Carlos Fazio
Con prepotencia y desdén, la diplomacia de fuerza de la
administración Biden circula por varios carriles. Es la ventaja de
ser un imperio. Después de desatar una guerra por delegación contra
Rusia en Ucrania para apropiarse el mercado de hidrocarburos en
Europa y subordinar más a Alemania, acaba de cruzar una línea roja
con China con la provocación estilo Pearl Harbor o golfo de Tonkin
protagonizada por la presidenta de la Cámara de Representantes,
Nancy Pelosi, con su visita a Taiwán. En un esfuerzo por conservar
la declinante hegemonía imperial en el orbe, el Estado profundo que
controla los hilos de la Casa Blanca ha decidido intensificar las
hostilidades contra las dos potencias balísticas nucleares
euroasiáticas dotadas de materias primas y tecnología avanzada, lo
que podría generar un conflicto a gran escala.
Combinada con la deliberada cuasi paralización de la economía
mundial de los regímenes covid, la guerra de "sanciones" de EU y la
OTAN contra Rusia llevó al mercado energético europeo a una fase de
alarma y potenció una recesión e inflación en la zona del euro de
grandes proporciones que podría recrudecer el próximo invierno. El
gran ganador de la debacle energética europea fue EU, que por
primera vez en la historia se convirtió en el principal exportador
de gas natural licuado (GNL) del mundo, superando al transportado
por los gasoductos rusos. En abril de 2022, Francia, España, Reino
Unido, Países Bajos y Polonia representaron 54.1 por ciento del
total de las exportaciones de GLN de EU. En adición al alto precio
del gas (seis o siete veces superior a la cifra normal y que
necesitan para calentar sus hogares y suministrar energía a las
empresas), esos cinco países europeos deben pagar 40 por ciento más
por el GNL por procesamiento y transporte.
A largo plazo, el objetivo de la administración Biden es destruir el
papel central de Rusia en la economía energética mundial. En 2021
Rusia fue el segundo productor mundial de petróleo (536 millones de
toneladas), detrás de Estados Unidos (711 millones) y por delante de
Arabia Saudita (515 millones), lo que en masa significa,
respectivamente, 13, 17 y 12 por ciento de la producción mundial. La
imposición de las "sanciones secundarias" que castigarían a los
compradores extranjeros que no cumplan con las restricciones de EU,
podría bloquear la posibilidad de hacer negocios con empresas
estadunidenses a China, India, Turquía y otros países que compran
hidrocarburos rusos.
A corto plazo, el principal perdedor de las sanciones coercitivas de
EU y la OTAN para provocar un cambio de régimen en el Kremlin y
desvincular a Rusia de la economía mundial es Alemania. Desde la
caída del muro de Berlín y el colapso de la URSS, Alemania había
venido construyendo un bloque de economías interdependientes que
agrupa, en su flanco occidental, a Austria, Suiza, Bélgica y
Holanda, y en el oriental, a República Checa, Eslovaquia, Hungría,
Polonia y Eslovenia, con diferentes roles, con Alemania como centro
hegemónico. Eso convirtió a Alemania en la tercera potencia
económica del mundo, detrás de EU y China, país que se convirtió en
el principal socio comercial germano. Asimismo, círculos
industriales teutones habían creado sinergias entre China, Rusia,
Kazajistán y Ucrania, con el objetivo de integrar estados que
reunieran zonas logísticas, productivas y exportadoras de energía, e
importadoras de bienes industriales de China y Alemania. Rusia, con
sus gasoductos Nordstream 1 y 2, fungía como el conector
indispensable entre China y Alemania. Además, Rusia abastecía al
"bloque alemán" de cereales, fertilizantes, níquel, uranio y metales
"críticos" como titanio, escandio y paladio. La subordinación a EU
obligó a Alemania a debilitar sus lazos con China y cerrar sus
canales de comunicación con Rusia, lo que reducirá su rol
subimperial en Europa.
Ante la escasez de hidrocarburos derivada de la política de caos
mundial impulsada por EU −que llevó a Francia, Alemania, Italia y
Austria a regresar al uso de carbón, exhibiendo la estafa retórica
sobre la "transición verde"−, Washington y Bruselas debieron
recurrir a dos países productores integrantes del "eje del mal" para
que rescaten al "mundo civilizado": Irán y Venezuela, que han
logrado sobrevivir a años de medidas coercitivas ilegales.
En el marco de la geopolítica del petróleo estadunidense el caso
venezolano es paradigmático. Venezuela, con las reservas de
hidrocarburos probadas más grandes del mundo, logró derrotar un
golpe de Estado del Pentágono y la CIA en 2002 y a sucesivas
modalidades de guerra no convencional (de cuarta generación,
híbrida, cognitiva, cibernética, golpe blando, guerra
económica-financiera, cultural y mediática), incluidos intentos de
magnicidio contra el presidente Maduro, la confiscación de cuentas
de PDVSA (la petrolera estatal) en el exterior y el secuestro de los
activos físicos de su filial CITGO.
Como acaban de admitir de manera cínica el ex asesor de Seguridad
Nacional John Bolton y el ex secretario de Defensa Mark Esper, ambos
participaron en los planes de Trump para derrocar a Maduro e incluso
asesinarlo. En su libro A Sacred Oath ( Un juramento sagrado), Esper
detalla la Operación Centinela para interceptar barcos iraníes y
venezolanos en alta mar como parte del bloqueo petrolero y naval del
Pentágono contra ambos países e impedir las relaciones comerciales y
de intercambio de tecnología petrolera entre ambas naciones. Con la
intención de destruir la estructura e infraestructura energética
venezolana, Esper revela que durante una reunión con el presidente
pelele Juan Guaidó en Washington, en febrero de 2020, se contempló
una invasión militar directa de EU; el robo del petróleo venezolano
en aguas internacionales; el bloqueo naval a Cuba y Venezuela aunque
fuera un "acto de guerra" bajo la legislación internacional, y un
ataque militar aéreo o anfibio con tropas especiales de EU al
estratégico Complejo Industrial Petrolero y Petroquímico José A.
Anzoástegui, en el oriente de Venezuela. Exhibe, también, la
participación del ex consejero de Seguridad Nacional, Mauricio
Claver-Carone (hoy titular del BID), en la fracasada Operación
Gedeón, el 3 de mayo de 2020, con mercenarios y ex marines
estadunidenses.
Colofón: como dijo el viernes 5 de agosto Donald Trump para golpear
a Biden, ahora "somos una nación que mendiga petróleo a Venezuela,
Arabia Saudita y muchos otros".
8.8.22
EU y la geopolítica del petróleo II
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