Aram Aharonian
Mediante las ONG financiadas y patrocinadas por los países y organismos
centrales del neoliberalismo se ataca al Estado incidiendo
ideológicamente. Un editorial del diario mexicano La Jornada – «ONG,
vehículos de desinformación»-, puso nuevamente en debate el tema de las
organizaciones no gubernamentales, insertadas en el imaginario colectivo
por una intensa y agresiva campaña publicitaria por los medios
hegemónico, como integrantes del llamado campo popular.
El editorial denuncia que varias ONG publicaron un comunicado conjunto
en el cual sostienen que, de ser aprobada, la iniciativa de reforma
eléctrica enviada por el gobierno al Congreso, afectaría los derechos
humanos a la salud, a un medio ambiente sano y a la participación
ciudadana, además de que se alejaría al país de cumplir sus metas
nacionales de transición energética y acuerdos climáticos
internacionales.
Falsedades, medias verdades destinadas a favorecer a las trasnacionales
energéticas son las que muestran organizaciones locales e
internacionales como la Asociación Interamericana para la Defensa del
Ambiente (AIDA), el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda), el
Centro de Energía Renovable y Calidad Ambiental (Cerca), el Colectivo
Ecologista Jalisco, Colima 2030, Conexiones Climáticas, Greenpeace
México e Iniciativa Climática de México (ICM).
Estas ONG repiten de manera acrítica y carente de fundamento los
alegatos de las grandes corporaciones privadas del sector, los
organismos cupulares del empresariado como la Confederación Patronal de
la República Mexicana (Coparmex) y el Consejo Coordinador Empresarial
(CCE) y la oposición empresarial y política que rechaza el proyecto de
reforma.
Con dolo y/o por desinformación, lo que se presenta como discurso
ambientalista, de promoción de los derechos humanos y combate al cambio
climático termina por servir a los intereses de perpetuación de negocios
sucios a costa de los objetivos que dicen defender y en detrimento del
patrimonio del país, dice el editorial.
Lo cierto es que las ONG en América Latina no sólo infiltran
ideológicamente a los sectores populares (penetración desde abajo y
adentro) con los cuales trabajan directamente en proyectos de autoayuda y
desarrollo microempresarial, en escuelas, barrios, cooperativas,
comunidades marginales, áreas rurales, fábricas etc..
También infiltran ideológicamente a los cuadros de organizaciones y a
éstas, potencialmente calificadas para vigorizar al movimiento popular,
darle formación político-ideológica y ser promotoras y acompañantes del
cambio político-social.
Calma. No todas las ONG son iguales, hay algunas que cumplen con su
trabajo y sí se pueden contar dentro del campo popular, pero nadie puede
creer que sea humanitaria una organización financiada por George Soros,
como Open Society, o por Bill & Melinda Gates, ¿no?
La actividad local, emblema de acción de las ONG, es una trampa
ideológica, pues desarticula al movimiento popular mediante paradigmas
falsos como el del “no poder” y también mediante la competitividad por
recursos financieros.
Y trabaja paralelamente con el proyecto hegemónico, pues les permite a
los regímenes neoliberales, las transnacionales y las entidades
financieras internacionales dominar la política socioeconómica macro y
canalizar la mayoría de los recursos del Estado como subsidios al
capital exportador y al pago de la deuda externa. Lo hemos sufrido en
toda América Latina (y ahora intentan, en la nueva ofensiva
conservadora, que lo volvamos a sufrir): se ajusta el gasto fiscal,
menos recursos para salud, educación y viviendas populares y más
Desde los años 1980 las organizaciones no gubernamentales (ONG) se
expandieron por todo el mundo abriendo un importante espacio político,
cultural y socioeconómico, prácticamente en cada rincón del planeta. Se
calcula que actualmente hay más de 10 millones de ONG en el planeta. En
la India, por ejemplo, hay una ONG cada 600 personas.
Para lograr esto, los medios de comunicación globalizados destacan día a
día su rol en la educación, la lucha contra la pobreza y el
analfabetismo, la protección del medio ambiente, la promoción de
libertades civiles, protección de los derechos humanos etc., pero
ocultan su lado oscuro, señala Vicky Peláez. Hay aproximadamente unas
40.000 ONG subvencionadas por los gobiernos norteamericanos y europeos y
que fueron creadas con el fin específico de ser instrumentos de los
globalizadores de Washington y Bruselas.
Mediante las ONG financiadas y patrocinadas por los países y organismos
centrales del neoliberalismo se ataca al Estado incidiendo
ideológicamente sobre los sectores conflictivos que sufren las medidas
de choque económico, el paquete de reformas estructurales encomendadas
por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial.
Pero también de las fundaciones occidentales, los partidos neoliberales
y derechistas de Europa y EEUU, los think tanks de la ultraderecha
libertaria, los clubes de los millonarios y los medios corporativos, que
financian desde abajo a estas ONG.
Con la intervención de las ONG y de sus proyectos diseñados en los
países centrales se desvincula al Estado –aún más- de sus compromisos
con las mayorías populaes. Las funciones del Estado son ausmidas en
forma empresarial por las ONG. La función social se transforma en
función privada, ya que sus proyectos son “vendidos”.
Una de las características ideológicas de las ONG es la del voluntarismo
privado, que tiene como fin socavar el sentido de lo público. Para
destacar, asimismo, el mimetismo travesti de su lenguaje: poder popular,
sociedad civil, lucha por al libertad de la opción sexual, libertad de
expresiónn, igualdad de género, desarrollo sustentable, liderazgo de
base. Todo muy “progre”.
Un poco de historia
La idea de crear organizaciones no gubernamentales que podrían ser
utilizadas por los servicios de inteligencia para la creación de las
redes sociales en África, Asia y América Latina con el propósito de
promover los intereses estaounidenses y trasnacionales surgió a fines de
la primera mitad del siglo 20, pero recién fue puesta en marcha en
1961, impulsada por el triunfo de la revolución cubana en 1959, cuando
por una orden ejecutiva fue creada la Agencia de EEUU para el Desarrollo
(Usaid).
El estadounidense William A. Douglas en Developing Democracy (1972)
señalaba que la gente en los países en desarrollo son como unos “niños”
que necesitaban “una tutela, reglamentación y el control del gobierno de
EEUU”. Para él, el proceso de transformación global no podría ser
realizado a través de los gobiernos, se necesitaba crear organizaciones
de base en cada lugar del planeta bajo el control de las agencias
especializadas estadounidenses.
Estas organizaciones de base tomaron en los años 1980 la forma de las
organizaciones no gubernamentales que, bajo el control del Departamento
de Estado, tenían que desestabilizar los gobiernos no afines a la
política estadounidense a través de un trabajo sutil, encubriendo sus
propósitos subversivos con unos programas reales como la lucha contra la
pobreza extrema.
A la vez, fue precisamente la Usaid la que envió al famoso especialista
norteamericano en tortura Dan Mitrione a Brasil en 1960-1967, a
República Dominicana en 1965 y a Uruguay en 1969-1970. La Usaid
participó también activamente en todos los golpes de Estado e intentos
de golpes que tuvieron lugar en África, Asia y Latinoamérica desde 1961
hasta ahora, en estrecha colaboración con la CIA, el DIA (Servicio de
Inteligencia Militar), el FBI, la DEA, la NSA (Agencia Nacional de
Seguridad), etc
Mientras existían la Unión Soviética y el campo socialista, la Usaid
junto con otras ONG como la Fundación Nacional para la Democracia (NED)
hicieron todo lo posible para contener la influencia ideológica de la
URSS, siendo misioneros ideológicos y operativos del imperio durante la
Guerra Fría.
Con los llamados –por ellos–democracias limitadas, no se podía emplear
los procedimientos de “choque social” (centros clandestinos de detención
y desaparición, torturas, eliminación masiva de oponentes políticos)
que se llevaron a cabo durante las dictaduras militares de la década
anterior.
Estas organizaciones de “base” debían enarbolar una lucha sin cuartel
expresa o enmascarada hacia toda idea de intervención del Estado, al son
de las ideas del neoliberalismo, desde los centros y superestructuras
hacia las áreas conflictivas, barrios, comunidades, asentamientos
urbanos y rurales pobres.
La ideología antiestatista debía ser el motor de intervención dentro de
las clases conflictivas, tendiente a producir un colchón social que
descomprimiera el descontento de las mayorías populares y desarticulara
el movimiento social y popular de clase.
Otro factor histórico ayudaría a la confusión del carácter político de
las organizaciones no gubernamentales por parte de muchos sectores del
campo popular y antiimperialista: el papel desempeñado por algunas de
ellas en defensa de los derechos humanos durante las sangrientas
dictaduras del Cono Sur y los años de represión con grado de genocidio y
etnocidio en Centroamérica.
En este período, incluso desde la izquierda, eran vistas como parte
integrante del campo progresista, pese a que sus denuncias de atentados a
los derechos humanos jamás incluían a las violaciones perpetradas por
EEUU o países de Europa (en sus invasiones a numerosos países),
reafirmando concepciones colonialistas: superioridad moral de centro,
primitivismo de la periferia, o se civilización desde el centro (EEUU y
Europa) y barbarie desde la periferia.
Una de las tareas es formar miles de disidentes en los países que no
siguen el rumbo trazado en Washington o Bruselas. La cuestión es
organizar y financiar a los potenciales descontentos en los países y
lavarles el cerebro a través de los medios de comunicación y las redes
sociales.
Tres países del grupo BRICS, Rusia, India y China, promulgaron la ley de
Registro de Agengtes Extranjeros respecto de las ONG que reciben fondos
desde el exterior. Si bien es similar a la que rige en EEUU desde 1938,
Washington anunció “el fin de la democracia” en China y Rusia…
Para cumplir con estas tarea de desestabilización –en nombre de su
democracia- las cuatro organizaciones de la NED –Free Trade Union
Institute, Center for International Affairs, The National Democratic
Institute for International Affairs-, como su sobordinada ONG Freedom
House, en coordinación con la Usaid, se dedican oficialmente a financiar
y canalizar las fuerzas de las principales organizaciones afines de la
sociedad civil en casi cien países.
Los profesionales de la solidaridad
Una década atrás, el diario El País de España dedicó una página entera
al tema con el título “Profesionales de la solidaridad”, un sector que
ocupaba ya entonces en España a 529.000 empleados remunerados (y mucho
incauto mal remunerado). En el artículo se cita sin desparpajo el caso
ejemplar de un dinámico economista, con larga experiencia como director
de ventas de Procter & Gamble, que ha sido fichado por una ONG
fundada por un magnate de la banca.
Cada vez son más concurridos los cursos y posgrados de especialización
en ONG impartidos por escuelas de negocios, recordaba el diario español.
Las ONG capitalistas actúan como un verdadero disolvente de la sociedad
civil. Numerosos militantes y organizaciones populares han sido
cooptados por las ONG.
Los “expertos” de las conferencias de donantes recomiendan que Haití
debería fortalecer más el sector privado (más del 90% de su sistema
educativo y sanitario ha caído en manos privadas), la transparencia y el
buen gobierno. La ironía es que todo apunta a que las recetas deberían
aplicárselas a sí mismas las opacas ONG, reluctantes a rendir cuentas a
nadie, incluidos los gobiernos donantes.
Obviamente, durante varias décadas hasta hoy, las ayudas a Haití nunca
llegaron a los haitianos: quedaron en manos de las ONG europeas y
estadounidenses, y sus contratados, que lucran con el hambre de los
caribeños.
24.10.21
El papel desestabilizador del “oenegeísmo”
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