Sitiaron
y tomaron Culiacán, la capital de Sinaloa, este 17 de octubre.
Liberaron a uno de sus líderes (y a decenas de reos más) y replegaron a
las Fuerzas Armadas Mexicanas. Militarmente –más allá de las razones
sociales y políticas que sustentaron la orden oficial de la retirada–
propinaron una derrota al Ejército Mexicano en su propio suelo.
Y es que no solamente fue Culiacán. El
sitio se tendió también sobre Los Mochis y El Fuerte, ciudades
sinaloenses donde de igual forma ocurrieron enfrentamientos y se
cobraron vidas (aunque toda la atención mediática se haya concentrado en
la capital del estado).
Son los ejércitos del Cártel de Sinaloa,
conformados luego del inicio de la guerra simulada contra el
narcotráfico que inició Felipe Calderón en 2006, los más poderosos de
todas las fuerzas irregulares que hacen del país un polvorín. Los que
sitiaron Culiacán bajaron de la Sierra de Badiraguato y fueron
reforzados por los de la sierra de Choix y aún por los del vecino
Sonora.
Al parecer, el gabinete de seguridad del
gobierno federal sólo esperaba reacción en Badiraguato y evaluó que
contaba con la capacidad de contener a los criminales. Se llevó una
sorpresa. La decisión de emprender la retirada y dejarle la plaza
al Cártel de Sinaloa fue cuando advirtió que Los Mochis ya estaba
tomada y desde ahí se preparaba una ofensiva con cientos de elementos
del cártel dispuestos a masacrar o ser masacrados.
Estas tropas irregulares rafaguearon
la cárcel de El Fuerte e impusieron a la población un toque de queda.
Ahí se concentraron provenientes de tres puntos: de Choix y de El
Carrizo, Sinaloa, y de Álamos, Sonora. Estos últimos, de la presa Miguel
Hidalgo, de la sierra de Sonora, por el rumbo de San Bernardo Quiriego.
Pertrechados con fusiles de asalto
(AK47, R15), fusiles Barret, morteros, lanzagranadas, y perfectamente
coordinados con alta tecnología de comunicaciones, convergieron en El
Fuerte para reforzar Los Mochis. Apenas encontraron resistencia en San
Miguel Zapotitlán, la primera caseta ya en territorio de Sinaloa, entre
Navojoa y Los Mochis. Además de automóviles incendiados, a su paso
dejaron, al menos, cinco muertos.
Sólo en Choix operan tres facciones de
Gente Nueva, como se hace nombrar el brazo armado del Cártel de Sinaloa
en Chihuahua, Sonora y Sinaloa (tiene otras denominaciones en otros
estados de la República). Dichas facciones son: Los Salazares –de los
cuales ya hemos dado cuenta de algunas de sus matanzas en este espacio–
con sede por los rumbos de El Rodeo; los de Agua Caliente, por el rumbo
del río con el mismo nombre, y otros llamados Los Norteños, con origen
en Bacayopa y Yecorato. Estos últimos son los “dueños” de la plaza de la cabecera de Choix y los que encabezaron el operativo de sitio a Culiacán.
Gente Nueva fue integrada inicialmente
en 2007 por el Cártel de Sinaloa con efectivos de elite del Ejército
Mexicano. La supuesta guerra de Felipe Calderón y la profesionalización y
militarización de los rivales de la organización encabezada entonces
por Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, generó la “necesidad” de contratar a militares de fuerzas especiales con entrenamiento kaibil.
El Cártel de Juárez había formado ya su
brazo armado, La Línea. Mientras, el Cártel del Golfo ya tenía a Los
Zetas. El más poderoso de los cárteles no podía rezagarse y los entonces
tres principales líderes de Sinaloa, Juan José Esparrogoza Moreno, el Azul; Ismael Zambada, el Mayo, y el Chapo,
acordaron la integración de Gente Nueva. Un estimado de la entonces
Procuraduría General de la República hecho público en 2011, estas tropas
irregulares podrían estar integradas con 5 mil efectivos en los tres
estados.
La liberación de Ovidio Guzmán (hijo del Chapo)
este jueves 17 es probablemente el triunfo más importante de toda la
historia de Gente Nueva. Ha participado en muchas masacres contra
cárteles rivales y ha derrotado en otras ocasiones a comandos de fuerzas
federales. Pero en esta ocasión ocuparon militarmente la capital de un
estado de la Republica, obligaron al Estado mexicano a devolverles a uno
de sus patrones y consiguieron la retirada del Ejército Mexicano.
Se trata de la primera decepción para
muchos de los simpatizantes de la “cuarta transformación”. Es un fracaso
redondo porque la inteligencia falló. No pudo prever la capacidad de
respuesta del narco. Pero es importante decir que estos
cárteles que pueden retar al Estado mexicano se formaron y alcanzaron
tal poderío en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, con
probable apoyo de funcionarios de estas administraciones. Tal poder no
se construyó en estos meses.
Si estas fuerzas del narcotráfico
replegaron a las Fuerzas Armadas Mexicanas, cómo se les puede pedir a
las comunidades indígenas que no se armen cuando tienen enfrente a los
cárteles. Las policías comunitarias, guardias comunales, rondas
comunitarias y autodefensas indígenas ya enfrentan desde hace12 años y
con sus propios medios a los criminales. Ahora una ciudad vivió un
embate como los que desafortunadamente son cotidianos en los territorios
de muchos pueblos indígenas.
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