Gerardo Peláez Ramos
En
memoria del Congreso de Anáhuac, que declaró el 6 de noviembre de 1813:
“Queda rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono
español”.
Como parte de la lucha en defensa de la
industria petrolera nacionalizada y contra la intención de Peña Nieto y
compañía de privatizar Petróleos Mexicanos, está planteada la
realización de una manifestación nacional el próximo domingo 22 de
septiembre en la Ciudad de México. Con toda seguridad, será un gran
éxito y permitirá ir incorporando cada vez más a sectores de las masas
trabajadoras y el pueblo inconformes con la política económica ruinosa,
antinacional, hambreadora y al servicio de los mayores intervencionistas
y expoliadores internacionales: los monopolios y gobiernos de Estados
Unidos.
Para dar un marco de referencia, quizá sea conveniente
hacer un breve registro histórico de la explotación del petróleo, la
intervención del imperialismo, principalmente norteamericano, y la
construcción de la política nacional petrolera.
Definir quién
ejercería el dominio sobre el petróleo recorrió la historia nacional
entre fines del siglo XIX y 1938. Durante la administración de Porfirio
Díaz la industria del oro negro quedó en manos de los imperialistas
norteamericanos y británicos, que por cierto se vieron envueltos en una
larga disputa por la hegemonía. Asentados los monopolios extranjeros en
las zonas de los
veneros del diablo, constituyeron Estados dentro
del Estado mexicano: formaron guardias blancas avitualladas con las
mejores armas y dirigidas por oficiales nacionales vendepatrias; de
hecho, esas regiones estaban sustraídas al dominio del Estado mexicano.
Como señalaron Boris T. Rudenko y Nikolái M. Lavrov, se produjo un
proceso de semicolonización: la existencia formal de un Estado
independiente y la existencia real de un país en el que las decisiones
claves en las industrias y servicios fundamentales se tomaban en el
extranjero, como ocurría con la explotación del petróleo, la minería y
los ferrocarriles, además de ejercer el control del comercio exterior y
evitar mediante presiones y amenazas de intervención armada la
implantación de medidas nacionales patrióticas. (1)
En México
se desarrolló un proceso parecido al de China entre 1840 y 1949, es
decir, entre la primera Guerra del Opio y el triunfo de la tercera
guerra civil revolucionaria o Guerra de Liberación. Tras ser derrotada
la invasión japonesa por el Octavo Ejército de Ruta, el Nuevo IV Cuerpo
de Ejército, la Columna Antijaponesa del Sur de China y los milicianos
populares, así como de algunos destacamentos patrióticos guomindanistas,
el Partido Comunista y el Ejército Popular de Liberación de China
rompieron los grilletes de la dominación semicolonialista del
imperialismo norteamericano y europeo, ejercida por conducto del
Guomindang, derrocaron a las clases contrarrevolucionarias y lograron la
victoria de la revolución democrático-burguesa de nuevo tipo, que, por
su dirección de clase, se orientaba hacia el socialismo. (2)
La Ley del Petróleo de Porfirio Díaz (1901)
El gobierno de Díaz hizo concesiones a los capitalistas extranjeros que
convirtieron a México en una semicolonia de Estados Unidos. Así, se
expidió la Ley sobre el petróleo, del 24 de diciembre de 1901, que
establecía: “Los descubridores de petróleo o carburos gaseosos de
hidrógeno, que de acuerdo con la ley obtuvieron su patente respectiva,
gozarán para la explotación de aquellas substancias, de las franquicias
siguientes:
“I.Exportar libres de todo impuesto los productos naturales, refinados o elaborados que procedan de la explotación.
“II. Importar libres de impuestos, por una sola vez, las máquinas para
refinar petróleo o carburos gaseosos de hidrógeno y para elaborar toda
clase de productos que tengan por base el petróleo crudo, las tuberías
necesarias para estas industrias, así como los accesorios para estas
tuberías, bombas, tanques de hierro o de madera, barriles de hierro o de
madera, gasómetros y materiales para los edificios destinados a la
explotación, quedando estas importaciones sujetas a las disposiciones y
reglas que dicte la Secretaría de Hacienda.
“III. El capital
invertido en la explotación de petróleo o carburos gaseosos de
hidrógeno, será libre por diez años de todo impuesto federal, excepto el
del
Timbre.
“Igual exención tendrán todos los productos de esa explotación, mientras no pasen a ser propiedad de tercera persona.
“IV. Los concesionarios tendrán el derecho de comprar los terrenos
nacionales necesarios para el establecimiento de sus maquinarias y
oficinas al precio de tarifa de los terrenos baldíos que esté vigente en
la fecha de la publicación de la patente.
“V. Para el mismo
establecimiento a que se refiere la fracción anterior, y cuando se trate
de terrenos que sean de propiedad particular,
los mismos concesionarios tendrán el derecho de expropiar a dichos particulares.
“VI. Las empresas tendrán, además, el derecho de establecer tuberías para conducir los productos de la explotación
por los terrenos de propiedad particular que sean necesarios,
a fin de facilitar su venta y siempre que no sea con el objeto de
establecer un servicio en el cual dichos productos sean consumidos.
“VII. Además de las franquicias anteriores, los primeros que en un estado o en los
territorios de Tepic y la
Baja California
descubran depósitos o fuentes de petróleo o carburos gaseosos de
hidrógeno, de manera que cada pozo rinda por lo menos dos mil litros
cada veinticuatro horas, gozarán del privilegio consistente en que
alrededor del pozo primitivo en el que hubieren hecho aquel
descubrimiento, y a una distancia que variará en proporción con el
capital invertido en el descubrimiento y en todos los gastos, para que
pueda comenzar la explotación,
nadie tendrá derechos de abrir pozos de exploración o para la explotación de aquellos mismos productos.
La distancia a que se refiere este privilegio no podrá exceder de tres
kilómetros, y será fijada, en cada caso, por la Secretaría de Fomento,
de acuerdo con el reglamento correspondiente que al efecto debe expedir.
“VIII. El privilegio de que habla la fracción anterior, tendrá una
duración proporcional al capital invertido en el descubrimiento del
depósito o fuente del petróleo, y a los gastos para comenzar la
explotación. Dicha duración no podrá exceder de diez años, y será
fijada, en cada caso, por la Secretaría de Fomento, de acuerdo con el
reglamento a que se refiere la fracción anterior.
“IX. Podrán
los descubridores a que se refiere la fracción séptima, adquirir el
terreno siempre que sea de propiedad nacional, a precio de tarifa, y en
una extensión igual a la que les corresponda, conforme a lo que dispone
la misma fracción séptima.(3)
Durante la Revolución mexicana de
1910-1917, los gobiernos de Francisco I. Madero y Venustiano Carranza
buscaron e intentaron aumentar los impuestos a las compañías petroleras,
llevar un registro preciso sobre los bienes y la producción de las
empresas imperialistas, impulsar la explotación nacional del petróleo y
ejercer el control estatal de las zonas de los
veneros del diablo.
No fructificaron completamente sus esfuerzos, pero sentaron un
precedente patriótico que facilitaría las acciones posteriores del
Estado y el pueblo mexicanos por la recuperación de esta estratégica
industria.
Decreto de Madero del 3 de junio de 1912
Con
el objeto de poner ciertos límites a la explotación imperialista del
oro negro, Francisco I. Madero estableció un decreto de impuesto sobre
el petróleo crudo, que estatuía: “Impuesto Especial del Timbre sobre el
petróleo crudo de producción nacional, a razón de veinte centavos por
tonelada, conforme al reglamento que expida el Ejecutivo”.(4)
Como explicaba Octavio Gordillo, este impuesto a la producción del
petróleo incomodó mucho a las empresas foráneas, las cuales lucharon
para que el gobierno de México no interviniera en sus negocios.
Empresarios extranjeros y reaccionarios locales se unieron para acabar
con la administración maderista; los grandes consorcios incrementaban,
como una advertencia, sus amenazas intervencionistas sobre México,
principalmente los capitalistas estadunidenses. (5)
Sin
embargo, las bases para concretar una política distinta a la de Díaz ya
estaban presentes en las intenciones de los sectores patrióticos. Es
más, incluso durante la dictadura de Victoriano Huerta en el Congreso se
expresaron las voces a favor de impulsar la mexicanización de la
industria petrolera, y otros exigieron revisar las franquicias y
concesiones del petróleo. (6)
De cara a las amenazas de
desembarco del almirante gringo Fletcher, a fines de 1913 en el norte de
Veracruz, Cándido Aguilar le contestó: “Me refiero a su insolente nota
de hoy. La vida y los intereses de los ciudadanos y demás personas de
otras nacionalidades han tenido, tienen y tendrán las más amplias
garantías en la zona militar que es a mis órdenes. De llevar al cabo la
amenaza de desembarcar tropas de los Estados Unidos en territorio
mexicano, me veré obligado a combatirlas, a incendiar los pozos
petroleros que están en la región de mi dependencia, y a pasar por las
armas a todos los americanos que se encuentran en la región”. (7)
Con la explotación industrial del petróleo, apareció en el panorama
nacional un nuevo actor social y político: el proletariado petrolero,
que introdujo nuevas demandas, formas de organización y métodos de
lucha. Nacieron los primeros sindicatos y fueron estalladas huelgas y
paros. La irrupción del destacamento del petróleo de la clase obrera en
lucha permitió al patriotismo mexicano tener un punto de apoyo en el
corazón mismo de tan estratégica industria. De aquí en adelante para
golpear al imperialismo y fortalecer a la nación mexicana había que
contar, siempre, con los trabajadores petroleros.
Los impuestos
pagados por la industria del oro negro al gobierno mexicano fueron
bastante bajos, si se comparan con los patrones internacionales. Las
contribuciones fiscales de las empresas petroleras en nuestro país
representaban la cuarta parte de los gravámenes pagados por los
capitalistas petroleros en Estados Unidos. (8)
El imperialismo norteamericano intervino con sus tropas terrestres y
marines en
abril-noviembre de 1914 y entre marzo de 1916 y febrero de 1917, con la
ocupación del puerto de Veracruz, en la primera agresión, y con la
Expedición punitiva, en la segunda.
La Constitución de 1917,
producto de la Revolución, además de contener los derechos de los
trabajadores, la educación laica, la separación Estado-iglesia y otros
principios avanzados, estableció con claridad: “Tratándose del petróleo y
de los carburos de hidrógeno sólido, líquidos o gaseosos, no se
otorgarán concesiones ni contratos, ni subsistirán los que se hayan
otorgado, y la Nación llevará a cabo la explotación de esos productos en
los términos que señale la ley reglamentaria respectiva”. (9)
Como es bien sabido, los gobiernos neoliberales han introducido reformas
regresivas en los principios establecidos en el Artículo 27 y otros
artículos constitucionales, con el objeto de fortalecer las posiciones
del gran capital nacional y extranjero, liquidar las conquistas de los
trabajadores y el pueblo, debilitar al Estado y facilitar el saqueo de
los recursos naturales de la nación por parte de los monopolios
foráneos, especialmente de Estados Unidos. Con la privatización de
Petróleos Mexicanos se persigue el objetivo de contribuir a la seguridad
energética del país belicista por excelencia: la Unión Americana.
Los privilegios otorgados a las compañías extranjeras condujeron a
expolios brutales, asesinatos, destrucción de la naturaleza,
sobreexplotación de los trabajadores y graves problemas de higiene y
seguridad, por lo que la
Enciclopedia de México plantea: “Durante
el auge petrolero de los últimos años dieces y los primeros de la
siguiente década, fueron despojados de sus derechos muchos propietarios.
Cuando las empresas extranjeras pagaron regalías o rentas, fueron éstas
sumamente exiguas y no guardaron proporción con los volúmenes
extraídos. Una vez que terminaba la producción en un campo, las empresas
se movían a otra localidad y no quedaba nada permanente en la región;
Zacamixtle, Pánuco, Tampico, El Plan y otros muchos pueblos crecieron al
amparo de la explotación del petróleo, en condiciones sanitarias
pésimas, sin escuelas, hospitales, caminos permanentes, bibliotecas o
servicios municipales, al tiempo que se registraban elevados índices de
paludismo y tuberculosis…” (10)
La defensa armada de sus
barones monopolistas es el principio número 1 de la política exterior de
la mayor potencia creadora de conflictos internacionales en el siglo XX
y el siglo XXI, además de las amenazas de guerra, la militarización de
la frontera gringo-mexicana y el bloqueo de nuestros principales
puertos. Los representantes de las trasnacionales gringas negocian, casi
sin excepción, con una espada en la mano y el apoyo desvergonzado del
Estado criminal y bandolero del septentrión americano. Escriben unos
académicos mexicanos: “En enero de 1920 el Departamento de Estado
norteamericano entregó al gobierno mexicano un memorándum conteniendo 10
‘exigencias’ en torno al artículo 27, que consistían en la derogación y
la cancelación de todas las medidas dispuestas por Carranza referidas a
denuncios, concesiones, permisos de perforación, zonas federales y
aspectos fiscales, además de reclamar una posición favorable del
Ejecutivo federal en los juicios de amparo y en el reconocimiento de los
derechos de los extranjeros en toda legislación futura…
“ En
el mes de abril la presión del gobierno norteamericano aumentó con la
presencia amenazadora de barcos de guerra en Tampico, a solicitud de las
compañías…” (11)
Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, según
Portes Gil, hicieron grandes esfuerzos para someter a las compañías
petroleras: el primero, al decretar el aumento de impuestos en 1921,
medida que originó un paro en la Huasteca veracruzana,
quedando sin trabajo 20,000 obreros; y el segundo, al expedir la Ley del Petróleo, reglamentaria del artículo 27 constitucional, en el año de 1924, ley
que estuvo a punto de originar una intervención armada de Estados Unidos. (12)
A mediados de 1921, de conformidad con Jaime Tamayo, se produjeron l os
primeros conflictos en la industria petrolera durante el gobierno de
Obregón, con motivo del cierre de los pozos por las compañías como forma
de presión para rechazar el impuesto aprobado por el gobierno de la
República, con lo que se dejó en la calle a miles de trabajadores en la
región de Tampico;
al mismo tiempo fueron movilizados acorazados
norteamericanos frente a las costas de este puerto, como patente muestra
de apoyo del gobierno norteamericano a las compañías frente al gobierno
mexicano y ante las posibles reacciones de los obreros petroleros .
La Federación Americana del Trabajo (
American Federation of Labor
) protestó por la movilización de la Marina yanqui frente a Tampico y
defendió las garantías y derechos de los trabajadores petroleros del
Golfo de México. A lo que Charles E. Hughes, secretario de Estado
usamericano, respondió que la presencia de los buques no afectaba a las
uniones obreras y que buscaban “
garantizar la protección adecuada para las vidas y propiedades de los ciudadanos norteamericanos ”. (13)
En otro texto de Portes Gil, se señalaba que el 12 de junio de 1925
Frank B. Kellog, secretario de Estado de Estados Unidos, amenazaba a
México en los siguientes términos: “Un gran número de propiedades de
americanos han sido tomadas de acuerdo con las leyes agrarias o
violándolas, por las cuales no ha sido concedida ninguna compensación, y
otras propiedades han sido prácticamente arruinadas, y
en algunos casos, intervenidas por el gobierno mexicano en vista de demandas no razonables de los trabajadores mexicanos .
“El embajador Sheffield tendrá el apoyo completo de este gobierno, e
insistiremos en que se dé protección adecuada, de acuerdo con
prescripciones del Derecho Internacional, a los ciudadanos
americanos...”
“Hemos sido pacientes y nos damos cuenta,
naturalmente, que requiere tiempo estatuir un gobierno estable, pero no
podemos aprobar la violación de sus obligaciones y el que no otorgue
protección a los ciudadanos americanos”. (14)
El 15 del propio
mes y año, Plutarco Elías Calles respondía al conocido bravucón
imperialista: “Es de lamentar la contradicción que se encuentra en las
declaraciones del señor Kellog, al manifestar el interés de los Estados
Unidos por la conservación del orden en México y la estabilidad de su
gobierno y al asentar, a la vez, que se tienen noticias de movimientos
revolucionarios, pues esta última afirmación tiende a sembrar alarma en
el mundo, en cuanto a las condiciones en que se encuentra mi país, y por
último, la declaración de que el gobierno de los Estados Unidos
continuará apoyando al gobierno de México únicamente en tanto proteja
los intereses y vidas de ciudadanos americanos y cumpla con sus
compromisos y obligaciones internacionales, entraña una amenaza para la
soberanía de México, que éste no puede pasar inadvertida y que rechaza
con toda energía porque no [puede aceptar] cualquier forma [de
intervención] en sus asuntos interiores, ni está dispuesto a subordinar
sus relaciones internacionales a las exigencias de cualquier otro país.
Se afirma también, en las declaraciones de referencia, que el embajador
americano ha logrado proteger tanto los intereses americanos como
extranjeros, y si eso ha logrado, no tiene derecho para acusar a México
por la falta de protección de tales intereses,
debiendo llamarse la
atención sobre que el mismo embajador no tiene representación de ningún
otro extranjero, fuera de sus connacionales y México no admitiría, que
sin su previa autorización, dicho embajador gestionare a nombre de
persona, o por intereses extraños a su nación ”. (15)
Intermitentemente, el imperialismo norteamericano blandía el garrote de
su poderío militar y naval, para imponer su demencial política exterior.
Un conocido estudioso de la cuestión petrolera, precisa: “Al concluir
1926, el gobierno de México volvía a estar ante el temido dilema: la
rebelión de las compañías le obligaba a desconocer sus derechos, pero
carecía del poder necesario para tomar una medida que lo enfrentaría
abierta y posiblemente de manera violenta a un vecino poderoso contra el
que se encontraba sin defensa…” (16)
Zigzag en la política nacional petrolera
Como ocurre hoy día en Venezuela, Ecuador y Bolivia, en México existían
y existen fuerzas y líderes políticos que pugnaban y pugnan por una
política de conciliación con el capital extranjero y de abandono de la
defensa de los intereses nacionales. Así, el 23 de j ulio de 1927 en un
Manifiesto a la nación de Francisco R. Serrano, del Partido Nacional
Revolucionario (organismo distinto al PNR de 1929), se proclamaba sin
tapujos: “Protección al capital: sin protección escrupulosa al capital,
es insensato esperar que el extranjero venga, ni el propio abandone sus
escondites, y, sin ese factor, nuestra decantada riqueza seguirá siendo
un mito, pero no realidad tangible y vital...
“El petróleo y
su legislación: la naturaleza nos dotó con una de las riquezas más
apreciadas, el petróleo; pero no poseemos los capitales que son
necesarios para descubrirlo, refinarlo, exportarlo, y transportarlo; ni
aun teniéndoles deberíamos de rehusar el concurso de asociaciones y
personas que traten de obtener una ganancia legítima”. (17)
En
plena guerra cristera, dividida la nación y debilitado el Estado, el 26
de n oviembre de 1927, la Suprema Corte de Justicia de la Nación
expidió un fallo en materia petrolera que favorecía a las empresas
imperialistas, por lo que el órgano central de los comunistas expuso la
idea de que el fallo que acababa de dictar la SCJN sobre la no
retroactividad del artículo 27 constitucional en materia de petróleo,
era un golpe a la soberanía nacional, asestado en los precisos momentos
en que la asonada militar era completamente vencida. El proletariado
debía luchar en pro de un artículo 27 retroactivo, tal como figura en la
Constitución de 1917, y
sin dejarse convencer por las amenazas de Sheffield. (18)
El Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana
Como explica Arnaldo Córdova, acerca de la relación entre crisis,
recuperación económica y movimiento obrero, el primer efecto de la
desaceleración de la crisis se experimentó en el desarrollo del
movimiento obrero; la dispersión, como un proceso generalizado, llegó a
su fin, y comenzó desde entonces una lenta pero progresiva evolución
hacia la unificación final de la clase obrera. (19)
Inspirados
en la valiosa experiencia del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros
de la República Mexicana (1933) y el Sindicato Industrial de
Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana
(1934), los organismos sindicales de la industria petrolera
constituyeron el 15 de agosto de 1935 el Sindicato de Trabajadores
Petroleros de la República Mexicana, con la fusión del Sindicato Único
de Obreros y Empleados de la
Huasteca Petroleum Company , Mata
Redonda, Ver.; Sindicato de Obreros y Empleados de la Compañía Mexicana
de Petróleo "El Águila", S. A., Cd. Madero, Tamaulipas; Sindicato de
Pierce Oil Company
, Cd. Madero, Tamps.; Sindicato de Trabajadores de la Compañía Mexicana
del Petróleo El Águila, S. A., México. D. F.; Sindicato de Trabajadores
Unidos del Departamento de Ventas de la
Huasteca Petroleum Company , México, D. F.; Unión de Obreros y Empleados de la
Pierce Oil Company , México, D. F.; Sindicato Único de Empleados y Obreros de la
California Standard Oil Company
, México, D. F.; Unión de Trabajadores y Empleados de las Compañías
Petroleras, Veracruz, Ver.; Sindicato de Empresa de Obreros y Empleados
de la
Huasteca Petroleum Company de Ébano, San Luis Potosí;
Sindicato de Trabajadores del Petróleo de Minatitlán, Veracruz;
Sindicato de Estibadores y Jornaleros de Minatitlán, Veracruz; Sindicato
de Trabajadores de la Compañía Naviera de San Cristóbal, Minatitlán;
Sindicato de Obreros y Empleados de la Compañía Exploradora de Petróleo
La Imperial y sus Anexos, Tampico, Tamaulipas; Sindicato Único de
Obreros y Empleados de la
Penn Mex Fuel Oil Company , Álamo,
Veracruz; Sindicato de Obreros y Empleados del Petróleo del Campo de
Agua Dulce, Veracruz; Sindicato de Empresa de Obreros y Empleados de la
Huasteca Petroleum Company
, División Sur, Cerro Azul, Veracruz; Sindicato Único de Trabajadores
del Petróleo de la Terminal de Nanchital, Veracruz y sus Dependencias;
Sindicato de Obreros y Empleados de El Águila en El Plan, Las Choapas,
Veracruz, y Sindicato de Trabajadores de la Petromex, México, D. F.
(20)
El STPRM tuvo que abordar como tarea inmediata la lucha
por la contratación general única. En noviembre de 1936, la convención
del sindicato elaboró su proyecto de contrato colectivo de trabajo tipo,
emplazó a las empresas y se encaminó a preparar la huelga general de
rama. Las compañías imperialistas armaron un gran escándalo en
Excélsior,
El Universal,
La Prensa y otros diarios.
El 26 de noviembre, sindicato y empresas firmaron un convenio, en el
que se establecía una prórroga de 120 días para la declaración de la
huelga petrolera. Las compañías accedieron a sentarse a negociar; sin
embargo, las pláticas fueron suspendidas y de ahí que el STPRM, para
presionar,
realizara un paro de 24 horas el 14 de enero de 1937.
La huelga general petrolera empezó el 27 de mayo de 1937.
Entre empresarios y obreros se desenvolvió una guerra por ganar la
conciencia de la gente. Las compañías imperialistas inundaban la prensa
nacional y del exterior de propaganda calumniosa en contra del sindicato
y los trabajadores.
El día del inicio de la huelga, se efectuó
un acto de masas en el teatro Hidalgo, organizado por la Sección 4 del
STPRM. Participaron en él oradores petroleros y Francisco S. Calderón,
de la Sección 15 del STFRM; Félix M. Martínez, de la Alianza de
Organizaciones de Trabajadores al Servicio del Estado; Emilio Moreno, de
la Alianza de Tranviarios; Marcelino Reyes, de la Federación Mexicana
de Trabajadores de la Enseñanza; Tomás Cueva, del STFRM, y otros
dirigentes de diferentes sindicatos y frentes.
Tras acaloradas
discusiones, la convención del STPRM aprobó por mayoría levantar el
movimiento de huelga el 9 de junio, y tramitar las peticiones ante la
Junta Federal de Conciliación y Arbitraje por medio de una demanda de
orden económico. En el número 481 de
El Machete, del 20 de junio
de 1937, apareció el artículo de Valentín Campa “Las enseñanzas de la
huelga petrolera”, en el que sostenía que el movimiento sintetizaba la
lucha de todo el pueblo mexicano contra la opresión imperialista,
criticaba la insuficiente solidaridad de las dos fracciones de la CTM,
saludaba el acuerdo de no declararle la huelga a la Petromex y exponía
los problemas del arbitraje.
La Comisión Pericial nombrada por
la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, integrada entre otros por
Jesús Silva Herzog, dictaminó el 3 agosto de 1937 la capacidad económica
de las empresas petroleras para acceder a las demandas del sindicato
hasta por la cantidad aproximada de 26 millones de pesos. De cara al
peritaje, las compañías imperialistas amenazaron con retirarse de
México.
La expropiación petrolera
La clase
obrera desempeñó un rol de primer orden en la lucha por las reformas
estructurales, pues siempre estuvo en pie de pelea por repartir los
latifundios y dar la tierra a los campesinos, expropiar al imperialismo y
alcanzar la democracia.
Enrique Ramírez y Ramírez expuso con
claridad: “Fueron los trabajadores petroleros, dirigidos por la CTM, los
que plantearon el conflicto que, en su desarrollo accidentado desembocó
en la expropiación. El movimiento sindical, en esa ocasión, desempeñó
el papel de avanzada en la lucha contra las compañías extranjeras,
defendió con firmeza los intereses de los trabajadores petroleros y
estableció las condiciones propicias para la liquidación del viejo
litigio entre el capital petrolero y la nación mexicana. Sus intereses
de clase se identificaron con los de la nación”. (21)
La lucha
de los trabajadores petroleros por la firma del contrato colectivo de
trabajo único se convirtió, por la cerrazón del capital foráneo, en un
combate decisivo entre la nación mexicana y el imperialismo. Por eso, al
desarrollar sus labores en febrero de 1938 el I Congreso Nacional
Ordinario de la CTM , Vicente Lombardo Toledano defendió la política
patriótica de Cárdenas, rechazó las amenazas de los monopolios
extranjeros, llamó a los trabajadores y el pueblo a hacer causa común,
así como previó con gran visión la posibilidad de la expropiación
petrolera. (22)
El 18 de d iciembre de 1937 fue expedido el
laudo arbitral del Grupo Número 7 de la JFCA que precisaba que existía
un desequilibrio entre los factores de la producción en la industria
petrolera, que este desequilibrio era imputable a las empresas
demandadas, y que d ichas compañías estaban en posibilidad de aumentar
los salarios de sus trabajadores y mejorar las condiciones de trabajo de
éstos hasta por la suma de 26 millones 332 mil 756 pesos. (23)
Las empresas no acataron el laudo de la JFCA, con lo cual pusieron al
gobierno de Cárdenas frente a la disyuntiva de ser derrotado por los
monopolios extranjeros o
aplicar la Ley de Expropiación de 1936 .
El empuje de los trabajadores petroleros, la clase obrera, el pueblo y
las fuerzas de izquierda y nacionalistas, la prepotencia de las
compañías extranjeras y las contradicciones en el seno de las potencias
imperialistas, convencieron al gobierno de la necesidad de decretar la
expropiación. La importancia histórica de esta medida es indudable: se
eliminó el saqueo de uno de los recursos nacionales no renovables, la
sobreexplotación de los obreros petroleros, las constantes presiones de
los monopolios y gobiernos de Estados Unidos, las amenazas intermitentes
de intervención militar, la creación de guardias blancas y la
corrupción de generales y funcionarios públicos. Los
veneros del diablo se transformaron en auténtica riqueza nacional.
Se declararon expropiados por causa de utilidad pública y a favor de
la nación, la maquinaria, instalaciones, edificios, oleoductos,
refinerías, tanques de almacenamiento, vías de comunicación, carros
tanque, estaciones de distribución, embarcaciones y todos los demás
bienes muebles e inmuebles de
propiedad de 17 empresas extranjeras de la industria del petróleo .
De acuerdo con Luis González l a expropiación del petróleo le atrajo a
Lázaro Cárdenas una popularidad nunca vista dentro de México y una
inquina colérica en las cimas sociales de los países inversores. (24)
Los monopolios extranjeros recurrieron a los servicios del general
Saturnino Cedillo, que no tenía posibilidad alguna de poder derrocar al
gobierno cardenista. El 15 de m ayo de 1938, el Congreso de San Luis
Potosí lanzó un decreto en el que desconocía al gobierno federal y
criticaba la expropiación petrolera. (25)
Las dificultades del capitalismo recién salido de la
gran depresión, las pugnas entre las potencias capitalistas democráticas y las fascistas, la proximidad de la II Guerra Mundial, la
política del buen vecino
de Franklin D. Roosevelt y la unidad patriótica del pueblo mexicano
impidieron que el imperialismo norteamericano interviniera militarmente
para restaurar el dominio de los monopolios extranjeros sobre la riqueza
petrolera nacional; pero si bien los gringos no recurrieron a la fuerza
de las armas, las empresas expropiadas boicotearon a México mediante el
cierre de los mercados de Estados Unidos, América Latina y Europa, la
salida del país de ingenieros y técnicos extranjeros, y la cancelación
de las importaciones de maquinaria y refacciones necesarias para la
industria del oro negro. Ante esta situación, el gobierno mexicano tuvo
que dirigir la venta de su crudo a Alemania, Italia y Japón.
Objetivos de la nacionalización
Para
Antonio J. Bermúdez, ex director de Pemex, la expropiación petrolera
perseguía dos objetivos, cumplir satisfactoriamente y en todo tiempo el
de abastecer los combustibles necesarios para el progreso y desarrollo
del país, que el monopolio estatal cumplió, aunque con un costo muy
superior al que debió haber tenido. El petróleo ha sido la base del
desarrollo económico de México, de 1938 a 1975.
En cambio, no
logró que la industria petrolera fuera el instrumento clave del
desarrollo económico independiente de México, pues Petróleos Mexicanos y
la economía de México no han tenido ni tienen el desarrollo ni la
independencia que deberían tener. (26)
Lo que indicaba Bermúdez
fue cierto hasta hace algunas décadas, mas la corrupción, el entreguismo
y la ceguera política de los agentes neoliberales de EU han hecho y
hacen que México exporte crudo e importe gasolinas y otros productos del
petróleo. En una política de esta naturaleza está el sustento de la
reprimarización de la economía mexicana, como del grueso de las economías latinoamericanas.
Contratos riesgo
El
imperialismo norteamericano jamás renunció en volver a apropiarse de la
industria del petróleo, y siempre que pudo insistió en meter sus manos
en Pemex. Las presiones fueron múltiples. En la segunda mitad de los
años 40 del siglo pasado, quiso compartir la renta petrolera con México.
No lo logró, pero sí pudo imponer los contratos riesgo. Lo que hubo fue
una gran presión de parte del gobierno y consorcios petroleros de EU
para que las empresas expulsadas volvieran y que, por último, se
firmaron los llamados contratos riesgo, en los cuales se contrataban
servicios para explorar y perforar y se pagaba a los contratistas si
encontraban petróleo, con un porcentaje del valor de la producción, lo
que no era ventajoso para la industria nacionalizada. (27)
Pemex
Como
lo han señalado diversos autores, la experiencia de Petróleos Mexicanos
ha sido y es útil a otros países de América Latina y Asia. O como
escribió el combatiente de la Gran Guerra Patria y latinoamericanista
soviético Víctor Volski: “Desde que Pemex existe, los trabajadores
petroleros han logrado, con su abnegado trabajo, enormes éxitos en el
desarrollo de la industria petrolera nacionalizada, éxitos que tienen
vasta notoriedad en el mundo entero. Mosadegh esgrimió el ejemplo de
Pemex cuando intentó nacionalizar la industria petrolera en el Irán.
Antes de crear Petrobrás, el gobierno del Brasil envió en dos
oportunidades misiones especiales a México y Venezuela para estudiar
ambos métodos de explotación. Y si la elección recayó en el monopolio
estatal, ello se debe al ejemplo mexicano. La comparación de los
sistemas de México y Venezuela proporcionó a los diputados chilenos una
poderosa argumentación para rechazar por dos veces --en 1957 y 1959--
los proyectos de ley del gobierno acerca de la admisión de compañías
petroleras extranjeras en la explotación de los yacimientos chilenos…”
(28)
México y América Latina
Dos autores
argentinos ubicaban con claridad la influencia de la nacionalización del
petróleo en otros países de la Patria Grande. Por cierto, Alberto T.
Casella, junto con Lázaro Cárdenas y Domingo Vellasco, presidió la
Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación
Económica y la Paz, celebrada en nuestra capital federal del 5 al 8 de
marzo de 1961. (29) Escribían los patriotas de Argentina: “…el
presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo el 18 de marzo de
1938. La decisión, el valor y el patriotismo, con que el presidente
Cárdenas afrontó la lucha con las empresas petroleras fueron realmente
dramáticas, pero hoy, transcurridos 25 años, es preciso señalar la
tremenda influencia que ese hecho histórico ha ejercido en México y en
toda América Latina. Con el derramamiento de sangre entre hermanos y
México pasó a ser el país de economía más sólida en Latinoamérica”. (30)
En esa historia de la industria petrolera se ubica la actual
lucha entre los sectores patrióticos y los agentes de EU que encabezan
el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional.
Salta a la vista, pues, que la iniciativa de ley energética de Enrique
Peña Nieto busca fortalecer la reserva estratégica de Estados Unidos,
entregar la renta petrolera a las trasnacionales gringas, recibir las
migajas de la explotación petrolera, continuar la criminal política de
exportar crudo e importar gasolinas, marchar al revés de la tendencia
mundial al fortalecimiento de las empresas paraestatales, impulsar la
reprimarización
de la economía de México y dar la espalda a los procesos unitarios de
América Latina y el Caribe. Es, en el fondo, una expresión “mexicana” de
los intereses del mayor peligro para la paz mundial: el imperialismo
norteamericano. Esta política puede y debe ser derrotada.
Notas
(1) María Teresa Aguilar Delsordo y María Cristina del Arenal Mitolo, El general Manuel Peláez G. (Su actuación política y militar en las Huastecas), tesis, FFL UNAM, 1983, B. T. Rudenko, “México en vísperas de la revolución democrático-burguesa de 1910-1917”, en La Revolución mexicana. Cuatro estudios soviéticos
, trad. de Arnoldo Martínez Verdugo y Alejo Méndez García, México, ECP,
4ª reimpr., 1979, p. 72, y N. M. Lavrov, “La Revolución mexicana de
1910-1917”, en Ibíd., p. 92 .
(2)Hu Sheng, Historia de las relaciones entre China y las potencias imperialistas. 1840-1925, Montevideo, Ed. Pueblos Unidos, 1957, p. 214, y Li Sin, La Revolución de nueva democracia en China (1919-1949), Pekín, Ed. en L. Extr., 1979.
(3) Ley sobre el petróleo, 24-XII-01, web de Ed. Antorcha.
(4)Decreto de Francisco I. Madero estableciendo un impuesto sobre el petróleo crudo, 3-VI-12, web de Ed. Antorcha.
(5)Octavio Gordillo y Ortiz, La Revolución y las relaciones internacionales de México, México, BINEHRM, 1982, p. 29.
(6)Lorenzo Meyer, México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero 1917-1942, México, El Colmex, 1ª reimpr., 1981, p. 75.
(7)Leonardo Pasquel, La Revolución en el estado de Veracruz, t. II, México, BINEHRM, 1972, p. 89.
(8)Lorenzo Meyer, México y los…, p. 36.
(9) Constitución de México de 5 de febrero de 1917 , en Internet.
(10) Enciclopedia de México, José Rogelio Álvarez (dir.), t. XI, México, EM y SEP, MCMLXXXVIII, p. 6393.
(11)Armando Rendón Corona et al ., Los conflictos laborales en la industria petrolera 1911-1932 , vol. 1, México, UAM-I, 1997, p. 90.
(12)Prólogo de Emilio Portes Gil en Ángel José Hermida Ruiz, Bermúdez y la batalla por el petróleo, México, B. Costa-Amic, Ed., 1974, p. 13.
(13)Jaime Tamayo, “En el interinato de Adolfo de la Huerta y el gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924)”, en La clase obrera en la historia de México, t. 7, Siglo XXI Ed., México, 1987, pp. 224-225
(14)Emilio Portes Gil, Autobiografía de la Revolución mexicana , México, Instituto Mexicano de Cultura, 1964, p. 392.
(15)Ilse María Escobar Hofman, La controversia diplomática entre México y los Estados Unidos (1925-1927) , tesis, México, FFL UNAM, 1978, p. 126.
(16)Lorenzo Meyer, México y…, p. 252.
(17)María Elena Aragón Benítez, La campaña presidencial de 1927. Apuntes para la historia del antirreeleccionismo en México , tesis, México, FFL UNAM, 1963, p. 74.
(18) El Machete , 26-XI-27, citado por Ricardo J. Zevada, en Calles el presidente , México, Ed. Nuestro Tiempo, 1971, p. 44.
(19)Arnaldo Córdova, “En una época de crisis”, en La clase obrera en la Historia de México , t. 9, Siglo XXI Ed., México, 1980, p. 145.
(20)Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, Acta Constitutiva y Estatutos Generales , México, s. e., 1977, pp. 9-13, y Gerardo Peláez Ramos, “El sindicalismo petrolero en El Machete . 1935-1938”, en Rebanadas de realidad, La Haine y otros portales.
(21) Enrique Ramírez y Ramírez, “Experiencias y ejemplos de la Revolución en la época de Cárdenas”, en Problemas Agrícolas e Industriales de México , vol. VII, núm. 4, octubre-noviembre-diciembre de 1955, p. 383.
(22)Vicente Lombardo Toledano, “Informe del Comité Nacional al Primer Congreso Nacional Ordinario de la CTM”, en Obra histórica-cronológica , t. III, vol. 7, 1938, México, CEFPS “VLT ”, 1996, y CTM : 50 años de lucha obrera , t. 1 (1936-1941), México, PRI ICAP, 1986 .
(23)Julio Valdivieso Castillo, Historia del movimiento sindical petrolero en Minatitlán, Veracruz, México, ed. del autor, 1963, p. 99.
(24) Luis González, “Los días del presidente Cárdenas”, en Historia de la Revolución mexicana. 1934-1940 , t. 15, México, El Colmex, 1981, p. 192.
(25) Ver Manuel Fernández Boyoli y Eustaquio Marrón de Angelis, Lo que no se sabe de la rebelión cedillista , México, s. e., 1938, pp. 315-316.
(26)Antonio J. Bermúdez, La política petrolera mexicana, México, Ed. J. Mortiz, 1976, p. 35.
(27)Ángel José Hermida Ruiz, Bermúdez y la batalla por el petróleo, México, B. Costa-Amic, Ed., 1974, pp. 15-16.
(28)Víctor Volski, América Latina, petróleo e independencia, Buenos Aires, Ed. Cartago, 1966, p. 204.
(29)Véase Gerardo Peláez Ramos, “El Movimiento de Liberación Nacional
(1961-1967)”, en los portales Rebelión, La Haine, Apia virtual, MLN y
otros.
(30)Alberto T. Casella y Alejandro Clara, Petróleo, soberanía y paz, Buenos Aires, Ed. Platina, 1963, p. 113.