México atraviesa tiempos aciagos. Su gobierno se empeña en
entregar lo último que queda del patrimonio del pueblo mexicano a intereses
privados, extranjeros y nacionales. Frente a la crisis económica, sus
gobernantes reaccionan torpemente, con lentitud y con medidas marcadas por
contradicciones. Finalmente, las autoridades se muestran incapaces de enfrentar
la secuela de destrucción y muerte provocados por los desastres naturales.
Las calamidades naturales no se pueden evitar, pero sus efectos pueden ser mitigados de muchas maneras: alertas tempranas, preparación y movilización de la población, infraestructura robusta, mantenimiento preventivo y esquemas de respuesta rápida. Pero ¿qué digo? ¿Movilización de la población? Pero si aquí lo que el gobierno quiere es una población desmovilizada, por no decir pasiva. Lo que menos quiere el poder es una población alerta y movilizada: y si no, ahí están los maestros de la CNTE para confirmarlo.
¿Infraestructura robusta? Imposible lograrlo con un presupuesto federal con asignaciones raquíticas para inversión física. Por eso tenemos décadas de un rezago acumulado en todo lo que tiene que ver con desarrollo: salud, educación vivienda, carreteras, obras de irrigación. En el neoliberalismo el estado abdicó de sus responsabilidades frente al desarrollo del país y la red de carreteras tuvo que crecer con inversiones privadas que estuvieron mal planeadas y llegaron a la quiebra. El gobierno entró al rescate y hoy todo eso pesa en las finanzas públicas. La carretera más emblemática es la Autopista del Sol, construida para los negocios, más no para durar.
¿Esquemas de respuesta rápida? A cuatro días de los meteoros en el Golfo y en el Pacífico el gobierno apenas puede articular una reacción atropellada por el caos y la improvisación. Esta es la hora en que el Centro de Prevención de Desastres sigue con su página en la red anunciando que todo está bien...en el Popocatépetl. El servicio de protección civil de la Secretaría de Gobernación mantiene su página con mensajes anodinos, los de un régimen en decadencia: acércate al Sinaproc, conócenos, infórmate de la convocatoria al premio de protección civil 2013. Pues de seguro no se lo van a dar a Peña Nieto. Eso sí, hasta abajo: anuncios del informe presidencial, de las reformas hacendaria y energética.
El gobierno anunció hace una semana su paquete económico para el 2014. Su previsión de crecimiento del PIB es de 3.4 por ciento, pero por lo pronto, este año la economía nacional crecerá mucho menos de 1.8 por ciento pronosticado por el gobierno y a duras penas se cumplirá la meta del 2014. Aunque el secretario de Hacienda no se canse de repetir que ‘técnicamente’ México no está en recesión, los desastres naturales dejarán una huella profunda y el crecimiento será mucho menor que el pronosticado.
El presupuesto de egresos, dice el gobierno, es contracíclico. Con esto quiere decir que ayuda a reducir la pérdida de dinamismo de la economía al inyectar más dinero e incrementar la demanda agregada. Para demostrarlo, el gobierno señala que su presupuesto mantendrá un déficit de 3.5 por ciento del PIB. Pero, qué curioso paquete de estímulo fiscal. Tiene déficit, es cierto, pero también contiene un incremento en los impuestos por todos lados: sobre el IVA en la frontera y a las colegiaturas, sobre el ISR con una especie de remedo de progresividad y por supuesto, manteniendo los incrementos en la gasolina. Es un presupuesto contradictorio: por un lado se anuncia el déficit como muestra de que el gobierno frenará la caída de la economía, pero por el otro, se introducen incrementos en los impuestos que pegan en el poder de compra de la población.
El Banco de México anunció hace unos días que bajaría la tasa de interés de referencia de 4 a 3.75 por ciento. Esa es la tasa interbancaria de un día y no servirá para reactivar el crédito y la economía, a pesar de los pronunciamientos del BdeM y del secretario de Hacienda. Los bancos no están sujetos a ninguna regulación y el impacto en las tasas activas (las que cobra el banco) será nulo: el costo del crédito seguirá siendo exorbitante. En síntesis, el espacio económico sigue estando ocupado por la rapacidad y la miopía.
Para colmo de males, la reforma energética sigue como espada de Damocles, suspendida sobre la nación mexicana. Con este robo se cerrarán las puertas de un proceso de industrialización generador de empleos estables y mejores oportunidades para todos. Es otra calamidad, como la de la entrega del espacio maicero mexicano a los cultivos transgénicos producidos y comercializados por la empresa Monsanto. Al igual que la plaga de maíces transgénicos, la entrega del sector energético a las empresas trasnacionales es un retroceso del que no podremos escapar fácilmente.
Dicen que cuando viene el huracán y despoja a los árboles de sus hojas, los troncos quedan como un astabandera vacía. Quizás es una buena metáfora para la República Mexicana en estos momentos. Los árboles permanecerán desnudos, sin insignia, como testimonio mudo de las hazañas del mal gobierno.
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