21.3.14

Las cinco fracturas de las autodefensas


MÉXICO, D.F. (apro).- La detención de Hipólito Mora –uno de los líderes de las autodefensas michoacanas– por parte del gobierno federal evidenció algunos de los grandes problemas que enfrentan las guardias comunitarias. De su resolución depende no sólo la victoria de los inconformes, sino su supervivencia y la naturaleza de la futura lucha antinarco. He aquí cinco de los grandes retos que afrontan.
La infiltración
Mora ha aceptado que uno de sus mayores errores fue permitir y fomentar la entrada de extemplarios a las autodefensas. Los “buenos” usaban a los otrora narcos como “carne de cañón” en los combates y para obtener información del cártel. Es el caso de Simón El Americano, cuya pelea con Mora derivó en el encarcelamiento de este último. El caso de El Americano no es un hecho aislado. Sistemáticamente, ciertas facciones de las autodefensas abrieron la puerta a redimidos. Esto significa dos problemas: Los “pentiti” podían ser infiltrados del narco (sea de Los Templarios o de sus rivales, el Cártel Jalisco Nueva Generación), o podían adquirir demasiado poder dentro de las guardias. Esta segunda opción encierra también muchísimos riesgos: los exnarcos podían ejecutar “golpes de Estado” y monopolizar los recursos financieros y armamentísticos, entre otros. No hay que olvidar que las autodefensas han argüido que sus arsenales vienen de los decomisos que hacen a Los Templarios…. Y quienes mejor sabían dónde estaban las bodegas de fusiles eran los arrepentidos.

La situación, pues, es sumamente grave para las autodefensas. De inicio tomaron una mal decisión, que seguirá dando frutos malos. La mayor parte de los comunitarios está interesada genuinamente en recobrar la tranquilidad y repudió esta política de admisión. Eso también genera tensiones entre “la tropa” y los jefes de las guardias. Muy probablemente la fractura sea más grande de lo que parece. Esto puede terminar en una “guerra civil” dentro de una “guerra civil”.
La reorganización
Tras la detención de Mora, el liderazgo (al menos el mediático) vuelve a recaer en el doctor José Mireles, que había dado un paso atrás después de que sufriera un accidente aéreo y tuviera diferendos con otros jefes por difundir posicionamientos no consensuados. En este contexto vuelve a ser la principal figura del levantamiento. Él lo sabe y sus acciones y discursos han ido encaminados a este fin. No es una tarea fácil. Los infiltrados y los cárteles querrán mover ficha e incluso guardias “legítimos” pueden ver la ocasión de hacerse con parcelas de poder, que les permitan allegarse de recursos.

¿Quién decide ahora cómo se regresarán las propiedades arrebatadas al narco?, ¿cómo funcionará la comunicación en la línea de mando? Y otra pregunta que será central: ¿Se respetará el proyecto estratégico perfilado durante la jefatura de Mora o habrá cambios? Y si este es el caso, ¿qué poder tendrá Mireles para instrumentarlo? ¿Cuánto tiempo le tomará?
La ruptura con el gobierno
La detención de Mora también desató un sentimiento de traición entre buena parte de las facciones de comunitarios. Si es cierta la versión oficial (que coincide con la de Mora), el líder pidió ayuda al gobierno ante un inminente ataque de El Americano. La federación envió un helicóptero a sacarlo del sitio, pero después le informó que estaba detenido. Hace apenas unas horas se le dictó el auto de formal prisión. El encono, entonces, no sólo se desató al interior del movimiento, sino contra los ejecutores de la detención: los soldados y el aparato gubernamental. Así, hasta este jueves sumaban al menos tres balaceras entre comunitarios y Ejército. Tres. Es una cifra pasmosa, que no se había dado ni siquiera antes de que el gobierno legalizara a las autodefensas. En redes sociales ya hay comunitarios que detallan la realización de “operativos” para neutralizar las labores militares.

Esta situación significa un grave retroceso institucional e insufla vida a las versiones de que es la administración de Enrique Peña Nieto la que busca desarticular las autodefensas a la brava. Los defensores de esta teoría aseguran que es más fácil tratar con un cártel (con el que se negocia fuera de la ventana pública) que con un conjunto heterogéneo de gente que exigirá cuentas.
Medios, de la complacencia a la diatriba
El conocimiento  de la crisis en Michoacán está fuertemente ideologizado, entre los medios que rápidamente decidieron dar el beneficio de la duda a las autodefensas y se mostraron a favor, como Aristegui noticias, Proceso y El País, y los que –también de inicio– los vieron con resquemor, como Milenio o Excélsior. Si de suyo entender el tema es complicado, esto le ha agregado otro nivel de dificultad. Así, hacer la comunicación política se ha tornado en una tarea doblemente difícil para los comunitarios.
Asegurar el financiamiento
Las autodefensas dicen que ellas mismas generan los recursos para mantener su lucha. Pero es sabido que empresarios michoacanos, tanto en el país como en el extranjero, están financiando la resistencia. ¿Cómo convencer a esos hombres de negocios de que sigan invirtiendo su dinero en el actor ganador? En una lucha que se atomiza –y que por lo tanto complica su triunfo– es dable pensar que habrá quienes decidan retirar sus fichas, lo que desatará un círculo vicioso desde la perspectiva de las guardias: menos dinero lleva a menor poder de fuego, que lleva a menos resultados y a menor financiamiento.

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