12.10.14

Ayotzinapa, entre Figueroa y Hank

Irma Eréndira Sandoval Ballesteros

La convicción libertaria del pueblo de Guerrero se yergue de pie frente a la ignominia de la clase política. Las luchas de ese valeroso pueblo que nos diera patria y Constitución han sido traicionadas a manos de un partido construido desde abajo y corrompido desde arriba: el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Se equivocan, sin embargo, quienes buscan en esa entelequia al culpable de la ignominiosa masacre de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.

La  burocracia  perredista  no se  compone  sino  de  viles  operadores  de  los peores intereses neoliberales. Hoy los verdaderos dueños de las rentas políticas y económicas del estado se encuentran en el príismo caciquil y mafioso gestado durante  las décadas  de  los años 70 con la guerra  sucia  y hoy abiertamente coludido con el crimen organizado.

En Guerrero, los apellidos Figueroa, Aguirre, Ruiz Massieu, Juárez Cisneros y otros más evocan lo mismo que los apellidos Hank González,  Montiel Rojas, Peña Nieto, Del Mazo y Chuayffet en el estado de México. Ambos conjuntos de familias,  el  grupo “Atlacomulco”  y la  cofradía  de  los caciques  guerrerenses, nunca han respetado las reglas de la  democracia  y siempre  han mostrado un profundo desprecio para el pueblo mexicano. Ambos grupos son los verdaderos culpables de esta barbarie.

Los heroicos estudiantes  de  Ayotzinapa  representan  el  último  reducto  de quienes han defendido lo que consagra la Constitución: una educación pública, laica  y  gratuita.  Frente  al  neoliberalismo  y  la  privatización  devastadora,  los jóvenes  guerrerenses  han  representado  con  esmero  el  espíritu  de  lucha revolucionaria, cardenista y campesina, esa superioridad moral de la educación humanista que está siendo hoy hostigada con la represión y la muerte.

Son  risibles  las  cobardes  declaraciones  del “Presidente  de  la  República” delegando la responsabilidad en el gobernador,  y éste a su vez ofreciendo “un millón de pesos” para encontrar al alcalde de Iguala.  En el ridículo juego a la “papa  caliente”  que  Enrique  Peña  Nieto  y  Ángel  Aguirre  Rivero  están escenificando, ambos repiten como loros el famoso “¿y yo por qué?” foxista.

La pirámide de corrupción e irresponsabilidad parecería funcionar así: a. El “presidente priísta” le echa la culpa a b. el “gobernador perredista”, y éste a su vez responsabiliza a c., el “alcalde narcotraficante”. “Eureka”, parecen gritar los políticos corruptos:  la  casa  de la  corrupción pública  se  ha salvado porque la responsabilidad ha caído en el ámbito privado, en donde no habría necesidad alguna por rendir cuentas ni ofrecer justicia a nadie.

En eso consiste el verdadero proyecto neoliberal: el vaciamiento del Estado para  convertirlo  en  una  fábrica  de  empobrecimiento,  desempleo,  violencia  y convulsión  económica  y  social,  y  lo  mejor  de  todo  para  ellos,  sin  ninguna necesidad de rendir cuentas. La entrega de pedazos del territorio nacional a los narcotraficantes constituye la contracara del reparto de las reservas petroleras a las trasnacionales rapaces.

Quien  ya  se  frota  las  manos  para  recibir  la  corona  neoliberal  es  el desprestigiado saltimbanqui de  Armando Ríos Piter.  Este  antiguo funcionario foxista y ex asesor de Francisco Gil Díaz, a quien le encanta departir y convivir con Peña Nieto y Emilio Gamboa Patrón, tiene claros vínculos con los peores intereses del estado y una convicción neoliberal a prueba de todo. La llegada de una persona de este perfil a la gubernatura del estado solamente podría empeorar la situación.

El  estado  de  derecho  yace  masacrado  en  nuestro  país,  no  en  una  fosa clandestina, sino en la fosa común del neoliberalismo y el racismo. Es obligación de todos apoyar a los jóvenes de Ayotzinapa y al pueblo e Guerrero para exigir justicia y gritarle fuerte a este desgobierno entreguista: “¡Que se vayan todos!”

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