Cada día, las familias batallaban para “estirar su dinero” y cubrir sus necesidades primarias; la economía familiar iba en detrimento mientras que los bienes de primera necesidad se pudrían en los estantes de los locales comerciales. La carne, el pollo, la verdura y demás perecederos iban a dar al bote de la basura en lugar de los estómagos de niños y adultos.
Ante la escasez de dinero de la población y para reactivar la economía y restablecer el sentido de solidaridad, un grupo de maestros organizó un sistema de trueque dando vida a un billete llamado túmin que, en totonaca, significa “dinero”.
Se concibieron billetes de 1, 5, 10 y 20 pesos. Más de cien establecimientos entraron al intercambio y la economía del pequeño poblado se reactivó.
Así, aquellos locales que aceptaban participar obtenían 500 túmins para canjearlos por 10% del valor del producto. Por ejemplo, si un kilogramo de carne cuenta 70 pesos, una persona paga 50 pesos mexicanos y 20 más en túmins; luego el dueño va y se compra zapatos y da 90% en pesos y el resto en túmins.
La comunidad totonaca de El Espinal logró lo que no han podido los sesudos analistas egresados de Harvard y forjados en el Fondo Monetario Internacional que hoy despachan en el Banco de México: reactivar, acelerar la economía.
Ante “un Estado fallido”, la comunidad que se localiza a cuatro horas de la frontera con Tamaulipas, otra entidad asediada por el crimen organizado, logró sustituir a una de las instituciones más importantes del país, el Banxico, encargado de aplicar la política económica de México.
En otras zonas del país, decenas de comunidades de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Morelos, así como al menos dos de Veracruz, e incluso otras en Chihuahua, pasaron a ocupar el vacío que el Estado ha propiciado al desatender otra necesidad primordial de la población: su seguridad, y crearon sus propios grupos de autodefensa.
Igualmente avasalladas por el crimen organizado, las comunidades de Michoacán, Guerrero y demás decidieron hacer su propio gobierno, pues la Federación y las autoridades estatales, e incluso las municipales, quedaron atrapadas en su ineficiencia, corrupción y complicidad con el crimen organizado.
Los arreglos que en algunos lugares pudo haber establecido la autoridad oficial con el crimen organizado, para dejarlo trabajar, o en otros casos por incapacidad, fue provocando hartazgo, desesperación y coraje entre las comunidades, las cuales se organizaron para cuidarse entre sí, velar por sus niños y ancianos, por sus familias.
El “Estado fallido” cansó a los pobladores de El Troncón, Zacatzonapa, Buenavista Tomatlán y una treintena más de comunidades ubicadas en por lo menos siete entidades de la República para crear sus propios grupos de autodefensa.
Desde febrero, la presencia de estos grupos empezó a ser noticia, pero los gobiernos estatales y federal nada hicieron por atender las demandas de las distintas poblaciones. El crimen organizado continuó imponiendo sus reglas.
En junio pasado, la agencia de noticias Bloomberg publicó un reportaje que tiene que ver con el crimen organizado, los grupos de autodefensa, la inflación, el precio del limón y la desesperación del titular del Banxico, Agustín Carstens.
En el texto se hace referencia cómo el crimen organizado en Michoacán amplió su nociva influencia al control de cosechas y comercialización del limón y el aguacate. Ellos empezaron a suplantar a los llamados coyotes para decir a quién se le compraba, cuánto o qué tenían que sembrar. La consecuencia inmediata fue que el precio se fue a las nubes y por consiguiente se generó un efecto inflacionario. Y esto trae también a la mente que el precio del jitomate aumentó en 400%, no olvidemos que en Sinaloa, tierra con elevada presencia del crimen organizado, también se siembra.
Así, los precios de la canasta básica se fueron a las nubes y la inflación subió. Nadie puede olvidar que justamente los meses de marzo y abril los precios escalaron considerablemente, aunque también es cierto que hoy van a la baja.
Pero siguiendo con la agencia Bloomberg, ésta sostiene en su reportaje que el alza en la inflación, provocada por el asedio del crimen organizado en las zonas de cultivo, fue lo que llevó al gobierno federal a actuar y enviar cientos de efectivos militares para poner orden convirtiendo a Michoacán en un polvorín.
De nueva cuenta, el vacío de poder, el Estado fallido en diversas regiones, la inoperancia de las instituciones han hecho reaccionar a las comunidades directamente afectadas, y sólo cuando el gobierno federal ve amenazada su política nacional, es decir, el aumento de la inflación, decide actuar, aunque ya quedó claro que no es con más efectivos militares como se acaba con el crimen organizado.
Me pregunto qué hará el gobierno federal cuando los entre 25 y 40 mil millones de dólares que se lavan en México que, según el investigador Ramón García del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe) circula por el sistema bancario nacional, se haga incontrolable, ¿acaso llamará al Ejército para que apoye a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores?
Este gobierno, que funciona entre vacíos de poder y el Estado fallido, lo que debiera hacer es poner en marcha programas sociales para atender zonas que están en la miseria y reactivarles su economía sin necesidad de que éstas creen su propia moneda, que a final de cuentas eso sí asusta al Banxico.
¿Por qué no crea ya el reglamento contra el lavado de dinero para cortar de tajo el único fin que persigue el crimen organizado: el dinero negro?; ¿por qué no capacita y crea verdaderos sistemas de seguridad y deja de obligar a poblado enteros a crear su propia sistema de defensa que, dicho sea de paso, están en todo su derecho de buscar la manera de brindarse seguridad?
Sólo esperemos que la incapacidad e insensibilidad de quienes están al frente de Banxico no los empujen a llevar a El Espinal las tropas del Ejército y busquen encarcelar a comerciantes y habitantes que ya usan orgullosamente el túmin.
Ojalá y quienes están en el gobierno entendieran todas estas alertas; de lo contrario, la población seguirá organizándose, lentamente, paso a paso, para hacer por mano propia lo que el gobierno no ha podido: darse gobernabilidad, crecimiento económico y seguridad.
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