Alejandro Nadal
El vuelo 302 de Ethiopian Airlines se estrelló
pocos minutos después de despegar de Addis Abeba el 10 de marzo pasado,
llevando a la muerte a 157 personas. El avión era un Boeing 737 Max.
Cinco meses antes, el vuelo 610 de Lion Air, con el mismo tipo de
aeronave, se desplomó después de despegar de Jakarta, provocando la
muerte de 189 pasajeros y tripulantes.
Estos accidentes alertaron a
las autoridades de muchos países y a los ejecutivos de Boeing. Algo
debía estar mal con el avión 737 Max. Mientras la Unión Europea cerraba
su espacio aéreo a este tipo de aviones, la Agencia Federal de Aviación
(FAA) estadunidense se resistía. El CEO de Boeing, Dennis Muillenburg,
llamó a Trump para insistir en que el 737 Max era un avión seguro y que
sería un error impedir que continuara volando. Pero la presión
internacional se intensificó, y el 13 de marzo la FAA no tuvo más
remedio y decretó que toda la flota de 737 Max debía quedarse en tierra.
La
semana pasada los ejecutivos de Boeing admitieron que ciertos problemas
del sistema de control aerodinámico habían sido la causa del accidente.
Esto abre las puertas a un tsunami de demandas no sólo de los
familiares de pasajeros, sino de docenas de líneas de aviación que
compraron esos aparatos y que ahora no pueden utilizarlos. Las
cancelaciones de pedidos del 737 Max suman ya más de 456, y las pérdidas
en el valor de mercado de las acciones de Boeing superan 4 mil millones
de dólares. La compañía se encuentra en una situación comprometida.
Poco
después de que Boeing reconociera que los sistemas electrónicos de
control automático pudieran estar relacionados con el accidente, otras
revelaciones mostraron que el problema era más profundo y se encuentra
conectado con la feroz competencia con su rival Airbus por el control
del mercado mundial de aviones. A final de cuentas, la causa de los
accidentes se encuentra en la irresponsabilidad y codicia de ingenieros y
ejecutivos de Boeing.
En 2010 la empresa europea Airbus dio a
conocer planes para dotar a su familia de aviones A320 de un nuevo
motor, más grande y eficiente en el consumo de combustible. La
plataforma A320 había sido un éxito comercial y le había quitado una
importante parcela de mercado a Boeing. El nuevo A320neo era una grave
amenaza para Boeing. Sus dirigentes tuvieron que escoger entre diseñar
una nueva familia de aviones o adaptar la estructura de los 737 para la
nueva batalla.
El diseñar y lanzar una nueva familia de aviones
es extraordinariamente costoso para una compañía de aviones y puede
comprometer a toda la empresa. Así que Boeing prefirió dotar sus 737 de
nuevos motores que pudieran rivalizar con los del A320neo.
Sólo
que hay una diferencia esencial entre el Airbus A320 y el Boeing 737. El
primero es más alto y permite instalar los nuevos motores sin problema.
En cambio, el 737 es más bajo y por esa razón no podía acomodar los
nuevos motores de mayor diámetro bajo sus alas. En 2010 la compañía
estuvo a punto de cancelar esa estrategia, comenzar a diseñar una nueva
familia de aviones y dejar que Airbus se quedara con una mayor parcela
del mercado durante algunos años. Pero en 2011 los ingenieros de Boeing
anunciaron que el problema de la baja altura del 737 se había resuelto,
cambiando la posición de los motores sobre los montantes en las alas y
elevándolos para alejarlos del suelo.
Pero el cambio en la
posición de los motores cambió el comportamiento aerodinámico del 737.
Al acelerar, el avión tiende a elevar la nariz por arriba del nivel de
seguridad, y si eso no se corrige el aparato pierde velocidad y
sustentación. Para corregir ese defecto, Boeing instaló un sistema
electrónico MCAS, que automáticamente baja la nariz del avión. Este
nuevo sistema casi ni se menciona en los manuales de operación, porque
Boeing quería vender el 737 Max como un aparato esencialmente idéntico a
los anteriores de la misma familia, lo que permitiría reducir el costo
de entrenamiento para los pilotos.
Pero muchos pilotos
estadunidenses se quejaron de que el avión mostraba una peligrosa
tendencia a inclinar la nariz hacia abajo. Otros se quejaron de que no
habían recibido información sobre el sistema MCAS, y que nadie les había
indicado cómo desactivarlo.
La FAA debió comprobar que el cambio
en la posición de los motores del 737 Max no comprometía la seguridad
del avión. Pero en años recientes la FAA ha sufrido tantos recortes
presupuestales que tuvo que delegar a Boeing la tarea de certificar la
seguridad de sus propios aparatos. Este síndrome de la autocertificación
es el mismo que se promueve en el sistema financiero y la industria
farmacéutica. Boeing pudo vender sus aviones 737 Max al amparo de este
sistema.
Los pedidos del 737 Max pasaron de 150 en 2011 a 914 en
2012, mientras los del nuevo A320 se desplomaron. Pero hoy los
accidentes de Lion Air, en Indonesia, y de Ethiopian Airlines han
llevado a Boeing al borde de la quiebra, con miles de aviones 737
impedidos de volar y demandas de compañías de aviación por pérdidas
astronómicas. Las alas de Boeing se derriten al calor de la codicia.
24.4.19
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario