21.11.14

Cuadratura del círculo o la perversa geometría del régimen político mexicano

Dejan Mihailovic

Ángulo superior derecho: la clase política 

¿Viejos dinosaurios o lagartijas nuevas? Da lo mismo. Envilecidas por el poder, las elites políticas mexicanas mantienen secuestrada la democracia con el propósito de obstruir cualquier iniciativa y participación significativa de la población en los procesos de toma de decisiones sobre la vida nacional. Reducida a un aburrido ritual de contar los votos, la democracia en México funciona como un macabro montaje de ingeniería política de compra-venta de ideas huecas, acciones improvisadas y proyectos políticos detrás de los que se esconde una clase política mayoritariamente inepta y parasitaria. A pesar de no ser un invento exclusivo de la escena política mexicana, el hecho de que los partidos políticos operan como auténticas firmas de negocios ralla al extremo del absurdo. Corrupción explicita, tráfico de influencias, enriquecimiento ilícito, difamación mutua entre los partidos y otros tantos fenómenos que, continuamente, adornan la vida política nacional, mantienen un statu quo en donde la ciudadanía rebajada a una multitud contabilizable asiste a un burdo espectáculo pseudo-democrático en el que salen vencedores muñecos de porcelana hollywoodizados y no los más aptos para ocupar un cargo público. Las democracias consolidadas se caracterizan por una clara diferenciación teórico-práctica entre Estado, gobierno y régimen. Este último hace referencia a un conjunto de pautas que determinan las formas y canales de acceso a los principales cargos del gobierno, las características de los actores admitidos y excluidos a ese acceso, y los recursos o estrategias que pueden emplear para ganar tal acceso (O´ Donnell y Schmitter). Dicho de otro modo, el régimen es un espectro que visibiliza la calidad del gobierno. En México, un sector mafioso ejerce una especie de parapolítica completamente funcional de un régimen autoritario disfrazado de un Estado presuntamente democrático. La ausencia del principio de legalidad, el imperio de la ley y, finalmente, de un Estado de derecho es la principal causa del actual brote de violencia institucional que va más allá de la ley. Es de sobra conocido que el Estado dispone de la exclusividad del uso de la violencia física legitima (Weber dixit). Sin embargo, cuando ese monopolio viola la propia ley en la que se basa y, además, se mofa de los derechos de los ciudadanos, comienza un difícil e incierto proceso de recomposición del orden constitucional en el cual se multiplican vertiginosamente los escenarios posibles. Uno de ellos, y el más deseado por las mayorías en el país azteca en este momento es, precisamente, aquel que implica un definitivo adiós al simulacro democrático a cargo de una clase política cuya fecha de caducidad expira ante nuestras miradas ansiosas de desarrollo, prosperidad y estabilidad.


Ángulo superior izquierdo: la oligarquía posmoderna 

México es un ejemplo por excelencia en el que la total despolitización de la economía se aceptó como si fuera una simple imposición del estado objetivo de las cosas. Pasaron varias décadas, pero el patrón civilizatorio neoliberal y su descabellada utopía global del mercado total sigue en curso y es, una y otra vez, políticamente reajustado y económicamente adaptado a los insaciables apetitos de los dueños de grandes capitales de nuestro país. Un Alien tricéfalo: liberalización (precios), desregulación (capitales) y privatización (bienes públicos) es el juguete preferido de nuestras elites económicas retrogradas, decadentes y envueltas en su delirio cleptocrático que no les permite ver la calle desde los helicópteros, aviones lujosos, yates o carros blindados que usan para recorrer las distancias entre Davos, bolsas de valores, bancos, centros comerciales y otros rincones de una mega burbuja en espera de un piquete definitivo. En algunos casos, la única diferencia entre un “exitoso hombre de negocios” y un vil capo reside en el hecho de que el primero tiene una excelente asesoría legal. Tejida por los escudos familiares, la mayor parte de la red empresarial mexicana del big business está estrechamente vinculada a los grandes capitales extranjeros en espera de una bursatilización definitiva de la riqueza nacional de nuestro país. De nada sirve que se escude detrás de los principios tales como la responsabilidad social corporativa, desarrollo sostenible (por cierto, todo un oxímoron) o la compasión mediatizada vía teletonización de las causas sociales. Desvinculada de la realidad, la oligarquía posmoderna nacional con el domicilio permanente en la opulencia contribuye de manera sustancial al mantenimiento del régimen autoritario, abogando por las libertades (del mercado, claro está), y anulando cualquier posibilidad de control social sobre el capital. La clase política gobernante y la oligarquía posmoderna son la más vulgar expresión de un matrimonio por conveniencia. Unos hacen la política para enriquecerse y otros la practican para conservar y aumentar su riqueza. En este ambiente, las actuales reformas “estructurales” están diseñadas a la medida de las expectativas y necesidades de ambos bandos. Cocinadas en el subsuelo político nacional, estas reformas son bautizadas como “estructurales”, no porque implican un cambio de estructura en los niveles organizacional y operacional, sino porque, al contrario, mantendrán las mismísimas estructuras en las relaciones de un poder coercitivo siempre encaminado a pisotear los derechos de la nación como sujeto político y titular único de nuestro patrimonio.

Ángulo inferior izquierdo: la dictadura mediática 

Para que la clase política y su aliada, la burguesía posmoderna, puedan llevar a cabo su proyecto de poderes ilimitados, se necesita un tercer ángulo (soporte) a cargo de los medios de comunicación ejecutando la tarea, nada fácil por cierto, de adiestramiento poblacional mediante una serie de ejercicios (rituales cotidianos) para impones la disciplina y control. Se dice que un sistema político es tan democrático, en la medida en que es capaz de proveer fuentes de información alternativas a su respectiva ciudadanía (Dahl). En algunos casos, encontrar información verídica, oportuna, contextualizada y más allá del oficialismo administrado, en México requiere a veces, un avanzado dominio de la arqueología. El blindaje institucional del mercado informativo doméstico permite a unas cuantas familias y pandilleros de la información (disfrazados de “líderes de opinión”) usurpar los espacios de la interacción social creando una realidad aparte. Basta pasar cinco minutos ante la pantalla televisiva en cualquier hora del día, para enterarse que los principales problemas de México son la caspa, el villano del “Que pase el desagraciado” o la inconsistencia en el rendimiento de la selección nacional de futbol. La obviedad del rol preponderante que los medios de comunicación masiva juegan en la composición/distribución de los poderes globales, regionales y estado-nacionales en la fase actual del sistema-mundo capitalista, no basta para enmascarar su indiscutible influencia, a menudo decisiva, en la presentación/interpretación y la forma de asentar los hechos en la conciencia colectiva, mediante la dosis diaria del info-entretenimietno suministrado a los consumidores de la información moldeando de manera directa sus estructuras de pensamiento axiológicas, hermenéuticas, epistemológicas o de alguna otra índole. Es por ello que varios estudiosos en el tema, alertan sobre el riesgo de nombrar a las principales cadenas de televisión, radio, prensa escrita o portales de Internet como medios de comunicación de masas, sin antes comprobar que se trata de verdaderos y auténticos vehículos de información que brindan a los ciudadanos un espacio significativo para expresarse y, a la vez, ser informados oportuna y verídicamente. En muchas ocasiones sucede precisamente lo contrario, los así llamados "medios de comunicación masivos" actúan como monopolios de información, mecanismos de control social y poderosos agentes, defensores de intereses particulares totalmente subordinados al gran capital y los centros del poder hegemónico tradicional. Los fenómenos tales como la distorsión, tergiversación o la simple y vulgar mentira han sido acompañantes continuos de la presentación mediática de la realidad nacional montada a la medida de las inagotables necesidades de legitimar lo indefendible (impunidades, injusticias sociales, explotación, marginación, falta de oportunidades, desigualdad y violación del orden constitucional). Confundidos por falta de contexto y mareados por el amarillismo, “los ojos embobinados y cerebros pasteuirzados” (Vázquez Montealbán) del ciudadano “promedio”, prefieren permanecer en el horizonte superficial de un mundo virtual, más allá del tedio de una realidad agobiante y generadora de problemas.

Ángulo inferior derecho: un sistema (des)educativo agonizante 

La “Maestra” se nos fue, pero el albismo continúa. Un último elemento que sostiene al régimen político autoritario/represor en México, es la inexistencia crónica de un proyecto educativo sólido, incluyente, viable, y ajustado a las expectativas de un país con enorme potencial humano. Dicha inexistencia es resultado de un plan que combina métodos de una administración subordinada a los intereses ajenos a los procesos de enseñanza-aprendizaje en todos los niveles, con la ejecución de un despliegue omnipresente del aparato represivo-controlador de los sujetos que protagonizan la experiencia educativa donde sea que esté. La miserable partición (proporcional) del PIB destinada al sector educativo mantiene en rezago a millones de niños y jóvenes del país que, una vez terminando con sus respectivos ciclos escolares, están condenados a enfrentar un mercado laboral cada vez más selectivo y excluyente. La enseñanza básica, media y media superior presentan graves carencias en infraestructura, programas y planes de estudios, preparación y actualización de la planta docente, hecho que coloca a México en los ranking mundiales en materia educativa a la par de los países que padecen el mayor retraso educativo. Por otro lado, el sector de la educación superior acabó siendo presa fácil de un falso debate sobre la privatización. En medio de esta lucha doctrinaria que ha empujado la educación pública al abismo de la escasez y que ha convertido la educación privada en una antesala de reclutamiento empresarial tecno-burocrático en función de las “leyes de mercado”, la posibilidad de reinventar y revitalizar la concepción humanista de la educación basada en la creación intelectual crítica y responsable, abierta y elaborada para atender las demandas de nuestra sociedad se ve considerablemente disminuida. Hoy en día, el régimen invierte todos los recursos disponibles para obstruir la posibilidad de una educación que presupone la integridad ética de los sujetos educativos, la independencia frente a los poderes supremos y la autonomía relativa con respecto al mercado. La apuesta es por un modelo que suspende cualquier intento de generar el pensamiento crítico e independiente, favoreciendo la formación de personas cuya dimensión intelectual quede devaluada y fácil de sustituirse por un complejo de procedimientos y técnicas que programan la obsolencia del libre y creativo trabajo humano (Chomsky). Meta final de ese pseudo-sistama educativo: clonar profesionistas obedientes, ejecutores de decisiones ajenas a la sociedad en su conjunto, productores de riquezas disciplinados y consumidores controlados por un big brother que mueve todas las piezas en un tablero siguiendo sus caprichos y manejando a su antojo el destino de una nación entera.

Epilogo

Un círculo perfecto, símbolo de un gatopardismo perpetuado. Cambios constantes en la superficie, para que la base siga siendo siempre la misma. Pero, el truco ya está descubierto por la mayoría de la población políticamente consciente y éticamente comprometida con un objetivo cuya realización, prácticamente, no implica ningún riesgo. Parafraseando a Marx, lo único que podemos perder son nuestras propias cadenas. Envejecido y senil, el actual régimen político mexicano asiste a su propia cuenta regresiva. Su desarticulación, será lenta, para algunos tal vez dolorosa, pero necesaria si queremos recuperar realmente el control sobre nuestras vidas. Arrebatar la democracia de las manos de una clase política que ya no tiene a quien engañar, someter los capitales de la oligarquía posmoderna a los mecanismos de transparencia y control social, romper los cercos mediáticos que administran el silencio y siembran el virus de la indiferencia y, finalmente, levantar un nuevo sistema educativo que nos devuelva la dignidad y el derecho originario a disentir y romper los limites. El aliado tradicional de ellos siempre fue el miedo, el nuestro siempre fue y será la esperanza. Después de Ayotzinapa, el concepto de crimen organizado jamás será el mismo. Por el simple hecho de que crea un nuevo dilema: ¿crimen organizado.....por el Estado o más allá de él?

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