Abel Barrera Hernández*
Toparnos con la cerrazón del Ejército y con las pésimas actuaciones de
la Fiscalía General de la República han sido las pruebas más duras que
como padres de los 43 normalistas desaparecidos enfrentamos con el
gobierno de Andrés Manuel López Obrador. En los cuatro años de intensas
batallas, Enrique Peña Nieto se empeñó en destruir nuestras vidas con su
falsa versión de la verdad histórica. Torturaron a los detenidos para
que se autoinculparan y se encargaran de describir las atrocidades que
cometieron contra nuestros hijos. Nos taladraron el alma, nos
desangraron y nos colocaron al borde de la exasperación. No pudieron
vencernos. Nuestro amor inquebrantable y nuestro afán de justicia nos
mantienen con gran firmeza y en pie de lucha. La solidaridad de
innumerables organizaciones nos reanimó y nos ayudaron a cruzar el
pantano de la muerte.
El informe que presentó Alejandro Encinas desenmascaró la urdimbre
delincuencial que se teje en los gobiernos federal y estatal. Las
autoridades civiles y militares de Guerrero trabajan coordinadamente
desde hace décadas, no para proteger la vida de los ciudadanos, sino
para destruir a quienes consideran sus enemigos, para afianzar los
intereses económicos de caciques y capos delictivos. Los actores armados
del estado se han especializado en la guerra sucia. Son expertos en
desaparecer a luchadores sociales y a quienes consideran que amenazan al
gobierno. Para nosotros no fue una novedad que el informe señalara a
militares como responsables de la desaparición de nuestros 43 hijos.
Desde un inicio dijimos que era un crimen de Estado; sin embargo, los
políticos guardaron silencio y hasta se unieron para encubrir a los
criminales. Enterraron en nuestro corazón la daga de los horrores que
cometieron contra nuestros hijos. Nos desquiciaron los actos perversos
de los políticos mal nacidos y de los policías asesinos. Quedaron
evidenciados los guachos que siempre han estado coludidos con los jefes
de las bandas criminales para desaparecer y enterrar a inocentes en
fosas clandestinas.
El oro y la droga que se vende en Iguala y se llevan a Chicago, Atlanta y
Nueva York es un negocio bien armado entre políticos y delincuentes,
que son de la misma calaña. Por décadas, los caciques abrieron rutas
nacionales e internacionales, con sus autobuses y camiones de carga para
asegurar la droga que se procesa en la sierra. Es una calamidad padecer
el flagelo de la delincuencia que controla las policías y las
presidencias municipales. José Luis Abarca es el clásico político
guerrerense que se encumbra en el poder con la protección y apoyo de
caciques, militares y jefes de la delincuencia. En Iguala Guerreros
Unidos desplazaron a Los Rojos, para controlar la zona norte hasta
Cuernavaca, Morelos. Eso lo lograron con apoyo de los caciques, el
Ejército, los policías de varios municipios, los ministeriales y la
entonces procuraduría del estado. Hasta hoy las autoridades federales no
se atreven a desmantelar estas redes criminales. Continúan las
desapariciones, los asesinatos, los periodistas desplazados y privados
de la vida. Las mismas empresas mineras se han beneficiado del crimen
organizado para pactar con los criminales y asegurar sus meganegocios en
los municipios de Cocula, Teloloapan y Eduardo Neri.
No entendemos por qué se sigue protegiendo tanto a los delincuentes como
a los que armaron la verdad histórica y están dentro de la fiscalía
general. También quisiéramos saber por qué se protege tanto al Ejército.
En Guerrero sabemos todo lo que han hecho y ningún gobierno los
castigó. Ahora con López Obrador les dieron más poder y más dinero. El
mismo general Cresencio se engalló más. Apenas dijo que el Ejército vela
por la seguridad nacional y la unión de los mexicanos y que los que
defendemos nuestros derechos tenemos intereses y ambiciones personales.
Que queremos desprestigiarlos para que la gente ya no confíe en ellos.
Dice que el Ejército y la Guardia Nacional tienen como misión respetar
los derechos humanos. Entonces, ¿por qué no quieren que se investigue al
ejército? ¿Por qué se niegan a proporcionar toda la información que
tienen? y ¿por qué no cumplen con el compromiso que asumieron de
colaborar con la comisión de Ayotzinapa brindado toda la información que
hay en sus archivos?
Como padres de los 43 vemos que hay enojo del Ejército. Nosotros somos
los que estamos ofendidos por todo lo que hicieron con nuestros hijos.
No nos pueden impedir que protestemos y que manifestemos nuestro dolor y
nuestro coraje. No vamos a permitir que la fiscalía general pisotee
nuestros derechos, que ellos mismos se pongan del lado de quienes tienen
órdenes de aprehensión. ¿Por qué, ante el reclamo del general Cresencio
de que hay personajes interesados en afectar la imagen de las fuerzas
armadas, a los tres días se da el desistimiento de las órdenes de
aprehensión contra los militares?
¿Queremos saber qué intereses defienden los funcionarios de la fiscalía
que pidieron que se cancelaran las órdenes de aprehensión contra 16
militares y contra los ex funcionarios de Guerrero como Iñaki y
Lambertina? Con esto vemos que no se quiere avanzar en las
investigaciones y mucho menos detener a los militares. ¿Dónde está el
compromiso con nuestros derechos humanos?
Ahora el Presidente dice que en nuestro movimiento hay infiltrados, que
hay intereses ajenos que pretenden desestabilizar su gobierno. Estamos
realmente preocupados, porque más bien vemos que muchos quieren
descalificar nuestras protestas, para que no se haga visible nuestro
enojo. En verdad estamos muy molestos, porque la fiscalía nos ha pegado
con la puerta en la cara al cancelar las órdenes de aprehensión. Ni
siquiera se toman la molestia de explicarnos por qué lo hicieron. El
fiscal siempre nos ha ignorado. Vemos que hay intereses políticos muy
grandes que obligan a los funcionarios de la vieja procuraduría, a
maniobrar de manera sucia para que no metan a la cárcel a los militares
ni a los funcionarios que tienen órdenes de aprehensión.
Ya nada es igual en nuestras vidas desde que desaparecieron a nuestros
43 hijos. Dejamos a nuestras familias y parcelas, perdimos a tres papás y
una mamá. Nos han golpeado los políticos con sus desprecios y
traiciones, y las enfermedades nos quieren tumbar. Aunque se inunden
nuestras casas con las lluvias y se agrieten nuestras paredes por los
temblores no dejaremos de luchar, hasta saber dónde están nuestros
amados hijos.
* Director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña-Tlachinollan
28.9.22
Ya nada es igual
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