James Petras
El capitán José
Guillén Araque, de la Guardia Nacional de Venezuela, le alertó a Maduro
sobre la ofensiva nazi, diciendo: "el fascismo debe ser derrotado antes
de que sea demasiado tarde". En represalia por esta advertencia
profética, el patriótico y joven capitán fue atacado por un asesino
respaldado por EE.UU. en las calles de Maracay, en el estado de Aragua,
el 16 de marzo de 2014. Su muerte elevó a 29 la cantidad de soldados y
policías asesinados desde que comenzaron las revueltas fascistas. El
asesinato de un oficial prominente y patriótico en una calle principal
de una capital de provincia es una indicación más de que los fascistas
venezolanos están en la ofensiva, confiados en el apoyo de Washington y
de una amplia franja de la clase alta y media de Venezuela. Son parte de
una minoría electoral que no tiene ilusiones de tomar el poder por la
vía constitucional usando medios democráticos.
El capitán
Guillén Araque dio un paso al frente recordándole a Maduro que, en la
historia contemporánea, en el camino hacia el poder de los grupos
totalitarios fascistas y nazis yacen los cuerpos de demócratas y
social-demócratas bien intencionados pero incapaces de usar los medios
constitucionales para aplastar a los enemigos de la democracia.
La historia del avance del fascismo en las democracias
En Venezuela, el término "fascista" se aplica apropiadamente a los
grupos políticos organizados y violentos que llevan adelante campañas
masivas de terror para desestabilizar y derrocar al gobierno
bolivariano, que fue elegido democráticamente. Los académicos puristas
podrían argumentar que los fascistas venezolanos no tienen la ideología
nacionalista y racista que imperaba entre sus predecesores de Alemania,
Italia, España y Portugal. Es cierto, y es a la vez, irrelevante. El
tipo de fascismo existente en Venezuela es altamente dependiente del
imperialismo estadounidense y de sus aliados, los caudillos militares
colombianos; y actúan bajo sus órdenes. El racismo de los fascistas
venezolanos se pone de manifiesto en los ataques directos contra las
clases obrera y campesina, que son multirraciales y afro-indígenas -como
quedó demostrado por las vitriólicas expresiones racistas contra el
fallecido presidente Chávez. La conexión esencial con los movimientos
fascistas precedentes se centra en los siguientes puntos:
1) profunda hostilidad de clase contra la mayoría del pueblo;
2) odio visceral hacia el Partido Socialista Chavista, que ganó 18 de las 19 elecciones pasadas;
3) uso de la toma armada del poder por una minoría que actúa en representación de las clases dominantes locales y de EE.UU.;
4) intención de destruir las instituciones y los procedimientos
democráticos, a los que, al mismo tiempo, usa con fines
propagandísticos, para ganar espacio político;
5) se enfoca en
la destrucción de las instituciones de la clase trabajadora -concejos
comunales, asociaciones barriales, clínicas médicas y dentales, escuelas
públicas, transporte, almacenes subsidiados de alimentos, centros de
discusión política, cooperativas bancarias, sindicatos y cooperativas de
campesinos;
6) y por el apoyo que recibe de la gran banca, y de las corporaciones del agro y firmas manufactureras capitalistas.
En Alemania, Italia, España, Francia y Chile, los movimientos fascistas
también comenzaron como pequeños grupos terroristas, que consiguieron
el apoyo financiero de la élite capitalista gracias a la violencia
ejercida contra las organizaciones de la clase trabajadora y las
instituciones democráticas, y que reclutaron adeptos principalmente
entre los estudiantes universitarios de la clase media, los
profesionales de la elite (especialmente doctores) y los oficiales
militares de alto rango en actividad y en retiro -unidos por su
hostilidad contra el orden democrático.
Trágicamente y con
demasiada frecuencia, los líderes democráticos de los gobiernos
constitucionales, tienden a ver a los fascistas como "simplemente otro
partido", y se niegan o no tienen voluntad para aplastar las pandillas
armadas, que combinan el terror en las calles con las elecciones para
ganar el poder estatal. Los demócratas constitucionalistas han fracasado
o no tuvieron la voluntad para ver al brazo político, civil, de los
nazis como parte integral de un enemigo orgánico y totalitario; entonces
negociaron y debatieron una y otra vez con las elites fascistas, que
durante el proceso, destruían la economía mientras que los terroristas
atacaban los cimientos político-sociales del estado democrático. Los
demócratas se negaron a enviar a sus millones de simpatizantes para
frenar a las hordas fascistas. Peor aún, hasta se vanagloriaban de haber
encarcelado a los policías y soldados acusados de haber usado "fuerza
excesiva" al confrontar a los pandilleros fascistas. Por ello, los
fascistas se movieron fácilmente de las calles al poder del estado. Los
demócratas elegidos por voto estaban tan preocupados por las críticas de
los medios internacionales capitalistas, de los críticos de la elite y
de las auto-llamadas organizaciones de derechos humanos, que
contribuyeron a facilitar la toma del poder de los fascistas. El derecho
del pueblo a la defensa armada de la democracia ha sido subordinado al
pretexto de respetar las normas democráticas -¡normas que ningún estado
burgués bajo ataque hubiera respetado! Los demócratas
constitucionalistas fallaron en reconocer cuan drásticamente había
cambiado la política. Ya no tenían enfrente de ellos a una oposición
parlamentaria preparándose para la próxima elección; se enfrentaban a
terroristas armados y a saboteadores que usaban la lucha armada para
tomar el poder por cualquier medio -incluyendo golpes de estado
violentos.
En el léxico fascista, conciliación democrática
significa "debilidad", "vulnerabilidad" y una invitación a incrementar
la violencia; explotan eslóganes como 'paz y amor' y 'derechos humanos';
llaman a 'negociaciones' como preámbulos de la derrota; y 'acuerdos'
como preludios de la capitulación.
Los políticos democráticos
que alertan sobre una "amenaza fascista" se vuelven blancos de los
ataques violentos de los terroristas, que mientras tanto actúan como si
estuvieran participando en "negociaciones parlamentarias".
Así
es como los fascistas llegaron al poder en Alemania, Italia y Chile,
mientras los demócratas constitucionalistas, hasta el final, se negaron a
armar a los millones de trabajadores organizados que podrían haber
rechazado a los fascistas, y salvado la democracia preservando a la vez
sus propias vidas.
El fascismo en Venezuela: una amenaza letal en la actualidad
La advertencia del héroe y mártir, capitán Guillén Araque, de un
inminente peligro fascista en Venezuela tiene un fundamento sólido.
Mientras que las olas de violencia terrorista van y vienen, las
estructuras básicas del fascismo en la economía y en la sociedad
continúan intactas. Como también siguen en su lugar, las organizaciones
subterráneas que financian y organizan la provisión de armas a los
fascistas.
Los líderes políticos de la oposición juegan un
doble juego, se mueven constantemente entre las protestas legales y la
complicidad con los terroristas armados. No hay dudas de que, en todo
golpe fascista, la oligarquía política emerge al final como la verdadera
dueña del poder -compartiendo cuotas de poder con los líderes de las
organizaciones fascistas. Mientras tanto, su 'respetabilidad' le provee
cobertura política; sus campañas de 'derechos humanos' para liberar a
los pandilleros encarcelados les gana el apoyo de los 'medios
internacionales', mientras hacen el papel de intermediarios entre las
agencias de EE.UU. que los financian y los terroristas que están en la
clandestinidad.
Al medir el alcance y la profundidad del
peligro fascista, es erróneo limitarse a simplemente contar la cantidad
de bombas, incendios y francotiradores sin incluir la logística, la
retaguardia, los grupos periféricos de respaldo y los apoyos
institucionales detrás de los actores que dan la cara.
Para
"derrotar al fascismo antes de que sea demasiado tarde" el gobierno debe
evaluar realistamente los recursos, la organización y el código
operativo del comando fascista; y rechazar los pronunciamientos
excesivamente temperamentales y triunfalistas emitidos por algunos
ministros, consejeros y legisladores.
Primero, los fascistas no
son simplemente una pequeña banda que se limita a golpear cacerolas y
atacar a trabajadores municipales en los barrios de clase media alta de
Caracas para el beneficio de los medios corporativos e internacionales.
Los fascistas están organizados a nivel nacional; sus miembros son
activos en todo el país.
Sus blancos de ataque son las instituciones y la infraestructura esenciales en numerosas ubicaciones estratégicas.
Su estrategia está coordinada por un comando central; sus operaciones están descentralizadas.
Los fascistas son una fuerza organizada: su financiamiento, armamento y
acciones son planificados. Sus acciones no son espontáneas, no son
organizadas localmente en respuesta a la 'represión" gubernamental como
las describen los medios burgueses e imperialistas.
Los
fascistas reúnen a diferentes corrientes cruzadas de grupos violentos,
combinando frecuentemente profesionales de derecha, pandillas de
delincuentes a gran escala y traficantes de droga (especialmente en las
zonas fronterizas), grupos paramilitares, mercenarios y conocidos
delincuentes. Ellos son la "avanzada fascista", financiada por los
principales especuladores con el tipo de cambio, protegidos por
autoridades locales, amparados por los inversionistas en bienes raíces y
los burócratas universitarios de alto rango.
Los fascistas son
"nacionales" e "internacionales": incluyen a matones pagados localmente
y a estudiantes de familias de clase media-alta; a paramilitares
colombianos, a mercenarios, a profesionales de todo tipo, a
francotiradores asesinos de fuerzas de "seguridad" de EE.UU. y a
miembros encubiertos de las Fuerzas Especiales de ese mismo país; y a
fascistas "internacionalistas" reclutados en Miami, América Central y el
resto de América Latina y Europa.
Los terroristas organizados
tienen dos santuarios estratégicos para lanzar sus operaciones violentas
-Bogotá y Miami, donde dirigentes locales prominentes, como el ex
presidente Álvaro Uribe y legisladores de EE.UU., les proveen respaldo
político.
La convergencia de actividades económicas delictivas y
altamente lucrativas, y el terrorismo político representa una temible
amenaza de dos facetas para la estabilidad de la economía y la seguridad
del estado venezolano... Los criminales y los terroristas hallaron un
terreno común bajo la protección política de EE.UU., armada con el fin
de derrocar al gobierno democrático de Venezuela y aplastar la
revolución bolivariana del pueblo venezolano.
Las conexiones y
el interaccionar entre criminales y terroristas desde dentro y fuera del
país, entre los dirigentes políticos de alto nivel de Washington, los
traficantes callejeros de droga, y los contrabandistas "camellos", les
proveen a la elite internacional de voceros y músculos para la lucha
callejera y los francotiradores.
Los blancos de ataque de los
terroristas no son elegidos al azar; ni son causados por una ciudadanía
con bronca que protesta por las desigualdades sociales y económicas. Los
blancos, elegidos cuidadosamente, son los programas estratégicos que
sostienen al gobierno democrático; primero y por encima de todo, los
ataques se enfocan contra las instituciones sociales de masa que forman
la base del gobierno. Esto explica porqué las bombas terroristas
destruyen clínicas de salud para los pobres, escuelas públicas y centros
de alfabetización de adultos en los barrios, las tiendas de comida
subsidiadas por el estado y el sistema de transporte público. Todas
estas instituciones forman parte del vasto sistema de bienestar social
puesto en funcionamiento por el gobierno bolivariano. Ellos son los
cimientos que sostienen el voto masivo a favor en 18 de las 19 últimas
elecciones y del poder popular en las calles y en las comunidades. Al
destruir la infraestructura de la red de bienestar social, los
terroristas intentan romper el vínculo social entre el pueblo y el
gobierno.
Los terroristas atacan el legítimo sistema nacional
de seguridad: principalmente, la policía, la Guardia Nacional, a los
fiscales públicos y otras autoridades encargadas de salvaguardar a los
ciudadanos. Los asesinatos, ataques violentos y amenazas contra
funcionarios públicos, el uso de artefactos incendiarios contra
edificios y transporte público apuntan a crear un clima de miedo y
demostrar que el estado es débil e incapaz de proteger la vida diaria de
sus ciudadanos. Los terroristas quieren proyectar la imagen de "poder
dual" al tomar espacios públicos y bloquear el comercio regular... y al
ejercer "el gobierno de las calles usando armas". Por encima de todo,
los terroristas quieren desmovilizar y reducir las contra-demostraciones
populares al bloquear calles y dispararle a quemarropa a los activistas
involucrados en actividades políticas en barrios en conflicto. Los
terroristas saben que pueden contar con el respaldo de los aliados
políticos de la oposición "legal", quienes les proveen la base para las
protestas en la vía pública, las que sirven como escudo para los asaltos
violentos y como un pretexto para escalar el sabotaje.
Conclusión
El fascismo, básicamente el terrorismo armado con el fin de derrotar
por medios violentos al gobierno democrático, es una amenaza real e
inmediata en Venezuela. El día a día, los altibajos de la lucha
callejera y los incendios no dan una dimensión real de la amenaza.
Como
lo hemos señalado, los respaldos estructurales y organizativos de fondo,
que explican el auge y el crecimiento del fascismo son mucho más
significativos. El desafío de Venezuela es lograr cortar las bases
económicas y políticas del fascismo. Desafortunadamente, hasta hace poco
tiempo, el gobierno había sido demasiado delicado frente a las críticas
hostiles de las elites internacionales y nacionales que defienden a los
fascistas -en nombre de las "libertades democráticas". El gobierno de
Venezuela tiene enormes recursos a su disposición para extirpar la
amenaza fascista. Incluso si un accionar firme causara una reacción
negativa de los amigos liberales del exterior, la mayoría de los
defensores de la democracia creen que es responsabilidad del gobierno
actuar contra la oposición que continúa incitando a la rebelión armada.
Recientemente, hubo signos claros de que el gobierno de Venezuela,
investido de un poderoso mandato democrático y constitucional, ha
avanzado en la toma de conciencia de la amenaza fascista y que actuará
con determinación para frenarla en las calles y en las oficinas.
La Asamblea Nacional ha votado para quitarle la inmunidad a Corina
Machado, diputada de la Asamblea Nacional, para que esta pueda ser
juzgada por incitación a la violencia. El Presidente de la Asamblea
Nacional Diosdado Cabello ha presentado documentación detallada que
prueba el rol de Machado como organizadora y promotora de la rebelión
armada. Numerosos alcaldes de la oposición, que respaldaron activamente a
francotiradores, pandilleros e incendiarios, fueron arrestados y
enfrentan cargos legales.
La mayoría de venezolanos, al verse
confrontados con la ola de violencia fascista, respondió apoyando el
enjuiciamiento de los funcionarios involucrados en el sabotaje. Los
servicios de inteligencia venezolanos, al igual que la ciudadanía,
piensan que sin una acción firme del gobierno, los políticos de la
"oposición" seguirán promoviendo la violencia y amparando a los asesinos
paramilitares.
El gobierno se ha dado cuenta de que está
involucrado en una verdadera guerra, planeada por un liderazgo
centralizado y ejecutada por operativos de manera descentralizada. Los
dirigentes legislativos han comenzado a entender la psicología política
del fascismo, la que interpreta los ofrecimientos de conciliación
política del presidente y la tolerancia judicial como debilidades a ser
explotadas con el uso de más violencia.
El avance más
significativo para detener la amenaza fascista reside en el
reconocimiento por parte del gobierno de la conexión entre las elites
parlamentarias y de negocios y los terroristas fascistas: que los
especuladores financieros, los contrabandistas y los grandes
acaparadores de alimentos y otros bienes esenciales forman parte del
mismo grupo que puja por el poder en conjunto con los terroristas,
quienes ponen bombas en los mercados públicos y atacan los medios de
transporte de comida hacia los barrios pobres. Un trabajador
revolucionario me dijo después de una escaramuza callejera: "¡Por la
razón y la fuerza no pasarán!"...
Traducido por Silvia Arana
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