De semillas a supermercados, pasando por el comercio de cereales y el procesamiento de alimentos y bebidas, de cuatro a 10 empresas controlan la mayoría del mercado global en cada eslabón de la cadena. A esto se suma la irrupción en el mercado agro-alimentario de las mayores empresas tecnológicas y las gestoras de inversión.
Como analiza Grain, enfrentamos una crisis de precios, no de escasez de alimentos. Principalmente debida a la especulación financiera de los que controlan la cadena alimentaria industrial, no por falta de producción ni de existencias (Grain, julio 2022, https://tinyurl.com/2f7dtxzt).
En su índice de precios globales, la FAO señala que los precios de los alimentos están en el punto más alto (170 puntos) desde 1990, cuando comenzaron esta estadística. En 2022 el aumento superó incluso el punto más alto de la crisis alimentaria de 2007-2008.
No obstante, señala Grain, las gráficas de la FAO muestran que la producción y las existencias de alimentos almacenados se han mantenido estables, con ligeros aumentos desde 1990, mientras los precios se dispararon a porcentajes absurdamente altos, desvinculados totalmente de la producción y existencias.
Esto es cierto también para el trigo, uno de los cereales que se nombran como crucialmente afectados por la guerra en Ucrania. Aún al día de hoy no faltan existencias, pese a que las poblaciones más pobres en los países que dependen en alto grado de las importaciones de Ucrania y Rusia sufren un fuerte impacto. Esto debido a que las empresas que controlan el comercio de trigo del resto del mundo –cerca del 80 por ciento de las exportaciones de ese cereal– han aumentado oportunistamente los precios, lo cual impacta sobre todo en los más pobres de zonas urbanas, que usan hasta 60 por ciento de sus ingresos en comprar alimentos.
Un reciente informe de Oxfam, muestra que la escalada de aumento de precios de los alimentos coincide con ganancias extraordinariamente elevadas de las mayores empresas del sector de alimentos y de sus dueños. Junto a las empresas tecnológicas, las de energía y las farmacéuticas, estos cuatro son los sectores que más han lucrado durante los años de la pandemia de covid-19 (Oxfam, mayo 2022, Beneficiarse del sufrimiento https://tinyurl.com/mrn4za88).
Reportan que la riqueza conjunta de los mil millonarios del sector alimentario y agroindustrial se incrementó en 45 por ciento en los pasados dos años. Además, 62 accionistas del sector se agregaron al grupo de personas mil millonarias en el mundo.
Cargill, la mayor empresa global de comercio de granos y la tercera más grande en cría industrial de animales, obtuvo en 2021 ingresos netos por 5 mil millones de dólares, la mayor ganancia neta de toda su historia. Se prevé que volverá a obtener ganancias récord en 2022. Louis Dreyfus (LDC), también entre las siete mayores globales del comercio de granos, aumentó sus ganancias 82 por ciento en 2021.
Walmart, la mayor empresa del mundo en ventas y el mayor supermercado a nivel global también reportó ganancias extraordinarias en 2021. La familia Walton, principal accionista de la empresa, aumentó su fortuna en 8 mil 800 millones de dólares desde 2020, un ritmo de 503 mil dólares por hora estimó Oxfam.
Por su parte, la trasnacional Nestlé, la mayor empresa global en procesamiento de alimentos, ganó más de 16 mil millones de dólares, por lo que sus ganancias netas en 2021 fueron 38.2 por ciento mayores que el año anterior (https://tinyurl.com/3bzfdd9u). Apoyar a este gigante de la mala comida, como hizo el presidente de México, aumenta su plataforma para obtener estas ganancias demenciales, mientras somete a pésimas condiciones a las y los productores campesinos (Luis Hernández Navarro, 19/7/22 https://tinyurl.com/36jewzyf).
El sistema alimentario agroindustrial controlado por oligopolios trasnacionales es la principal causa estructural de las crisis alimentarias, de las hambrunas y también de la crisis de debilidad inmunológica debido a la proliferación de comida chatarra y comida de baja calidad nutricional.
Salir de la espiral viciosa de crisis alimentarias y de salud, así como de la dependencia de las corporaciones trasnacionales, es urgente, viable y posible. Requiere construir soberanía alimentaria, no como aislamiento ni cierre de fronteras, sino como plantea La Vía Campesina, con reconocimiento a los derechos y apoyo real y en sus términos a la producción campesina, sostenible, agroecológica, a mercados locales y nacionales, en sistemas solidarios y responsables socialmente, que impidan el control y la especulación de las corporaciones en algo tan vital como la comida de todas y todos.