18.2.12

El chantaje castrense a las elecciones

Alberto Pacheco

El acto festivo de la marcha de la lealtad este jueves 9 de febrero y que celebró aquel respaldo que el ejército mexicano dio a Francisco I Madero en febrero de 1913, justo días antes del golpe de estado ejecutado en la Decena Trágica a manos del general Victoriano Huerta, revela y a la vez esconde elementos de análisis de la coyuntura política que esta por celebrarse con la sucesión presidencial. Sin querer caer en la especulación y un falso paralelismo abordaremos elementos políticos que nos ayuden a entender los intereses que están atrás del actual proceso electoral.

Desde aquel estrepitoso descalabro sufrido por el PAN en las elecciones federales intermedias de 2009, Felipe Calderón, como jefe nato del blanquiazul se dedicó a buscar la recomposición de las fuerzas panistas para recuperar terreno ante un PRI que desde aquel entonces se perfilaba evidentemente hacia la recuperación de la presidencia en 2012. Desprestigiado por las insuficiencias del foxismo y tres años de una administración calderonista sin más logros que aumentar los índices de violencia en todo el territorio, el PAN sólo contaba con un instrumento: el ejército en las calles. Que “combatiendo” al narcotráfico los había medio resarcido ante la debilidad y falta de legitimidad que obtuvo el PAN después de su dudosa victoria en los comicios presidenciales de 2006 con el fraude electoral y que llevo a Calderón a los pinos.

Si bien el ejército había sido redimensionado y proyectado en la vida pública y de dirección y gobierno en el país durante el primer trienio calderonista, esta actitud se reforzó con creces en lo que va de la segunda mitad del sexenio. Nunca como antes el ejército empezó a figurar en los principales escenarios políticos nacionales, con discursos dirigidos a la población, impulsado por spots, programas centrales de distintas secretarías como la SS, la SEP y la SEDESO, así como su exagerada participación virtual en escenarios de desastres naturales. Y claro, apoyado por incentivos presupuestales y de orden salarial en todos sus estamentos.

Entendido como uno de los poderes fácticos principales, sino es que el principal, volvió a tener el papel preponderante que había perdido finalizando el primer tercio del siglo XX con el advenimiento del presidencialismo. Hay que recordar que el PRI se había encargado de enlodar el nombre del ejército ante la población al usarlo en la intervención y matanza del 59 y el 68 respectivamente, así como en la rebelión zapatista y las matanzas en guerrero y Chiapas en la guerra sucia, imagen aún hoy impopular por su actuar en esos escenarios fundamentalmente.

Así, el PAN, más que a la iglesia, ha colocado al ejército codo a codo al lado del presidente para gobernar el país en los hechos, cuestionando recurrentemente a las instituciones y en primer lugar al Congreso por la debilidad que ha presentado este para poder legalizar desde reformas el papel del ejército en las calles para sustituir paulatinamente el poder judicial y el ejecutivo sustituyendo las instituciones policiacas o militarizándolas. Una pelea abierta y velada entre las cámaras y el poder ejecutivo aliado con el ejército ha sido la constante en el último periodo.

Pero, ¿es solo una alianza de respaldo y lealtad institucional la que hace el ejército al presidente? ¿Ha sido sólo el fortalecimiento económico del ejército y la necesidad de ser restituida su imagen ante la población lo que ha motivado a la dirección castrense para salir a dar este respaldo? ¿Es en serio la lucha contra el narcotráfico la razón?

Limitarse a dar un sí a estas preguntas es pecar de ingenuidad y de visión de la lucha de clases que se libra en México y de la pugna por el poder que las distintas fracciones de la oligarquía nacional están dirimiendo, así como del papel fundamental que juega la guerra contra el narco para la intervención militar de los EEUU y sus intereses económicos (ver último artículo publicado de Luis Javier Garrido [1] en La Jornada el viernes 3 de febrero de este año).

Veamos, es indudable que el PAN en el poder y la casta de empresarios que lo respaldan, enriquecidos a partir de esta administración, una vez que han probado las mieles del poder no están dispuestos a perderlo, no al menos de manera completa y sin pelear. Por ello se han desatado las fuerzas más oscuras de la derecha (el Yunque entre ellas) que ven en buena medida al ejército como forma de luchar por mantener el poder una vez que en el terreno electoral no las llevan de ganar.

El PRI que en los sondeos y encuestas de opinión encabeza la disputa por el 2012 es la fuerza más preocupada de la actitud sistemática de protagonismo del ejército en las cuestiones nacionales y por supuesto al ir avanzando esta intentona al estar en los hechos en las calles. Hay que recordar que en noviembre del año pasado [2], Peña Nieto en su discurso de registro electoral señalaba que “no permitiremos que nuestra democracia se ponga en riesgo”. Después ante los resultados en las elecciones de Michoacán Calderón denunciaría el 6 de diciembre de 2011 que el crimen organizado está infiltrando las elecciones y que “sólo perjudica al PAN” [3], EPN en respuesta señaló también un día después que esperaba que “estos señalamientos no nos lleven a un escenario de querer conculcar los derechos políticos de la población” [4].

El hecho es que hemos venido observando escenarios políticos donde la ultraderecha está ejecutando su actividad terrorista (el asesinato del joven estudiante Carlos Sinhué en la UNAM momentos antes de la toma de protesta por la reelección de Narro y días después de que este se presentara con una propuesta de seguridad nacional en gobernación, curioso es que el doctor ha dejado de presentarse a dar declaraciones sobre los problemas nacionales; la misteriosa muerte de Blake Mora, el ataque a La Jornada desde la tribuna derechizada de Letras Libres, el asesinato premeditado de los normalistas guerrerenses, la reforma al artículo 24 constitucional, etc., etc.). Vemos una actividad militante y agresiva de las fuerzas mas retrogradas que caracterizan sino a todo el PAN, si a su ala más conservadora quien está al mando de la nación.

Con el discurso de Galván Galván se hilan los cabos: hasta hace poco se hacía alarde desde el gobierno federal de la victoria sobre el narco, de su debilitamiento al abatir (inconstitucionalmente) a los cabecillas del narco. La misma campaña de los medios de comunicación y el Gobierno panista de que “los mexicanos buenos somos más” hacía suponer que la guerra contra el narco se estaba librando, ahora, en los últimos meses estas declaraciones han sido contradichas por sus propios impulsores. El gobierno federal reconoció la muerte de 47000 a inicios de este año y de que iban en incremento, después las declaraciones de infiltración del narco a las elecciones por calderón suponen una alerta nacional y finalmente la declaración del general, que ojo, la hizo él sólo, hacia la población de manera directa en un acto donde ningún otro secretario habló ni el presidente, indicando claro que el ejército se está colocando en un papel de gobernante y administrador ya en los hechos de los problemas nacionales.

El discurso es más elocuente aún. Galván menciona que el crimen organizado ya ha rebasado a las instituciones en algunos lugares del país y por lo que propone al ejército como salvador de la situación. “es menester reconocer que es la seguridad interior la que hoy se encuentra seriamente amenazada” “en algunas regiones del país la delincuencia organizada se apropió de las instituciones del Estado” “es evidente que en aquéllas latitudes del territorio nacional el espacio de la seguridad pública está totalmente rebasado”, demando al congreso reformas en materia de seguridad que permitan “custodiar mejor a la comunidad y preservar la integridad y prestigio del Ejército Mexicano en el combate al crimen organizado”, señalando que “también es lealtad proponer y solicitar respetuosamente reformas al marco legal vigente”.

No podemos asegurar que la intención real es ganarle al PRI con un madruguete militar, que de madruguete pudiera tener poco pues los pasos dados en la calle con los cuarteles vacíos ya se dieron, pero hay que estar pendientes. Mas deberíamos estar evaluando que se está gestando un chantaje directo a la sucesión, por medio de una negociación que equilibrara el reparto de poderes, permitiendo un carro compartido en vez de uno completo para el PRI, equilibrio entre el ejecutivo y el congreso en cualquier combinación y nuevamente cerrar la puerta al lopezobradorismo. Pero por el análisis que pretendemos dar no estaría muy descabellado y lejos el aferrarse a lo que ha conseguido el PAN estos doce años, si es necesario utilizando ese respaldo y esa “lealtad”.

Alberto Pacheco. Ex CGH y miembro de Grupo Comunista Octubre

Notas:

[1] Que en paz descanse.
[2] El Universal, Lunes 28 de noviembre de 2011
[3] La Jornada, Martes 6 de diciembre de 2011
[4] La Jornada, Miércoles 7 de diciembre de 2011

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