmente, existe otro aspecto de primordial relevancia histórica, económica y política que encierra el TLCAN para México: los hidrocarburos. Saxe asegura que el antecedente mismo del Tratado se sitúa en la propuesta de integración energética de América del Norte hecha por la firma Blyth, Eastman, Dillon and Company en 1979. El proyecto dirigido al aparato empresarial y de seguridad nacional de EU aseguraba:

Los tres países adyacentes de la América del Norte del Hemisferio Occidental deberían formar un mercado común con libertad de movimientos para todos los bienes, especialmente el petróleo y el gas, pero también de la población. Sin este esfuerzo cooperativo en la América del Norte, EU se enfrentará a un desgaste constante de su seguridad nacional junto con una lenta estrangulación económica. (…) La América del Norte sería autosuficiente como unidad en energía, productos agrícolas y minerales (…) EU extendería su sombrilla de seguridad hacia Canadá y México para lograr que las tres naciones obtengan una seguridad equitativa contra cualquier amenaza militar a la América del Norte”.[8]

En función de ello, el TLCAN sería una de las piedras angulares del proyecto al incluir cláusulas que comprometen a México a garantizar el abasto ininterrumpido de todo bien energético, como lo señala el capítulo VI, artículo 605. La creación de facto del mercado energético de Norteamérica, asegura Saxe, desvincularía el petróleo y gas natural de México y Canadá del mercado mundial, regionalizándolos en un esquema comercial y geopolítico de América del Norte.[9]

A todo este entramado de intereses comerciales, petroleros y de seguridad que llevaron a la adquisición de múltiples complejos industriales y territoriales mexicanos por empresas estadounidenses tras la liberalización económica e implementación del Tratado, Saxe lo define como “la compra-venta de México”, en clara alusión a la comparación hecha por Al Gore detallada líneas atrás. En particular, asegura el académico, el TLCAN promueve la inserción de corte colonial de México en la economía y en la política de EU, ya que contiene instrumentos específicos que tienden a institucionalizar la perspectiva de esa potencia en la articulación del diseño económico, la política exterior y de defensa mexicana y también por el trato preferencial que otorga a los otros signatarios del TLCAN en comercio, inversiones y derechos de propiedad intelectual.[10]

Entonces, si el TLCAN fue tan benéfico para los intereses geoeconómicos y geoestratégicos de EU, ¿por qué Trump se ha lanzado en su contra mientras los mexicanos, presuntos perdedores supremos se lanzan furibundos en su defensa?

Aunque pareciera una reflexión proveniente del “mundo al revés” de Chabelo, en realidad tiene sólidos fundamentos económicos y políticos. Para el alto capital estadounidense, el TLCAN se proyectó como un facilitador de las operaciones intrafirma en sectores como el automotriz y textil, y no como un potencializador de las exportaciones mexicanas como lo han sostenido los propagandistas del régimen y sus principales actores. Cálculos de López y Rodil muestran que en 12 años del TLCAN las exportaciones de México, principalmente manufactureras crecieron 307.2% al pasar de 49.82 mmdd en 1994 a 202.86 mmdd en 2006. Sin embargo, la industria maquiladora de exportación sería responsable del 50% de esta cifra, hecho que está ligado al comercio intrafirma de EU y por tanto, desvinculado de las cadenas productivas nacionales creadoras de valor agregado mexicano, fenómeno que relacionado íntimamente con el crecimiento exponencial de las plantas maquiladoras en las ciudades fronterizas mexicanas como Juárez y Tijuana durante la segunda mitad de la década de 1990.[11]

En el caso mexicano, para los miembros de la oligarquía el TLCAN no sólo sirvió para acceder a materias primas más baratas y altamente subsidiadas en los mercados de EU y Canadá como se abordó en el caso agroalimentario atrás expuesto. También favoreció la exportación de materias primas y productos de escasa industrialización, ambos dependientes de la explotación de la mano de obra y recursos naturales; además de la intermediación y/o representación de las corporaciones estadounidenses en el país, con todo y las jugosas comisiones que dejan. Y en el ámbito gubernamental y de finanzas públicas, la apertura e integración con EU habría permitido financiar el déficit de cuenta corriente mediante la entrada de Inversión Extranjera Directa (IED) y la colocación de bonos de deuda en el exterior, hechos que ya se presentaban con bastante seriedad desde antes de 1994. Por ejemplo, el déficit de 1993 que ascendía a más de 25 mmdd se habría nivelado con la entrada de casi 23 mmdd de IED e inversión de cartera[12], pero que a la postre desatarían una de las mayores crisis financieras en la historia: el mal llamado error de diciembre.

Mientras los altos capitales de ambos países han gozado de condiciones excepcionales para aumentar sus riquezas, las clases trabajadoras en ambos lados del Bravo han sufrido las consecuencias. Para los trabajadores de EU, por ejemplo, el traslado de muchas plantas al exterior en pos de salarios más bajos habría significado el cierre de miles de fuentes de empleo, siendo el caso paradigmático Detroit, la antigua capital mundial del automóvil que tras ser la ciudad más próspera de EU hace medio siglo, en 2014 presentaba tasas de desempleo cercanas al 20% que en conjunto con otras circunstancias la obligaron a declararse en quiebra.[13] Esos trabajadores, los perdedores de la globalización al interior de EU, habrían sido la base del trumpismo, entendiendo el surgimiento de este fenómeno como un nuevo despertar en EU como lo señala Alfredo Jalife-Rahme.[14]

En el caso de nuestro país, para el común de los mexicanos el TLCAN trajo consigo funestas consecuencias que se sintieron con mayor profundidad en el campo. En las comunidades agrícolas la producción de granos y alimentos en México se desplomó bajo el peso de la competencia altamente tecnificada y subsidiada de EU, haciendo que la dependencia alimentaria del país pasara del 10 al 43% tras dos décadas de implementado el tratado y creando una grave crisis de obesidad entre la población.[15] Ello obligó a millones de campesinos a migrar, principalmente a EU, convirtiendo a México en la nación que más ciudadanos expulsó del mundo en 2012.[16] Adicionalmente, la apertura indiscriminada llevó a la quiebra a gran parte de los pequeños y medianos empresarios nacionales de los que depende el mayor porcentaje de empleos del país, impulsando el sector informal de la economía (de la cual el narco es la actividad estrella); y vulneró la soberanía e independencia al traspasar a manos privadas nacionales y extranjeras complejos territoriales sobre los que se asientan puertos, aeropuertos, reservas minerales, carreteras, ferrocarriles, industria de máquinas-herramientas y petroquímica.

En fin. Eso es lo que nos piden defender de forma acrítica EPN, Luis Videgaray, Ildefonso Guajardo y la oligarquía del país a través de sus voceros en los medios de comunicación. Su proyecto de clase.

Reflexiones finales

Puede parecer muy complejo y difícil de entender, sobre todo cuando nos encontramos inmersos en la dinámica analizada, pero hay ocasiones en la historia que las humillaciones y tragedias históricas ayudan a los pueblos para recordar su grandeza y enderezar el rumbo. A China, por ejemplo, la invasión japonesa y las masacres sufridas durante la segunda guerra mundial le sirvieron como catalizador de las fuerzas internas acumuladas durante décadas a fin de reinventarse y terminar “el siglo de la humillación” iniciado con su derrota en “las guerras del opio”.

La historia misma de nuestro país también podría ejemplificar el fenómeno. El nacionalismo revolucionario que definió gran parte del siglo XX mexicano y cuyos pináculos fueron la Constitución de 1917 (misma que acaba de cumplir 100 años hace unos días pero ya hecha pedazos por las contrarreformas neoliberales) y la expropiación petrolera de 1938, no podría entenderse sin el sentimiento de aversión hacia EU provocado por el injerencismo del embajador Henry Lane Wilson y las agresiones militares sufridas (la ocupación de Veracruz y la expedición punitiva contra Villa).

Así, con toda su desfachatez y prepotencia, Trump en última instancia ha desfondado brutalmente a la oligarquía mexicana, exhibiendo su altísimo grado de entreguismo que resulta incompatible con la memoria histórica del pueblo mexicano. Y entre más radical sea la postura del magnate convertido en presidente, mayor será el renacimiento del nacionalismo al sur del Bravo y la desnudez de aquellos que entregaron al país con tal de defender sus intereses de clase.

Basta recordar que una de las generaciones más gloriosas de nuestra historia, los liberales del siglo XIX, son en cierta medida hijos de la catástrofe protagonizada por Santa Anna y los polkos en 1847-48.

Edgar A. Valenzuela: Politólogo egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Notas:

[1] Cancela Peña visita a Trump. Diario La Jornada, 26 de enero de 2017. Consultado en línea en: https://goo.gl/AQRBnp
[2] Fazio, C. (2013) Terrorismo mediático. La de enero de construcción social del miedo en México. Debate. México, D.F. 2013.
[3] Saxe, J. (2002) La compra – venta de México. Plaza & Janés Editores. México, D.F. Pág. 45.
[4] Faux, J. (2008). La Guerra Global de Clases. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, D.F. Pág: 33.
[5] La injerencia del Pentágono en el Ejército Mexicano, descrita y analizada en “El tercer vínculo”, de Carlos Fazio, Revista Proceso, 30 de noviembre de 1996. Consultado en línea en: http://bit.ly/2dIMVG1
[6] Faux, Op. Cit.
[7] Ortiz, A. (1998) Política Económica de México: 1982 – 2000. Editorial Nuestro Tiempo. México, D.F. 1998. Pág: 132.
[8] Saxe, Op. Cit. Pág. 43.
[9] Idem. Pág. 254.
[10] Ibidem. Págs. 135-135.
[11] López, J. & Rodil, Ó. (Enero – Abril 2008). Comercio intra-industrial e intra-firma en México en el contexto del proceso de integración de América del Norte (1993-2006). Economía UNAM, 13, pp. 86-112. Consultado en línea en: https://goo.gl/UCFC1M
[12] Cifras ofrecidas por el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas con datos de Banxico.
[13] Detroit, una ciudad en bancarrota. Telesur, 3 de noviembre de 2014. Consultado en línea en: https://goo.gl/CrWd6F
[14] Jalife-Rahme, A. Trump y Sanders: ¿Nuevo despertar contra Wall Street y su globalización? Diario La Jornada, 8 de mayo de 2016. Consultado en línea en: https://goo.gl/BBAADA
[15] Dependencia agroalimentaria pasó del 10 al 43% en 20 años. El Financiero, 28 de octubre de 2014. Consultado en línea en: http://bit.ly/10xnOAa
[16] México, campeón mundial en expulsar migrantes. El Siglo de Durango, 19 de diciembre de 2012. Consultado en línea en: https://goo.gl/3lfFcc

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