Raúl Romero
En 2013 el Banco Mundial (BM) integró entre sus objetivos un concepto
que desde la década de los 90 venía ganando adeptos: Prosperidad
compartida.
Junto con otras instituciones multinacionales como el Fondo Monetario
Internacional (FMI), el Banco Mundial se han encargado de orientar la
política económica del orbe, garantizando la expansión y primacía de los
intereses privados de Estados Unidos y sus aliados; encontró en la
prosperidad compartida una "idea fuerza" para acompañar otras metas que
se venían imponiendo décadas atrás, por ejemplo el crecimiento económico
sostenido.
Al igual que otros propósitos promovidos desde instituciones financieras
internacionales, la prosperidad compartida se plantea como finalidad
que los países que se han caracterizado por un crecimiento económico
impulsen el aumento de los ingresos de la población más pobre,
contribuyendo a reducir las grandes brechas de desigualdad; lo anterior,
sin atentar contra las clases dominantes y mucho menos contra el
sistema capitalista. Una ambición noble, pero irreal.
Jaime Saavedra-Chanduvi, quien en 2013 fuera director del Departamento
de Reducción de la Pobreza y Equidad del Banco Mundial, describió los
objetivos de la siguiente forma: “¿La prosperidad compartida implica la
reducción de la desigualdad mediante la redistribución de la riqueza?
No. Es necesario centrarse primero en aumentar lo más rápido posible el
bienestar de los menos favorecidos. Sin embargo, no estamos sugiriendo
que los países redistribuyan un "pastel económico" de cierto tamaño, o
le saquen a los ricos para darles a los pobres. Más bien, estamos
diciendo que si un país puede aumentar el tamaño de su pastel y, al
mismo tiempo, compartirlo de manera que aumenten los ingresos de 40 por
ciento de su población más pobre, entonces está avanzando hacia la
prosperidad compartida. De modo que el propósito combina los conceptos
de aumentar la prosperidad y la equidad”
Desde su campaña a la Presidencia de México, Claudia Sheinbaum abrazó el
concepto de prosperidad compartida, convirtiéndolo en uno de sus lemas
de gobierno. En lo que va de su gestión lo ha reforzado con otras ideas e
iniciativas que apuntan en la misma dirección. Tanto en el Plan México:
Estrategia de Desarrollo Económico Equitativo y Sustentable para la
Prosperidad Compartida, como en el Portafolio para la Prosperidad
Compartida se detallan proyectos que, bajo la promesa de aumentar
empleo, infraestructura y garantizar programas sociales, siguen
refrendando las ganancias de los mega-ricos que invierten en México.
Se impulsan grandes megaproyectos iniciados en el sexenio pasado y otros
nuevos en todo el país; se fomentan polos alternativos del bienestar,
al mismo tiempo que se busca generar la infraestructura necesaria para
atraer la relocalización empresarial ( near-shoring). Profundizar el
modelo capitalista y propiciarle la infraestructura para que se instale
en nuevas regiones donde no había llegado con toda su brutalidad, es lo
que eufemísticamente llaman ampliar el pastel.
La prosperidad compartida parece ser más bien una actualización de
aquellas teorías que prometían que en el capitalismo se generará tanta
riqueza que alcanzará para todos; promesa que la propia realidad se ha
encargado de desmentir.
El capitalismo no sólo es un sistema de explotación y dominación que
atenta contra pueblos y contra la naturaleza, es también un sistema que
genera, profundiza y hace negocio de las desigualdades, uno que genera o
refuerza dicotomías como centro –periferia o metrópoli– colonia. Para
que existan personas ricas, se necesita de una inmensa mayoría de
personas pobres distribuidas en un mismo país o en diferentes regiones
del mundo.
Ampliar el pastel para compartir la prosperidad, en los hechos,
con-lleva otros peligrosos riesgos, como mayores afectaciones
ambientales, incluso en aquellas zonas destinadas a la transición
energética, o el aumento de las desigualdades, principalmente para
trabajadores precarizados e informales.
La adopción de este modelo por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum
ha comenzado ya a mostrar los límites y contradicciones de su gestión.
Frente a la demanda de miles de maestros en todo México de echar abajo
la reforma neoliberal al sistema de pensiones de 2007, ella optó por
ponerse de lado de los bancos y las Afore que año con año generan
cuantiosas ganancias. Frente a la exigencia de miles de trabajadores de
reducir la jornada laboral, la respuesta fue llevar la discusión a foros
con vías a garantizar esa demanda hacia el final del sexenio. Sin
embargo, como bien lo ha denunciado el Frente Nacional por las 40 Horas
–que han sido reiteradamente excluidos de dichos foros–, esta es una
medida que no puede esperar. La negativa a implementar una reforma
fiscal que cobre mayores impuestos a quienes más tienen es parte,
igualmente, de esas contradicciones.
Por ahora y bajo este sistema, la "prosperidad" seguirá siendo para unos
cuantos. Al capitalismo, aunque le pongan por apellido Bienestar, no
oculta su origen ni su futuro: un crimen que se expande.
12.7.25
¿Prosperidad compartida?
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