16.7.14

BRICS y la fábrica de mitos

Alejandro Nadal

En el primer año de este siglo se inventó el acrónimo BRIC. La abreviatura se componía de las iniciales de cuatro países cuyas economías eran consideradas potencias emergentes: Brasil, Rusia, India y China.

En 2003 Goldman Sachs pronosticaba que en cuarenta años los países del BRIC tendrían un papel preponderante en las finanzas, comercio, industria, ciencia y tecnología a escala mundial. Su producto interno bruto rebasaría al del G6 para esos años (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Inglaterra e Italia). De acuerdo con esas proyecciones, cada integrante del BRIC dejaría atrás a las economías del G-6, salvo la de Estados Unidos (que sólo sería superada por China).

Entre 2003 y 2008 el pronóstico parecía ir por buen camino. Las cuatro economías mantuvieron altas tasas de crecimiento y sus signos vitales en materia de estabilidad y cuentas externas parecían saludables. En abril de 2010 Brasil fue el anfitrión de una reunión de los cuatro países y, en esa ocasión, Sudáfrica fue invitada a unirse al grupo. El acrónimo devino BRICS.

La serie de crisis financieras de los años noventa y las asimetrías crecientes en la economía mundial mostraron sin ambigüedades las funestas consecuencias de aplicar las recetas del consenso de Washington. El surgimiento de los BRICS generó expectativas sobre posibles reformas en el sistema monetario internacional y cambios de orientación en las políticas del Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio. Al estallar la crisis global en 2008 se reavivó la esperanza en algunos círculos sobre el potencial de los BRICS para alterar el rumbo de la globalización neoliberal.

Hoy se lleva a cabo en Brasil la sexta cumbre de los líderes de los países integrantes del BRICS. Pero las economías del grupo no están en muy buena salud y distan mucho de haberse desmarcado de la globalización neoliberal.

En cada una de estas economías los problemas son diferentes. Pero en todas ellas la tasa de crecimiento ha disminuido: este año el crecimiento en Brasil y Rusia apenas será de 3 por ciento; en la India será de 4 por ciento y en Sudáfrica el resultado será un mediocre 2 por ciento. China, la estrella del grupo, podría alcanzar una tasa de 7 por ciento. Y las cuentas externas del grupo se han deteriorado. Brasil, India y Sudáfrica mantienen fuertes déficit de cuenta corriente y eso requiere financiamiento externo. Cada vez más el financiamiento se hace con créditos de corto plazo y con mayor endeudamiento en divisas extranjeras que en moneda local. Además, todos los BRICS tienen abultados déficit fiscales (Brasil 2.4, Sudáfrica 3.7 y la India 8.2). Todo eso agrava su vulnerabilidad en un contexto en el que las condiciones de financiamiento externo son desfavorables.

La crisis en la Unión Europea y en Estados Unidos terminó por frenar al BRICS. Es normal porque la fase ascendente del ciclo expansivo en el mercado mundial de productos básicos no podía durar eternamente y menos en un entorno recesivo. Quizás lo más importante es que a raíz de la crisis esos países han descansado más en el endeudamiento interno para tratar de mantener sus ritmos de crecimiento. Por otra parte, en tres miembros del BRICS las obras faraónicas derivadas de competencias deportivas mundiales han sido a la vez una fuente de dispendio y un motor (coyuntural) de crecimiento: las Olimpiadas de invierno en Sochi (51 mil millones de dólares), las Olimpiadas de Beijing (40 mmdd) y la Copa Mundial de Futbol en Brasil (19 mmdd). La cruda financiera después de esos eventos no es precisamente una fuente de dinamismo económico.

Las noticias sobre un nuevo banco del BRICS y la posible creación de un esquema de intercambios comerciales en monedas de estos países deben verse con escepticismo. Este bloque es más un club de países con intereses políticos y comerciales comunes que con una agenda de cambio en la economía internacional. A China le conviene la estabilidad en Sudáfrica porque ahí están algunas fuentes de materias primas de importancia estratégica. A Rusia le interesa el apoyo del grupo para contrarrestar sanciones de Estados Unidos por la crisis en Ucrania. A Brasil le inquieta una reducción en la tasa de crecimiento de China porque en mucho depende de ese mercado para productos primarios. Y a todos los líderes del BRICS les preocupa su desprestigio y la falta de credibilidad política en lo interno.

El modelo neoliberal basado en la necesidad de mantener salarios competitivos sigue siendo la espina dorsal de las directrices de política económica en los BRICS. Desde las brutales condiciones de explotación en las minas en Sudáfrica, hasta la rapacería de las mafias en Rusia, pasando por los abusos sobre los pueblos originarios en India y la expoliación de los campesinos sin tierra en Brasil, el neoliberalismo se mantiene en los BRICS. Los resultados de la cumbre del grupo en Brasil no deben engañar. La globalización neoliberal no será desafiada por un grupo de líderes de países en los que el neoliberalismo se mantiene triunfante.

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