sanas distanciasen la interacción social, en empresas, comercios y oficinas públicas, y hasta cierres de escuelas y universidades.
Con el pretexto de la epidemia, los amos del universo han decidido transformar de arriba abajo los paradigmas del gobierno de los seres humanos y las cosas, para sustituirlos por nuevos dispositivos cuyo diseño apenas podemos vislumbrar, incluido un panóptico total digital.
Pascal Sacré, médico especializado en cuidados intensivos y
reconocido analista de salud pública en Charleroi, Bélgica, se ha
preguntado si existe la intención
de utilizar la coartada de una
pandemia para llevar a la humanidad hacia un escenario que de otro modo
nunca habría aceptado. ¿Es esa hipótesis, que muchos se apresurarán a
calificar de teoría de la conspiración
, la explicación de mayor
validez frente a la ‘anormalidad’ del momento actual? Lo cierto es que
nunca antes en la historia de la humanidad el miedo había sido usado
como herramienta de poder por los gobernantes de manera tan
inescrupulosa como en 2020. Quienes impulsan la agenda del Covid-19, y
sacan provecho de ella, han elegido una enfermedad con el fin de
eliminar toda resistencia mediante el azuzamiento del pánico.
Giorgio Agamben ha dicho que, agotado el terrorismo como causa de las
medidas propias de un estado de excepción –de la más pura y simple
suspensión de las garantías constitucionales en muchos lugares del
orbe−, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal para ampliarlas más allá de todos los límites
. En un momento de confusión babélica
, Agamben habló de ‘invención’ en un ámbito político, sabedor, como Foucault, de que los gobiernos que se sirven del paradigma de la seguridad
no funcionan necesariamente produciendo la situación de excepción, sino
explotándola y dirigiéndola una vez que se ha producido.
En su más reciente libro, ¿En qué punto estamos? La epidemia como política (Quodlibet, julio 2020), el filósofo italiano llama bioseguridad
al dispositivo de gobierno –se refiere a su país, pero también a las
autoridades de otras democracias occidentales– que resulta de la
conjunción de la nueva religión de la salud
y el poder estatal
con su estado de excepción, probablemente el más eficaz de la historia
de la humanidad, ya que ni siquiera durante el nazi-fascismo (mecanismo
que permitió la transformación de las democracias en Estados
totalitarios) y las dos guerras mundiales se había llegado a este punto
de restricción de la libertad.
“Si el dispositivo jurídico-político de la Gran Transformación (la
estrategia global prevista por la plutocracia del foro de Davos,
incluido Bill Gates y su emanación la Organización Mundial de la Salud)
es el estado de excepción y el religioso es la ciencia, en el plano de
las relaciones sociales –escribió Agamben− ha confiado su eficacia a la
tecnología digital, que, como ya es evidente, hace un sistema con el
‘distanciamiento social’ que define la nueva estructura de las
relaciones entre los hombres”. La nueva forma de relación social es la conexión
:
quienes no estén conectados tienden a ser excluidos de cualquier
relación y condenados a la marginalidad. Siempre que sea posible, los
dispositivos digitales (las máquinas) sustituirán todo contacto –todo
contagio− entre los seres humanos.
El distanciamiento social −nuevo eufemismo de confinamiento− será el
nuevo principio de organización de la sociedad. Y paradójicamente, la
masa, en la que según Canetti se basa el poder a través de la inversión
del miedo a ser tocados por extraños, estará formada ahora por
individuos que se mantienen a toda costa a distancia unos de otros; una
masa, dice Agamben, rarificada y basada en una prohibición, pero, precisamente por eso, particularmente compacta y pasiva
.
A lo que se suman el control que se ejerce a través de las cámaras de
video y ahora de los teléfonos celulares –la ‘celularización’
coercitiva de la totalidad de la población, incluido el rastreo de cada
persona vía los consorcios multinacionales Google (Android), Apple y
Microsoft−, que excede con creces cualquier forma de control ejercida
bajo regímenes totalitarios como el fascismo y el nazismo. La epidemia y
la tecnología inseparablemente entrelazadas. Y el papel de los medios
de difusión masiva dominantes, que, según Agamben, llevaron a cabo una gigantesca operación de falsificación de la verdad
, propalando una especie de terror sanitario
como instrumento para gobernar con eje en una bioseguridad
basada en la salud. Lo que ha llevado a la paradoja de que el cese de
toda relación social y toda actividad política se presenta como la forma ejemplar de participación cívica
.
Una estrategia global de los reformadores sociales
de Davos,
que no habría sido posible lograr sin la intervención decisiva de los
Estados-nación, que son los únicos que pueden adoptar las medidas
coercitivas que dicha estrategia necesita. Según su fórmula, un distanciamiento social
–no ‘físico’ o ‘personal’− como dispositivo esencialmente político, que
lleva a preguntarnos, con Agamben, ¿qué es una sociedad basada en la
distancia? ¿Acaso una sociedad así puede seguir llamándose política?
No es posible saber cuánto más durará el estado de excepción del
actual circo pandémico mundial; lo que sí es seguro es que se
necesitarán nuevas formas de resistencia para enfrentar a la reingeniería social
tecnocrática de las élites del poder plutocrático con su pregonada (Klaus Schwab dixit) cuarta revolución industrial
.
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