1.6.14

Las autodefensas y el modelo zapatista

Miguel Ángel Ferrer

Luego de los varios meses que han transcurrido desde la aparición pública y mediática de las autodefensas michoacanas, el panorama empieza a clarificarse en cuanto al potencial insurreccional y revolucionario de esos grupos armados.

Ese panorama en trance de esclarecimiento muestra primeramente que las autodefensas responden a la legítima necesidad de la población, sobre todo rural, del estado de Michoacán de protegerse del accionar de la delincuencia organizada. Víctima de ésta y ante la indiferencia o complicidad de los gobiernos federal, estatal y municipal, esas comunidades rurales no tuvieron otra salida que organizarse en milicias populares armadas.

Y parece hasta el momento que merced a la existencia y actividades de las autodefensas el grave fenómeno delictivo en Michoacán se ha visto notoriamente atemperado. Tal cosa, desde luego, no es sólo fruto de la actuación de las autodefensas; también lo es de que las acciones de estos grupos obligaron al gobierno federal a hacerse presente en Michoacán para buscar una solución al grave deterioro de la seguridad pública.

Es claro que sin el nacimiento y desarrollo de las autodefensas, el gobierno federal no se habría visto en la necesidad de cumplir su obligación legal de proteger a la ciudadanía y combatir la delincuencia. Es obvio que el gobierno federal decidió intervenir ante la súbita aparición de una situación insurreccional o al menos preinsurreccional. Y con su presencia, antes inexistente en Michoacán, el gobierno de Peña Nieto decidió golpear con las dos manos. Con una, reducir las actividades de la delincuencia organizada; y con la otra buscar la reducción, eliminación, cooptación, domesticación o represión de las autodefensas.

También hasta el momento, la estrategia gubernamental ha tenido éxitos. Sobre todo por la vía de la cooptación, la domesticación y la franca represión policiaca y judicial.

Pero a veces, como se dice popularmente, donde menos se espera salta la liebre. Y la liebre ha saltado en la anunciada e incipiente conversión de las autodefensas de un movimiento armado a una organización política de lucha pacífica.

Digamos que por otras vías y en distintas circunstancias, las autodefensas han tomado el camino que 20 años antes tomó el movimiento zapatista. Y que ante la represión policiaca, judicial, mediática y militar desatada contra ellas, no les ha quedado otro camino que optar por la participación política.

Frente a la nueva situación, quizás a las autodefensas les sirva el lúcido ejemplo del EZLN y que puede resumirse o condensarse en su preservación y actividades a lo largo de dos décadas, sin haber sido cooptado, eliminado, destruido o desprestigiado.

De modo que por distintas vías y en diferentes circunstancias, se ha extendido a otras regiones de México el modelo de lucha, de resistencia y de autonomía (frente al Estado) del zapatismo. El tiempo dirá si las autodefensas prevalecen en este camino. Y si son capaces de dar las muestras de lucidez que a lo largo de cuatro lustros han dado los dirigentes y las bases del movimiento indígena chiapaneco.

Si este es el caso, y si las autodefensas logran resistir los indudables afanes represivos del Estado, es probable que logren su consolidación como fuerza política capaz de librar a sus comunidades del flagelo de la delincuencia organizada.

Y dando ese primer e importantísimo paso, es posible que logren dar forma y contenido a nuevas modalidades de organización popular y de autonomía frente al Estado

A primera vista puede parecer un logro modesto. Pero indudablemente ahí se encuentra el germen de una nueva organización política del país. Una organización horizontal, democrática, libre y participativa. Como la anunciada, prefigurada y vigente en el movimiento zapatista.

No hay comentarios.: