SALVADOR GÓMEZ / Tras la ofensiva ucraniana en Kursk, el conflicto empieza a discutirse a nivel nuclear. La sombría perspectiva ucraniana es ahora reconocida unánimemente por los medios occidentales. Los dos escenarios ante la elección norteamericana son opuestos. ¿Cuáles son las remotas posibilidades de salida negociada?
GLOBO
Veamos los hechos significativos de los últimos dos meses. El día 6 de agosto, Ucrania lanzó una ofensiva por sorpresa en la región rusa limítrofe de Kursk.
La zona tenía apenas unos guardias fronterizos, y nadie en Rusia aparentemente esperaba ese movimiento -tal vez porque militarmente tenga tan poco sentido, y de hecho trabaje contra las posibilidades estratégicas de Ucrania, como se verá. Las tropas ucranianas avanzaron unos 10 o 15 km dentro del territorio rural ruso, escasamente habitado, separadas, en un frente de unos 20 km de ancho. La incursión afectó a la villa de Sudhza, de 5000 habitantes, pero no consiguió en los primeros días su objetivo aparentemente principal de ponerse en situación de atacar instalaciones nucleares rusas en la región.
La incursión generó una ola de entusiasmo en los medios occidentales, los que la informaron como una prueba de que el ejército ucraniano estaba tomando la delantera en la guerra. Según el general Syrskyi, comandante en jefe ucraniano desde febrero, entrevistado por CNN, si bien “Rusia tiene ventaja en aviación, en misiles, en artillería, en la cantidad de munición que utilizan, por supuesto, en personal, tanques, vehículos de combate de infantería“, los ucranianos han logrado con esta ofensiva mostrar que “a pesar de la ventaja de Rusia en términos de hombres y blindados, su ejército tiene vulnerabilidades“.
La ubicación y dimensión de la presencia ucraniana al día 14 de setiembre, en un mapa pro-Ucrania en el sitio que hemos usado como estándar en todos estos análisis, liveuamap.com, puede observarse abajo. La zona de la incursión ucraniana es la mancha azul violeta aproximadamente donde indica la flecha. El territorio en rojo, mientras tanto, es el que tiene controlado y ocupado Rusia dentro de Ucrania. Los puntos marcados son lugares con actividad militar el día correspondiente.
Durante algunas semanas, en agosto, las tropas ucranianas fueron siendo rodeadas por un contingente de unos 10.000 soldados rusos enviados a la zona.
Desde el punto de vista militar, la ofensiva no era fácil de explicar. Para realizarla, Ucrania debió destinar parte de las ya exiguas tropas que tenía desplegadas en el frente de batalla principal, en el Donbas, debilitando con ello un frente en el cual lleva todas las de perder desde el comienzo mismo de la guerra. La única posibilidad de éxito consistía en establecer defensas fortificadas con la suficiente rapidez como para hacer más difícil el trabajo del ejército ruso una vez llegase. Syrskyi justifica la invasión diciendo que tenían información de que los rusos iban a lanzar una ofensiva desde esa zona, y que esto la demoró, al establecer una zona segura que aleja los puntos de lanzamiento ruso de drones o misiles.
Casi dos meses después de la incursión, con un retroceso ucraniano total en Kursk, y la presencia de algunos contingentes todavía en escaramuzas en la zona del detalle encima -véase la escala adjunta en el mapa ampliado sobre la zona, correspondiente al 29 de setiembre, para tener una idea de la dimensión territorial actual-, la incursión no ha traído otra cosa a la guerra que lo previsible: la destrucción de más personal y material ucraniano, y el debilitamiento de Ucrania allí donde es más necesario que se mantenga lo más fuerte que sea posible, que es los puntos de más actividad en el frente de Donbas. Debido a la gran superioridad de personal ruso, es muy distinto movilizar 10.000 soldados para un bando y para el otro.
Conscientes de la situación, que se deterioró a toda velocidad para Ucrania a consecuencias del debilitamiento que trajo la invasión, los medios occidentales comenzaron, ya al principio de setiembre, a advertir la posibilidad de un colapso. La lucha es especialmente importante alrededor de las ciudades -y nudos logísticos- de Kupyansk y Kramatorsk, aun fuera del alcance ruso. De comprometerse la resistencia ucraniana en ellas, todo el Donbas y todo el Este del país terminaría de caer en manos rusas. Antes de llegar a ellas, el punto neurálgico de los combates está ahora hacia la dirección de Pokrovsk, y algunas villas a su alrededor. Es allí donde se está reportando la mayor presión del ejército ruso.
“Peligro en el Donbas, al debilitarse el frente ucraniano” titulaba el Economist el 8 de setiembre.
En los mismos días, BBC comunicaba “Los ucranianos advierten que pueden quedar rodeados, a medida que Rusia avanza en el Este”, refiriéndose justamente al “caldero” que los rusos estaban montando alrededor de la mencionada Pokrovsk.
Una catarata de reportes similares, que el correr del mes de setiembre ha profundizado, muestran la conciencia de la fragilidad de la situación ucraniana en el punto donde la guerra se determina, que es precisamente el que estamos mencionando.
La propia CNN ya admitía el 8 de setiembre: “Superada en armamento y personal, el ejército ucraniano lucha contra la baja moral y la deserción”
Ahora bien, si este ha sido, en el campo de batalla, el resultado de la decisón de Zelenski y su mando, ¿qué sentido pudo tener la invasión de Kursk, con estas catastróficas consecuencias?
Un intento desesperado
La principal respuesta, que es bastante obvia, es la siguiente. El mando ucraniano sabe que vienen las elecciones en Estados Unidos el día 5 de noviembre, y que estas serán decisivas para la continuación del apoyo a Ucrania y una posible escalada en la situación (si gana Harris), o al contrario (si ganase Trump) un corte del apoyo a Ucrania, y una fuerte presión norteamericana sobre Kiev para un final de la guerra que, hoy, implicaría una victoria rusa de hecho. Retención por Rusia de los territorios tomados, y Ucrania fuera de OTAN, serían condiciones mínimas a las que Ucrania debería ceder si quiere que la guerra termine ahora.
Ante esa situación, Ucrania ha decidido jugar el todo por el todo para obtener algún tipo de posibilidad propagandística, a efectos de volver a la carga por más apoyo.
El problema es que, vacíos los arsenales occidentales -como lo denuncia aquí el propio Washington Post- y -sobre todo- carente Ucrania de medios para movilizar muchos más contingentes, ese apoyo implica una escalada del conflicto. Dicho de otro modo, en la desesperación de Ucrania y de los neocon norteamericanos, puesto que como repiten a diario, “Putin no puede ganar”, la opción de provocar una guerra nuclear total está ahora sobre la mesa.
Es por eso que hemos visto a Keir Starmer, el Primer Ministro británico, viajar a Washington con un plan para autorizar a Kiev a lanzar misiles de largo alcance Storm Shadow (franco-británicos) y ATACMS (norteamericanos) dentro del territorio ruso (por el momento, el permiso ha sido negado por Washington), es por eso que hemos visto a Zelenski peregrinar nuevamente por la televisión y los gabinetes norteamericanos en ocasión de la Asamblea de las Naciones Unidas a fines de setiembre, y es por eso que los medios en Europa y el mundo entero estuvieron discutiendo, durante setiembre, la posibilidad de que la guerra nuclear estallase.
Hoy, por tanto, podría decirse que el resultado de la ofensiva de Kursk ha sido previsible en dos sentidos. Primero, ha servido para dar lugar a una nueva ofensiva propagandística de la OTAN y Estados Unidos. Como lo dicen los ideólogos que escriben en Foreign Affairs Kaufman y Lee, la interpretación victoriosa que se le dio a la incursión “permitió cambiar la narrativa sombría anterior ….“. Si bien, como vimos, esta propaganda solo duró un par de semanas, y luego colapsó en los propios medios occidentales.
En segundo lugar, era previsible que un ejército que está en sus últimas fuerzas, si destinaba parte de sus escasos recursos a abrir un nuevo frente, debilitaría zonas de la línea de contacto que son fundamentales. Es lo que, también, pasó.
Una vez más: el territorio no es el criterio
La lectura que persiste en Occidente, centrada en interpretar lo que está pasando en función de cuánto territorio toman los rusos, ha tenido una nueva demostración de que es equivocada. Ucrania “tomó” una cantidad ínfima de territorio ruso, lo cual fue magnificado por Occidente siguiendo su propia lógica territorial, solo para, unas pocas semanas más tarde, tener que admitir la catástrofe, y realizar que no tuvo ninguna importancia, en absoluto, para la marcha real del conflicto, salvo en el sentido de debilitar aun más las defensas ucranianas en el Donbas.
Lo hemos dicho en casi todos nuestros informes previos: esta no es una guerra territorial, sino una guerra de desgaste. Esa es la estrategia rusa, y así es que se está peleando esta guerra, y esa es la única manera lógica y razonable de evaluarla. En esa línea, lo que ha ocurrido desde el comienzo mismo, es que el mando ruso ha elegido una aproximación cautelosa, lenta, que al mismo tiempo se ha demostrado efectiva. Sentados tras las líneas defensivas que construyeron luego de tomar, en pocas semanas, todo el territorio pro-ruso del Donbas que estaba originalmente bajo ataque de Kiev, han comenzado a emplear la superioridad aérea, de comunicaciones, de armamento, y la ventaja logística de pelear con su propio territorio a la espalda, para demoler lentamente la resistencia ucraniana. Han avanzado, con mucho criterio y muy despacio, sin arriesgar personal y equipo, en determinados puntos de la línea de contacto -recordar la lenta toma de Bajmut, por ejemplo-, pero el objetivo ruso claramente no es territorial, sino la destrucción de la capacidad bélica ucraniana y occidental.
Uno de los puntos neurálgicos de esta red defensiva ucraniana está en la pequeña ciudad de Vugledar, cerca de ciudad Donetsk, la que está en territorio controlado por los rusos. Vugledar es importante porque protege el territorio que lleva a Pokrovsk, el punto neurálgico de la guerra hoy.
Se ha informado en las últimas horas del 28 de setiembre que los rusos están ya en control de Vugledar.
Mientras los ucranianos pierden fuerzas, hombres y tiempo en la aventura de Kursk, los rusos han aprovechado para hacer un nuevo avance en el punto que es más importante, probablemente, en toda la línea de contacto, que es hacia la ciudad de Pokrovsk. Pokrovsk es un importante nudo logístico, y el control de esa ciudad -también fortificada- implicaría un muy importante paso hacia la destrucción final de las defensas ucranianas en el este, y prácticamente el derrumbe de toda la situación defensiva ucraniana más allá del Dnieper.
La invasión ha tenido otro efecto negativo para Ucrania, al permitir a la propaganda rusa subir un paso más en la retórica nacionalista. Ante la opinión pública rusa, el pequeño contingente ucraniano aislado en los montes y zonas rurales de Kursk se ha presentado como una suerte de nueva violación nazi del territorio patrio, según la retórica tradicional rusa vigente desde la Segunda Guerra Mundial, lo que ha dado pie a los sectores más guerreristas en Moscú para presionar por una intensificación de la agresividad con la que Rusia conduzca las operaciones. Esto se ha traducido, por lo menos, en una renovada lluvia de misiles y drones sobre puntos clave de la infraestructura energética y militar en todo el territorio de Ucrania en las últimas semanas.
La respuesta de Rusia
Inmediatamente que se supiera que la idea de Zelenski y los británicos era escalar el conflicto de cara a las elecciones, Moscú respondió de dos modos. Primero, advirtiendo que cualquier ataque sobre su territorio que representase una amenaza a “la supervivencia de Rusia” sería contestado empleando armas nucleares. Y luego, mucho más concretamente el día 25 setiembre, ante el Consejo de Seguridad de Rusia, Vladimir Putin informó que se habían hecho cambios en la doctrina de uso de armas nucleares del país. El cambio más importante es: mientras que hasta ahora solo se usarían armas nucleares contra otro estado que tuviese bombas nucleares y atacase primero a Rusia con ellas, ahora, si Rusia es atacada por un estado no nuclear apoyado por uno con armas nucleares, de tal modo que pusiese en cuestión la supervivencia del estado ruso, Rusia lo tratará como si fuese un estado nuclear, y puede responder con armas nucleares.
Por supuesto este cambio está dirigido a Ucrania. Pero podría ser Polonia o Finlandia o un estado báltico, o, por ejemplo, un ataque a Kaliningrado de los países vecinos (Polonia, Lituania, etc.). Además, Moscú anunció que desde ahora considera a Bielorrusia como parte de Rusia, a los efectos de la aplicación de estos criterios, en virtud de la alianza que existe entre ambos países. Eso es, si alguien tuviese la intención de atacar Bielorrusia para conseguir un nuevo frente que obligue a los rusos a ocuparse de ello, Rusia misma respondería.
¿Cuál sería la efectividad real del armamento de “largo alcance” que pretende usar Zelenski?
La noción norteamericana, presente en el citado artículo de Foreign Affairs, de que los misiles de largo alcance occidentales, “si se permitiese que Ucrania los usase” cambiarían el curso de la guerra, es una nueva fantasía, semejante a cuando se decía que los lanzamisiles norteamericanos, o los tanques Leopard alemanes, iban a ser el “game changer“. Se dieron esas armas a Ucrania, y hoy han sido destruidas por los rusos, y la guerra luce peor que nunca.
El objetivo declarado de este armamento de mayor alcance sería que Ucrania impactase aeródromos rusos para prevenir que la fuerza aérea rusa siguiese usándolos para lanzar las bombas planeadoras que tanto estrago han causado en las defensas y fortificaciones ucranianas, Pero el propio Lloyd Austin, jefe militar supremo de Estados Unidos, ha admitido que los rusos ya han movido esas bases aéreas más allá del alcance de este tipo de armamento, y como informa Reuters, aun si esas armas fuesen usadas por Ucrania, “no sería un game changer“, no cambiaría el curso de la guerra. Por tanto, ¿cuál sería el propósito de permitirles usar estas armas a los ucranianos? ¿Se trata de otro esfuerzo propagandístico para ganar tiempo y dar la sensación de que se tienen posibilidades que en realidad no se tienen?
Esos mismos misiles -los Storm Shadow ingleses y aun los ATACM norteamericanos- ya están en poder de Ucrania, y ya han sido experimentados sobre Crimea. Tienen entre 250 y 300 km de alcance máximo respectivamente. Ucrania los ha usado, y nada ha ocurrido digno de nota. No han superado las defensas rusas, y no han cambiado la direccion de la guerra. Los pocos que Ucrania aun tiene, si fueran empleados hacia dentro del territorio continental ruso, no tienen tampoco el alcance para llegar ni siquiera a 200 km de Moscú, ni hay existencias en ninguna cantidad apreciable, como para cambiar el curso de la guerra. Washington tampoco está en condiciones de fabricar una cantidad significativa en el tiempo necesario. Mucho menos la escuálida industria armamentística europea. ¿Entonces?
Es más, los ucranianos han logrado un éxito al colocar al menos un dron en un depósito de armamentos en la región de Tver, relativamente cerca de Moscú, provocando una explosión de grandes proporciones que obligó incluso a la evacuación de civiles de las inmediaciones, debido a los incendios que siguieron a la conflagración. La información sobre este evento ha sido censurada dentro de Rusia por el Ministerio de Defensa, que sigue una estricta -y obviamente equivocada- política en ese sentido.
Pese a estos eventos aislados, ninguno ha logrado cambiar el fondo del asunto. La clave es siempre la misma, y ya la hemos publicado desde marzo de 2022: esta es una guerra de desgaste, peleada por Rusia con medios militares -y una extraordinariamente pobre propaganda-, frente a una guerra política y propagandística, peleada por Occidente colectivo con gran talento y medios propagandísticos. Ucrania y Europa son las víctimas, con los ucranianos poniendo la gran mayoría de la sangre.
Por tanto, y dado que esa es la lógica -palabrerío occidental contra balas rusas-, los medios occidentales -ahora más explícitos en cuál es su verdadero juego- siguen insistiendo en la necesidad de cambiar “la percepcion de que Ucrania va perdiendo que se ha instalado“, como dijo creo que fue el New York Times en una de las tantas notas de propaganda falsa que publica a diario.
El problema, claro, es que no es solo ‘una percepción’. El problema es que, luego de dos años de una lucha muy valerosa, Ucrania va terminando de gastar sus hombres y sus municiones y material, y ha estado en una evidente desventaja desde que la guerra empezó. Y no hay mucho que pueda hacerse para cambiar eso. La percepción es totalmente secundaria al final, aunque parezca de vida o muerte en el durante. Si bien la propaganda anglo ha sido espectacular durante toda la guerra, los porfiados hechos siempre ganan. Y los porfiados hechos son que Ucrania, al comienzo, durante, y ahora mismo, no puede obtener sus objetivos en esta guerra. Ni puede retener su territorio, ni podrá ingresar a la OTAN. E incluso si la locura y desesperación de los ideólogos neocon que han provocado todo este desastre para Ucrania y Europa lograsen escalar la situación hasta que se llegue a un punto en el que Rusia arriesgase algo serio en materia de supervivencia, el resultado indudable será la 3era Guerra Mundial, intercambio de golpes nucleares intercontinentales, y “destrucción mutua asegurada”. Eso no significará, tampoco, una victoria sobre Rusia, sino el fin de la vida en el hemisferio nor-occidental, como mínimo.
Lo que viene ahora, siendo más realistas, es el invierno, que caerá sobre una Ucrania a la que los constantes ataques con misiles rusos a la infraestructura energética, que han arreciado mucho luego de la aventura de Kursk, han dejado ya con muy serios problemas para proveer la energía necesaria para hacer funcionar el país. Esta situación de la infraestructura ucraniana comienza a plantear ahora una seria interrogante sobre la poblacion civil que vive lejos del territorio de confiucto, de Kiev a oeste. La guerra ha ocasionado a Ucrania ya más de 6 millones de emigrados a Europa y USA, y 1 millon y medio a Rusia. Si las condiciones de vida en el oeste empeoran, la catástrofe humanitaria se profundizará.
¿Cuáles son las opciones de salida de la guerra?
Según la lectura que hemos hecho aquí, los Estados Unidos -al igual que Rusia, y a diferencia de Ucrania y de Europa- han obtenido en esta guerra una serie de objetivos que tenían planteados. Para Rusia, ha sido impedir que Ucrania entre en la OTAN, defender a la población étnica rusa que estaba siendo atacada desde 2014 en Ucrania, y apropiarse de valiosos territorios en materia de recursos naturales -además de haber abortado los planes de Occidente de quedarse con los recursos energéticos inmensos que están debajo de Crimea.
Los Estados Unidos, por su parte, han conseguido romper la conexión energética entre Rusia y Europa, que amenazaba el predominio geopolítico americano sobre el viejo continente, y representaba la amenaza de un crecimiento en la independencia técnica, económica y por consiguiente política de Alemania. Ha conseguido con ello quedarse con parte significativa del mercado energético europeo. Ha debilitado todo reflejo o intento de independencia política y económica de Europa. Ha metido dentro de la OTAN a algunos nuevos estados europeos, y pasará a usarlos como territorio para nuevas bases militares desde las que seguir intentando estorbar a Rusia -Finlandia ya ha anunciado que colocará una base OTAN a 130 km de su frontera con Rusia.
La clase política norteamericana actual, además de lo anterior, ha asegurado gracias a esta guerra una fuente de recursos para ellos y para el complejo militar industrial y sus lobistas, que parece ser un barril sin fondo, y sería ocioso calcular aquí los centenares de miles de millones de dólares que ya se aprobaron -debo decir, se robaron- en el Congreso bajo el pretexto de “ayuda a Ucrania”, mientras Ucrania se desangra y el senador Lindsay Graham sigue declarando que habrá que insistir en seguir la guerra “hasta el último ucraniano”, y que Estados Unidos “nunca hizo un mejor negocio”, pues los que mueren en una guerra como esta son “ucranianos y rusos, y no norteamericanos”.
Rusia ha asegurado ya la mayoría de sus objetivos declarados -agregados otros como su giro al Este y su crecimiento económico y en relevancia política global, que creo no eran esperados del todo ni siquiera por los rusos-. Y si no se negocia pronto, los obtendrá todos.
Las opciones norteamericanas para hacer que termine el conflicto sin que se reconozca que es una victoria rusa en toda la línea, por otro lado -es decir, de maquillar propagandísticamente una derrota final- son escasas, en la medida en que la narrativa de una victoria ucraniana es más y más increíble y desprestigiada con cada nuevo revés. La euforia imaginaria por el avance en Kursk duró menos de un mes.
Más breve: las opciones norteamericanas para cambiar la victoria rusa en derrota, no existen -salvo un conflicto nuclear generalizado que termine con el hemisferio norte, incluidos los EEUU.
Para peor, la posibilidad de un “plan de paz” suena difícil ante las posiciones irreductibles de Kiev y Moscú. Con motivo de la reciente Asamblea General de la ONU, Lula convocó a una reunión paralela donde -según se informó- Brasil, con el apoyo de China, propuso un alto al fuego inmediato y una serie de puntos de negociación para encarar luego, y poner fin al conflicto. Solo diecisiete países asistieron a la convocatoria. Antes incluso que se reuniese, Zelenski ya había salido a decir que no le interesaba lo que en esa reunión se propusiese, y que la única posibilidad de negociación es que los rusos se retiren de todos los territorios que ocupan… También acusó a China de ser aliado de Rusia. Los Estados Unidos, por las mismas horas, advirtieron a China que es contra el derecho internacional enviar armas a Rusia -al tiempo que Blinken anunciaba que, en virtud de la autoridad que tenía, destinaba 5.000 millones más en apoyo a Kiev. El “derecho internacional” depende, pues, del bando en que cada país esté.
Ante esta situación, los rusos, que tienen todas las de ganar, simplemente pueden quedarse callados ante el plan de paz -que en otro contexto les resultaría incómodo-, o incluso decir vagamente que estarían interesados…: Ucrania ya les está garantizando que ese plan no avanzará, y Rusia no se verá emplazada por sus propios aliados a conceder nada.
Al mismo tiempo que esto ocurría, Zelenski se reunió con Trump, en una última y deprimente situación para la agenda del líder ucraniano en New York. Mientras esperaban las fotografías, con Zelenski al lado, Trump declaró que sabe que Putin -de quien se declaró allí mismo muy amigo- quiere una “solución justa”, y que él, Trump, terminaría con la guerra en “minutos” si ganase la elección. La cara de Zelenski mientras sufría esta nueva humillación quedó registrada por los fotógrafos.
Luego de la reunión, que duró menos de una hora, Zelenski se mostró profesional, dijo que le había enseñado a Trump su “Plan de Victoria”, y que todo iría bien. Aquí la foto -con un comentario sarcástico del periódico alemán Der Spiegel.
La verdad parece ser que en Washington -único y exclusivo lugar, además de Moscú, donde algo real puede ocurrir en materia de esta guerra- a Zelenski ya se lo evita. Ya hay poco que darle y sacarle, y todo el mundo comprende que, sea cual sea el resultado de las elecciones, el futuro estrictamente militar de Ucrania no existe. Pero sí existe la opción de aniquilación total para los fanáticos rusófobos que han lanzado el “proyecto Ucrania” -Victoria Nuland, Robert Kagan, Bill Kristol, Anthony Blinken, Biden cuando estaba en sus cabales, y otros de la misma índole-. Para ellos, una última opción de máxima, que es intentar lograr una provocación a la que Putin -que no parece reaccionar ante ninguna, pese a la presión de sus propios ultranacionalistas y guerreristas internos- reaccione con algún uso de la capacidad nuclear rusa. Quienes piensan que esto es imposible por irracional y estúpido, no conocen la historia humana, y en particular la historia de Europa, especialmente antes de la Primera Guerra Mundial -cuya secuela casi inevitable fue luego también la Segunda Guerra Mundial.
Si esto por fin ocurriese, incluso aunque terminase rápido y tuviese un alcance limitado, significaría un paso más en el proceso en curso de autodestrucción civilizatoria de Europa y Estados Unidos -además de la destrucción parcial de Rusia-. Algo que, en la mentalidad desesperada de los sectores más fanáticos del globalismo occidental, suena a mejor opción que una lenta, inevitable, trágica y aburrida a la vez victoria rusa. Esta sería demasiado insoportable para toda la visión del presente y el futuro que los neocon y su prensa siguen presentando. Del Washington Post y el New York Times al Guardian, no importa cuan “liberales” se presenten, son todos neocon a la Rumsfeld-Cheney hasta los huesos. Esa visión se resume en una ominosa y casi misteriosa ya frase, que Occidente repite: “Putin no puede ganar“. El correr de las semanas indicará exactamente qué alcance tiene ese mantra, pronunciado por los sujetos que controlan uno de los dos arsenales nucleares más grandes en el planeta.
Posdata: A la hora de cerrar este número, se confirma el asesinato por parte de Israel del líder máximo de Hezbollah, Hassan Nasrallah, luego del lanzamiento de misiles desde aviones F-15 de la Fuerza Aérea Israelí que perforaron el bunker donde se encontraba, en Dahiya, Beirut. Con este golpe, Israel afirma haber destruido a “toda” la dirigencia de Hezbollah.
El evento llega en un momento en que recrudece la violencia de Israel sobre la frontera libanesa, y se anuncia una invasión terrestre.
Estados Unidos ha celebrado oficialmente la muerte de Nasrallah.
Aunque también ha declarado -junto a sus aliados ingleses y europeos- su oposición a la apertura por parte de Israel de un nuevo frente de guerra convencional en Líbano, lo que se presume que podría provocar el involucramiento directo de Irán, y tal vez de otros aliados. Al contrario, llamaron a un cese al fuego inmediato.
Voceros norteamericanos han declarado que Estados Unidos no está en condiciones de iniciar una nueva guerra a un mes de las elecciones y a la vista de las complicaciones de la actual situación en Ucrania.
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