Mario Campa
México y Canadá ganaron una batalla, pero no la guerra. Con Trump
arropado por una base galvanizada, escenarios impredecibles nublan el
horizonte.
1. México y Canadá ganan oxígeno con la postergación de aranceles.
Los negociadores compraron tiempo. Tienen a su favor que las redadas y
deportaciones masivas ocasionarán miedo y un descenso natural en los
flujos migratorios. También, que miles de migrantes cruzaron en el ocaso
de Biden. Pero en la política antinarcóticos será complejo definir y
presumir cifras contundentes para convencer a Trump, asumiendo que
exista posibilidad real de convencimiento. En cualquier caso, el
comercio sale beneficiado. No únicamente gana espacio de adaptación,
sino que además tendrá 30 días para pactar menores inventarios con los
clientes estadounidenses y descuentos razonables para aprovechar el
desfase tarifario.
2. Donald Trump mostró debilidades que volverá a ventilar. Desde
el primer anuncio obsequiaba señales para el ojo atento al detalle. Por
ejemplo, diferenció la electricidad, el gas y el petróleo de Canadá con
un arancel del 10 por ciento que sugería temor de causar malestar al
consumidor y a los productores. La inclusión de una cláusula contra
represalias también presagiaba cabildeo corporativo. Asimismo, es
probable que la caída de los mercados bursátiles, el sospechoso silencio
de los republicanos y críticas como la del Wall Street Journal que
apodó a la guerra comercial como “la más tonta en la historia” hayan
mermado la confianza. Los 30 días de pausa develarán más costuras.
3. Reducir el tráfico de fentanilo no es el fin último de Trump.
La argumentación al interior descansó en los déficits comerciales y
fiscales. El Presidente incluso exigió a Canadá abrir su sistema
bancario a la inversión estadounidense. No todas las amenazas son aire,
como China pudo constatar en 2018-19 con aranceles que han recaudado
cientos de miles de millones de dólares. Trump busca bajar la tasa
tributaria a los corporativos y podría rellenar el vacío con aranceles o
con austeridad a la Milei. El fentanilo parece una gambeta para
decretar una “emergencia nacional” y ganar poderes discrecionales,
además de servir de navaja suiza para proclamar victorias fáciles.
4. Trump subestima el déficit comercial con Vietnam y otras economías asiáticas.
En el 2017, Estados Unidos importaba en bienes 38 mil millones de
dólares más de los que exportaba a Vietnam. Para el 2023, los aranceles a
China habían disparado el déficit comercial en más de 100 mil millones
de dólares. Trump ayudó a convertir a Vietnam en potencia textil. Esa
clase de efectos indeseados podría padecer Norteamérica en una guerra
comercial prolongada hasta elevar el atractivo relativo de países como
Corea, Indonesia e India. La incertidumbre desatada por las amenazas
arancelarias posiciona a Asia como refugio.
5. La relación de Canadá con Estados Unidos sale dañada. La
presunta “envidia del mundo”, como algunos apodan esta alianza entre
vecinos, está fracturada. El abucheo del himno estadounidense en arenas
de hockey y basquetbol, la cancelación del contrato entre Ontario y
Starlink (de Musk), la proliferación de etiquetas “hecho en Canadá” en
los supermercados y la remoción de licores importados de las vinaterías
delatan sensaciones de traición entre los canadienses. La desconfianza
puede subir si la guerra comercial escala.
6. Trudeau y Sheinbaum elevan su capital político al interior.
Remar contra el nacionalismo suele ser una apuesta perdida de antemano.
En Canadá, Trudeau pronunció su mejor discurso con el anuncio de
represalias y ocurre cuando su partido liberal recupera intención de
voto. En México, Sheinbaum encontró amplio apoyo partidista, empresarial
y popular con su estilo de serena firmeza. En cambio, Eduardo
Verástegui, Lilly Téllez y Xóchitl Gálvez se esforzaron por demostrar
impericia y verdor político. La última encuesta de Latinobarómetro en la
región muestra que los mexicanos calificaban con un 2.4 sobre 10 a
Trump hace un año y que eran quienes peor lo evaluaban incluso antes de
los aranceles. Elegir el lado estadounidense, de manera abierta o
encubierta, era un marco perdedor y la oposición en México entregó el
primer round.
7. México y Canadá ganaron una batalla, pero no la guerra. Con
Trump arropado por una base galvanizada, escenarios impredecibles nublan
el horizonte. Mientras persistan los déficits comerciales y fiscales de
Estados Unidos, el neomercantilismo al mando buscará víctimas donde
olfatee debilidad. Tiene como activos la asimetría regional, una Europa
radicalizada, el repudio a la globalización en el mundo desarrollado y
la popularidad de oligarcas como Musk en públicos apolíticos. México y
Canadá tienen pocas cartas por jugar, pero usarlas en momentos críticos
compra tiempo para esperar que los republicanos pierdan en dos años el
Congreso y en cuatro la Presidencia.
8. El modelo de orientación de exportaciones da señales de agotamiento.
Desde la entrada al GATT (luego OMC) y la firma del TLC/NAFTA, Salinas y
su camarilla buscaron atar el futuro comercial y geopolítico nacional a
Estados Unidos. El PAN dobló la apuesta y reforzó como dogma aquello de
deprimir los salarios para preservar competitividad frente a China: un
error. El crecimiento prometido nunca llegó, en cambio se importaron las
recesiones del 2001-02 y 2008-2009 fabricadas en Estados Unidos.
Además, México quedó expuesto a los cambios de humor del Presidente
estadounidense en turno. Años más tarde, Morena cabalgó abismos y
ofreció continuidad con el T-MEC, aunque reorientó el gasto para
fortalecer el mercado interno. El ajuste estructural toma dirección
correcta, aunque la coyuntura exige mayor magnitud. El Plan México puede
ser la entrada trasera al interior.
9. México debe diversificar. Es cierto, decirlo es más fácil que
hacerlo. Pero sembrar hoy permitiría cosechar mañana. Uno, firmar
tratados comerciales con Europa y Brasil ampliaría mercados para las
manufacturas, aunque conllevaría importación de alimentos: una
compensación tolerable. Dos, fortalecer el mercado interno con la
política salarial, la mitigación de la pobreza y la reactivación de la
política industrial son pasos firmes, aunque falta la reducción de la
semana laboral. Tres, es aconsejable ajustar la banca de desarrollo del
comercio internacional —el Bancomext de Lázaro Cárdenas — para incluir
como meta una genuina diversificación. Cuatro, relanzar la CELAC
estrecharía vínculos comerciales con América Latina, pero demanda
espinazo institucional permanente. Por último, entrar a los BRICS podría
ser arriesgado por el contexto norteamericano, pero firmar acuerdos
bilaterales pasaría desapercibido para en un futuro cerrar la pinza.
10. La política exterior de Trump genera repudio, pero también aplauso.
Que Europa esté lo más desplazada a la derecha desde la Segunda Guerra
Mundial es muestra de choques tectónicos emergentes. El sentimiento de
época proyecta a Trump como líder apolítico y heterodoxo, por más
irónico que resulte su alianza con oligarcas del internet. No hay otra
forma de explicar el éxito de Javier Milei, quien hasta hace unos años
hubiera pasado por merolico. Es temporada de ultras, y un Trump o Musk
envalentonados pueden tumbar gobiernos, deshuesar instituciones y
voltear alianzas históricas. El consenso de la posguerra está en horas
bajas. En esas aguas hirvientes toca nadar. La activación del
nacionalismo mexicano y canadiense y los boicots dan esperanza de
contención frente al matón de la cuadra. El repudio moviliza e ilusiona.
5.2.25
Diez tesis de la guerra comercial de Trump
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