Según C. J. Hopkins estamos asistiendo al nacimiento de una nueva forma de totalitarismo.
“No el ‘comunismo’. No el ‘fascismo’. El totalitarismo global-capitalista. Totalitarismo seudomédico. Totalitarismo patologizado. Una forma de totalitarismo sin dictador, sin ideología definible. Un totalitarismo basado en la ‘ciencia’, en los ‘hechos’, en la ‘realidad’ que él mismo crea”.
Un totalitarismo patologizado de vigilancia y control total
de libro de texto
, impulsado por las clases dominantes
del capitalismo global mediante eslóganes repetidos de manera
sistemática, que está transformando a la sociedad en una distopía
totalitaria
, donde las intervenciones médicas invasivas
obligatorias (inyecciones en fase de pruebas clínicas de
efectos desconocidos) y los documentos de acatamiento
digital
(como el pasaporte Covid) son comunes, pero que
no puede mostrarse como lo que es, ni siquiera como
autoritarismo. Es decir, no puede reconocer su naturaleza
política: Para existir, no debe existir
. Y sobre todo,
debe borrar su violencia
y presentarse ante las masas
aterrorizadas y sumidas en una histeria sin sentido
como una respuesta esencialmente benéfica a una crisis de
salud pública global
.
Autor de Zone 23, una novela satírico-distópica editada en
2017 que anticipó mucho de lo que hemos vivido en los últimos
dos años, C. J. Hopkins, escritor, dramaturgo y ensayista
estadunidense residente en Berlín desde hace más de tres
lustros, ha publicado una serie de artículos sobre la nueva
normalidad
en su portal Consent Factory (Fábrica del
consentimiento), en alusión al modelo de propaganda descrito
por Noam Chomsky y Edward Herman y su uso para manufacturar el
consentimiento masivo mediante la falsificación sistemática de
hechos y realidades. Como crítica satírica, su símbolo es un
triángulo rojo invertido (similar al de los uniformes de los
presos políticos y miembros de la resistencia en los campos de
concentración nazis) con una letra U
negra en el
centro, que significa Unvaccinated
(No vacunado).
Ésa es su forma de expresar su oposición al sistema de
segregación totalitario y seudomédico
. Al respecto,
señala que los medios de comunicación corporativos y
estatales, líderes gubernamentales, funcionarios de la salud y
los fanáticos que chillan
en las redes sociales han
lanzando una implacable propaganda oficial que demoniza a los
no vacunados, los nuevos Untermenschen oficiales
(subhumanos
en la teoría biológico-médico-científica
de la higiene
racial
nazi); una subclase de otros
infrahumanos
que las masas de la Nueva Normalidad están condicionados a
odiar
. (La gran purga de la Nueva Normalidad
,
Contrarrelatos, 24/X/2021).
Tomando como referencia países como Austria, Alemania,
Francia, Italia, Inglaterra, Australia y Estados Unidos,
describe a los New Normals
(Novo Normales, a quienes
primero llamó corona-totalitarios
) como miembros de un
movimiento totalitario y sicópata
que adhiere a la
ideología oficial y demoniza y persigue a cualquier persona
que se desvíe de la narrativa impuesta por las autoridades
sanitarias
mundiales. Quien no se ajuste a la nueva
realidad está siendo purgado, despersonificado, lanzado a
un agujero negro, eliminado
.
En Introducción al totalitarismo patologizado
,
Hopkins señala que en noviembre pasado, el “gobierno de la New
Normal/Austria decretó que, a partir de febrero próximo, las
inyecciones de ARNm (aún en fase de pruebas clínicas) serán
obligatorias, para combatir un virus que causa síntomas
similares a los de una gripe, de leves a moderados (o ningún
síntoma) en más de 95 por ciento de los infectados y con una
tasa general de letalidad por infección de 0.1 a 0.5 por
ciento. (Ver: Pathologized Totalitarianism 101
[101
designa curso introductorio
en EU], 22/XI/2021, y
Ioannidis: WHO-BLT.20.265892).
La secta covidiana de GloboCap
Rechaza ser un teórico de la conspiración
,
negacionista del covid
, antivacunas
y se define
como un hombre con principios que valora la libertad y siente
que no está preparado para adentrarse suavemente en la
noche globalizada, patologizada-totalitaria
. Afirma que
la pandemia apocalíptica del coronavirus
fue un
caballo de Troya para introducir la Nueva Normalidad y que hay
que hacer visible su violencia, es decir, enmarcar esa lucha
en términos político-ideológicos y no en los términos
seudomédicos propagados por la narrativa oficial de covid.
Sostiene Hopkins: “Ésta es una lucha para determinar el
futuro de nuestras sociedades. Ese hecho es el que las clases
dominantes del capitalismo global (satíricamente GloboCap
)
están decididas a ocultar. El despliegue de la Nueva
Normalidad fracasará si se percibe como político (es decir,
una forma de totalitarismo)”. Agrega que la narrativa oficial
seudomédica es el escondite hermenéutico que lo hace inmune a
la oposición política, por lo que hay que negarle ese reducto
perceptivo y exhibirlo como lo que es: una forma patologizada
de totalitarismo.
Señala que “la esencia del totalitarismo −independientemente de los disfraces y la ideología que lleve− es el deseo de controlar completamente la sociedad, cada aspecto de la sociedad, cada conducta y pensamiento individual”. Y añade que “todo sistema totalitario, ya sea una nación entera, una minúscula secta o cualquier otra forma de cuerpo social, evoluciona hacia este objetivo inalcanzable… la transformación ideológica total y el control de cada elemento de la sociedad. Esa búsqueda fanática del control total, la uniformidad ideológica absoluta y la eliminación de toda disidencia es lo que hace que el totalitarismo sea totalitario”.
A partir de octubre de 2020, Hopkins publicó una serie de
ensayos que denominó La secta covidiana
(The Covidian
Cult), donde examina al totalitarismo New-Normal
(es
decir, patologizado), como un culto a gran escala, a
escala social
, analogía válida para todas las formas de
totalitarismo, pero en especial para el totalitarismo de la
Nueva Normalidad, la primera forma global de totalitarismo
en la historia
.
Dice que una de las características del totalitarismo es la
conformidad masiva con una narrativa oficial sicótica
.
No una narrativa oficial normal
, como la de la Guerra
Fría
o la Guerra contra el Terror
, sino una
narrativa delirante
que tiene poca o ninguna conexión
con la realidad y se contradice con la preponderancia de los
hechos. Apunta que el nazismo y el estalinismo son los
ejemplos clásicos, pero el fenómeno se observa mejor en las
sectas y otros grupos sociales subculturales como la familia
Manson, el Templo del Pueblo de Jim Jones, la Iglesia de la
Cienciología o Heaven’s Gate, cada uno con su propia narrativa
oficial sicótica: Helter Skelter, el Comunismo Cristiano, Xenu
y la Confederación Galáctica, etcétera.
Plantea que mirando desde la cultura dominante (o hacia atrás
en el tiempo en el caso de los nazis), la naturaleza delirante
de esas narrativas es claramente obvia para la mayoría de
personas racionales
. Lo que mucha gente no entiende es
que para aquellos que caen presa de ellas, ya sean miembros
individuales de una secta o sociedades totalitarias enteras,
“esas narrativas no se registran como sicóticas. Al contrario,
se sienten completamente normales. Todo en su ‘realidad’
social refuerza y reafirma la narrativa, y cualquier cosa que
la desafíe o contradiga se percibe como una amenaza
existencial”.
Sustenta que esas narrativas son invariablemente paranoicas y
presentan a la secta como amenazada o perseguida por un enemigo
maligno
o una fuerza antagonista
, de la que sólo
la conformidad incuestionable con la ideología de la secta
puede salvar a sus miembros. Poco importa que ese
antagonista sea la cultura dominante, los terapeutas
corporales, los judíos o un virus. La cuestión no es la
identidad del enemigo. La cuestión es la atmósfera de
paranoia e histeria que genera la narrativa oficial, que
mantiene a los miembros de la secta (o a la sociedad)
sumisos
.
Y dice que por eso tanta gente −personas capaces de reconocer
fácilmente el totalitarismo en sectas y países extranjeros− no
puede percibir el totalitarismo que está tomando forma
ahora, justo delante de sus narices (o, más bien, en sus
mentes)
. Tampoco pueden percibir la naturaleza delirante
de la narrativa oficial del covid-19, al igual que aquellos en
la Alemania nazi fueron incapaces de percibir lo delirante que
era la narrativa oficial sobre la raza superior
. Esas
personas no son ignorantes ni estúpidas. Han sido
iniciadas con éxito en una secta, que es esencialmente lo
que es el totalitarismo, aunque a escala social
.
Hopkins afirma que la iniciación en la secta covidiana
comenzó en enero de 2020, cuando autoridades médicas y los
medios corporativos activaron el Miedo
, con
proyecciones de cientos de millones de muertes y fotos falsas
de gente falleciendo en las calles. El condicionamiento
sicológico
continuó durante meses: “Las masas mundiales
han sido sometidas a un flujo constante de propaganda,
histeria fabricada, especulación salvaje, directivas
contradictorias, exageraciones, mentiras y efectos teatrales
descarados. Bloqueos, hospitales de campaña y morgues de
emergencia, personal sanitario bailando y cantando, camiones
de la muerte, unidades de terapia intensiva desbordadas, bebés
muertos de covid, estadísticas manipuladas, cuadrillas de
acosadores uniformados armados, mascarillas, pruebas
constantes…”.
Cita que en agosto de 2020, el jefe del Programa de
Emergencias Sanitarias de la Organización Mundial de la Salud
confirmó básicamente una tasa de mortalidad infantil de 0.14
por ciento, aproximadamente la misma que la de la gripe
estacional. Y tasas de supervivencia superiores a 99.5 por
ciento en personas de 50 a 69 años y de 94.6 por ciento en
personas de más de 70. En abril de 2021, Hopkins escribió que
a pesar de la ausencia de cualquier evidencia científica
real de una plaga apocalíptica
(y la abundancia de
pruebas en contrario), millones de personas siguen
comportándose “como si se tratara de una plaga (y) como
miembros de una enorme secta de la muerte, paseando en público
con mascarillas de aspecto médico, repitiendo robóticamente
perogrulladas vacías, torturando a niños, ancianos y
discapacitados, exigiendo que todo el mundo se someta a
inyecciones de peligrosas ‘vacunas’ experimentales y, en
general, actuando de forma delirante y sicótica”.
Para oponerse a la nueva forma de totalitarismo
en ciernes se necesita comprender en qué se parece y se
diferencia de los sistemas totalitarios anteriores. Dice C. J.
Hopkins: Las similitudes son obvias: la suspensión de los
derechos constitucionales, gobiernos que mandan por decreto,
la propaganda oficial, los rituales de lealtad pública, la
ilegalización de la oposición política, censura, segregación
social, cuadrillas de acosadores uniformados armados que
aterrorizan al público, etcétera
.
Pero las diferencias no son tan obvias. Sostiene que el
totalitarismo New Normal se diferencia fundamentalmente de los
totalitarismos del siglo XX en términos de su ideología, o
aparente falta de ella
. “Mientras que el totalitarismo
del siglo XX era más o menos nacional y abiertamente político,
el totalitarismo New Normal es supranacional y su ideología es
mucho más sutil. La Nueva Normalidad no es el nazismo ni el
estalinismo. Es un totalitarismo capitalista global, y el
capitalismo global no tiene una ideología, técnicamente, o
mejor dicho, su ideología es la ‘realidad’ ”.
Pero la diferencia más significativa es cómo el totalitarismo
de la Nueva Normalidad patologiza
su naturaleza
política, haciéndose efectivamente invisible
y, por lo
tanto, inmune a la oposición política. Mientras que el
totalitarismo del siglo XX usó su política en la manga, el
totalitarismo New Normal se presenta como una reacción no
ideológica (es decir, tecnocrática, suprapolítica) a una
emergencia de salud pública global”. Y, por lo tanto, sus
características totalitarias clásicas (por ejemplo, la
revocación de los derechos y libertades básicos, la
centralización del poder, gobernar por decreto, la vigilancia
policial opresiva de la población, la demonización y
persecución de una clase bajo la figura del chivo
expiatorio
, la censura, la propaganda, etc.) no se
ocultan, porque son imposibles de ocultar, sino que se
recontextualizan en una narrativa oficial patologizada
.
Así, los Untermenschen
(subhumanos) de la Alemania
nazi se convierten en los no vacunados
. Los alfileres
de solapa con esvástica se convierten en máscaras de aspecto
médico. Los documentos de identidad arios se convierten en pases
de vacunación
. Las restricciones sociales
irrefutablemente insensatas y los rituales obligatorios de
obediencia pública se convierten en confinamientos
, distanciamiento
social
, etc. El mundo está unido en una guerra total
goebbelsiana, no contra un enemigo externo (es decir, un
enemigo racial o político), sino contra un enemigo
patológico interno
.
Añade que esa narrativa oficial patologizada es “más poderosa
(e insidiosa) que cualquier ideología, ya que funciona no como
un sistema de creencias o ethos, sino como una ‘realidad’
objetiva”. No se puede discutir ni oponerse a la realidad
.
“La ‘realidad’ no tiene oponentes políticos. Aquellos que
desafían la ‘realidad’ son ‘locos’”, es decir, teóricos
conspiparanoicos
, antivacunas
, negadores del
covid
, extremistas
. Y, por lo tanto, la
narrativa de la Nueva Normalidad también patologiza a sus
oponentes políticos y los despoja de legitimidad política
mientras proyecta su propia violencia sobre ellos.
Según Hopkins, como en toda sociedad totalitaria, en la sociedad de la Nueva Normalidad el miedo y la conformidad serán omnipresentes. A diferencia de la ideología racializada de los nazis, la ideología y la simbología de la Nueva Normalidad serán patológicas: “El miedo a la enfermedad, la infección y la muerte y la atención obsesiva a los asuntos de salud dominarán todos los aspectos de la vida. La propaganda paranoica y el condicionamiento ideológico serán omnipresentes y constantes. Todos se verán obligados a usar mascarillas para mantener un nivel constante de miedo y una atmósfera omnipresente de enfermedad y muerte, como si el mundo fuera una gran sala de enfermedades infecciosas (…) Así como los nazis creían que estaban librando una guerra contra las ‘razas subhumanas’, los Nuevo Normales librarán una guerra contra las ‘enfermedades’ y contra cualquiera que ponga en peligro la salud pública al desafiar su narrativa ideológica”. (Ver Hopkins, “La invasión de… los ‘Nuevos Normales’”, 10 de agosto de 2020).
La guerra de la propaganda
C. J. Hopkins sostiene que todos los sistemas
totalitarios de la historia han utilizado el poder de la
propaganda visual para generar una nueva realidad
, una
que reifica su ideología oficial, rehaciendo el mundo a su
propia imagen paranoica. Dice que el totalitarismo New Normal
no es una excepción.
En su texto La guerra de la propaganda (y cómo
combatirla)
toma como ejemplo al periódico londinense
The Guardian –socio de fundaciones de plutócratas como
Rockefeller, Gates y Soros− del 17 de julio de 2021, y tras
reproducir una serie de notas e imágenes sobre la pandemia
del covid-19 señala que no se trata simplemente de periodismo
tendencioso
o sensacionalista
: es propaganda
oficial sistemática, no diferente de la difundida por
cualquier otro sistema totalitario a lo largo de la historia.
Pide olvidarse del contenido de los artículos y observar el
efecto visual acumulado, y dice que se trata menos de hacernos
creer cosas, de crear una realidad oficial e imponerla a la
sociedad por la fuerza. “Cuando se trata de conjurar una nueva
‘realidad’, las imágenes son herramientas extremadamente
poderosas, tanto o más que las palabras”. (Contrarrelatos, 20
de julio de 2021).
Señala que el objetivo de ese tipo de propaganda no es simplemente engañar o aterrorizar al público: “Eso es parte de ello, por supuesto, pero la parte más importante es obligar a la gente a mirar estas imágenes, una y otra vez, hora tras hora, día tras día, en casa, en el trabajo, en las calles, en la televisión, en Internet, en todas partes. Es así como creamos la ‘realidad’”.
Esa es, también, la razón por la que las máscaras obligatorias han sido esenciales para el despliegue de la ideología de la Nueva Normalidad. Afirma Hopkins: “Obligar a las masas a llevar máscaras de aspecto médico en público fue una jugada maestra de propaganda. Sencillamente, si puedes obligar a la gente a vestirse como si estuviera yendo a trabajar en la sala de enfermedades infecciosas de un hospital todos los días durante meses… ¡listo! Tienes una nueva ‘realidad’… una nueva ‘realidad’ patologizada-totalitaria; una ‘realidad’ paranoica-sicótica, parecida a una secta, en la que las personas antes semirracionales han sido reducidas a lacayos parlanchines que tienen miedo de salir a la calle sin permiso de ‘las autoridades’ y que están inyectando a sus hijos con ‘vacunas’ experimentales”.
Añade que el mero poder de la imagen visual de esas máscaras, y el verse obligados a repetir el comportamiento ritual de ponérselas, ha sido casi irresistible. Afirma: “El hecho es que la gran mayoría del público ha estado realizando robóticamente ese ritual teatral, y acosando a los que se niegan a hacerlo, y así simulando colectivamente una ‘plaga apocalíptica’. Los Novo Normales no se están comportando así porque sean estúpidos. (Lo hacen) porque están viviendo en una nueva ‘realidad’ que ha sido creada para ellos en el transcurso de los últimos meses por una masiva campaña de propaganda oficial, la más extensa y efectiva en la historia de la propaganda”.
Según Hopkins, la gran mayoría de los obedientes Nuevos
Normales
no son fanáticos totalitarios: “Están
asustados, y son débiles, así que siguen órdenes, ajustando
sus mentes a la nueva ‘realidad’ oficial. La mayoría de ellos
no se perciben a sí mismos como adherentes de un sistema
totalitario o como segregacionistas, aunque eso es lo que son.
Se perciben como personas ‘responsables’ que siguen
‘directivas sanitarias’ sensatas para ‘protegerse’ a sí mismos
y a los demás del virus y de sus ‘variantes’ mutantes en
constante multiplicación”.
¿Cómo se llegó a ese estado de cosas? A través de un programa de cambio de comportamiento, dice Hopkins, en el que millones de personas en el mundo no son conscientes de la agenda final ni del contenido completo del paquete. “Se les bombardeó con una propaganda aterradora, se les encerró, se les despojó de sus derechos civiles, se les obligó a llevar mascarillas en público, a realizar absurdos rituales de ‘distanciamiento social’, a someterse a constantes ‘pruebas’ (...) Cualquiera que no cumpla con ese programa de cambio de conducta o que desafíe la veracidad y racionalidad de la nueva ideología es demonizado como un ‘teórico de la conspiración’, ‘negacionista del covid’, ‘antivacunas’”.
Pero para rehacer el mundo en su imagen paranoica, para
remplazar la realidad con su propia ‘realidad’, las clases
dominantes de GloboCap −plantea Hopkins− echaron mano de la
fuerza de la policía y el ejército, de los medios de
comunicación masiva hegemónicos, de los expertos
y
científicos, de la academia y la industria cultural. De toda
la maquinaria de fabricación de ideología.
Para él no hay nada sutil en ese proceso. Normalmente, lo que
se requiere para que las sociedades se acostumbren a nuevas
realidades es una crisis, una guerra, un estado de excepción
o… una pandemia mundial mortal. Durante el cambio de la vieja
realidad a la nueva realidad
, la sociedad se desgarra.
La vieja realidad se está desmontando y la nueva aún no ha
ocupado su lugar. Se siente como una locura y, en cierto modo,
lo es. Dice que ese periodo es crucial para el movimiento
totalitario. Necesita negar la vieja realidad para implementar
la nueva, y no puede hacerlo con la razón y los hechos, así
que tiene que hacerlo con miedo y fuerza bruta. Necesita
aterrorizar a la mayoría de la sociedad y sumirla en un estado
de histeria masiva sin sentido, que pueda volverse contra
aquellos que se resisten a la nueva realidad
.
Las clases dominantes y los medios corporativos a su servicio
conocen los hechos y saben que éstos contradicen sus
narrativas. Pero a ellos no les importa, porque no se trata de
hechos sino de poder, dice Hopkins. Así es como se fabrica la
realidad
no sólo en los sistemas totalitarios, sino en
todo sistema social organizado: Los que están en el poder
instrumentalizan a las masas para imponer la conformidad con
su ideología oficial. El totalitarismo es sólo su forma más
extrema y peligrosamente paranoica y fanática. No es un
debate civilizado sobre hechos, es una pelea
. Y hay que
actuar.
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