28 de Febrero de 2010
Plan México 2030: “acotar” crimen organizado, no exterminarlo
Nancy Flores
El plan transexenal de Calderón México 2030, Proyecto de Gran Visión, reconoce que el Estado ha sido rebasado por la mafia y que, al igual que las policías, las fuerzas castrenses se corrompen. Además, aunque la principal oferta gubernamental es la “guerra” contra el narcotráfico, el proyecto admite que en 20 años el crimen organizado estará “acotado”, mas no extinto. En esta segunda entrega, Contralínea revela los detalles del primer capítulo “Estado de derecho y seguridad pública”, cuyo eje rector es garantizar la “plena seguridad para la propiedad”. Expertos consultados señalan que en este país hay un Estado de facto, no de derecho, y avizoran más represión
En octubre de 2006, el panista Felipe de Jesús Calderón Hinojosa tuvo en sus manos los resultados del primer taller temático “Eje 1. Estado de derecho y seguridad pública”, al que convocó luego de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación lo declarara presidente electo.
Integrado al expediente México  2030, Proyecto de Gran Visión, el diagnóstico descubre que la meta  de este plan transexenal en materia de seguridad, dentro de 20 años, es  apenas “acotar” al crimen organizado, no exterminarlo. Ello, a pesar de  los más de 16 mil 500 muertos que se cuentan como saldo de los tres  años de la “guerra” calderonista contra el narcotráfico.
El documento expone que, desde  2006, el Estado mexicano había sido “rebasado por la realidad y  circunstancias actuales, que han generado en diversos ámbitos un clima  de inseguridad pública”. Jorge Luis Sierra, experto en seguridad  nacional, indica que ésta es la primera vez que se da una aceptación  explícita y “con esa franqueza” respecto del problema de inseguridad.
El mismo diagnóstico del Proyecto  de Gran Visión anexa una lista de causas, entre las que destaca la  “corrupción en los cuerpos de seguridad pública e incluso en un número  creciente de miembros de las fuerzas armadas”.
Para el abogado Juan de Dios  Hernández Monge, “el Estado mexicano ya no tiene remedio, pues ha  llegado a un grado de corrupción irreversible. Algo –explica– que es  normal dentro del sistema económico y político (vigente en el país)”.
Al mencionar las causas por  las cuales el Estado fue rebasado, el documento también apunta la  “ausencia de estrategias y tácticas profesionales en los cuerpos de  seguridad pública, para lograr el respeto de los derechos fundamentales y  la efectividad del empleo de la fuerza pública; actores sociales  manifestándose a través de expresiones violentas que ponen en peligro la  integridad y derechos de terceros; falta de certeza jurídica provocada  por un ambiente de impunidad, en el que se percibe que no necesariamente  quien viola la ley es castigado”; entre otros.
El senador panista Felipe  González reconoce que “estamos ante situaciones inéditas: traemos  problemas muy severos en la cuestión de seguridad pública, tenemos  problemas de impunidad y de corrupción; éstos nos están avisando que  necesitamos urgentemente adecuar y actualizar algunas partes de nuestro  entorno jurídico”.
El presidente de la Comisión  de Seguridad y secretario de la Comisión de Gobernación del Senado  considera necesario revisar leyes, como la del secuestro, pero también  la del fuero militar.
“Ahora que los militares ya  están haciendo el papel de policías, no hemos adecuado,  desafortunadamente, el marco legal en el que se mueven, cuando realmente  ése no es su papel. Corremos el riesgo que el día de mañana algún  gobierno llegue y les dé encargos como en 1968 (con la matanza de  estudiantes y civiles) cuando, por obedecer órdenes, al único que  perjudicó su actuación fue al Ejército”, indica el senador.
No obstante, Jorge Luis Sierra  señala que el diagnóstico del Proyecto de Gran Visión sólo  admite que “la corrupción ha llegado a las filas de los soldados. Ésa es  la única referencia que hay sobre las fuerzas armadas en el documento  de seguridad, (pero) no se hace mención a una reforma militar”.
Los objetivos del plan
Desclasificado por la Presidencia de la  República, el archivo de 41 páginas denominado “Eje 1. Estado de  derecho y seguridad pública” se subdivide en seis temas: derechos  humanos; fortalecimiento del Estado y reformas institucionales; sistema  de justicia; seguridad pública; cultura de la legalidad democrática y  educación jurídica; transparencia, responsabilidad y rendición de  cuentas.
Entre los objetivos esbozados  en éste, sobresalen la “plena seguridad para la propiedad”; la creación  de la policía nacional coordinada; la supresión del amparo directo; la  reelección de los legisladores, y el “replanteamiento” de “la relación  entre el Estado y las iglesias”.
Aunque este apartado es el  único que no habla de privatizaciones, el maestro Edgar González Ruiz  destaca que “la defensa del dinero está implicada en esta frase: ‘Plena  seguridad para la propiedad y la integridad de las personas’”.
Para el investigador, “está  claro que, ya sea de manera directa o eufemística, esos planteamientos  anticipaban las reivindicaciones y consignas de los sectores  derechistas, empresarios, jerarquía católica y grupos conservadores,  representados por el gobierno de Calderón”.
El especialista en estudios  acerca de la derecha política en México considera que “el modelo de  gobierno que se dibuja en este documento es de carácter dictatorial,  basado en la fuerza y represor de las libertades; confesional, de la  derecha católica; totalitario, que pueda controlar a todos los sectores  populares, anulando sus intereses en aras de los de corte confesional o  empresarial: todos unidos, por el engaño o por la fuerza, para servir al  clero y al empresariado”.
El maestro en filosofía  recuerda que, en 2006, al frente de este proyecto de nación transexenal  estuvo Carlos Medina Plascencia, “quien fuera gobernador interino de  Guanajuato en la época de Carlos Salinas y uno de los más radicales  representantes del conservadurismo católico panista”.
Estado de facto
Elaborado en medio de la crisis  poselectoral, derivada de los comicios de julio de 2006, el documento  estima que en 2030 “la legitimación que ha alcanzado el Estado es  resultado de la promoción que éste ha hecho de un conjunto de  condiciones que propician el desarrollo integral del ser humano que vive  en sociedad, el respeto absoluto a su dignidad, la protección a los  grupos sociales fundamentales y la convivencia pacífica. Asimismo, el  estado de derecho es fundamento para el desarrollo económico, social y  cultural y da certeza a los actores políticos”.
El abogado Juan de Dios  Hernández Monge explica que “el estado de derecho ha sido un concepto  manipulado conforme a los intereses de la propaganda; éste no se reduce a  la existencia de las leyes, sino que éstas sean respetadas”.
Por ello, indica que el primer  obligado en ese cumplimiento es el Estado: “Cuando éste violenta el  cuerpo de leyes, nos coloca en un Estado de facto. Se empieza a gobernar  a través de los secretos, como ha estado ocurriendo con Felipe Calderón  respecto de problemas como el del Sindicato Mexicano de Electricistas y  el de los mineros de Cananea, Sonora. (Ello, a pesar de que) el respeto  al estado de derecho es la parte sustancial para todo lo demás”.
—¿En México se respeta ese  cuerpo de leyes?
—Aquí está roto el estado  derecho. Vivimos en un Estado de facto, además en un grado de  descomposición extrema. El Estado tiene tres elementos: la población, el  territorio y el poder o gobierno. En el caso mexicano, los tres  elementos están en un punto de quiebre.
Derechos humanos, un fracaso
El documento consultado por Contralínea  indica que en 2030 se “respetarán los derechos humanos, se tendrá  igualdad social; los derechos fundamentales se tomarán como criterios de  las políticas públicas; no habrá privilegios para la elite; se contará  con ciudadanía plena; y la actuación del Estado se hará con apego a la  legalidad, que promueve y protege los derechos de las personas”.
Al respecto, Jorge Luis Sierra  considera que, aunque el apartado de seguridad pública hace mucho  énfasis en el respeto, lo que ha ocurrido en la política de seguridad  pública ha sido a costa de los derechos humanos en muchas regiones del  país.“En los últimos años ha habido  un crecimiento enorme, sin precedente, en el número de recomendaciones  que han sido dirigidas a las fuerzas armadas. Hay un daño colateral a  los derechos humanos derivado de las operaciones en contra del  narcotráfico. Hay una persistencia de un modelo de justicia militar  arcaico, que ya no funciona ante las nuevas realidades que tiene el país  ni ante la nueva realidad internacional. No hay ninguna demostración de  avance. Entonces, la distancia que hay entre los deseos establecidos en  estos documentos y las políticas que se han seguido hasta el momento  son muy grandes”.
Para el abogado Hernández  Monge, las garantías individuales son la parte esencial del estado de  derecho. “Ahí entramos a la cuestión de los derechos humanos. Las  garantías individuales deben de ser respetadas de manera sistemática y  transparente por el Estado, no como un acto gracioso sino como una  obligación que tiene la autoridad”.
No obstante, coincide que, con  el pretexto de la inseguridad, se violan los derechos más elementales.  Ejemplifica con el caso del operativo policiaco Mochila Segura, que  permite a la policía revisar las mochilas de los niños que asisten a la  primaria y la secundaria. “Esto significa clara y llanamente una  violación de los derechos humanos de los menores que son revisados”.
Hernández Monge recuerda que  las garantías individuales están consagradas del artículo 1 al 29 de la  Constitución. Éstas “establecen el catálogo de derechos, que es el único  patrimonio jurídico que tenemos los particulares frente al Estado.  Cuando éste violenta esa esfera de derechos, el ciudadano agraviado  puede pedir la protección y amparo de la justicia federal”.
Edgar González Ruiz observa  que las metas de “seguridad pública eficiente e integral; crimen  organizado acotado; desempeño de los servidores públicos encargados de  la seguridad pública, de la administración y procuración de justicia”,  contenidas en el documento, “son simplemente las consignas y abusos con  los que está gobernando Calderón”.
La resistencia, única opción
En su primer capítulo,  originalmente clasificado como confidencial, el Proyecto de Gran  Visión indica que “la sociedad mexicana, en el año 2030, es  conducida de manera estable por las normas democráticamente  establecidas. Esto se ha logrado a través del fomento en la población de  una cultura política democrática y de la legalidad”.
De no alcanzarse un estado de  derecho pleno, se corre el riesgo de “que se rompa el tejido social y  que la gente pudiera comenzar a sentirse más segura cuando da sobornos,  cuando la extorsionan para recibir protección de los delincuentes, en  virtud de que la autoridad establecida no puede salir adelante y  ayudarlos mediante el cumplimiento de la ley”, dice el senador por el  Partido Acción Nacional Felipe González.
Advierte que el estado de  derecho no se puede fincar en la violación de las leyes y “mucho menos”  en la impunidad. “Porque entonces las leyes nada más son para que las  cumpla el más débil, el que menos influencia tiene o el que no tiene  dinero. Eso no es posible en un país que se precie de moderno y donde  estamos tratando de sacarlo adelante del flagelo de la delincuencia”.
Sin embargo, el abogado  Hernández Monge observa: “En el asunto de la justicia, es muy importante  establecer que no se puede, desde una posición ética, convalidar el  sistema jurídico ni de leyes que hay en el país, porque es  intrínsecamente injusto”.
La causa de origen “de la  tragedia”, detalla, inició con la aparición de la propiedad privada de  los medios de producción, cuando se dio origen al esclavismo. A pesar de  que actualmente está prohibida la esclavitud, dice Hernández Monge, los  trabajadores viven en condiciones paupérrimas. “Aunque digan que  vivimos en libertad, se trata de la libertad para morir de hambre, para  escoger quién te va a explotar, si tienes suerte”.
Por ello, indica, “hay una  búsqueda de un nuevo pacto social que ya se está construyendo en  regiones enteras del país: los municipios autónomos zapatistas”.  Hernández Monge considera que el modelo se está extendiendo de manera  muy sólida, y pone como ejemplo la policía comunitaria de Guerrero, “que  tiene una influencia directa de esta forma autonómica de organización. Y  el municipio autónomo de San Juan Copala, en Oaxaca, que también es  efecto de este movimiento que está vivo y actuando”.
Agrega que este movimiento  tiene como meta la Sexta  Declaración de la Selva Lacandona, “cuyo  puerto de arribo es ese nuevo pacto social, esa nueva constitución. Para  llegar a eso se proponen una rebelión nacional pacífica”.
Explica que, cuando se cierran  los causes legales frente a la injusticia, lo que le queda al pueblo, y  a los trabajadores de este país, es el derecho de resistencia. Al  respecto, indica que el artículo 39 constitucional garantiza el  principio y el derecho de la rebelión en contra de las tiranías, en  contra de las dictaduras. “Nosotros, como pueblo, tenemos de manera  primigenia la soberanía del país. Y tenemos que rescatarla”.

Limitar al Congreso, uno de los finesEl especialista en seguridad nacional, Jorge Luis Sierra, observa que, en materia de seguridad, la única iniciativa visible en el documento “Eje 1. Estado de derecho y seguridad pública” es la de la ley para crear la policía nacional.Advierte que la iniciativa de reforma a la Ley de Seguridad Nacional es contradictoria con los documentos integrados al expediente México 2030, Proyecto de Gran Visión. “Es contradictoria desde el momento en el que le quieren retirar al Congreso la capacidad de definir las situaciones de emergencia para solicitar la suspensión de las garantías individuales y, por lo tanto, solicitar la actuación del Ejército y de la Armada de México en caso de emergencia”.Actualmente, explica, la Constitución establece que es el Congreso el encargado de definir una situación de emergencia nacional y suspender las garantías individuales. “Pero ahora el Ejército está operando sin respaldo jurídico; está actuando al margen de la Constitución”.Por ello, señala, en esa reforma a la Ley de Seguridad Nacional, “lo que intentan es resolver un problema coyuntural con un respaldo jurídico; pero no están resolviendo un problema estratégico, que es la debilidad de las instituciones policiacas, la corrupción de los órganos de seguridad pública y la capacidad del Estado para combatir a la delincuencia organizada”.Respecto de los tiempos, agrega: “Si de esa plataforma van a hacer una política que va a durar cuatro sexenios, para que finalmente lleguemos al México que se imaginaron esos expertos, ahorita deberíamos estar ya muy cercanos al cumplimiento de la cuarta parte”.No obstante, indica que “el sexenio del presidente Felipe Calderón está en la recta final sin que veamos un asomo de que el Estado ha terminado con la delincuencia organizada”. El problema, dice, implica una política de fondo, integral, y una reforma de todo el aparato de seguridad.Respecto de la prevención del delito por medio de la inteligencia coordinada, Sierra opina que, en años recientes, “el gobierno ha tenido que recurrir a los líderes pasados de los sistemas de inteligencia, para poder reformar los sistemas y capacitarlos para actuar en contra de la delincuencia organizada, pero no se ve que haya una integración en los sistemas de inteligencia civil y militar. En algunos casos, el sistema de inteligencia predominante es el militar”.El experto en seguridad nacional detalla que esa desintegración a nivel de política de seguridad ha sido una de las cusas por las cuales México fue rebasado por la delincuencia.Jorge Luis Sierra estima que “el presidente Calderón tiene una gran responsabilidad en estos rubros. Está a punto de concluir su sexenio y la situación que está atravesando el país demanda que el presidente siente aunque sea la primera base de una estrategia a largo plazo. Ojalá lo pueda hacer, ojalá se encuentren las condiciones. Lamentablemente, hasta el momento no hay evidencia de que eso esté sucediendo”. (NF)
El doctor Aguirre Rojas coincide: “Los que pagan la factura, como  siempre, son los obreros, los campesinos, los indígenas, la gente que es  expropiada de su tierra, a la que le roban el agua, a la que no le respetan sus  recursos, a la que le destruyen el bosque, a la que le inundan un pueblo entero  para crear una presa que ingenieros decidieron hacer sin tomar en cuenta a las  propias comunidades ni las condiciones del terreno. Eso que hemos estado  viviendo en México en el último tiempo”.