1.9.10

Nuestra traición

Marco Rascón

¿Qué somos como nación, si por anexarnos hemos traicionado el precepto primero de nuestra Constitución y masacramos a los esclavos modernos, migrantes, víctimas de la destrucción de sus naciones por la globalización imperialista y el enfrentamiento norte-sur?

“Artículo 1. En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los casos y con las condiciones que ella misma establece.

“Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos del extranjero que entren al territorio nacional alcanzarán, por este solo hecho, su libertad y la protección de las leyes.

Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.

Los 72 migrantes asesinados son la consecuencia de nuestra anexión a América del Norte. Voluntaria o involuntariamente fuimos anexados y convertidos en el gran muro de contención de Estados Unidos frente a Latinoamérica. En 17 años nos transformamos de hermano mayor en policía migratoria del norte.

Los 72 migrantes asesinados, más todas las vejaciones a los migrantes del Suchiate al río Bravo en esos años, constituyen el costo que hemos pagado para ser aceptados como parte de América del Norte y en pago de nuestra traición a América Latina. No es una responsabilidad sólo de Estado, sino de nación.

Los 72 migrantes asesinados muestran lo que hoy somos. El resultado del consenso de las fuerzas políticas, todas, que decidieron cambiar nuestra espalda mojada, por la espalda del que huye de los suyos.

Los 72 migrantes asesinados son la expresión del racismo mexicano que se ha expresado lo mismo contra los derechos indígenas y ahora contra los migrantes. México es hoy la tierra del genocidio, el paramilitarismo encubierto, el crimen, el origen de los virus y las epidemias. ¿Cómo luchar contra la ley SB 1070 y calificarla de nazi, si México es el holocausto, los trenes de la muerte y los ranchos del exterminio?

Los 72 migrantes asesinados y los sicarios que los masacraron son la fantasía del alguacil de Arizona, Joe Arpaio, y todos los cazainmigrantes en Estados Unidos. ¿Qué mayor apoyo al racismo y la xenofobia que la aplicación del terror en el patio trasero antes de la llegada y sin ninguna responsabilidad para los genocidas? En la frontera norte somos víctimas, en la sur, los victimarios.

Los 72 migrantes asesinados lo fueron, según la versión oficial, porque se negaron a colaborar con el crimen organizado. La explicación es boba, pues suponiendo una larga fila donde se preguntaba a cada uno su decisión de vivir como sicario o morir como desconocido, ¿cuántos sí decidieron salvar la vida? O morir fue decisión por consenso.

Los 72 migrantes asesinados y el holocausto migrante en México no necesita leyes ni tribunales; no necesita apelaciones, ni disputas constitucionales sobre derechos: con el terror de México basta y los trenes de la muerte mexicanos se logra más que la iniciativa de la gobernadora de Arizona. Los cuerpos no estaban para incinerarse en hornos crematorios, sino para exhibirse y contener la migración al norte.

Los 72 migrantes asesinados son la vergüenza de nuestro bicentenario. Si el Grito de Dolores tuvo repercusiones desde el medio oeste norteamericano hasta Panamá como espíritu de liberación contra la corona española, hoy la vejación y el crimen de migrantes latinoamericanos es un mensaje de terror que nos identifica como lacayos del imperio.

Los 72 migrantes asesinados son la señal más clara de la profundidad de la crisis económica en Estados Unidos y, por tanto, del ascenso del racismo. Es un acto de colaboración mexicana a ese país, poniendo a su servicio la guerra contra el crimen para frenar la migración y presión sobre su frontera. Es la renta del patio trasero. Es la negación de nuestra tradición diplomática que abrió las puertas al exilio español, judío, árabe y latinoamericano tras las guerras y las dictaduras. Es la entrega de nuestro destino e historia. Por eso hoy no somos nada.

Los 72 migrantes asesinados en México es una obra obscura, alianza de los rangers de Chiapas con los de Texas y Arizona. Es el resultado de una mentira de las potencias que no asumen que sólo pueden sostener sus economías con trabajo ilegal y esclavizando.

Conclusión: no aceptemos ya versiones de policía, cuando la causa es el desplome moral de la nación mexicana. México a 200 años de su Independencia está muerto y sólo puede resucitar si buscamos la verdad.

Hace tiempo, no mucho, éramos una nación respetada. Hoy todo es falso: la violencia es política de Estado; nos inventan democracias, candidatos y falsas alternativas, cuando todos son lo mismo.

Los 72 migrantes asesinados es una traición a nosotros mismos.

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