Dejan Mihailovic
Ángulo superior derecho: la clase política
¿Viejos dinosaurios o lagartijas nuevas? Da lo mismo. Envilecidas
por el poder, las elites políticas mexicanas mantienen secuestrada
la democracia con el propósito de obstruir cualquier iniciativa y
participación significativa de la población en los procesos de
toma de decisiones sobre la vida nacional. Reducida a un aburrido
ritual de contar los votos, la democracia en México funciona como
un macabro montaje de ingeniería política de compra-venta de ideas
huecas, acciones improvisadas y proyectos políticos detrás de los
que se esconde una clase política mayoritariamente inepta y
parasitaria. A pesar de no ser un invento exclusivo de la escena
política mexicana, el hecho de que los partidos políticos operan
como auténticas firmas de negocios ralla al extremo del absurdo.
Corrupción explicita, tráfico de influencias, enriquecimiento
ilícito, difamación mutua entre los partidos y otros tantos
fenómenos que, continuamente, adornan la vida política nacional,
mantienen un statu quo en donde la ciudadanía rebajada a
una multitud contabilizable asiste a un burdo espectáculo
pseudo-democrático en el que salen vencedores muñecos de porcelana
hollywoodizados y no los más aptos para ocupar un cargo
público. Las democracias consolidadas se caracterizan por una
clara diferenciación teórico-práctica entre Estado, gobierno y
régimen. Este último hace referencia a un conjunto de pautas que
determinan las formas y canales de acceso a los principales cargos
del gobierno, las características de los actores admitidos y
excluidos a ese acceso, y los recursos o estrategias que pueden
emplear para ganar tal acceso (O´ Donnell y Schmitter). Dicho de
otro modo, el régimen es un espectro que visibiliza la calidad del
gobierno. En México, un sector mafioso ejerce una especie de
parapolítica completamente funcional de un régimen autoritario
disfrazado de un Estado presuntamente democrático. La ausencia del
principio de legalidad, el imperio de la ley y, finalmente, de un
Estado de derecho es la principal causa del actual brote de
violencia institucional que va más allá de la ley. Es de sobra
conocido que el Estado dispone de la exclusividad del uso de la
violencia física legitima (Weber dixit). Sin embargo,
cuando ese monopolio viola la propia ley en la que se basa y,
además, se mofa de los derechos de los ciudadanos, comienza un
difícil e incierto proceso de recomposición del orden
constitucional en el cual se multiplican vertiginosamente los
escenarios posibles. Uno de ellos, y el más deseado por las
mayorías en el país azteca en este momento es, precisamente, aquel
que implica un definitivo adiós al simulacro democrático a cargo
de una clase política cuya fecha de caducidad expira ante nuestras
miradas ansiosas de desarrollo, prosperidad y estabilidad.
Ángulo superior izquierdo: la oligarquía posmoderna
México es un ejemplo por excelencia en el que la total
despolitización de la economía se aceptó como si fuera una simple
imposición del estado objetivo de las cosas. Pasaron varias
décadas, pero el patrón civilizatorio neoliberal y su descabellada
utopía global del mercado total sigue en curso y es, una y otra
vez, políticamente reajustado y económicamente adaptado a los
insaciables apetitos de los dueños de grandes capitales de nuestro
país. Un Alien tricéfalo: liberalización (precios),
desregulación (capitales) y privatización (bienes públicos) es el
juguete preferido de nuestras elites económicas retrogradas,
decadentes y envueltas en su delirio cleptocrático que no
les permite ver la calle desde los helicópteros, aviones lujosos,
yates o carros blindados que usan para recorrer las distancias
entre Davos, bolsas de valores, bancos, centros comerciales y
otros rincones de una mega burbuja en espera de un piquete
definitivo. En algunos casos, la única diferencia entre un
“exitoso hombre de negocios” y un vil capo reside en el hecho de
que el primero tiene una excelente asesoría legal. Tejida por los
escudos familiares, la mayor parte de la red empresarial mexicana
del big business está estrechamente vinculada a los
grandes capitales extranjeros en espera de una bursatilización
definitiva de la riqueza nacional de nuestro país. De nada sirve
que se escude detrás de los principios tales como la
responsabilidad social corporativa, desarrollo sostenible (por
cierto, todo un oxímoron) o la compasión mediatizada vía teletonización
de las causas sociales. Desvinculada de la realidad, la oligarquía
posmoderna nacional con el domicilio permanente en la opulencia
contribuye de manera sustancial al mantenimiento del régimen
autoritario, abogando por las libertades (del mercado, claro
está), y anulando cualquier posibilidad de control social sobre el
capital. La clase política gobernante y la oligarquía posmoderna
son la más vulgar expresión de un matrimonio por conveniencia.
Unos hacen la política para enriquecerse y otros la practican para
conservar y aumentar su riqueza. En este ambiente, las actuales
reformas “estructurales” están diseñadas a la medida de las
expectativas y necesidades de ambos bandos. Cocinadas en el
subsuelo político nacional, estas reformas son bautizadas como
“estructurales”, no porque implican un cambio de estructura en los
niveles organizacional y operacional, sino porque, al contrario,
mantendrán las mismísimas estructuras en las relaciones de
un poder coercitivo siempre encaminado a pisotear los derechos de
la nación como sujeto político y titular único de nuestro
patrimonio.
Ángulo inferior izquierdo: la dictadura mediática
Para que la clase política y su aliada, la burguesía posmoderna,
puedan llevar a cabo su proyecto de poderes ilimitados, se
necesita un tercer ángulo (soporte) a cargo de los medios de
comunicación ejecutando la tarea, nada fácil por cierto, de
adiestramiento poblacional mediante una serie de ejercicios
(rituales cotidianos) para impones la disciplina y control. Se
dice que un sistema político es tan democrático, en la medida en
que es capaz de proveer fuentes de información alternativas a su
respectiva ciudadanía (Dahl). En algunos casos, encontrar
información verídica, oportuna, contextualizada y más allá del
oficialismo administrado, en México requiere a veces, un avanzado
dominio de la arqueología. El blindaje institucional del mercado
informativo doméstico permite a unas cuantas familias y
pandilleros de la información (disfrazados de “líderes de
opinión”) usurpar los espacios de la interacción social creando
una realidad aparte. Basta pasar cinco minutos ante la pantalla
televisiva en cualquier hora del día, para enterarse que los
principales problemas de México son la caspa, el villano del “Que
pase el desagraciado” o la inconsistencia en el rendimiento de la
selección nacional de futbol. La obviedad del rol preponderante
que los medios de comunicación masiva juegan en la
composición/distribución de los poderes globales, regionales y
estado-nacionales en la fase actual del sistema-mundo capitalista,
no basta para enmascarar su indiscutible influencia, a menudo
decisiva, en la presentación/interpretación y la forma de asentar
los hechos en la conciencia colectiva, mediante la dosis diaria
del info-entretenimietno suministrado a los consumidores de la
información moldeando de manera directa sus estructuras de
pensamiento axiológicas, hermenéuticas, epistemológicas o de
alguna otra índole. Es por ello que varios estudiosos en el tema,
alertan sobre el riesgo de nombrar a las principales cadenas de
televisión, radio, prensa escrita o portales de Internet como medios
de comunicación de masas, sin antes comprobar que se trata
de verdaderos y auténticos vehículos de información que brindan a
los ciudadanos un espacio significativo para expresarse y, a la
vez, ser informados oportuna y verídicamente. En muchas ocasiones
sucede precisamente lo contrario, los así llamados "medios de
comunicación masivos" actúan como monopolios de información,
mecanismos de control social y poderosos agentes, defensores de
intereses particulares totalmente subordinados al gran capital y
los centros del poder hegemónico tradicional. Los fenómenos tales
como la distorsión, tergiversación o la simple y vulgar mentira
han sido acompañantes continuos de la presentación mediática de la
realidad nacional montada a la medida de las inagotables
necesidades de legitimar lo indefendible (impunidades, injusticias
sociales, explotación, marginación, falta de oportunidades,
desigualdad y violación del orden constitucional). Confundidos por
falta de contexto y mareados por el amarillismo, “los ojos
embobinados y cerebros pasteuirzados” (Vázquez Montealbán)
del ciudadano “promedio”, prefieren permanecer en el horizonte
superficial de un mundo virtual, más allá del tedio de una
realidad agobiante y generadora de problemas.
Ángulo inferior derecho: un sistema (des)educativo agonizante
La “Maestra” se nos fue, pero el albismo continúa. Un
último elemento que sostiene al régimen político
autoritario/represor en México, es la inexistencia crónica de un
proyecto educativo sólido, incluyente, viable, y ajustado a las
expectativas de un país con enorme potencial humano. Dicha
inexistencia es resultado de un plan que combina métodos de una
administración subordinada a los intereses ajenos a los procesos
de enseñanza-aprendizaje en todos los niveles, con la ejecución de
un despliegue omnipresente del aparato represivo-controlador de
los sujetos que protagonizan la experiencia educativa donde sea
que esté. La miserable partición (proporcional) del PIB destinada
al sector educativo mantiene en rezago a millones de niños y
jóvenes del país que, una vez terminando con sus respectivos
ciclos escolares, están condenados a enfrentar un mercado laboral
cada vez más selectivo y excluyente. La enseñanza básica, media y
media superior presentan graves carencias en infraestructura,
programas y planes de estudios, preparación y actualización de la
planta docente, hecho que coloca a México en los ranking
mundiales en materia educativa a la par de los países que padecen
el mayor retraso educativo. Por otro lado, el sector de la
educación superior acabó siendo presa fácil de un falso debate
sobre la privatización. En medio de esta lucha doctrinaria que ha
empujado la educación pública al abismo de la escasez y que ha
convertido la educación privada en una antesala de reclutamiento
empresarial tecno-burocrático en función de las “leyes de
mercado”, la posibilidad de reinventar y revitalizar la concepción
humanista de la educación basada en la creación intelectual
crítica y responsable, abierta y elaborada para atender las
demandas de nuestra sociedad se ve considerablemente disminuida.
Hoy en día, el régimen invierte todos los recursos disponibles
para obstruir la posibilidad de una educación que presupone la
integridad ética de los sujetos educativos, la independencia
frente a los poderes supremos y la autonomía relativa con respecto
al mercado. La apuesta es por un modelo que suspende cualquier
intento de generar el pensamiento crítico e independiente,
favoreciendo la formación de personas cuya dimensión intelectual
quede devaluada y fácil de sustituirse por un complejo de
procedimientos y técnicas que programan la obsolencia del libre y
creativo trabajo humano (Chomsky). Meta final de ese
pseudo-sistama educativo: clonar profesionistas obedientes,
ejecutores de decisiones ajenas a la sociedad en su conjunto,
productores de riquezas disciplinados y consumidores controlados
por un big brother que mueve todas las piezas en un
tablero siguiendo sus caprichos y manejando a su antojo el destino
de una nación entera.
Epilogo
Un círculo perfecto, símbolo de un gatopardismo
perpetuado. Cambios constantes en la superficie, para que la base
siga siendo siempre la misma. Pero, el truco ya está descubierto
por la mayoría de la población políticamente consciente y
éticamente comprometida con un objetivo cuya realización,
prácticamente, no implica ningún riesgo. Parafraseando a Marx, lo
único que podemos perder son nuestras propias cadenas. Envejecido
y senil, el actual régimen político mexicano asiste a su propia
cuenta regresiva. Su desarticulación, será lenta, para algunos tal
vez dolorosa, pero necesaria si queremos recuperar realmente el
control sobre nuestras vidas. Arrebatar la democracia de las manos
de una clase política que ya no tiene a quien engañar, someter los
capitales de la oligarquía posmoderna a los mecanismos de
transparencia y control social, romper los cercos mediáticos que
administran el silencio y siembran el virus de la indiferencia y,
finalmente, levantar un nuevo sistema educativo que nos devuelva
la dignidad y el derecho originario a disentir y romper los
limites. El aliado tradicional de ellos siempre fue el miedo, el
nuestro siempre fue y será la esperanza. Después de Ayotzinapa, el
concepto de crimen organizado jamás será el mismo. Por el simple
hecho de que crea un nuevo dilema: ¿crimen organizado.....por el
Estado o más allá de él?
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