18.6.10

Reacomodo mafioso de fuerzas al interior del bloque en el poder

Mexico
Antonio Mora

Presentación

El gobierno de los EE.UU. asume el mando operativo y territorial de la seguridad nacional del vecino país al sur de su frontera. Los herederos del pueblo azteca son mudos y tele-pasivos testigos de la virtual puertorriqueñización de México. Se instaura de facto, un estado de excepción y se suprimen las garantías individuales de los ciudadanos. Se consolida en México un estado de contrainsurgencia y se profundiza el neoliberalismo, proyecto capitalista que ya en el año 2008 mostró su agotamiento estructural en el mundo entero.

Se afianzan las únicas y preponderantes políticas públicas: la corrupción y la impunidad. También se desmantela a la nación entera: se venden a precio de saldo los bienes y los recursos naturales y se privatizan todos sus servicios públicos. La soberanía nacional, el nacionalismo y los valores emanados de la revolución, que en el siglo pasado dieron sentido de pertenencia e identidad, son enviados al baúl de los odiados recuerdos para los actuales gobernantes en turno (herederos éstos de la oligarquía criolla novohispana y los voraces hacendados del norte del país).

Ahora bien ¿Cómo interpretar el actual período en México? ¿Cómo explicar el reciente sainete mediático de la desaparición del sr. Diego Fernández de Cevallos? No es fácil vencer la tentación de sustituir un riguroso análisis de período con ingeniosas ocurrencias que tan sólo retoman hechos aislados, con las jocosas anécdotas de los personeros de la clase política o con las babeantes aseveraciones de los “analistas” televisivos. Vayan estas líneas con el propósito de contribuir a un impostergable y sano debate de las ideas, así como a la construcción del pensamiento crítico.

Postura

No comparto la postura de quienes, tal vez confundiendo sus legítimos anhelos personales con un análisis estructural riguroso desde el materialismo histórico, repiten desde hace diez años que el sistema de dominación mexicano “se encuentra en crisis”.
¿Acaso asistimos a un período de ingobernabilidad en México? ¿Las reformas estructurales más recientes en materia energética y fiscal encontraron una férrea resistencia popular? ¿Qué premisa del capitalismo neoliberal ha sido tan siquiera amenazada desde la llegada de la ultraderecha neocristera del bajío a la titularidad del poder ejecutivo? ¿Es lo mismo falta de legitimidad que ingobernabilidad? ¿Acaso alguien esperaba ver al frente de la presidencia a un estadista? ¿No siguen siendo los procesos electorales los legitimadores del poder? ¿Dejaron ya los partidos de ser la representación de la delincuencia organizada y quienes se reparten con mexicana alegría buena parte del erario y los cargos públicos? Duele decirlo, pero presenciamos el ocaso de la nación mexicana. Ocultarlo detrás de la retórica ideologizada del altermundismo tan sólo impide al pueblo mexicano construir alguna salida digna, que organice estratégicamente el descontento popular.

Ni el sistema de dominación perdió fuerza ni está en crisis, se encuentra inmerso en un reacomodo mafioso entre sus distintas facciones. No confundamos nuestros legítimos deseos personales con los hechos reales. Al realizar análisis e interpretación de período utilicemos la cabeza, no el estómago. Decir que México tiene al frente del poder ejecutivo a un psicópata borrachín no es faltar a la verdad, pero ello no es suficiente para explicar la creciente militarización de las relaciones sociales, la inseguridad pública y la desatada actividad de la delincuencia organizada. Hace falta desentrañar las condiciones estructurales que expliquen el comportamiento del estado mexicano y el de sus instituciones de gobierno.

Los enroques al interior del gabinete del poder ejecutivo, en particular el nombramiento del sr. Fernando Gómez Mont (abogado subordinado a los gansteriles negocios del sr. Fernández de Cevallos) al frente de la Secretaría de Gobernación, representan un reacomodo mafioso de fuerzas al interior del bloque en el poder, para acelerar el inminente proceso de consolidación de un estado de contrainsurgencia en México; privilegiando a las facciones vinculadas al capital financiero de los EE.UU. y al de España; además de otorgar un privilegiado espacio social y mediático a los personeros emanados del yunquismo.

Es decir, México transita por una rearticulación mafiosa de fuerzas al más puro estilo de las mafias italoamericanas de los años 30s y 40s en los EE.UU., empleando los códigos utilizados por éstas: lucha sangrienta por los territorios y por las ilícitas ganancias derivadas de la delincuencia organizada; el combate por apadrinar los cárteles así como por asegurar la corrupción y la complicidad del poder político en todos sus niveles. Dicho sea en un comprensible castellano, significa una rearticulación de las diferentes fuerzas que conforman el sistema de dominación.

Ya no me extiendo en este tema, le doy puerta por el momento señalando que la derecha llegó al poder desde 1982 y ésta se consolidó con el salinismo. Después, en el año 2000 quien tomó la titularidad del poder ejecutivo federal fue la ultraderecha neocristera del bajío. La clase política contiene en su interior a un muy reducido número de personeros e instancias quienes realmente son los que toman las decisiones que definen el rumbo de México. La ultraderecha neocristera del bajío ha consolidado su hegemonía al interior de la clase política e impone el ritmo requerido para instaurar un estado de contrainsurgencia. A los interesados en profundizar lo referido a la conformación del sistema de dominación, los remito a la noción de “clase política y clase reinante” que de manera lúcida ha expuesto el sociólogo e investigador de la UAM, Jaime Osorio.

10 tesis de período

10 son las tesis que pongo a consideración del paciente lector, mismas que buscan interpretar el sentido estratégico del actual período en México, el orden es arbitrario:

1- Refuncionalización del sistema de dominación.
2- Institucionalización de los poderes fácticos.
3- Profundización estructural de la dependencia.
4- Instauración mediática de la democracia representativa liberal como único
sistema político autorizado.
5- Aprobación legislativa de la tercera generación de reformas estructurales.

6- Consolidación de la ultraderecha neocristera del bajío al interior de la clase
política.
7- Cerco y aniquilamiento del descontento popular.
8- Organización de la base social conservadora.
9- Descomposición social.
10- Consolidación estratégica del estado de contrainsurgencia.

1- Refuncionalización del sistema de dominación

Si bien en el actual período no se vislumbra en el corto plazo un ascenso en los niveles de movilización y organización sociales, desde el poder prefiguran ya que las reformas estructurales regresivas tarde que temprano terminarán por generar un enorme rechazo popular y se multiplicarán las movilizaciones de los sectores más golpeados por dichas políticas.

A lo anterior debemos sumar que cada vez son más los sectores que, si bien de manera aún desorganizada, empiezan a expresarse al margen de la clase política y su inmoral sistema de partidos. Para la clase política toda es ya alarmante reconocer que en las pasadas elecciones presidenciales del 2006 siete de cada diez mexicanos se abstuvieron de votar. Significativos segmentos de la población más desfavorecida inician ya un proceso de perfilamiento –aún intuitivo- de su verdadero enemigo de clase: el capitalismo neoliberal, la democracia representativa y la delincuencia organizada en partidos políticos.

El arribo de un perfecto tecnócrata formado en las esferas de la economía financiera a la SEDESOL, para conducir la política social del fecalismo dibujan de manera nítida a la ultraderecha: anteayer, programas asistenciales; ayer, limosnas filantrópicas; ahora, atole con el dedo pero sin atole.

La refuncionalización del sistema de dominación es entonces una medida preventiva en contra del ascenso en los niveles de confrontación clasista. La ultraderecha se adelanta a las repercusiones sociales de su política de hambre.

No olvidemos que la estrategia de contrainsurgencia no es sólo la aplicación de una estrategia militar de cerco y aniquilamiento. Es también una estrategia preventiva de conflictos sociales, de la organización independiente del pueblo y de la rebeldía generada por la inmoral concentración de la riqueza

Para atender este escenario social la ultraderecha en el poder busca hoy refuncionalizar su sistema de dominación, pasando del corporativismo priísta-perredista, a la pulverización del tejido social y todo rastro de convivencia comunitaria.

2- Institucionalización de los poderes fácticos

Para efectos del presente análisis de período resulta menester subrayar la institucionalización de los poderes fácticos, es decir, las mafias y los grupos de poder que financiaron la campaña presidencial del sr. Calderón: la delincuencia organizada, el narcotráfico particularmente el cártel del pacífico, el Centro Coordinador Empresarial y la Asociación Mexicana de Bancos, la alta jerarquía católica, el monopolio de los medios de información y reproducción ideológica, la industria del entretenimiento masivo dependiente de los monopolios televisivos, el capital financiero-parasitario-especulativo representado por el FMI, el Banco Mundial y por Banxico, el grupo Carso y su presidente el “hombre más rico del mundo”, las cofradías clandestinas del clericalismo fundamentalista neocristero del bajío, los grandes despachos de abogados quienes al amparo del poder público amasan enormes fortunas, los cuerpos paramilitares armados y entrenados por los poderes caciquiles regionales, las mafias internacionales con franquicias en nuestro país destacadamente la gusanera de Miami).

Desde la llegada del panismo yunquista a la presidencia en México en el año 2000, los poderes delincuenciales y mafiosos – en el mayor de los casos disfrazados de honorables empresarios- , encontraron las puertas abiertas para asumir directamente el control del poder político y así consolidar su presencia, además de asegurar estar presentes cuando los tomadores de decisiones de la clase política (altos funcionarios del ejecutivo, legisladores y altos magistrados del poder judicial) instrumentan políticas públicas, dejando al titular del ejecutivo federal en calidad de vulgar capataz bananero de sus patrones, los verdaderos tomadores de decisiones quienes pretenden imponer su mafioso, regresivo y autoritario proyecto de nación.

Es decir, la población mexicana vive inerme un proceso delincuencial mediante el cual las diferentes mafias amasan enormes fortunas, siempre al amparo del poder político. El actual clima de inseguridad pública y profundo deterioro social en México, son nítidas expresiones de la sanguinaria guerra entre los poderes fácticos por institucionalizarse en las mejores condiciones… la tradicional lucha a sangre y fuego entre los padrinos para congraciarse con el monarca en turno y sentarse a su mesa.

El actual escenario mexicano nos hace rememorar cuando se formaron los estados nacionales europeos en el siglo XVI, las mafias habían logrado internarse en las entrañas de los entonces gobiernos monárquicos… “El origen de la mafia se remonta al siglo XV en España, cuando surgieron sociedades secretas dedicadas a vender protección y a ejecutar atentados, que lo mismo comprendían palizas que asesinatos. Caso típico fue la confraternidad de la Garduña y Honrada Hermandad, cuyo poder llegó a ser de tal magnitud que su gran Maestre […] llegó a ser secretario privado del Rey Felipe III”.

3- Profundización estructural de la dependencia

Tal como se describe en el ensayo Hacia un estado de contrainsurgencia … “la doctrina de contrainsurgencia [...] tiene como tarea prioritaria contener las luchas populares, apuntalar la división internacional del trabajo, establecer la supremacía del capital financiero por sobre el capital-mercancía, recomponer el esquema de dominación y restablecer la hegemonía de los sectores burgueses monopólicos proimperialistas, para llevar adelante las transformaciones estructurales que consoliden la nueva fase del capitalismo financiero: el neoliberalismo”.

Lo anterior se traduce en la urgente necesidad que el poder político y sus familias más prominentes tienen para profundizar la dependencia estructural de nuestra economía al capital financiero-monopólico-especulativo internacional; violentando por completo la soberanía nacional y el orden constitucional. En particular, la actual clase reinante yunquista centra sus abyectos esfuerzos en establecer mayor dependencia hacia el capital neofranquista con sede en Madrid y que tiene como principal publirrelacionista para latinoamérica al patético bufón de la corte bushiana, el sr. Aznar.

A la fecha, el 90% de la industria editorial mexicana está en manos de mercachifles gachupines, el 80% del estratégico sector bancario, el 100% de la distribución del gas estacionario en el D.F., el 50% de las radiodifusoras comerciales; por sólo mencionar algunos sectores de la economía y los servicios en manos de vulgares abarroteros de saco y corbata. La restauración de la Nueva España estaba (y aún continúa) en la mira de la ultraderecha católica española, con la designación del virrey Mouriño, sólo que no contaron con que dicho personaje, además de su novatez en el conocimiento de las cloacas de la nomenklatura mexicana, no contaba con el consenso ni la aprobación de la clase política.

4- Instauración mediática de la democracia representativa liberal como único sistema político autorizado

En la perspectiva de legitimarse socialmente e imponer su concepto de democracia liberal representativa (“democracia de baja intensidad” como la ha bautizado el economista egipcio Samir Amín, concepto de democracia en donde el ciudadano pasa a ser un pasivo consumidor), el estado mexicano ha impuesto a la sociedad toda, el sistema de partidos, la lógica parlamentaria y a los procesos electorales como únicas instancias y momentos en que los ciudadanos puedan ejercer su participación política. Para ello ha contado con el incondicional apoyo mediático de los medios electrónicos televisivos.

En un sector de la población lo ha logrado, en el segmento de los ciudadanos que regularmente acuden a las urnas. Si sumamos los porcentajes obtenidos por el PAN, el PRI, el PVM y el PANAL en el proceso electoral del 2006, el 60% de los votantes optó por una opción de derecha. Siendo precisos y tratando de desideologizar el sentido de estos votos, es viable afirmar que el electorado mexicano es básicamente una población conservadora. Como es también pertinente no confundir el perfil del electorado con el de la población nacional toda.

En los indicadores del proceso electoral del 2006 en México en que el electorado eligió al sr. Calderón como su presidente, se evidencia la perversidad de la democracia que ofrece el capitalismo en su fase neoliberal:

En números redondos en las pasadas elecciones votaron 41 millones de personas, es decir sólo el 39% del total de la población en México. El abstencionismo real fue del 61%, esto es, de cada 100 mexicanos 61 no votaron. 15 millones, 284 mil votantes sufragaron por Fecal, es decir, sólo el 14% de la población total de México. Quiere decir que el 14% de la población total en México elige al presidente de la República. 14 de cada 100 mexicanos eligen al 100% del gabinete, al 100% del cuerpo diplomático. 14 de cada 100 mexicanos legitiman las políticas públicas del poder ejecutivo que habrán de decidir el rumbo económico, el destino de sus recursos naturales y el de su patrimonio cultural.

A estas contundentes cifras el gobierno mexicano y su numeroso contingente de jilguerillos, disfrazados de analistas televisivos, le llaman “democracia”.


5- Aprobación legislativa de la tercera generación de reformas estructurales

Con el actual reacomodo mafioso de fuerzas al interior del bloque en el poder, la clase política busca complacer a los organismos internacionales del capitalismo financiero neoliberal (FMI, Banco Mundial, OCDE, BID), generando las condiciones materiales y jurídicas que le permitan en el corto plazo imponer la tercera generación de reformas estructurales: 1) la privatización de nuestros recursos energéticos, 2) el despojo y la privatización de nuestros recursos naturales y de nuestro patrimonio cultural, 3) la instauración de un esquema fiscal-hacendario persecutorio, 4) la desarticulación de la relación capital-trabajo y la vida sindical, al legalizar la flexibilización y la precarización laborales con la virtual desaparición de la ley federal el trabajo, y 5) una “reforma política” a modo de sus intereses que le permita la reelección indefinida de legisladores, la eternización del corrupto sistema de partidos como única vía de acceso a la vida política, así como la posibilidad de abrir las puertas a las “candidaturas ciudadanas” para la presidencia de la república, ante el enorme desgaste y desprestigio de la actual clase política toda.

Con estas reformas estructurales, que buscan refuncionalizar el modelo de acumulación capitalista, el actual bloque en el poder y en particular la ultraderecha neocristera del bajío, darán la última palada a los logros de la revolución mexicana y a la Constitución. Será su festiva manera de festejar el bicentenario de la independencia y cobrar revancha” de la revolución.

6- Consolidación de la ultraderecha neocristera del bajío al interior de la clase política


La ultraderecha yunquista consolidó su presencia política en México el pasado 2 de julio del 2006, de ser prácticamente marginal hasta hace veinte años, pasó a detentar la titularidad del poder ejecutivo y una considerable proporción del gabinete en turno. La avalancha en favor de “reconocer el triunfo” del candidato de la ultraderecha, para “defender la legalidad y a las instituciones”, así como para descalificar cualquier intento para revertir “su triunfo” fue notorio. La ultraderecha es ya la primera fuerza en el poder legislativo, la segunda en los gobiernos estatales; y asegura un consenso ideológico abrumador entre los líderes de opinión pública de la t.v., radio y medios impresos.

Todavía durante el sexenio foxista, la ultraderecha compartió el poder con los restos del antiguo régimen priísta; ya sea por falta de experiencia en la administración pública, por provenir del ámbito gerencial, así como por carecer de una figura creíble y con autoridad en el poder ejecutivo federal.

En la lógica reaccionaria de la ultraderecha, todo es todo: el gabinete de yuppies del ITAM del sr. Fecal van por violentar el estado laico, por desaparecer la educación pública gratuita, por desmantelar los servicios públicos de salud y de bienestar social que aún subsisten, por eliminar la jornada laboral de 8 hrs., por entregar nuestros recursos naturales y todo nuestro patrimonio cultural a las corporaciones multinacionales. Ya no están ni siquiera interesados en detenerse otorgando concesiones asistencialistas, tan sólo limosnas (teletones, “iniciativa México”), que de paso les sean útiles para limpiar dinero de sus ilícitos negocios, a la vez que se hacen aparecer como “respetables” filántropos.

7- Cerco y el aniquilamiento del descontento popular

Lo sucedido en el mpio. de Lázaro Cárdenas en Michoacán (SICARTSA); en Atenco, EdoMex., y en la capital de Oaxaca en contra de la APPO, apenas iniciado el actual período presidencial del sr. Fecal, no son el resultado únicamente de un abuso de la policía, el exceso en el legítimo uso de la fuerza pública o la violencia ejercida por individuos fuera de control. Los recientes hechos de violencia institucional responden a planeados operativos de contrainsurgencia desde el Estado. Todo operativo de contrainsurgencia lleva implícitos algunos mensajes, así como sus destinatarios.

El estado panista de contrainsurgencia, no permitirá ninguna movilización fuera de los límites institucionales del actual esquema de dominación, entiéndase: la democracia representativa-parlamentaria y su sistema de partidos. El mensaje es claro: “Si no votas, cállate; si no votas, te daremos de palos; si no votas, tu protesta es ilegal; si no votas, no existes en el México democrático”.

Por eso, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco y la APPO en Oaxaca, fueron brutalmente golpeados; porque son un mal ejemplo para el pueblo, de la posibilidad real para detener arbitrariedades y abusos del poder público cuando se cuenta con una respuesta organizada, independiente, decidida y comunitaria.

“¿Quieren ser de Izquierda?”. Para los de arriba sólo existe una izquierda posible: la izquierda parlamentaria, la izquierda descafeinada, “la izquierda moderna” le llama el poder. Todos los demás inconformes están fuera de la ley, son subversivos, terroristas, agitadores profesionales, delincuentes comunes, guerrilleros o trasnochados ultraizquierdistas… “¿Quieren libertad de expresión?”, digan todo lo que quieran, siempre y cuando sea dentro de las campañas electorales (…quien les manda ser nacos, feos y además pobres…).

Todo lo anterior tiene un alto costo político para el gobierno. La doctrina de contrainsurgencia lo sabe, pero valora que una vez logrado su objetivo estratégico (la eliminación de la fuerza subversiva), iniciará su fase de recuperación de base social. Disminuirá la represión hacia la población, para entonces ya aterrada y desorganizada. Es decir, la campaña de cerco y aniquilamiento tiene un plazo determinado. Otra medida posterior a las operaciones de contrainsurgencia son el reagrupamiento y la cohesión de la clase política toda, en complicidad con los poderes fácticos.

Los tres poderes de la unión, los partidos políticos todos, así como el resto de las fuerzas mafiosas que componen el poder tomados de la mano, enalteciendo al “México ganador y emprendedor, que no critica sino que es pro-activo”… y al fondo, proyectándose con sublime música de fondo el promocional propagandístico (al más puro estilo del fascismo) del actual director técnico del combinado futbolero.

8- Organización de la base social conservadora


“La derecha ganó las calles que la izquierda abandonó”, reza una pinta estampada en la descuidada barda de un barrio marginal al sur del cd. Victoria, Tamaulipas, entidad al norte de México. Más allá de la anécdota testimonial, la frase da cuenta de dos fenómenos relativamente recientes en el México contemporáneo: la traición ideológica, el distanciamiento de las luchas sociales y el abandono de sus convicciones de las dirigencias de las izquierdas mexicanas; y por otro lado, la presencia en los espacios públicos, la organización primaria y el posicionamiento mediático de sectores conservadores de las llamadas clases media-alta y alta de la sociedad mexicana.

Segmentos demográficos que hasta hace treinta años permanecían ocultos en las sombras, conjurando desde los templos, algunos centros educativos y varios espacios clericales-yunquistas camuflados de instituciones altruistas: el movimiento familiar cristiano, los boys scouts, la asociación de padres de familia, y otros. Impensable hace treinta años que dichos sectores conservadores se atreviesen a pronunciarse por violentar el estado laico, en contra de la gratuidad de la educación, por reestablecer “derechos” a la iglesia católica, y algunos otras privilegios que la ultraderecha considera les fueron injustamente arrebatados por la chusma revolucionaria durante el conflicto armado 1910-1917.

Ahora es frecuente ver que las calles son tomadas por cientos de personas de las clases media y alta, pronunciándose en contra de la inseguridad pública, por la “paz social” y a favor del reestablecimiento de un régimen de mano dura que ponga orden y progreso. Las iniciativas desde la “sociedad civil” para impulsar proyectos de excelencia y de claro corte de motivacional, de superación personal y de autoayuda, son monopolizados –además de beneficiarse con recursos públicos- por las instituciones de asistencia privada (IAPs), universidades privadas y los patronatos empresariales.

Los obscuros acuerdos que el salinismo estableció con los sectores más conservadores de México para “legitimarse” después del magno fraude electoral que lo impuso al frente de la presidencia en 1988 y que le permitió gobernar así como imponer su neoliberal proyecto capitalista, que no era otro sino el mismo proyecto histórico del panismo (privatizaciones, venta de paraestatales, adelgazamiento del estado y sus obligaciones sociales, mayor peso del sector empresarial en las decisiones de estado, dejar a las fuerzas del libre mercado la regulación de los precios), abrió las puertas para el fortalecimiento de los sectores reaccionarios, quienes ya no se conformaron con ejercer el poder económico desde los entretelones del escenario, sino que decidieron pasar a ser los actores protagónicos, salir a las calles, ganar la plaza pública, los espacios mediáticos e imponer su retrógrado pensamiento decimonónico.

Si la derecha ganó las calles que la izquierda abandonó, también arrebataron las banderas de sus reivindicaciones sociales y hasta sus símbolos, sus emblemas y sus iconos. El pensamiento crítico progresista y de izquierda desapareció y hoy es substituido por un discurso autocomplaciente, light y veladamente atávico. Ahora la ultraderecha también pontifica desde la t.v., la radio, la industria editorial y la prensa escrita. ¿Vox populi vox dei?

9- Descomposición social

El movimiento estudiantil-popular de 1968 generó, más allá de sus palpables consecuencias en el ámbito político, significativas modificaciones culturales en las conductas sociales de su época: revaloración del trabajo colectivo, recuperación de la vida comunitaria, normas de convivencia solidarias y una mayor identificación ideológica de clase. Este impacto social se desarrolló todavía a lo largo de la década de los 70s, década de ascenso en los niveles de lucha y organización sociales en México, con una clara orientación progresista de izquierda y afín a las banderas de las luchas de liberación nacional que se gestaban entonces en buena parte del mundo.

Como vía para golpear, dividir y corromper a amplios sectores de la sociedad y así desdibujar la conciencia de clase emanada del movimiento estudiantil-popular de 1968 y sus secuelas, al inicio de la década de los 80s. el estado mexicano y sus instituciones, además de la industria televisiva del entretenimiento, se dieron a la tarea de fracturar ese tejido social. El patrón de acumulación capitalista en México pasó de ser una economía productiva exitosa en los 50s, a una economía parasitaria financiera y de servicios; estudiar una carrera universitaria dejó de ser una vía de ascenso social. La otrora pujante clase media pasó a ser una categoría cultural más que económica.

A la postre, este proceso de pauperización social y de proletarización intelectual, generó una lumpenización creciente, la enajenación y la nembutalización masiva de la población; se instauraron generaciones de gringos nacidos en México. Proliferó el aislamiento, la individualización, el canibalismo social, el valemadrismo militante, la corrupción como elemento de unidad nacional, la violencia desenfrenada en la convivencia cotidiana, la agresividad patológica y en general se prohijó a una sociedad de adolescentes mentales, frustrados y con una autoestima debilitada. Se había incubado el huevo de la serpiente. Ciudad Juárez, fronteriza con los EE.UU. en el estado de Chihuahua, es tan sólo un buen ejemplo a escala de este proceso de fractura y descomposición del tejido social.

Estaban creadas las condiciones materiales, estructurales y subjetivas para derivar en el peor de los países posibles: corrupción e impunidad, delincuencia organizada desatada, clase política inmoral, sectores progresistas atomizados, izquierda social inexistente; así como el desencanto, la impotencia, la rabia y el desconsuelo dibujado en el atónito rostro del mexicano.

10. Consolidación estratégica del estado de contrainsurgencia

La doctrina de contrainsurgencia es la aplicación a la lucha política de un enfoque militar. Además, tiene como propósitos centrales a saber tres: el cerco y el aniquilamiento, la conquista de base social y la institucionalización autoritaria de la democracia liberal representativa. La doctrina de contrainsurgencia ve al adversario como al enemigo al que no sólo debe derrotar, sino aniquilar.

La doctrina de contrainsurgencia fue diseñada por el Pentágono, en los EE.UU., con base en la experiencia francesa en Argelia e Indochina. Consiste en la represión sin límites, utilizando cualquier método que pueda ser eficaz para combatir a las fuerzas subversivas (la tortura, la desaparición, la infiltración, la confusión psicológica), con el propósito de desmoralizar, amedrentar y eliminar físicamente a grupos y comunidades completas; descubriendo su estructura organizativa, dirigiendo sus operaciones hacia el aniquilamiento sistemático de sus direcciones y mandos medios. Lo anterior tiene un alto costo político para quien lo practica. La doctrina de contrainsurgencia lo sabe, pero valora que una vez logrado su objetivo estratégico, es posible iniciar la fase de recuperación de base social entre la población para entonces ya aterrada y desorganizada. Es decir, la campaña de aniquilamiento tiene un plazo determinado.

Resumiendo: el estado de contrainsurgencia es un estado corporativo, entre el capital monopólico-financiero y las Fuerzas Armadas; independientemente de la forma que asuma ese Estado. Así, la toma de decisiones se desarrolla al margen de las demás instituciones y poderes del estado burgués.

Las dictaduras militares en América Latina de los años 60s a mediados de los 80s fueron entonces un requerimiento para apuntalar la división internacional del trabajo, la cual estableció la supremacía del capital financiero por sobre el capital-mercancía. Era imperativo para las burguesías criollas dependientes y el imperialismo, envueltos en una crisis prolongada del sistema capitalista, una reorganización de la producción, entregar la mano de obra a la superexplotación, poniendo como condición la destrucción de las organizaciones de clase.

La doctrina de contrainsurgencia en América Latina en dicho período, tuvo como tarea prioritaria contener las luchas populares, recomponer el esquema de dominación y reestablecer la hegemonía de los sectores burgueses monopólicos proimperialistas y llevar adelante las transformaciones estructurales para imponer en el continente la nueva fase del capitalismo financiero: el neoliberalismo. Los aparatos represivos constituyeron ya no sólo la columna vertebral del Estado, sino también su cerebro, el eje de articulación del sistema de dominación en su conjunto.

Si bien en México la doctrina de contrainsurgencia en dicho período no adquirió la forma de dictadura militar, en cambio sí asumió todas las fases de un estado de excepción: supresión de libertades individuales, represión selectiva, detención, desaparición y tortura; asesoría, entrenamiento e intervención disfrazada de las FF.AA. del imperialismo gringo; aniquilamiento físico de agrupamientos rebeldes y organizaciones de clase. Incluso se llegó a instrumentar acciones de baja intensidad (aldea arrasada, instrumentada en Viet Nam) que consistió en hostigar a la población civil considerada “base social de apoyo” de las fuerzas subversivas. En el estado de Guerrero familias y comunidades enteras de la zona de Atoyac de Álvarez fueron literalmente borradas del mapa.

La violación de los preceptos más elementales de la ideología burguesa tenía que hacerse en nombre de esa ideología. Se suprimieron las garantías y los derechos ciudadanos bajo el pretexto de defender a esas garantías y a esos derechos. Se instaura un régimen de terror institucionalizado por “el bien de la paz social”.

Decenas de jóvenes, quienes vieron cerrados todos los espacios legales para su participación social, fueron detenidos, torturados y aún desaparecidos por el único delito de repartir propaganda en alguna zona fabril, hacer una pinta o realizar un mitin relámpago. El estado mexicano instrumentó entonces una estrategia de contrainsurgencia contando para ello con la complacencia y complicidad del imperialismo gringo; para ello envió a oficiales a la Escuela de las Américas en el Canal de Panamá para su entrenamiento, también a la academia militar de West Point e incluso contó con la asesoría y el pertrechamiento del ejército de Israel en tácticas de contrainsurgencia urbana.


A continuación enlisto los rasgos de la contrainsurgencia, recuperando el registro testimonial y de observación, así como algunas fuentes documentales:


Operación articulada con mando único, de los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal); así como para coordinar a las distintas instancias castrenses.


Criminalizar la pobreza, al dirigir el operativo hacia sectores depauperados.

Cerco y aniquilamiento, destinado no sólo ha golpear o propinar un susto, sino expresamente para desmantelar por completo a una organización social; al reducir, eliminar y aún encarcelar a sus dirigentes y mandos medios.

Sembrar un clima de terror y pánico entre la población; que construya un imaginario colectivo de impotencia, orfandad y vulnerabilidad absolutas. Se trata aquí de dar una lección ejemplar a la población.

La infiltración, la detención, la tortura, la confusión ideológica y la persecución indiscriminada.

La desmoralización, el amedrentamiento y la humillación, al individualizar las detenciones y los interrogatorios.

La militarización de las relaciones sociales, al acostumbrar a la población a la presencia de cuerpos policíacos y militares en las calles para resolver conflictos del orden jurídico y aún civil.

La supresión de garantías individuales y los derechos humanos, estableciendo de facto un estado de excepción, un virtual estado de sitio.

La utilización de un lenguaje característico de la doctrina de seguridad nacional: “estado de derecho”, “nadie por encima de la ley”, “actuó la fuerza pública para traer la paz”.

La conformación de grupos paramilitares, para que sean éstos quienes hagan el trabajo sucio, sin que pongan en evidencia al ejército.


El control absoluto de los medios de información, para ocultar la verdad, además de difundir la propaganda oficial.

Articulación militar extraterritorial y subordinación logística a los mandos militares del Pentágono, EE.UU.

Bendición de la alta jerarquía católica, como instrumento de consenso social.


Propaganda discursiva de la contrainsurgencia: unidad nacional, estado de derecho, orden y progreso; además de provocar el odio clasista y el fundamentalismo.

Las fuerzas militares, tanto regulares como los grupos paramilitares, se comportan como ejércitos de ocupación; quienes tomarán como botín de guerra a las mujeres, los bienes materiales y aún las vidas de seres humanos.

Virulento embate en contra de las instituciones y sus preceptos republicanos: el estado laico, la educación pública, la soberanía nacional; así como la agresión directa en contra del mundo intelectual, la producción cultural, el conocimiento científico y la generación de expresiones artísticas al margen de la industria televisiva.

Descomposición social generalizada: lumpenización, valemadrismo, desconsuelo, impotencia; desintegración familiar y comunitaria, delincuencia hiperviolenta, feroz competencia individualista.

Acompañando estos rasgos distintivos, siempre va también el ejercicio de la democracia representativa, en su actual versión neoliberal: la democracia de baja intensidad, es decir, un concepto de democracia en donde el ciudadano pasa a ser un pasivo consumidor. Salvo contadas excepciones, el estado de contrainsurgencia combina la brutal represión con medidas de legitimación social. Para ello, siempre ha contado y contará, con la complicidad mezquina de antiguos dirigentes democráticos y de izquierda, dispuestos a traicionar sus convicciones ha cambio de migajas del poder.

Sin la aprobación del Congreso, el gobierno de Fecal ya instrumenta el Cuerpo Federal de la Policía, bajo un esquema semejante al de los marshall en EE.UU., esquema diseñado con la supervisión de la Guardia Civil española, el FBI y la policía francesa. Con mando único, la nueva policía podrá realizar un gran despliegue de elementos con alta capacidad de operación y detención inmediatas; estableciéndose para ello células de inteligencia en todo el país (C4, centros de control e investigación policíaca). Para alcanzar tal propósito, ya se trabaja en la integración de una base de datos única, en un mapa georreferencial de la rebelión.

La doctrina de contrainsurgencia, a veces inventa escenarios de pánico colectivo para medir la respuesta social. Otras veces aprovecha sucesos reales intentando avanzar en su proyecto estratégico buscando: atemorizar a la población que buscaría en otras circunstancias una organización independiente propia; consolidar la presencia militar en las calles y espacios públicos; incrementar la doctrina de la "seguridad nacional"; buscar la legitimidad política que la democracia representativa ya no alcanza a otorgarle al poder político; operación articulada con mando único de los distintos niveles de gobierno; sembrar un clima de terror y pánico sociales que construya un imaginario de impotencia, orfandad y vulnerabilidad absolutas; la desmoralización y la humillación colectivas al individualizar las conductas sociales; la supresión de las garantías individuales, estableciendo de facto un estado de excepción; el control absoluto de los medios de información para que sean éstos quienes hagan el trabajo sucio de justificar políticas públicas corruptas e ineficientes; propaganda discursiva de la doctrina de contrainsurgencia: "unidad nacional", “cerremos filas” y “altura de miras”

Ayer fue Díaz Ordaz, hoy se llama Fecal; ayer fue Echeverría, hoy se llama Gómez Mont; ayer fue la brigada blanca, el BARAPEM, los halcones y la DFS, hoy es la AFI, la PFP, el CISEN y los zetas. Ayer fue el delito de disolución social, ahora es el delito de ser pobre. Ayer fue el Yunque, hoy es nuevamente el Yunque.

Otros rostros, otros nombres; un mismo discurso, un mismo propósito: el cerco y aniquilamiento de la resistencia, la insurgencia, la autodefensa y la rebelión legítimas del pueblo.

Epílogo

Sea cual fuere el desenlace del caso Fernández de Cevallos, el suceso forma parte del reacomodo mafioso de fuerzas al interior del bloque en el poder. El grupo delincuencial que perpetró la desaparición envía un claro mensaje al resto de las fuerzas en pugna: “soy la única fuerza capaz de realizar una operativo de tal envergadura y mi capacidad para ejercer la venganza y un ajuste de cuentas interno es infinito”. Por lo demás en esta ocasión el personaje en sí mismo es el mensaje. Se seleccionó justo al más representativo personaje del neo-criollismo de la ultraderecha mexicana: altanero, prepotente, soberbio y clasista.

De paso y no como algo aleatorio, se le golpea en donde más le duele a la figura retenida: en su desmedido orgullo y en su patrimonio mal habido. Ambos rasgos los conoce a la perfección quien realizó con milimétrica planeación la oportuna operación. En sí mismos ambos logros constituyen no sólo el mensaje sino también el modus operandi.

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Agradezco la valiosa colaboración de la politóloga mexicana Mariana Ramírez, sin cuya aportación el presente ensayo se hubiese privado de una mirada tan imaginativa como creativa.

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