8.8.22

EU y la geopolítica del petróleo II

Carlos Fazio

Con prepotencia y desdén, la diplomacia de fuerza de la administración Biden circula por varios carriles. Es la ventaja de ser un imperio. Después de desatar una guerra por delegación contra Rusia en Ucrania para apropiarse el mercado de hidrocarburos en Europa y subordinar más a Alemania, acaba de cruzar una línea roja con China con la provocación estilo Pearl Harbor o golfo de Tonkin protagonizada por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, con su visita a Taiwán. En un esfuerzo por conservar la declinante hegemonía imperial en el orbe, el Estado profundo que controla los hilos de la Casa Blanca ha decidido intensificar las hostilidades contra las dos potencias balísticas nucleares euroasiáticas dotadas de materias primas y tecnología avanzada, lo que podría generar un conflicto a gran escala.

Combinada con la deliberada cuasi paralización de la economía mundial de los regímenes covid, la guerra de "sanciones" de EU y la OTAN contra Rusia llevó al mercado energético europeo a una fase de alarma y potenció una recesión e inflación en la zona del euro de grandes proporciones que podría recrudecer el próximo invierno. El gran ganador de la debacle energética europea fue EU, que por primera vez en la historia se convirtió en el principal exportador de gas natural licuado (GNL) del mundo, superando al transportado por los gasoductos rusos. En abril de 2022, Francia, España, Reino Unido, Países Bajos y Polonia representaron 54.1 por ciento del total de las exportaciones de GLN de EU. En adición al alto precio del gas (seis o siete veces superior a la cifra normal y que necesitan para calentar sus hogares y suministrar energía a las empresas), esos cinco países europeos deben pagar 40 por ciento más por el GNL por procesamiento y transporte.

A largo plazo, el objetivo de la administración Biden es destruir el papel central de Rusia en la economía energética mundial. En 2021 Rusia fue el segundo productor mundial de petróleo (536 millones de toneladas), detrás de Estados Unidos (711 millones) y por delante de Arabia Saudita (515 millones), lo que en masa significa, respectivamente, 13, 17 y 12 por ciento de la producción mundial. La imposición de las "sanciones secundarias" que castigarían a los compradores extranjeros que no cumplan con las restricciones de EU, podría bloquear la posibilidad de hacer negocios con empresas estadunidenses a China, India, Turquía y otros países que compran hidrocarburos rusos.

A corto plazo, el principal perdedor de las sanciones coercitivas de EU y la OTAN para provocar un cambio de régimen en el Kremlin y desvincular a Rusia de la economía mundial es Alemania. Desde la caída del muro de Berlín y el colapso de la URSS, Alemania había venido construyendo un bloque de economías interdependientes que agrupa, en su flanco occidental, a Austria, Suiza, Bélgica y Holanda, y en el oriental, a República Checa, Eslovaquia, Hungría, Polonia y Eslovenia, con diferentes roles, con Alemania como centro hegemónico. Eso convirtió a Alemania en la tercera potencia económica del mundo, detrás de EU y China, país que se convirtió en el principal socio comercial germano. Asimismo, círculos industriales teutones habían creado sinergias entre China, Rusia, Kazajistán y Ucrania, con el objetivo de integrar estados que reunieran zonas logísticas, productivas y exportadoras de energía, e importadoras de bienes industriales de China y Alemania. Rusia, con sus gasoductos Nordstream 1 y 2, fungía como el conector indispensable entre China y Alemania. Además, Rusia abastecía al "bloque alemán" de cereales, fertilizantes, níquel, uranio y metales "críticos" como titanio, escandio y paladio. La subordinación a EU obligó a Alemania a debilitar sus lazos con China y cerrar sus canales de comunicación con Rusia, lo que reducirá su rol subimperial en Europa.

Ante la escasez de hidrocarburos derivada de la política de caos mundial impulsada por EU −que llevó a Francia, Alemania, Italia y Austria a regresar al uso de carbón, exhibiendo la estafa retórica sobre la "transición verde"−, Washington y Bruselas debieron recurrir a dos países productores integrantes del "eje del mal" para que rescaten al "mundo civilizado": Irán y Venezuela, que han logrado sobrevivir a años de medidas coercitivas ilegales.

En el marco de la geopolítica del petróleo estadunidense el caso venezolano es paradigmático. Venezuela, con las reservas de hidrocarburos probadas más grandes del mundo, logró derrotar un gol­pe de Estado del Pentágono y la CIA en 2002 y a sucesivas modalidades de guerra no convencional (de cuarta generación, híbrida, cognitiva, cibernética, golpe blando, guerra económica-financiera, cultural y mediática), incluidos intentos de magnicidio contra el presidente Maduro, la confiscación de cuentas de PDVSA (la petrolera estatal) en el exterior y el secuestro de los activos físicos de su filial CITGO.

Como acaban de admitir de manera cínica el ex asesor de Seguridad Nacional John Bolton y el ex secretario de Defensa Mark Esper, ambos participaron en los planes de Trump para derrocar a Maduro e incluso asesinarlo. En su libro A Sacred Oath ( Un juramento sagrado), Esper detalla la Operación Centinela para interceptar barcos iraníes y venezolanos en alta mar como parte del bloqueo petrolero y naval del Pentágono contra ambos países e impedir las relaciones comerciales y de intercambio de tecnología petrolera entre ambas naciones. Con la intención de destruir la estructura e infraestructura energética venezolana, Esper revela que durante una reunión con el presidente pelele Juan Guaidó en Washington, en febrero de 2020, se contempló una invasión militar directa de EU; el robo del petróleo venezolano en aguas internacionales; el bloqueo naval a Cuba y Venezuela aunque fuera un "acto de guerra" bajo la legislación internacional, y un ataque militar aéreo o anfibio con tropas especiales de EU al estratégico Complejo Industrial Petrolero y Petroquímico José A. Anzoástegui, en el oriente de Venezuela. Exhibe, también, la participación del ex consejero de Seguridad Nacional, Mauricio Claver-Carone (hoy titular del BID), en la fracasada Operación Gedeón, el 3 de mayo de 2020, con mercenarios y ex marines estadunidenses.

Colofón: como dijo el viernes 5 de agosto Donald Trump para golpear a Biden, ahora "somos una nación que mendiga petróleo a Venezuela, Arabia Saudita y muchos otros".

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