12.7.25

¿Prosperidad compartida?

Raúl Romero


En 2013 el Banco Mundial (BM) integró entre sus objetivos un concepto que desde la década de los 90 venía ganando adeptos: Prosperidad compartida.

Junto con otras instituciones multinacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial se han encargado de orientar la política económica del orbe, garantizando la expansión y primacía de los intereses privados de Estados Unidos y sus aliados; encontró en la prosperidad compartida una "idea fuerza" para acompañar otras metas que se venían imponiendo décadas atrás, por ejemplo el crecimiento económico sostenido.

Al igual que otros propósitos promovidos desde instituciones financieras internacionales, la prosperidad compartida se plantea como finalidad que los países que se han caracterizado por un crecimiento económico impulsen el aumento de los ingresos de la población más pobre, contribuyendo a reducir las grandes brechas de desigualdad; lo anterior, sin atentar contra las clases dominantes y mucho menos contra el sistema capitalista. Una ambición noble, pero irreal.

Jaime Saavedra-Chanduvi, quien en 2013 fuera director del Departamento de Reducción de la Pobreza y Equidad del Banco Mundial, describió los objetivos de la siguiente forma: “¿La prosperidad compartida implica la reducción de la desigualdad mediante la redistribución de la riqueza? No. Es necesario centrarse primero en aumentar lo más rápido posible el bienestar de los menos favorecidos. Sin embargo, no estamos sugiriendo que los países redistribuyan un "pastel económico" de cierto tamaño, o le saquen a los ricos para darles a los pobres. Más bien, estamos diciendo que si un país puede aumentar el tamaño de su pastel y, al mismo tiempo, compartirlo de manera que aumenten los ingresos de 40 por ciento de su población más pobre, entonces está avanzando hacia la prosperidad compartida. De modo que el propósito combina los conceptos de aumentar la prosperidad y la equidad”

Desde su campaña a la Presidencia de México, Claudia Sheinbaum abrazó el concepto de prosperidad compartida, convirtiéndolo en uno de sus lemas de gobierno. En lo que va de su gestión lo ha reforzado con otras ideas e iniciativas que apuntan en la misma dirección. Tanto en el Plan México: Estrategia de Desarrollo Económico Equitativo y Sustentable para la Prosperidad Compartida, como en el Portafolio para la Prosperidad Compartida se detallan proyectos que, bajo la promesa de aumentar empleo, infraestructura y garantizar programas sociales, siguen refrendando las ganancias de los mega-ricos que invierten en México.

Se impulsan grandes megaproyectos iniciados en el sexenio pasado y otros nuevos en todo el país; se fomentan polos alternativos del bienestar, al mismo tiempo que se busca generar la infraestructura necesaria para atraer la relocalización empresarial ( near-shoring). Profundizar el modelo capitalista y propiciarle la infraestructura para que se instale en nuevas regiones donde no había llegado con toda su brutalidad, es lo que eufemísticamente llaman ampliar el pastel.

La prosperidad compartida parece ser más bien una actualización de aquellas teorías que prometían que en el capitalismo se generará tanta riqueza que alcanzará para todos; promesa que la propia realidad se ha encargado de desmentir.

El capitalismo no sólo es un sistema de explotación y dominación que atenta contra pueblos y contra la naturaleza, es también un sistema que genera, profundiza y hace negocio de las desigualdades, uno que genera o refuerza dicotomías como centro –periferia o metrópoli– colonia. Para que existan personas ricas, se necesita de una inmensa mayoría de personas pobres distribuidas en un mismo país o en diferentes regiones del mundo.

Ampliar el pastel para compartir la prosperidad, en los hechos, con-lleva otros peligrosos riesgos, como mayores afectaciones ambientales, incluso en aquellas zonas destinadas a la transición energética, o el aumento de las desigualdades, principalmente para trabajadores precarizados e informales.

La adopción de este modelo por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum ha comenzado ya a mostrar los límites y contradicciones de su gestión.

Frente a la demanda de miles de maestros en todo México de echar abajo la reforma neoliberal al sistema de pensiones de 2007, ella optó por ponerse de lado de los bancos y las Afore que año con año generan cuantiosas ganancias. Frente a la exigencia de miles de trabajadores de reducir la jornada laboral, la respuesta fue llevar la discusión a foros con vías a garantizar esa demanda hacia el final del sexenio. Sin embargo, como bien lo ha denunciado el Frente Nacional por las 40 Horas –que han sido reiteradamente excluidos de dichos foros–, esta es una medida que no puede esperar. La negativa a implementar una reforma fiscal que cobre mayores impuestos a quienes más tienen es parte, igualmente, de esas contradicciones.

Por ahora y bajo este sistema, la "prosperidad" seguirá siendo para unos cuantos. Al capitalismo, aunque le pongan por apellido Bienestar, no oculta su origen ni su futuro: un crimen que se expande.