Arsinoé Orihuela
La reforma educativa es
una reforma tripartita: esto es, administrativa, laboral y pedagógica.
Pero esta triple dimensión no se aprecia en la observación directa e
inmediata, y menos cuando el canturreo mediático que envuelve a la
controversia aspira a nublar los sentidos y la razón (por cierto, la
misma aspiración que persigue la reforma). No basta con responder o
desmentir los improperios de la prensa libertina, que miente, manipula,
deforma, la naturaleza de la irrupción insurgente magisterial. Es
necesario conocer el fondo oscuro de la reforma: sin un diagnóstico
adecuado e integral, el paciente –la educación, el trabajador de la
educación– se privará de recursos de solución acertados para enfrentar
una iniciativa maquinada e impulsada desde los círculos económicamente
más poderosos. Y esta es una cuestión que no debe desatenderse u
omitirse: las fuerzas que actúan en la dirección de la iniciativa
reformista tienen tanto poder que, allí donde la resistencia carezca de
radicalidad, podrán imponer cómodamente intereses privados a expensas
del derecho o el interés público.
Pero abordemos detalladamente, una
por una, las tres dimensiones de la reforma, así como los actores e
intereses que intervienen o intervendrían en el nuevo marco
administrativo-laboral-pedagógico. Cabe advertir que la crispación ha
escalado precisamente a causa de la insistencia del Estado en presentar
las modificaciones a la ley como algo diametralmente opuesto a lo que
real y empíricamente son: a saber, el encumbramiento del empresariado en
el sistema educativo nacional, y la infracción del estatuto laboral de
los trabajadores de la educación.
Dimensión administrativa
Si bien pareciera la consagración de un anhelo largamente incubado en
el ámbito educativo nacional, la llamada “autonomía de gestión escolar”
no es más que una sutileza lingüística con fines exactamente opuestos a
los declarados. La propaganda oficial insiste en anunciar la
recuperación de la rectoría en la educación. Pero si se observa
cuidadosamente, se advertirá que en realidad la reforma entraña la
renuncia casi total del Estado en el control-administración de la
educación. El transitorio quinto, numeral 3, inciso A del artículo 73
constitucional establece: “Fortalecer la autonomía de gestión de las
escuelas con el objetivo de mejorar su infraestructura, comprar
materiales educativos, resolver problemas de operación básicos, y
propiciar condiciones de participación para que alumnos, maestros y
padres de familia, bajo el liderazgo del director, se involucren en la
resolución de los retos que cada escuela enfrenta”. En lenguaje
desencriptado, esta adecuación jurídica tiene tres implicaciones
fundamentales: 1) formalización del cobro de cuotas a padres de familia
(privatización en germen); 2) abdicación del Estado en las tareas de
financiamiento y gestoría de la educación, y la consiguiente apertura de
ocasiones para la intervención de la iniciativa privada (privatización
cucaracha) y; 3) profundización de las asimetrías en el ámbito
socioeducativo, condenando a los centros escolares en zonas vulnerables o
marginales al eterno rezago infraestructural, presupuestal e
instructivo (segregación socioespacial prematura).
Un autonomía
de gestión auténtica involucraría el financiamiento estatal de los
centros escolares, delegando a éstos la facultad de administrar los
recursos de acuerdo a las necesidades específicas de la escuela o
comunidad. La reforma enuncia explícita o tácitamente la renuncia del
Estado en este renglón crucial, es decir, el
administrativo-presupuestario, y en cambio anticipa la intervención del
Estado allí donde no debiera intervenir, o intervenir sólo coligadamente
con la institución escolar: a saber, en la elaboración de planes de
estudio. En suma, la autonomía de gestión entraña un doble atropello: el
abandono presupuestario de la educación pública, y la cancelación de la
autogestión pedagógica en las escuelas.
Dimensión laboral
Otra modificación que en la letra (sin la pertinente exégesis) tiene
visos de saneamiento, pero que en la práctica significa una
profundización de la crisis laboral (invalidación de la estabilidad
profesional-salarial), es la referente al artículo 3º constitucional,
fracción III, que señala: “…Adicionalmente, el ingreso al servicio
docente y la promoción a cargos con funciones de dirección o de
supervisión en la educación básica y media superior que imparta el
Estado, se llevarán a cabo mediante concursos de oposición que garanticen la idoneidad de los conocimientos y capacidades que correspondan… La ley reglamentaria fijará los criterios, los términos y condiciones
de la evaluación obligatoria para el ingreso, la promoción, el
reconocimiento y la permanencia en el servicio profesional…”
Traducido al cristiano, esta modificación implica la transferencia del
poder decisor –en materia laboral– a un conciliábulo estatal externo a
la actual estructura de trabajadores de la educación. En México esto
significa el control monopólico del servicio docente, en manos de un
órgano con tintes patronales, altamente centralizado, que redunda en una
licencia a funcionarios educativos para decretar discrecionalmente la
contratación-despido de los maestros. Esta dimensión laboral de la
reforma tiene dos aristas: 1) el desplazamiento de los maestros en la
disposición de criterios para la evaluación magisterial (¡sic!), ahora
prerrogativa exclusiva de un elefante blanco supeditado a organismos
nacionales e internacionales con filiaciones empresariales-patronales y;
2) el condicionamiento de la estabilidad laboral de los trabajadores de
la educación, a los caprichos y veleidades de funcionarios
previsiblemente corruptos, gobiernos estatales sabidamente corruptos, y
marcos jurídicos irrenunciablemente corruptos.
¿Qué implica,
resumidamente, esta reforma? Respuesta: la derogación por decreto de
derechos laborales históricamente adquiridos.
Dimensión pedagógica
La dimensión pedagógica de la reforma se advierte, aunque nebulosa e
imprecisamente, en la adición al artículo 3º constitucional, fracción
IX, a saber: “Corresponderá al Instituto [para la Evaluación de la
Educación] evaluar la calidad, el desempeño y resultados del sistema
educativo nacional en la educación preescolar, primaria, secundaria y
media superior. Para ello deberá: a) Diseñar y realizar las mediciones que correspondan a componentes, procesos o resultados del sistema; b) Expedir los lineamientos
a los que se sujetarán las autoridades educativas federal y locales
para llevar a cabo las funciones de evaluación que les corresponden, y;
c) Generar y difundir información y, con base en ésta, emitir directrices que sean relevantes para contribuir a las decisiones tendientes a mejorar la calidad de la educación…”
Pero esta adición sólo refiere a la parte operativa de la reforma.
Ahora, si se quiere conocer el contenido pedagógico de la iniciativa, es
preciso mirar la baraja de agrupaciones que impulsan los
“lineamientos”, “medidas”, “directrices” y ¨criterios de evaluación” de
la “transformación educacional” (sic). La revista Proceso documenta: “Los documentos de la OCDE Mejorar las escuelas: estrategias para la acción en México (2010)… Getting it right: una agenda estratégica para las reformas en México (2012)… así como el estudio Ahora es cuando: Metas 2012-2014,
elaborado por Mexicanos Primero, confirman acuerdos y reflejan
directrices de la reforma educativa y las acciones que en esa materia ha
asumido el gobierno federal”. El artículo de Proceso
también desvela la identidad de este cónclave patronal –Mexicanos
Primero: “Los patronos del organismo son… Emilio Azcárraga Jean,
presidente de Grupo Televisa; Claudio X. González, ex vicepresidente
corporativo de la fundación de esa mismo empresa… Carlos Hank González,
director general del Grupo Financiero Interacciones, nieto y homónimo
del ex gobernador priista del Estado de México… Carlos Fernández
González, presidente de Grupo Modelo, Eduardo Haro Tricio, presidente de
Grupo Lala, y miembro del Consejo de Administración de Televisa…
Alejandro Ramírez Magaña, presidente de Cinépolis… Daniel Servitje
Montull, presidente de Bimbo… Ignacio Deschamps González, presidente
ejecutivo de Grupo Financiero Santander… José Antonio Fernández
Carbajal, presidente de FEMSA…”
La dimensión pedagógica de la
reforma tiene, en suma, dos vértices: 1) la incautación de la
instrucción académica, ahora en manos de organismos empresariales y; 2)
la conversión de la educación pública en centros de transmisión de
“valores” técnico-empresariales y capacitación de la fuerza laboral.
En síntesis, la defunción de la educación.
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