27.10.19

El nuevo mundo surge ante nosotros


Thierry Meyssan señala la extrema importancia, no de la retirada estadounidense ‎de Siria sino del derrumbe de los puntos de referencia actuales del mundo. Estima que ‎estamos entrando en un corto periodo de transición en el cual los que hoy controlan los ‎acontecimientos, que son los «capitalistas financieros» –aunque los actores que ‎designa de esa manera no tienen nada que ver con el capitalismo original ni tampoco ‎con la banca original– van a ser apartados en beneficio de las reglas de derecho que ‎Rusia enunció… en 1899‎


Estamos viviendo algo que sólo se ve una o dos veces cada 100 años. Está surgiendo un nuevo ‎orden mundial y todas las referencias anteriores desaparecen. Los que antes fueron ‎increíblemente vilipendiados ahora triunfan mientras que los que solían dictar su voluntad están ‎en pleno descenso al infierno. Es cada vez más evidente que las declaraciones oficiales y las ‎interpretaciones que los periodistas divulgan ya no corresponden a los hechos. ‎Los comentaristas tendrán que cambiar de discurso, rápida y radicalmente, o van verse barridos ‎por el remolino de la Historia. ‎

En febrero de 1943, la victoria soviética ante la invasión nazi cambió el curso de la Segunda Guerra ‎Mundial. A partir de ese hecho, lo que vino después ya era inevitable. Pero todavía hubo que esperar que tuvieran lugar el ‎desembarco anglo-estadounidense en las playas de Normandía –en junio de 1944–, la ‎conferencia de Yalta –en febrero de 1945– y la capitulación del Reich –el 8 de mayo de 1945– ‎para finalmente ver el nacimiento del mundo nuevo. ‎

En un solo año, el Reich nazi había perdido su lugar y se veía reemplazado por nuevas potencias: ‎Estados Unidos y la Unión Soviética. En aquel mundo nuevo, el Reino Unido y Francia, que ‎‎12 años antes aún eran las dos primeras potencias mundiales, quedaban como espectadores del ‎proceso de descolonización de sus respectivos imperios. ‎

Hoy estamos viviendo un momento similar. ‎

Cada periodo histórico tiene su propio sistema económico y construye una superestructura ‎política destinada a proteger ese sistema. Al final de la guerra fría y con el derrumbe de la URSS, ‎el presidente Bush padre desmovilizó un millón de militares estadounidenses y confió la búsqueda ‎de la prosperidad a los dirigentes de las grandes transnacionales. Estos últimos se aliaron al ‎dirigente chino Deng Xiaping y trasladaron grandes cantidades de empleos estadounidenses ‎a China, país que se convirtió así en la gran fábrica del mundo.

Pero, lejos de ofrecer prosperidad a ‎sus conciudadanos, los dirigentes de las transnacionales acapararon sus ganancias, provocando la ‎lenta desaparición de las clases medias en las naciones de Occidente. En 2001, financiaron los ‎atentados del 11 de septiembre para imponer al Pentágono la estrategia Rumsfeld/Cebrowski de ‎destrucción de los Estados [1]. El presidente Bush hijo transformó entonces el «Medio Oriente ampliado», o «Gran ‎Medio Oriente» en campo de batalla de una «guerra sin fin». ‎

La liberación en una semana de una cuarta parte del territorio nacional sirio no es sólo la victoria ‎de Bachar al-Assad, el presidente sirio que desde hace 8 años «tiene que irse». Es también el ‎fracaso de la estrategia militar tendiente a instaurar la supremacía del capitalismo financiero. ‎Ha sucedido lo que parecía inimaginable. El orden mundial se ha modificado y la subsiguiente ‎secuencia de acontecimientos es inevitable. ‎

La fastuosa acogida al presidente ruso Vladimir Putin en Arabia Saudita y en Emiratos Árabes ‎Unidos es una muestra del espectacular cambio de posición de las potencia del Golfo Arábigo-‎Pérsico, que ahora se pasan al bando ruso. ‎

La también espectacular redistribución de las cartas en Líbano es igualmente muestra del mismo ‎fracaso político del capitalismo financiero. En un país dolarizado donde desde hace un mes ya ‎no se encuentran dólares, donde los bancos cierran sus puertas y se limitan las extracciones de ‎dinero que los clientes pueden realizar, las manifestaciones anticorrupción no podrán detener la ‎caída del orden anterior. ‎

Los estertores del orden agonizante se hacen sentir por todas partes. En Ecuador, el presidente ‎Lenín Moreno atribuye a su predecesor Rafael Correa –quien vive en Bélgica– y a un símbolo de ‎la resistencia frente a la explotación financierista –el presidente venezolano Nicolás Maduro– la ‎responsabilidad de haber organizado lo que en realidad es un levantamiento popular contra las ‎medidas del capitalismo financiero. ‎

El Reino Unido ya retiró de Siria sus fuerzas especiales y ahora está tratando de salir del Estado ‎supranacional que es la Unión Europea. Después de haberse planteado la posibilidad de conservar ‎el Mercado Común (el proyecto de Theresa May), el Reino Unido decide romper con toda la ‎construcción europea, conforme al proyecto de Boris Johnson. Mientras tanto, después de ‎los errores de los ex presidentes Nicolas Sarkozy y Francois Hollande, a los que se agregan ahora ‎los errores del presidente Emmanuel Macron, Francia pierde súbitamente toda credibilidad e ‎influencia. ‎

Por su parte, los Estados Unidos del presidente Donald Trump dejan de ser la «nación ‎indispensable», el «policía del mundo» al servicio del capitalismo financiero para tratar de ‎convertirse nuevamente una gran potencia económica. Así que Estados Unidos retira su arsenal ‎nuclear de Turquía y se dispone a cerrar el CentCom en Qatar mientras que todos reconocen ‎a Rusia como la potencia «pacificadora» que hace prevaler el derecho internacional que ‎ella misma había creado cuando convocó –en 1899– la «Conferencia Internacional por la Paz» ‎de La Haya, cuyos principios los miembros de la OTAN han venido pisoteando. ‎


La Segunda Guerra Mundial puso fin a la Sociedad de las Naciones para dar paso al nacimiento de ‎la ONU. De la misma manera, este mundo nuevo creará probablemente una nueva organización ‎internacional basada en los principios de la Conferencia de 1899, realizada en La Haya por ‎iniciativa del zar Nicolás II y del premio Nobel de la Paz Leon Bourgeois. Para eso, primero habrá ‎que disolver la OTAN, que tratará de sobrevivir extendiéndose al Pacífico, y también la Unión ‎Europea, convertida en refugio del capitalismo financiero. ‎

Tenemos que comprender bien lo que está sucediendo. Estamos entrando en un periodo de ‎transición. Lenin decía, en 1916, que el imperialismo era la fase suprema de la forma de ‎capitalismo que desapareció con las dos Guerras Mundiales y con la crisis bursátil de 1929. ‎El mundo de hoy es el mundo del capitalismo financiero, que arruina una por una las ‎economías nacionales favoreciendo únicamente a unos pocos súper ricos. Su fase suprema ‎suponía dividir el mundo en dos partes, poniendo de un lado los países estables y globalizados y ‎del otro lado vastas regiones del mundo sin Estados, reducidas a servir únicamente como ‎‎“reservas” de materias primas. ‎

Ese modelo, rechazado tanto por el presidente Trump en Estados Unidos, como por los ‎‎«Chalecos Amarillos» en Europa occidental y por Siria en el Levante, es el modelo que hoy ‎agoniza ante nosotros. ‎

[1] «El proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 de agosto de ‎‎2017.

24.10.19

¿“Nuevo régimen” con hegemonía oligárquica secular?

José Luis Ríos Vera

I. La fecha de nacimiento del gobierno de la Cuarta Transformación (4T) no data de la insurrección “ciudadana” del 1 de julio de 2018, sino del período de la campaña electoral. La apariencia “anti-empresarial” de la 4T fue borrada en este período. De la mano de Carlos Urzúa y Alfonso Romo –portavoces del capital financiero, industrial, comercial– quienes subrayaban la postura de “centro-izquierda” del proyecto, el principal dirigente de la 4T (AMLO) autoproclamó en dicho periodo de campaña sus compromisos “a los inversionistas nacionales y extranjeros”, tales como: respeto a contratos y concesiones establecidas; aseguramiento del sistema financiero; independencia de Banco de México; disciplina fiscal; superávit primario; rechazo a la Reforma Hacendaria progresiva; respaldo al TLCAN.

II. Reconociendo las Deudas (corruptas, ilegítimas) del “viejo régimen”, el “nuevo régimen” de la 4T aceptó sin cuestionamientos prácticos la hegemonía de la oligarquía financiera, la principal expoliadora del país. ¿Es posible un “nuevo régimen” con viejos acreedores y añejas obligaciones? ¿Puede hablarse de un nuevo régimen con hegemonía secular?

III. Con cargo en la reproducción de rezagos sociales y del histórico atropello de las necesidades colectivas y populares (educación, salud, etc.), el “gobierno de la austeridad” consolida el poder del capital financiero (con inéditas transferencias de 1 billón de pesos anuales equivalentes a 50 mil millones de dólares). Tras la supuesta premisa de “extirpar la corrupción” anidada en las “alturas” del aparato estatal, en su desmesura, la “austeridad” se ha hecho “República”, y observamos la acentuación del adelgazamiento de la máquina estatal (una máxima neoliberal). Las principales repercusiones de ello se han orientado contra los derechos laborales de los trabajadores de la función pública (administrativos, médicos, enfermeras, doctores, profesores, etc.). A ello hay que añadir que, en el país de la precariedad y de la informalidad laboral, la disciplina fiscal y el régimen de austeridad defendidos con firmeza por el gobierno de la 4T, mantienen y agravan el atraso, el deterioro y el subdesarrollado estado de los servicios públicos del Estado.

IV. La 4T desperdició la oportunidad de derrumbar (¡en unos cuantos días!) los principales nudos del patrón de acumulación y reproducción del capitalismo mexicano dependiente de la economía estadounidense, esto es, el TLCAN y el yugo financierista. No realizó ningún desafío al sistema financiero internacional a través de un arrojado Presupuesto Público Federal que tuviera como prioridad las necesidades sociales (educación, salud, ciencia y tecnología, etc.). No ofreció ninguna respuesta contundente a la amenaza-extorsión de Trump respecto a los “aranceles” al comercio de mercancías y por la defensa de los derechos de los trabajadores migrantes que impidiera la mayor crisis migratoria que día a día crece en el país.

V. Una forma política de régimen no se define por un carácter “honesto” o “corrupto”. En el remoto caso de que en el mundo del capital pudiera ocurrir un “gobierno honesto”, existe una gran distancia entre “eliminar” la corrupción mediante el ejercicio de un gobierno con este carácter y el establecimiento de una nueva forma política de régimen. En consecuencia, barrer a los “corruptos del pasado” –aun en el caso que así pueda serlo– no es suficiente para conformar un “nuevo régimen político”.

Un régimen político se explica a partir de las clases y fuerzas sociales que concentran y ejercen el poder político, así como las formas y medios por los que se construyen los procesos de acumulación, las relaciones de explotación y condiciones de dominación. En stricto sensu éstas fuerzas no se identifican inmediatamente con “los corruptos” (por ejemplo, los hasta ahora investigados o procesados en el país), sino sustancialmente con aquellas clases sociales o fracciones de éstas que detentan la capacidad de imponer sus intereses de clase y construyen la modalidad predominante –actualmente vigente– de acumulación y reproducción del capital (banqueros, financieros, exportadores, importadores, manufactureros, propietarios del sector de telecomunicaciones, del sector turismo, etc.).

La construcción de un nuevo régimen político implica –entre otros elementos– trastocar la capacidad política de las fuerzas de clase que detentan y ejercen el poder político (fuerzas hegemónicas). En consecuencia, significa poner en marcha la de-construcción de los intereses y políticas económicas que cimientan y conforman la modalidad de acumulación-reproducción del capital predominante impuesta por dichas fuerzas.

La noción acuñada de “mafia del poder” (AMLO) reduce el cuestionamiento del orden económico y político al funcionamiento corrupto y vertical del aparato estatal (y de sus actores) y sus vínculos con los agentes económicos, si bien es indicativa de la tradicional lumpenpolítica practicada en el seno del aparato estatal y grupos empresariales, en rigor resulta desorientadora. También deja de lado el papel del Estado y las relaciones de poder entre las clases sociales en el establecimiento e imposición de la forma dominante de acumulación del capital en el conjunto de la sociedad.

En el límite, la narrativa “anticorrupción” de la 4T lleva a la apología del orden del capital y su modalidad de acumulación. Por medio del genuino discurso y política de “combate a la corrupción” como bandera de justicia social, AMLO hace de la “corrupción” el “principal problema del país”. Sin embargo, con aquél combate otorga legitimidad a un orden que paradójicamente fetichiza las contradicciones históricas de la sociedad: el modo de acumulación-concentración del capital, las transferencias de riqueza al exterior, la subordinación y dependencia del régimen económico-político y los antagonismos sociales y de clase. Para la 4T, la “solución” a ello se presenta con la simple fórmula de un “gobierno honesto”, con lo que se perpetúan dichas contradicciones reales.

VI. Bajo el lema de “separar el poder político del poder económico”, se pretende neutralizar los privilegios y la capacidad política de la oligarquía predominante de imponer sus intereses, y reconstituir a la República sobre la forma de un “pluralismo” político-democrático sustentado en un “Estado de Derecho”. De este modo, se busca la ampliación de espacios para el conjunto de fuerzas u organismos económicos y sociales, así como el establecimiento de “nuevas” condiciones de competencia económica y política.

En este sentido, anteponer la “unidad nacional” y/o el “interés general” al estrecho círculo de una lumpenburguesía oligárquica corrupta (cuasi-monárquica y/o autárquica), supone elevar y aperturar al conjunto general de las clases propietarias a la dominación del capital sobre los explotados y/o desposeídos. Por tanto, la convocatoria a la “unidad nacional” de la 4T –que buena parte de la oligarquía rechaza con desprecio–, representaría una alianza entre “ricos y pobres”, “millonarios y hambrientos”, en condiciones estructurales e institucionales que favorecen permanentemente a los primeros, con lo que dicha “separación” –entre “poder político” y “poder económico”– termina por ser una apariencia, abiertamente manipulatoria.

No obstante, hasta ahora, la pretendida “unidad nacional” (pluriclasista, “sin privilegios”, “democrática”) ni por asomo se ha acercado a remover tanto las relaciones esenciales de la acumulación del capital como la composición de las relaciones de hegemonía en el seno de las fuerzas políticas (de clase) en México. Por lo que se recrea así una “reconciliación nacional” imaginaria, que se constituye bajo la permanente égida de las fuerzas hegemónicas (financieras, exportadoras, y fracciones de clase subordinadas al capital internacional predominantemente estadounidense).

VII. La “abolición” del neoliberalismo sólo ocurre en la fantasía de la nueva fracción política “reinante” en el aparato estatal, en la imaginación del gobierno y en sus desveladas frases. Sus acciones dicen lo contrario: transferencias de riqueza al capital financiero, defensa de la liberalización comercial, austeridad, recorte del Estado, ningún aumento en gasto educativo, salud, caída de inversión productiva, etcétera.

VIII. Las expresiones que sintetizan la apariencia “antineoliberal” de la 4T son el “desarrollo” y el “bienestar”. Orientadas a la construcción de un “nuevo pacto social”, y una de “política social” y de “bienestar”, son un evangelio incapaz de cuestionar al capital y sus relaciones de apropiación del patrimonio público, despojo (territorial y de la biodiversidad) y superexplotación del trabajo. Sin embargo, es fundamental resaltar que estas expresiones impactan en la conformación de un Estado despolitizador, el cual es impuesto sobre los explotados por el mundo del capital.

La “redistribución del ingreso” (según AMLO) o “crecimiento inclusivo” (de acuerdo con el FMI), sin ninguna mudanza estructural, apenas levantan el derecho a una “asistencia pública” frágil, acrítica y subordinada al orden clasista de opresión, injusticia social y desigualdad prevaleciente.

IX. Con la postración de un Estado austero, en el límite de la crisis fiscal, la 4T estimula y acrecienta el reino de la llamada Iniciativa Privada (el gran capital) en la mayor parte de espacios y circuitos económicos de la esfera social al que el propio Estado (“sin recursos”) ha renunciado. Es el caso, por ejemplo, del sector de la Petroquímica o del “Plan de Infraestructura”, que eleva la participación de la IP (con el magnate Carlos Slim al frente) en la infraestructura social y hace retroceder la inversión pública y de “desarrollo” –por cierto, digámoslo fuerte– diseñada y organizada por el empresario neoliberal Alfonso Romo.

La obstinada convocatoria y defensa del nuevo gobierno para recurrir a la inversión extranjera y nacional se explica por esta señalada retracción y renuncia de la participación del Estado como capitalista colectivo –aquí su límite desarrollista–. Lo anterior revela entonces la total ausencia de un programa de ruptura con el orden económico de la mundialización neoliberal y la construcción de una alternativa social real. Esto es así a pesar de las disputas y contradicciones existentes (política energética en Pemex, CFE, gasoductos, etc.) entre el gobierno de la 4T y las clases predominantes locales-extranjeras, quienes defienden sin tregua sus intereses de clase (certidumbre jurídica, el Estado de Derecho, la reforma laboral “competitiva, T-MEC, las instituciones supuestamente “autónomas”, los llamados farmouts, los amparos judiciales; la “flexibilidad” fiscal, etc.), y forman en la derecha una oposición posesiva y destructiva.

X. El llamado decálogo de la “nueva política industrial” en absoluto intenta construir una nueva capacidad de organización y estructura industrial que supere la subordinación del aparato productivo a los nodos de una economía exportadora. Por el contrario, mantiene el absoluto dominio trasnacional (división internacional del trabajo) y la estructura altamente importadora (en déficit estructural), de baja generación de valor en aquellos sectores de especialización productiva que lograron integrarse a las cadenas mundiales de valor –organizadas por las grandes corporaciones trasnacionales demandantes de las condiciones de superexplotación del trabajo de los países dependientes y periféricos—.

La dinámica de la política industrial y del mercado nacional reafirman y consolidan su supeditación a la demanda externa y al inestable (des) orden económico de la globalización neoliberal, muy próxima de una nueva recesión. Dicha supeditación es evidenciada con la enérgica persistencia de la brutal violencia que se vive bajo la no-correspondencia entre el salario y el costo de la vida y que se refleja en las disminuidas metas de la 4T de incrementar el salario mínimo “por lo menos dos puntos porcentuales” (AMLO) por encima de la inflación, y de lograr una recuperación del poder adquisitivo de “20 por ciento” en el periodo 2019-2024, además de su prácticamente nulo combate a la informalidad y precariedad del trabajo propuesto en el Plan Nacional de Desarrollo.

XI. Por medio de un proceso de incorporación de la región del Sur-Sureste del país se pretende “superar” los graves problemas de concentración y desigualdad geográfica-territorial, económica y productiva, promovidos por la integración subordinada-segmentada a la economía estadounidense. Ello implica la construcción de nuevos polos productivos en la región (parques manufactureros-maquiladores, Zonas Económicas Especiales) orientados a proveer de bienes a la demanda de las cadenas globales de valor, mismas que contarán con una nueva plataforma de infraestructura (Corredor Transístmico) que daría un inmejorable impulso al mercantilismo capitalista global y a la dependencia exportadora de una economía de cuyas contradicciones le impiden conformar el crecimiento de un mercado interno de masas a razón de que ésta es sustentada en un mundo del trabajo centrado en relaciones de superexplotación.

Otro conjunto de megaproyectos (Tren maya, oleoductos, minería, carreteras, etc.) dominados por grandes capitales completarán esta nueva etapa de incorporación “tardía” de la región sur-sureste a las formas de acumulación de capital e integración subordinada al capital extranjero, para lo que se han venido activando políticas de contrainsurgencia, cooptación y desorganización de la lucha popular en las respectivas poblaciones y territorios. Sin embargo, todos estos proyectos en lugar de procurar romper la subordinación económica al mercado mundial, terminan por incrementarla.

XII. Contario a lo esperado, el gobierno de la Cuarta Transformación reactiva y continúa con las políticas de un Estado de excepción que ahora suponen promover la defensa de la “seguridad nacional” ante “amenazas potenciales” (“crimen organizado”, “sabotaje”, etc.). Despliega su mayor capacidad para coaccionar y desmovilizar la lucha social, e irónicamente, revela su impotencia y aguda incapacidad de poner fin a la violencia social y a la crisis de “seguridad pública”, argumento utilizado para imponer la militarización oficial del país. De este modo, la Guardia Nacional reedita la Ley de Seguridad Interior elaborada por el gobierno anterior como arma de criminalización y militarización de las luchas populares en defensa del medio ambiente, la biodiversidad, el territorio, y el conjunto de los derechos sociales y laborales que los intereses y Megaproyectos del gran capital nacional-internacional destruyen.

XIII. La experiencia “progresista” que elude la lucha de clases en aras de una sentimental “fraternidad” abstracta, es un anacronismo histórico categórico. Han sido demostrados los límites de las recientes experiencias de “Nuestra América”, erguidas en las bases de un Reformismo menor, por lo que la historia muestra la necesidad ineludible de dar el salto cuántico hacia una política de cuestionamiento y ruptura con el orden prevaleciente.

XIV. El significado de la “gobernabilidad” defendida por el Ejecutivo reside en el fortalecimiento del vacilante sistema de dominación caracterizado por las condiciones de la crisis de la democracia y de representación que en buena parte llevó al “tsunami” electoral de julio de 2018. Al no utilizar en su justa dimensión el llamado “bono democrático” del que hasta ahora dispone, la 4T abdica gratuitamente de la capacidad política para implementar reformas estructurales (económicas, políticas, culturales, mediáticas) en beneficio de los vilipendiados y desposeídos. El “nuevo régimen” reproduce el divorcio entre el poder ejecutivo, los centros de poder del aparato estatal y del sistema de decisiones de las clases trabajadoras y populares. Hoy más que nunca se vuelve mucho más efectiva aquella expresión que dice “todo lo que no es abolido, puede ser restaurado”.

XV. La actual política energética del Estado es el epicentro de la disputa entre la oligarquía dependiente y el capital extranjero (principalmente estadounidense) con la nueva clase reinante que controla el cuerpo institucional del aparato de Estado. Los más grandes capitales pugnan por la continuidad de la Reforma Energética, pues por medio de las “rondas petroleras”, licitaciones y contratos de exploración y explotación, liberalización del fracking, desmantelamiento de Pemex, etc., la renta petrolera era entregada a capitales locales y principalmente trasnacionales (bancos de inversión, bancos comerciales, petroleras trasnacionales, empresarios privados locales, etc.). De ahí el inflexible rechazo del gran capital al impulso de las refinerías del Estado, la defensa de la soberanía energética, el fortalecimiento de CFE, etc.

La transferencia de recursos desde la Secretaría de Hacienda hacia Petróleos Mexicanos y su capitalización, desdibuja la sonrisa de los acreedores internacionales del Estado, pues ven “en riesgo” las transferencias públicas de riqueza (por el Costo Financiero de la Deuda y Superávit primario) a sus bancos, al tiempo que limita la participación del gran capital en la exploración y extracción de hidrocarburos. El gran capital exige ¡disciplina financiera y apertura energética para los privados! El poder financiero y sus agencias calificadoras amenazan con el “terrorismo económico”. A todas luces incomparable a la llamada “delincuencia organizada”, la amenaza catastrofista de los grandes “cárteles” del poder financiero internacional y grandes capitales asociados son entre otros: degradación en la calificación de deuda (de Pemex, deuda soberana), fuga de capitales, devaluación, inflación, empobrecimiento generalizado.

XVI. El control del aparato de Estado es muy distinto de concentrar y ejercer el poder político del Estado. La 4T debe poner freno a su escalada de subordinación y rendición al orden de acumulación-reproducción del capital predominante, a riesgo de ser avasallada. Construyendo vínculos con los desposeídos bajo el marco del clientelismo electoral e implementando leves modificaciones a dicho orden, la 4T quedará muy lejos de una transformación histórica genuina, y mucho más próximo del periodo de una reforma menor, que administra el aparato estatal y desorganiza y posterga los intereses de los desposeídos y trabajadores.

20.10.19

Los ejércitos del Cártel de Sinaloa

Zósimo Camacho

Sitiaron y tomaron Culiacán, la capital de Sinaloa, este 17 de octubre. Liberaron a uno de sus líderes (y a decenas de reos más) y replegaron a las Fuerzas Armadas Mexicanas. Militarmente –más allá de las razones sociales y políticas que sustentaron la orden oficial de la retirada– propinaron una derrota al Ejército Mexicano en su propio suelo.


Y es que no solamente fue Culiacán. El sitio se tendió también sobre Los Mochis y El Fuerte, ciudades sinaloenses donde de igual forma ocurrieron enfrentamientos y se cobraron vidas (aunque toda la atención mediática se haya concentrado en la capital del estado).

Son los ejércitos del Cártel de Sinaloa, conformados luego del inicio de la guerra simulada contra el narcotráfico que inició Felipe Calderón en 2006, los más poderosos de todas las fuerzas irregulares que hacen del país un polvorín. Los que sitiaron Culiacán bajaron de la Sierra de Badiraguato y fueron reforzados por los de la sierra de Choix y aún por los del vecino Sonora.

Al parecer, el gabinete de seguridad del gobierno federal sólo esperaba reacción en Badiraguato y evaluó que contaba con la capacidad de contener a los criminales. Se llevó una sorpresa. La decisión de emprender la retirada y dejarle la plaza al Cártel de Sinaloa fue cuando advirtió que Los Mochis ya estaba tomada y desde ahí se preparaba una ofensiva con cientos de elementos del cártel dispuestos a masacrar o ser masacrados.

Estas tropas irregulares rafaguearon la cárcel de El Fuerte e impusieron a la población un toque de queda. Ahí se concentraron provenientes de tres puntos: de Choix y de El Carrizo, Sinaloa, y de Álamos, Sonora. Estos últimos, de la presa Miguel Hidalgo, de la sierra de Sonora, por el rumbo de San Bernardo Quiriego.

Pertrechados con fusiles de asalto (AK47, R15), fusiles Barret, morteros, lanzagranadas, y perfectamente coordinados con alta tecnología de comunicaciones, convergieron en El Fuerte para reforzar Los Mochis. Apenas encontraron resistencia en San Miguel Zapotitlán, la primera caseta ya en territorio de Sinaloa, entre Navojoa y Los Mochis. Además de automóviles incendiados, a su paso dejaron, al menos, cinco muertos.

Sólo en Choix operan tres facciones de Gente Nueva, como se hace nombrar el brazo armado del Cártel de Sinaloa en Chihuahua, Sonora y Sinaloa (tiene otras denominaciones en otros estados de la República). Dichas facciones son: Los Salazares –de los cuales ya hemos dado cuenta de algunas de sus matanzas en este espacio– con sede por los rumbos de El Rodeo; los de Agua Caliente, por el rumbo del río con el mismo nombre, y otros llamados Los Norteños, con origen en Bacayopa y Yecorato. Estos últimos son los “dueños” de la plaza de la cabecera de Choix y los que encabezaron el operativo de sitio a Culiacán.

Gente Nueva fue integrada inicialmente en 2007 por el Cártel de Sinaloa con efectivos de elite del Ejército Mexicano. La supuesta guerra de Felipe Calderón y la profesionalización y militarización de los rivales de la organización encabezada entonces por Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, generó la “necesidad” de contratar a militares de fuerzas especiales con entrenamiento kaibil.

El Cártel de Juárez había formado ya su brazo armado, La Línea. Mientras, el Cártel del Golfo ya tenía a Los Zetas. El más poderoso de los cárteles no podía rezagarse y los entonces tres principales líderes de Sinaloa, Juan José Esparrogoza Moreno, el Azul; Ismael Zambada, el Mayo, y el Chapo, acordaron la integración de Gente Nueva. Un estimado de la entonces Procuraduría General de la República hecho público en 2011, estas tropas irregulares podrían estar integradas con 5 mil efectivos en los tres estados.

La liberación de Ovidio Guzmán (hijo del Chapo) este jueves 17 es probablemente el triunfo más importante de toda la historia de Gente Nueva. Ha participado en muchas masacres contra cárteles rivales y ha derrotado en otras ocasiones a comandos de fuerzas federales. Pero en esta ocasión ocuparon militarmente la capital de un estado de la Republica, obligaron al Estado mexicano a devolverles a uno de sus patrones y consiguieron la retirada del Ejército Mexicano.

Se trata de la primera decepción para muchos de los simpatizantes de la “cuarta transformación”. Es un fracaso redondo porque la inteligencia falló. No pudo prever la capacidad de respuesta del narco. Pero es importante decir que estos cárteles que pueden retar al Estado mexicano se formaron y alcanzaron tal poderío en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, con probable apoyo de funcionarios de estas administraciones. Tal poder no se construyó en estos meses.

Si estas fuerzas del narcotráfico replegaron a las Fuerzas Armadas Mexicanas, cómo se les puede pedir a las comunidades indígenas que no se armen cuando tienen enfrente a los cárteles. Las policías comunitarias, guardias comunales, rondas comunitarias y autodefensas indígenas ya enfrentan desde hace12 años y con sus propios medios a los criminales. Ahora una ciudad vivió un embate como los que desafortunadamente son cotidianos en los territorios de muchos pueblos indígenas.

8.10.19

Felipe Calderón, máximo saqueador de Pemex y México en los últimos 42 años

Adalberto Ruiz Mojica

En el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa (2007-2012), la producción petrolera sexenal ocupó el cuarto lugar en los últimos 42 años. La venta del llamado oro negro fue impresionantemente elevada, con ingresos totales de 545 mil 496 millones de dólares por la comercialización de 5 mil 891.10 millones de barriles en 6 años, a un precio altísimo de 92.56 dólares por barril, el más alto en el periodo.


Con esos astronómicos ingresos, Calderón pudo haber pagado la deuda total de Petróleos Mexicanos (Pemex) con un sobrante de más de 300 mil millones de dólares. Por eso, hasta hoy, este pésimo y corrupto gobernante le debe una explicación al pueblo de México respecto al destino de estos impresionantes ingresos. Con estos datos, posiblemente el expresidente y expanista sea el máximo saqueador de Pemex y del país en los últimos 42 años.

Las estadísticas oficiales de la productividad petrolera anual y sexenal revelan que los ingresos por esta actividad sí permitían pagar la deuda de Pemex en las pasadas administraciones federales panistas de Vicente Fox Quesada y Calderón Hinojosa, y del priísta Enrique Peña Nieto.

Con el análisis de las cifras diarias, anuales y sexenales desde José López Portillo (1977-1982) hasta Peña Nieto –es decir, 7 sexenios (42 años)– se demuestra por ejemplo que el sexenio de López Portillo tuvo la menor producción petrolera promedio, con 3 mil 898.2 millones de barriles durante todo su sexenio, lo que significa un 84 por ciento menos que la producción del sexenio de Vicente Fox, con una producción exorbitante de 7 mil 161.30 millones de barriles. El problema es que Fox exprimió al máximo posible los yacimientos petroleros llegando a extraer 4 millones de barriles diarios en 2004.

En el caso de López Portillo y a pesar de que en su sexenio se empezó a explotar Cantarell, su producción diaria promedio sexenal fue de solamente 1.78 millones de barriles diarios, la más baja en los últimos 42 años.

Con Miguel de la Madrid se elevó la producción diaria a 2.57 millones de barriles, aunque su venta sexenal fue más baja que la de su antecesor, por la caída de los precios internacionales del barril de petróleo crudo con un costo promedio sexenal de 47.43 dólares por barril.

En el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1989-1994) la producción diaria de barriles fue la segunda más alta en 42 años, con 3.07 millones de barriles diarios, pero la venta fue la segunda más baja, ya que la caída de los precios del barril llegó a 28.39 dólares.

Con Ernesto Zedillo Ponce de León (1995-2000) la producción diaria ocupó el tercer lugar en 42 años, con 2.91 millones de barriles diarios vendidos al precio más bajo de 26.43 dólares por barril.

Ya en el sexenio de Fox (2001-2006), la producción sexenal promedio fue de 7 mil 161.30 millones de barriles, la más alta en 42 años con una elevadísima producción diaria de 3.27 millones de barriles diarios (su producción fue desmedida e irresponsable, tratando de agotar rápidamente los yacimientos de la Sonda de Campeche). Sus ventas fueron las segundas más elevadas en el periodo analizado, a pesar de que el precio promedio por barril fue de 48.50 dólares.

Pero, sin duda, el de Calderón Hinojosa (analizado al inicio) fue el más rentable. En el caso de su sucesor, Peña Nieto (2013-2018), la producción diaria promedio sexenal fue de 2.33 millones de barriles diarios, la quinta en 42 años, con ingresos por venta promedio de 331 mil 997 millones de barriles, con el tercer precio más alto –de 65.80 dólares– en el periodo. Este presidente tan corrupto como Fox y Calderón también tuvo los ingresos suficientes para pagar la deuda total de Pemex y posiblemente también la deuda del gobierno federal.

Y es que los números no mienten: en 1999, la deuda de la petrolera era de 12 mil 500 millones de dólares; en 2006, de 51 mil 160 millones de dólares; en 2012, de 58 mil 646 millones de dólares; y en 2018, de 103 mil 761 millones de dólares. En el gobierno de Calderón –el de más ingresos petroleros–, Pemex solicitó créditos por 13 mil 800 millones de dólares.

El descarado robo a Pemex

La ruina, la gran tragedia de Pemex y de México, han sido los grandes yacimientos petroleros descubiertos desde hace más de 120 años, aunque nuestros antepasados mesoamericanos ya utilizaban el crudo para decorar y pintar su cerámica de barro. De muy poco ha servido esa gran riqueza natural, pues quizá sólo un 20 por ciento de esa descomunal riqueza ha llegado a cuenta-gotas al pueblo mexicano.

Es importante recordar que en estos datos estadísticos oficiales no están considerados los robos históricos que desde 1938 han hecho todos los gobernantes, políticos, líderes sindicales, amigos y parientes de presidentes y gobernadores a la principal industria del país: Pemex.

Desde hace más de 50 años, buquetanques propiedad de directores de la petrolera y prestanombres de servidores públicos han robado permanentemente combustible de las plataformas marinas, de cientos de tanques de almacenamiento y de las agencias de ventas a la luz de día con lujo de descaro. El huachicoleo siempre ha existido solapado y en complicidad con la mayoría de los presidentes del país.

Los mexicanos nunca sabremos con certeza la verdadera producción diaria nacional. Difícilmente los mejores técnicos de Pemex podrán conocer la verdadera producción petrolera, por la complejidad de miles de tomas y salidas clandestinas del combustible crudo. Algunos técnicos y perforadores de la empresa del Estado que ahora están jubilados o fallecidos calculaban que las “fugas” representaban entre un 20 y 25 por ciento de su producción diaria, pero por supuesto que de estos datos no existen estadísticas oficiales y es probable que el porcentaje sea mucho mayor en cada sexenio.

Desde hace 42 años, Pemex ha tenido ingresos diarios promedio por la venta de petróleo crudo por 140.43 millones de dólares diarios, que significan 2 mil 808.6 millones de pesos diarios. Con estos recursos se puede pagar en aproximadamente 57 días el costo de la refinería de Dos Bocas, Tabasco, que ascenderá a 8 mil millones de dólares, lo que evitaría el financiamiento de los contribuyentes a esta innecesaria obra sexenal.

Con tanta riqueza petrolera, desde hace 42 años México pudo haber estado entre las primeras 15 potencias económicas del mundo, pero desafortunadamente nuestros gobernantes se robaron el patrimonio y el bienestar de muchas generaciones y sólo nos queda el desprestigio y la vergüenza de tener la empresa petrolera más corrupta e ineficiente del mundo y un pueblo, en su mayoría, devastado por la pobreza e inseguridad.