La finalidad de la tortura es destruir al ser humano concreto y al ser político para aterrar a la población; los sistemas que promueven el uso de la tortura “lo hacen con lúcida conciencia” como demostración de poder, indicó Carlos Fazio, catedrático de la UNAM, durante la Jornada internacional La tortura en México, práctica sin freno, organizada por el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de esa casa de estudios.
Por su parte, la antropóloga Elena
Azaola informó que se realizaron entrevistas a jóvenes recluidos en
centros de detención de Coahuila, Morelos, Hidalgo y Sinaloa, lo que
reveló que 76 por ciento de ellos fueron víctimas de tortura.
El impacto que queda después de una
experiencia así es demoledor, de ahí en adelante ¿en qué autoridad
pueden confiar? cuestionó la investigadora, quien leyó algunos de los
testimonios del severo maltrato sufrido por los jóvenes de parte de las
autoridades que los detuvieron.
En su conferencia, titulada La práctica sistemática y generalizada de la tortura en México, herramienta para la dominación de clase,
Fazio mencionó dos casos, la violación de 23 de mujeres detenidas entre
el 3 y 4 de mayo de 2006 en San Salvador Atenco, Estado de México,
cuando era gobernador el ahora presidente de la república, Enrique Peña
Nieto, y el caso del joven Julio César Mondragón, normalista
de Ayotzinapa, ejecutado extrajudicialmente el 26 de septiembre de 2014
en Iguala, Guerrero.
En el caso de Atenco, queda claro que la
violencia erótica es la concreción del poder, además de que los
policías que cometieron los abusos sexuales y violaciones “cumplían
órdenes superiores, es decir había una cadena de mando”.
La tortura en Atenco fue también una
demostración de poder y un reflejo de la relación entre los detentadores
del poder y los opositores, apuntó.
El también articulista de La Jornada
mencionó que en el caso de Mondragón, a diferencia de sus compañeros,
que fueron desaparecidos, su cadáver con el rostro desollado no fue
ocultado. “La tortura se planificó para ser vista, sus verdugos
quisieron enviar un mensaje, por eso tomaron fotos del cadáver y las
difundieron por Twitter a sólo cuatro horas de su muerte. El mensaje de
terror escrito en el cuerpo de Julio César es la concreción más extrema
del uso del poder. Fue como un ritual simbólico que pretendía
recordarnos el poder disciplinador del Estado” subrayó.
Fazio mencionó por otra parte que hay
intelectuales orgánicos y unos 25 o 30 periodistas de Televisa, TV
Azteca, Milenio, que tienen voz en la televisión, radio y en los
periódicos, que son utilizados por el gobierno para, por ejemplo, el
golpeteo contra los integrantes del Grupo Interdisciplinario de Expertos
Independientes (GIEI) para buscar desacreditarlos cuando su
investigación llega al papel que desempeñaron los militares en
Ayotzinapa.
Hablando de la violencia del Estado,
añadió, lo que viene en 2017 y 2018 es una nueva fase de despojo del
campesinado pobre, “lo que necesita del miedo, de la parálisis social”,
por lo que es necesario multiplicar foros como éste para que haya
conocimiento de este estado de cosas. La música, el cine, la poesía
tendrían que servir para concientizar a la gente y pasar a la fase de la
organización para enfrentar esto, aseveró Fazio.
A su vez Jacinto Rodríguez, de Harvard
University, quien disertó sobre El arte de invisibilizar la violencia-
Tortura, la función de los medios de comunicación en los años de la
Guerra Sucia en México, cuestionó cómo fue posible que la tortura se
hiciera costumbre en México, tal cual ha sucedido.
El investigador citó como ejemplo de la
construcción del “diseño del enemigo” a través de los medios de
comunicación desde 1968, “que es el primer ensayo de lo que vendría
después en la guerra sucia”, la columna Granero Político que se
publicaba en el diario La Prensa, donde se hablaba de los “terroristas” para referirse a los opositores.
La paradoja es que entonces México
recibía a políticos latinoamericanos que eran perseguidos en sus países
de origen por gobiernos dictatoriales, para muchos de los cuales no hubo
guerra sucia en México, apuntó.
Habló también del papel de los
intelectuales, “hay varios niveles en los que se termina invisibilizando
la violencia del Estado mexicano” sobre todo en el caso de Luis
Echeverría Alvarez, además de la legitimidad mediática que le dan al
gobierno los medios de información, que silencian la violencia o
caracterizan como terrorismo las acciones de los opositores; hay también
una “corresponsabilidad de las universidades” en ese silencio, añadió.
Apuntó que el sistema político mexicano,
no sólo el presidente sino “los que regresaron después de 12 años” y
que “no sabemos si se vayan en el 2018”, que se dan cuenta de que la
historia “es incómoda y es peligrosa” y han vuelto a cerrar los archivos
sobre la guerra sucia que abrió Vicente Fox, buscando otra vez
invisibilizar la historia.
Afirmó que la gente no tiene en la
conciencia lo ocurrido en la guerra sucia por lo que los intelectuales y
los medios tienen una gran responsabilidad para difundir lo ocurrido,
aunque ahora el internet es un elemento que rompe la correlación, hay
que seguir hablando. El sueño, dijo es que aparezca en la conciencia
social en México que el Estado no ha pedido perdón, aunque sea
simbólico, por lo que ocurrió en esa etapa de nuestra historia.
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