La Jornada
27 SEPTIEMBRE 2001
Rechazo a la teoría de conspiración de Washington
James Petras
Los teóricos de la conspiración (TC) han florecido tras los ataques terroristas contra el World Trade Center y el Pentágono. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, cuando los TC podían encontrarse mayoritariamente en grupos marginales en las orillas del poder político, en el caso actual se les ve con prominencia en las más altas filas del gobierno, en los medios masivos de comunicación, contando con el más amplio público mundial, y entre los académicos más respetables. Las teorías de conspiración surgidas en Estados Unidos y en la Unión Europea se extienden por todo el mundo, son repetidas por líderes, figuras religiosas y los medios de comunicación en Asia, Africa y América Latina.
La "conspiración", según sus principales exponentes en Estados Unidos, está formada por un cónclave secreto de conspiradores islámicos agrupados en torno del líder fundamentalista Osama Bin Laden. El y sus seguidores han organizado la red terrorista global Al Qaeda, que conspira para derrocar a gobiernos occidentales y establecer regímenes islámicos en todas partes, lo que comenzó con los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono.
Los TC basan sus acusaciones contra la conspiración fundamentalista islámica pese a la ausencia de toda evidencia concreta. Incluso, la identificación de los presuntos terroristas ha sido abierta a cuestionamiento; eso sin mencionar sus creencias políticas, su afiliación organizacional y sus redes internacionales.
Como ocurre en la mayoría de las teorías de conspiración, la evidencia es la primera víctima de las nociones preconcebidas. La base de las acusaciones de Washington contra los fundamentalistas islámicos en general, y contra Bin Laden y los talibán afganos en particular, por los ataques terroristas, está basada en generalidades extrapoladas de incidentes previos en otros contextos, así como en nociones preconcebidas sobre las capacidades, las políticas y las actividades de los fundamentalistas islámicos.
Los teóricos de la conspiración deducen estas conclusiones de la siguiente manera: Bin Laden en particular, y los fundamentalistas islámicos en general, han estado involucrados, o bien, han apoyado incidentes terroristas en el pasado. Ambas entidades son enemigas declaradas de Estados Unidos y de Occidente, y han emitido edictos llamando a combatir "la guerra santa" contra Washington. Bin Laden y sus simpatizantes islámicos operan redes clandestinas internacionales (Al Qaeda). Por lo tanto, y de acuerdo con los TC, estas características generales han llevado a la conclusión específica de que la red internacional de Bin Laden es responsable de los ataques terroristas de Nueva York y Washington.
Esta lógica deductiva es impecable, pero carece de evidencia empírica básica. Ninguno de los sospechosos identificados comparte las características esenciales de los colaboradores cercanos de Bin Laden o del talibán, o de algún grupo fundamentalista islámico.
Los principales sospechosos no seguían ninguno de los preceptos básicos de los códigos islámicos -por no mencionar las prácticas austeras de Bin Laden y los talibán. Ziad Jarrahi, uno de los sospechosos clave, según señaló la British Broadcasting Corporation (BBC) el pasado 22 de septiembre, "gustaba de beber ocasionalmente, gustaba de divertirse, era sociable, y jamás expresó ningún sentimiento antiestadunidense". La familia Ziad posee un video que muestra al sospechoso en la boda de su primo, en enero pasado, bailando, bebiendo y pulcramente rasurado. Reportes anteriores señalan que otros tres de los sospechosos gustaban de beber ingentemente en un bar de Florida.
Según la BBC, "la totalidad de los 19 sospechosos del secuestro de los aviones identificados por la FBI provenían de ambientes similares de Medio Oriente. Eran miembros de la reducida clase media que está en posibilidad de pagar una mejor educación en países como Alemania y Estados Unidos". Ziad pidió 2 mil dólares a su familia, en calidad de préstamo, unos días antes de los ataques, para pagar su viaje. Aparentemente, el apoyo familiar fue más relevante que el de cualquier red internacional financiera de Bin Laden.
Estos hechos se contraponen completamente con los TC en cada punto básico. En primer lugar, los sospechosos no eran musulmanes practicantes, ya no digamos fundamentalistas. Bebían, bailaban y salían con personas del sexo opuesto, en un comportamiento muy similar al de individuos de la clase media secular de todo el mundo. En segundo lugar, se trata de profesionistas educados de clase media, a diferencia de los terroristas seguidores de Bin Laden y otros grupos islámicos apoyados por los talibán, que son pobres, semialfabetizados; verdaderos creyentes criados en ciudades marginales o pueblos, adoctrinados por maestros religiosos.
En tercer lugar, los sospechosos forman una especie de círculo con personas que tienen experiencias educativas en la misma área geográfica: siete de los sospechosos estudiaron en Hamburgo, mayoritariamente en campos técnicos. No fueron reclutados en campos de refugiados ni adoctrinados en escuelas religiosas por maestros fundamentalistas. Visto a profundidad, el perfil de los sospechosos clave no se aplica a ninguna de las aseveraciones especulativas hechas por los teóricos de la conspiración para justificar su guerra contra el "fundamentalismo islámico", Bin Laden, Al Qaeda, o el régimen talibán de Afganistán.
La evidencia sobre los terroristas sugiere que los atacantes, probablemente, eran un pequeño grupo, independiente y cohesionado entre sus miembros, de individuos seculares y educados, que probablemente se conocían a nivel personal desde un tiempo considerable. La membresía probablemente se limitaba a conocidos de largo tiempo, con muy pocos o ningún nexo con grupos terroristas existentes -fundamentalistas o de otro tipo. Estas características explican la razón de las fallas en los sistemas de inteligencia, pues éstos sólo monitorean e infiltran a grupos fundamentalistas conocidos. Si bien algunos de los terroristas pueden ser religiosos, es mucho más factible que los móviles de sus acciones hayan sido creencias ideológicas seculares. Los blancos elegidos sugieren una decisión basada en un análisis político-económico de centros del poder económico y militar.
Es sumamente improbable que los talibán o Bin Laden, desde cuevas en Afganistán, hayan planeado, dirigido y ejecutado estas acciones, dada la precisión en detalles y coordinación que fueron necesarios para perpetrarlos. Es altamente improbable, asimismo, que Irak, Siria o Irán hayan llevado a cabo este tipo de acción, empleando a los sospechosos, siendo que estos países están perfectamente dentro del alcance de los servicios secretos de Estados Unidos, la Unión Europea y del Mossad.
Si la teoría de la conspiración carece tan patentemente de sustancia, y la teoría alternativa de un grupo pequeño, localizado y autónomo es más plausible, ¿por qué Washington prepara la guerra contra Afganistán y otras naciones de las regiones del Golfo y Medio Oriente?
Una hipótesis plausible es que Estados Unidos, antes de los ataques terroristas, estaba planeando derrocar al régimen talibán, y ahora usa el ataque para justificar esta política. Un alto funcionario paquistaní confirmó ya que en agosto de 2001, un importante oficial estadunidense le afirmó que Washington planeaba deshacerse del talibán a principios de octubre de 2001. La razón: el talibán es un campo de entrenamiento para militantes islámicos opuestos al poder y la presencia estadunidense en el mundo musulmán.
Una segunda hipótesis es que la movilización y la reglamentación necesarias para una guerra permiten a Washington y a algunos países europeos el envío de tropas terrestres para el combate activo, destruyendo así la oposición civil a guerras terrestres (el síndrome de Vietnam).
El admitir que el incidente fue obra de un pequeño grupo autónomo de profesionistas seculares, sin apoyo de una red internacional o de un refugio nacional, socavaría la movilización bélica y las políticas de intimidación y fuerza empleadas para reafirmar el poder mundial de Estados Unidos.
La teoría de la conspiración puede servir para justificar violentos ataques contra Irak, Siria y, posiblemente, Irán y Libia, o cualquier país que se oponga a la construcción del imperio estadunidense. La doctrina Bush de "quien no está con nosotros está contra nosotros" refuerza el terrorismo de Estado de Israel sobre los territorios ocupados y justifica la represión de grupos antiglobalización en el Norte, así como movimientos masivos contra el neoliberalismo en el Sur.
La teoría de la conspiración dicotomiza al mundo entre el imperio de Estados Unidos y el terrorismo. También nubla el conflicto real entre un imperio plagado de crisis y los crecientes movimientos sociales de oposición.
13.11.01
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