Gilberto López y Rivas
El análisis marxista de una coyuntura socioeconómica y política
determinada pasa por no quedarse en lo epidérmico, anecdótico y
fenoménico, sino destacar lo esencial y estructural.
Evitar que los personajes y, sobre todo, sus narrativas –impuestas
por los grandes medios de comunicación y las redes sociales–
prevalezcan frente al peso que tienen la correlación de clases, los
sistemas hegemónicos, las formas de acumulación, explotación y
dominación capitalistas, imperialistas y neocoloniales, así como los
procesos de lucha y resistencia antisistémicos de los pueblos y las
clases trabajadoras.
Por ello el reciente viaje de AMLO a Estados Unidos y sus resultados
deben observarse a partir de la histórica relación de dependencia
estructural de México con respecto a nuestros buenos vecinos, misma
que no ha sido superada por el gobierno de la Cuarta Transformación,
que, en la reunión bilateral de presidentes, se comprometió a
fortalecer el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre
México, Estados Unidos y Canadá, que el Tribunal Permanente de los
Pueblos considera –en su histórica Audiencia Final: sentencia,
fiscalías y relatorías– como marcado por la profunda desigualdad
entre las economías de los países que lo firmaron, y que, como otras
instituciones neoliberales, no está diseñado para promover el bien
social, y, por el contrario, “son acuerdos que elevan el estatus
legal de los grandes inversionistas y, simultáneamente, vinculan el
poder económico del Estado a sus intereses, a la par de que
erosionan el compromiso y las opciones de los estados nacionales
para proteger a la ciudadanía (…) La impunidad trasnacional que el
TLCAN regula permite afirmar que es un tratado tremendamente
violento. La violencia estructural del sistema capitalista –que
permite la acumulación de la riqueza de unos pocos a costa de la
pobreza y la destrucción ambiental y cultural de los pueblos– se
incorpora de manera trasversal a lo largo de todo el tratado”
(Editorial Ítaca, 2016). Esta caracterización contrasta con la
perspectiva sobre el TLCAN en el comunicado conjunto, en el cual se
sostiene que: “la base de la competitividad de América del Norte es
el Tratado entre México, Estados Unidos, Canadá y reafirmamos
nuestro compromiso con su plena implementación en beneficio de las
familias trabajadoras […] Al coordinar nuestras políticas
económicas, podemos hacer que nuestras cadenas de suministro sean
más resilientes y expandir la producción en América del Norte”. En
el comunicado conjunto se hacen realidad las pretensiones de Donald
Trump de que México debía de pagar el muro, al dar a conocer que
México se ha comprometido a invertir mil 500 millones de dólares en
infraestructura fronteriza entre 2022 y 2024.
También es significativo que, en el contexto de una reiterada
imposición de megaproyectos en los territorios por el gobierno
actual, que recientemente declaró de seguridad nacional las obras
del Tren Maya, se afirme en ese comunicado: Enfocaremos nuestros
esfuerzos de desarrollo en soluciones climáticas y el desarrollo del
sur de México, con su vasto potencial humano e importantes
oportunidades para el comercio, la conservación y la energía limpia.
No pasaron desapercibidos otros hechos recientes que dan cuenta de
la relación subalterna de México ante Estados Unidos. Uno, por demás
polémico, fue el ejercicio militar multinacional del Comando Sur
estadunidense, en el mar Caribe mexicano, del 7 al 21 de mayo
pasado, denominado Tradewinds, y el otro fue la sexta Reunión de
Estados Mayores de la Secretaría de Marina (Semar) y la Marina de
Guerra de Estados Unidos, en la cual se alcanzaron 26 acuerdos sobre
operaciones, adiestramiento, educación, investigación y desarrollo
tecnológico, inteligencia, vigilancia y reconocimiento, guerra
electrónica y tráfico marítimo. La Semar declaró que su relación con
el país del norte es prioritaria y estratégica. Ya en enero pasado,
Jorge Alejando Medellín anunciaba que el Ejército y la Armada de
México estrechaban sus nexos con el Comando Norte de Estados Unidos,
con grupos operativos conjuntos del más alto nivel, para afinar
mecanismos de cooperación en áreas de seguridad de interés
bilateral. Recordamos al respecto la obra pionera de Carlos Fazio,
El tercer vínculo: de la teoría del caos a la militarización
(Joaquín Mortiz-Planeta, 1996), donde se expone cómo México se
involucra de manera directa en el proyecto de seguridad hemisférica
encabezado por Estados Unidos. Es posible considerar que, con las
políticas de militarización del actual gobierno y el visible papel
subalterno de las fuerzas armadas con respecto a las estrategias del
Pentágono, se ha completado ese tercer vínculo de la dependencia en
el ámbito militar, además del económico y el político.
26.7.22
Todo es según el color de clase con que se mira
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