Xicoténcatl
La Colonia.- En el México colonial el desarrollo de las
ciudades estuvo estrechamente ligado a la producción minera. El Camino
de la Plata (Real del Monte, Zacatecas, San Luis Potosí, Taxco, Santa Fe
de Nuevo México) partía del centro hacia el Norte y en esa geografía se
iban creando los centros mineros que serán más tarde las futuras
ciudades.
Transformación y remodelación del territorio donde se fundan los
presidios militares y las Misiones de la Compañía de Jesús a lo largo y
ancho del Septentrión de la Nueva España constituyendo una cadena de
fortificaciones para proteger el transporte de mercancías, la extracción
de plata y las comunicaciones entre el centro y las explotaciones
mineras recién descubiertas.
La línea de avance española se protegía con la creación de más
presidios dentro de territorio chichimeca (nómadas), en la meseta
central y en ambos lados de la Sierra Madre Occidental. Estas eran las
directrices de la política para el poblamiento y colonización del Nuevo
Reino de León (actual estado de Nuevo León) y de la colonia del Nuevo
Santander (actual estado de Tamaulipas, una parte del estado de Nuevo
León y una parte del sur de Texas). Misiones y presidios se volvieron
polo de atracción de colonos para el establecimiento de nuevas misiones,
pueblos, haciendas y villas.
La iglesia católica con sus diferentes Órdenes era la Institución más
poderosa en la Nueva España, dueña de grandes propiedades, tenía un
gran poder económico por la recaudación de diezmos, obtenciones
parroquiales, donaciones piadosas y legados testamentarios; se calcula
un capital disponible de 45 millones de pesos, empleados en realizar
préstamos a agricultores, mineros y empresarios como hipoteca. Este
poder junto con su adoctrinamiento evangelizador, se traducía en control
político. Pero la tierra no existía aún como mercancía en sí misma; en
el Antiguo Régimen dependía de los vínculos. Estaba vinculada a:
Los mayorazgos; el clero regular, secular y capellanías; las comunidades indígenas y los Ayuntamientos.
Las minas arrebataban la tierra a los pueblos, creando un entorno
agrícola para la producción de alimentos. Destrucción del entorno para
la creación de una economía monoexportadora y extractivista que, al
entrar en crisis (siglo XVIII, hacia 1780), arrastró tras de sì la
industria y el comercio de la Nueva España. En el siglo XVIII se volvió
cada vez más difícil obtener “repartimientos de indios” y se favoreció
el “trabajo libre”; el precio del trabajo aumentó. La extracción minera
se realizaba cada vez a mayor profundidad y esto lógicamente encarecía
los costos de producción; había un problema adicional: las minas
frecuentemente se inundaban de agua. Cuando el movimiento insurgente
contra el dominio español paralizó la producción minera (1811) la crisis
de la minería mexicana ya arrastraba 30 años de decadencia y
explotación extrema.
Perìodo liberal.- Entrado el siglo XIX el capitalismo moderno
condiciona y regula las relaciones sociales; los latifundios implican el
control de la propiedad, de la gente (ahora con una demografía en
ascenso) y los mercados. La Hacienda posee la tierra y los pueblos la
mano de obra.
El ideal de aquella generación de liberales (José María Luis Mora,
Benito Juárez, Lerdo de Tejada, Gómez Farías…) era crear una clase de
pequeños propietarios y emprendedores. En la concepción de aquellos
líderes y gobernantes, la situación de miseria en la cual se encontraban
los indígenas, se debía a su propia naturaleza, a su falta de espíritu
empresarial y a su falta de individualismo. A principios del siglo XIX
la tenencia comunal de la tierra denotaba un principio retrógrado,
sobrevivencia de la época colonial, en la cual el indígena, segregado
del resto de la población, había estado sujeto a una legislación
especial. Consideraban que las tierras comunales de los pueblos eran las
peor trabajadas y en las que no se aplicaba adelanto alguno ni en
maquinaria ni en técnicas de cultivo. Era necesario pues un amplio
proceso de privatización de la tierra y terminar así con el “vicio
comunal”.
Desde la colonia el gobierno español otorgó a las comunidades
indígenas la personalidad jurídica como propietarias y le concedió
ciertas extensiones de tierra bajo la condición de ser usadas
exclusivamente para el beneficio de sus miembros y no podían ser
vendidas ni enajenadas. A pesar de esta protección legal en muchas
ocasiones los campesinos perdieron el acceso a la tierra. La escasez de
alimentos en épocas de malas cosechas o la necesidad de dinero por
cualquier emergencia llevaba al campesino a ceder en arrendamiento su
porción de tierra a cualquier cacique de la localidad a cambio de un
préstamo que ya nunca le sería posible devolver.
Naturalmente el enemigo principal a tumbar era la Iglesia católica,
por su condición de terrateniente y porque financiaba a los
conservadores en sus agresivas pugnas contra la política liberal.
Se promulga la Ley Lerdo (1856) que decretaba la venta a particulares
de las propiedades rurales de la iglesia católica y de las
corporaciones civiles. La idea era fomentar la actividad económica para
crear una clase media rural. Además de la iglesia la desamortización
también aplicaba para las comunidades indígenas. En definitiva se
trataba de una confrontación radical entre pasado y modernidad y de
poner las bases para el fomento de una conciencia nacional y un Estado
moderno (en el marco de reglas capitalistas). No hay que olvidar que la
invasión norteamericana (1846-1848) y la pérdida de más de la mitad del
territorio fueron el origen de una toma de conciencia por parte de los
liberales en cuanto a la necesidad de transformar y modernizar a México o
desaparecer como país.
Los liberales tenían el concepto de la tierra como fundamento de la
vida económica y política de la nación y el impulso de sus ideas en la
práctica desorganizó la vida de las comunidades y proletarizó a sus
miembros favoreciendo el establecimiento de haciendas. La afectación
continua por parte de los grupos de poder locales se tradujo en
rebeliones de gran calado, como las que se produjeron en el Istmo de
Tehuantepec, en la Sierra Gorda de Querétaro y en la península de
Yucatán.
En 1824 se expide la Ley General de Colonización que invitaba a
inversores extranjeros a establecerse dentro del territorio nacional, a
condición de respetar y acatar las leyes mexicanas. Se autorizó a las
Compañías deslindadoras para delimitar y redistribuir la tierra entre
quienes carecían de ella o lo solicitaban. El resultado fue al revés. De
los 58 millones de hectáreas deslindadas, un tercio quedó en poder de
las Compañías deslindadoras como pago por sus trabajos. Los dos tercios
restantes fueron adquiridos a bajo precio por las mismas empresas o por
individuos vinculados a ellas. Un individuo utilizando los nombres de
sus familiares podía concentrar varias fincas de enorme extensión. En
Baja California se otorgaron 12 millones de hectáreas a cinco
concesionarios y en Chihuahua las Compañías deslindaron 14 millones de
hectáreas que se repartieron entre 4 familias. Una fiesta que se
prolongó todo el Porfiriato y que terminó en noviembre de 1910.
Extenderme en todo el siglo XX sería exceder los límites de este
artículo y alejarme de la idea original, que es anotar algunas
semejanzas entre aquella situación histórica que enfrentaron con
decisión, pero con resultados contradictorios, los liberales
encabezados por Benito Juárez y el actual presidente Andrés Manuel López
Obrador en su concepción de desarrollo para México con un enfoque que
deja de lado la importancia de recuperar la soberanía alimentaria y
apoyar a los ejidos y la producción campesina local. Esto es compatible
con la aplicación de modernas técnicas de cultivo, el aprovechamiento
racional de los recursos y la defensa de una economía campesina. Pero
parece claro que la apuesta del actual gobierno mexicano es por los
megaproyectos.
Nomás apuntar la importancia del siglo de las drogas, como le llamó
el sociólogo mexicano Luis Astorga al siglo pasado, en la redistribución
del uso de la tierra en amplias regiones de México para la siembra de
enervantes en perjuicio de la producción de alimentos. La aprobación en
1994 del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y la
reforma al Artículo 27 de la Constitución, que desmontaron agresivamente
la economía familiar campesina y provocaron un éxodo masivo de
mexicanos en busca de altos salarios a cambio de explotación laboral,
racismo y discriminación en los Estados Unidos.
Por último y muy importante, resaltar que la declaración de guerra
contra las drogas y su impulso mediante la llamada Iniciativa Mérida
aplicados durante el calderonato (2006-2012) y el sexenio siguiente
(2012-2018) fueron el equivalente de la guerra contra México lanzada en
1846 por los Estados Unidos. López Obrador se sienta en la silla
presidencial de un país destrozado en lo social, saqueado en lo
económico por una deuda que compromete las necesidades básicas de varias
generaciones y condicionado por presiones internas (el ejército) y
externas (renovación del TLC, inversiones condicionadas y corrupción a
derecha e izquierda, arriba y abajo).
Tercera etapa del proceso expropiatorio.- El siglo XXI presenta en
México un panorama semejante para todos los países de economía
dependiente, suministradores de materias primas y condicionados por
Tratados de libre Comercio que son los nuevos instrumentos de imposición
colonial para impedir el desarrollo de la investigación y la tecnología
necesaria para beneficio de sus poblaciones.
Ligado con la exposición inicial sobre la minería en la colonia es
necesario conocer el dato: Según cifras oficiales al mes de mayo de
2010 se habían otorgado 26 mil 559 concesiones mineras que abarcaban una
superficie aproximada de 21.1 millones de hectáreas equivalentes al
13.8 % del territorio nacional. La Ley de Inversiones Extranjeras
permite inversiones foráneas en minería del 100%. Las empresas mineras
extranjeras y las nacionales pagan al erario mexicano cantidades
simbólicas no en función del mineral extraído sino por hectárea de
tierra concesionada (más de la cuarta parte del territorio nacional está
concesionado a las mineras. El presidente López Obrador declaró en
agosto de 2019 que durante su gobierno no se entregarían más concesiones
mineras.
También se ha pronunciado contra el fracking, pero la Alianza
Mexicana contra el Fracking confirma que continúan las actividades de
perforación hidráulica. Según datos de Cartocrítica, Investigación mapas
y datos para la sociedad civil, al menos 924 pozos han sido perforados
mediante esta contaminante técnica, en los estados de Coahuila, Nuevo
León, Veracruz, Tamaulipas y Tabasco.
En lo que a ganadería se refiere la llamada “revolución ganadera”
llegó a México con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(1994), aprovechando las facilidades que se otorgan en México con
salarios bajos y poca o ninguna regulación ambiental y acaparamiento de
tierras rurales. El crecimiento de la demanda de proteínas animales fue
aprovechado por las corporaciones trasnacionales que controlan la
producción mundial de ganado. En 2017, 99% de las granjas familiares que
producían carne habían desaparecido en favor de las granjas
industriales propiedad de grandes corporaciones. La comunidad de Homún
(Yucatán) con menos de 8 mil habitantes recién ganó la batalla contra la
empresa Producción Alimentaria Porcícola que no cuenta con la planta de
tratamiento de aguas residuales prometida a la gente. Este viernes 6
de noviembre las magistradas que integran el Tribunal Colegiado en
materia del Trabajo y Administrativa de Yucatán, determinaron mantener
la suspensión de las operaciones de la mega granja (más de 49 mil
cerdos), por los riesgos que su funcionamiento representa para el medio
ambiente, la salud y la niñez de las comunidades mayas de la zona.
Conflicto de intereses: la empresa Enerall fundada por Alfonso Romo,
hasta hace unos días Jefe de la Oficina de la Presidencia destruyó
impunemente un cenote de 5 mil 500 metros cuadrados y apenas en marzo de
este año utilizó la expresión “muertos de hambre” para referirse a los
pobladores de Yucatán que no saben ni manejar sus propias tierras y a
los que la empresa Enerall, que ahora administra su familia, les llevará
el progreso. Para ello además del cenote destruido hubo que deforestar
la zona, acabar con la fauna y obtener grandes márgenes de ganancias a
costa de pagar sueldos miserables a los trabajadores en el acuífero más
importante de México cuya disponibilidad ha disminuido en un 43%.
Los monocultivos de soya transgénica, la producción de cereales con
agrotóxicos, la palma aceitera son un capítulo aparte (o integrado) a
esa concepción del desarrollo que López Obrador comparte con los
liberales del siglo XIX. Sí, López Obrador es pragmático e
ideológicamente incoherente tal y como señalan en entrevista publicada
en el diario La Jornada el 30 de noviembre pasado, el académico de la
Facultad de Economía en la Universidad Autónoma de México Enrique
Rajchenberg y Nicolás Loza Otero investigador de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso.
TREN MAYA: Un pragmatismo e incoherencia que se concretan en el
proyecto estrella denominado TREN MAYA, que cambiará para siempre la
fisonomía de una de las últimas selvas de México y de América Latina,
impulsará el turismo de masas y utilizará la mano de obra barata con
trabajos de baja cualificación a los pobladores de la zona. El proyecto
está ligado al gigantesco movimiento de mercancías que, a nivel mundial
se conectará con la transformación del Istmo de Tehuantepec para
construir modernas vías de comunicación que faciliten las exportaciones e
importaciones hacia Asia y América del Norte. Se calcula que el 70% de
los ingresos de este mega negocio será por transporte de carga.
Participan en esta transformación radical del territorio en el sureste
mexicano y de los usos agrícolas del suelo empresas de Carlos Slim, la
española FCC Construcción, S.A., la china Communications Construction
Company Ltd. y también la Secretaría de la Defensa Nacional a la que se
le ha asignado la construcción de los tramos 6 y 7. Pero la mega
corporación que destaca como interesada en el proyecto es la banca de
gestión de inversiones Blackrock, con sede en Nueva York, y considerada
la banca más grande del mundo en gestión de activos. Controla 7.8
billones de dólares, o sea, el equivalente a más de 6 veces el PIB de
México. Además de su participación en el Tren Maya, Tiene inversiones en
12 proyectos energéticos en la península de Yucatán.
López Obrador le apunta a una recuperación económica de México y a
retomar la función del Estado como agente de desarrollo. Se mueve con
las reglas del capitalismo y tiene unos claros límites de acción
impuestos por el ejército mexicano y la oligarquía internacional.
El sociólogo de Flacso Loza Otero remata en la entrevista:
“Tiene apego a una economía mixta que se
practicó después del cardenismo en México y que implica cierta
intervención del Estado, cierta regulación de la actividad de la empresa
privada. No tiene realmente una ideología coherente, sólida; puede
parecer un señalamiento muy crítico, pero en realidad tampoco deberíamos
pensar que la gente anda por la vida con una ideología muy coherente y
sólida”.
Fuentes:
- La agricultura en tierras mexicanas desde sus orígenes hasta
nuestros días. Teresa Rojas y María de los Angeles Romero Frizzi.
Editorial Grijalbo - Ana de Ita. Directora del Centro de Estudios para el Campo Mexicano
(La Jornada 5 de junio 2020) - Silvia Ribeiro. Investigadora del grupo ETC (La Jornada 5 de
diciembre 2020) - Greenpeace.org México. Los costos de una industria muy puerca en
la península de Yucatán. - José Luis Ríos Vera. La superexplotación del trabajo en México en
el corazón de BlackRock. Revista Rebelión.