Introducción: el neoliberalismo y su narrativa dominante. El modelo neoliberal no se limita a políticas económicas que transfieren la riqueza pública y social al sector privado; también impulsa un proyecto cultural basado en la racionalidad del mercado. Se trata de la construcción del especímen humano ideal gobernado por la racionalidad de la ganancia empresarial. Esta visión, hecha gobierno, que define lo “bueno” para la economía nacional, no sólo privatizó activos públicos, sino que también colonizó la esfera política mediante la propagación de ideas que legitiman y normalizan el enriquecimiento de las grandes fortunas.
Un elemento clave de esta narrativa es la obsesión con los indicadores del mercado. En los noticieros y revistas “especializadas”, las secciones financieras reducen la economía a colores: verde para el crecimiento (que pasa desapercibido y oculta la acumulación de riqueza privada permanente), rojo para las caídas (que desatan pánico y titulares catastrofistas) o negro para delinear la distopía última: la posible destrucción del planeta antes que la posibilidad de dar a luz un sistema económico diferente.
El problema es que esta triada cromática –verde, rojo y, en su extremo, negro– desvía la atención de la economía real hacia tableros financieros e indicadores que suben y bajan permanentemente, promoviendo lo que aquí llamamos el fetiche de los indicadores del mercado.
El fetiche del mercado: una inversión ideológica
Un fetiche, en términos ideológicos, invierte el orden de las relaciones determinantes: el mercado no es el resultado de la actividad económica, sino que la actividad económica se presenta como resultado del mercado. En este esquema, los medios de comunicación explican de forma invertida los fenómenos económicos bajo el eufemismo de la “eficiencia de los mercados”, dotando, además, de características humanas a este mecanismo bajo términos como “el nerviosismo de los mercados”, o los “espíritus animales” de Keynes, que no son más que formas de normalización del reinado de la codicia por la ganancia privada elevada a una ética universal.
Esta visión ha permeado incluso la academia. Las universidades públicas, cooptadas por el neoliberalismo, han priorizado un matematismo abstracto y series de datos interminables en sus planes de estudio, desplazando disciplinas esenciales como la teoría del Estado, la política industrial, la ética, la epistemología o la historia, por señalar las más importantes. La ciencia económica, así, se ha reducido a una pseudociencia que parcializa la realidad concreta en favor del fetiche del mercado.
Indicadores y guerra cognitiva: la distorsión de la realidad
La obsesión con los indicadores del mercado refleja una estructura de poder entre clases sociales: los paradigmas científicos dominantes sirven a los intereses del sector privado. Por ello, es un error creer que analizar indicadores a base de datos es hacer ciencia; en realidad, se trata de propagar los criterios del capital, presentándolos como beneficiosos para el sector público y social. El papel de los organismos internacionales es, desde esta óptica, dictar supuestas valoraciones que generan la ilusión de cientificidad, ocultando sus intereses políticos.
Un ejemplo reciente lo señaló la presidenta Claudia Sheinbaum en una conferencia matutina (24 de abril de 2025, minuto 51:45): las previsiones de organismos internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, advierten que México podría entrar en recesión. Sin embargo, estas proyecciones se basan en modelos técnicos diseñados para preservar la estabilidad financiera que favorece las ganancias privadas, no para evaluar transformaciones cualitativas bajo criterios de justicia social. Ignoran, por ejemplo, que la política económica de la cuarta transformación ha sacado a 9 millones de mexicanos de la pobreza, un logro reconocido incluso por el propio Banco Mundial.
Estas previsiones, respaldadas además por calificadoras trasnacionales, declaran una valoración estructural que distorsiona la realidad del país y puede generar profecías autocumplidas: una nota negativa desincentiva a los inversores, convirtiéndose en una sanción económica de facto. Como decía Max Weber, el mecanismo de la bolsa de valores se inscribe dentro de instituciones para la guerra económica. Por ello el cambio de visión económica no es solo derivado de una actualización en general sino una defensa necesaria frente al influjo del capital trasnacional.
La estabilidad macroeconómica de México: Un caso paradigmático
Aún así, la propia realidad se ha impuesto, no sólo por los cambios dentro del país sino también por las transformaciones aceleradas del mundo entero. En este contexto, la narrativa de la recesión choca con la realidad macroeconómica de México. Tras décadas de políticas neoliberales que llevaron a crisis severas como el “error de diciembre de 1994”, el país ha logrado condiciones de estabilidad: un superpeso revalorizado, reservas internacionales superiores a los 230 mil millones de dólares, inflación controlada, aumento del salario mínimo y bajas tasas de desempleo. Además, y quizá sea el símbolo anti-neoliberal más claro: la puesta en marcha de un plan de mediano y largo plazo para dirigir el proceso de sustitución de importaciones y fortalecimiento de los eslabonamientos industriales al interior de nuestra economía. Bajo estas condiciones de cambio estructural, hablar de recesión carece de sentido.
Además, el bajo crecimiento no es exclusivo de México, sino un fenómeno global. Desde 2008, el hemisferio occidental enfrenta un estancamiento generalizado, mientras que los países asiáticos crecen aceleradamente gracias a la reconstrucción de sus bases industriales y el fortalecimiento de sus mercados internos –un modelo que resuena con el espíritu del Plan México impulsado por la actual administración de la doctora Claudia Sheinbaum.
El rol del sistema financiero y la necesidad de un nuevo paradigma
Para crecer, México necesita acceso al crédito y una planificación a mediano y largo plazo. Frente a esta necesidad, el fetiche de los indicadores del mercado, por ejemplo, oculta un problema estructural: el papel de los bancos privados y la autonomía del banco central, temas que los economistas neoliberales evaden. Este quizá sea el límite mayor de lo que queda de fuerza del capitalismo acuñado desde la Segunda Guerra Mundial. La predisposición por la especulación financiera sustituyó las actividades tendientes a aumentar la riqueza real de la sociedad. La ganancia financiera se respeta, la ganancia social se cuestiona.
Por ello, es urgente recuperar una visión científica de la economía que no se limite a interpretar datos especulativos ni a predecir escenarios inmediatos, como si fuera un juego de apuestas. La economía debe integrar lo político y lo social, superando el fetiche del mercado para reconstruir un sujeto económico colectivo construyendo una nueva generación de política económica, donde el Estado se convierte en la figura predominante y al servicio de la economía como un conjunto.
Esto implica una economía mixta reorganizando las interrelaciones económicas para priorizar el desarrollo soberano del mercado interno. Desde diciembre de 2018, la 4T ha sentado las bases para dejar atrás las políticas neoliberales que desindustrializaron al país, y la estabilidad macroeconómica actual abre la puerta a un desarrollo soberano que los organismos internacionales, obsesionados con los indicadores, no logran, o no quieren ver.
Conclusión: hacia la soberanía ideológica
Superar el fetiche de los indicadores del mercado no es sólo un ejercicio teórico, sino un paso hacia la soberanía ideológica. Necesitamos un análisis que profundice en los cambios cualitativos del modelo económico, no que se limite al análisis detallado de los vaivenes cuantitativos de los tableros financieros. Sólo así podremos comprender y acompañar las transformaciones en curso. Tenemos, además, la fortuna de llevar un sexenio de ventaja en este tipo de respuestas antes de la actual crisis arancelaria que ha llevado a los países a buscar alternativas sistemáticas.
El llamado “día de la liberación” de Donald Trump hoy se ha demostrado como un fiasco: la respuesta de China fue contundente y mostró que la hegemonía de Estados Unidos ya no goza de la fuerza que presumió frente al bloque soviético. Hoy el verdugo, vestido de rey, va desnudo. Esta novedad estructural es imposible de observar si la atención se dirige al interminable juego de las subidas y bajadas del capital financiero.
Mientras el mundo enfrenta un reordenamiento geopolítico, México tiene la oportunidad de consolidar su soberanía económica e ideológica, dejando atrás el fetiche de los indicadores del mercado y construyendo un modelo partiendo de las necesidades actuales del pueblo transformando su forma económica.
Oscar Rojas Silva*
*Economista (UdeG); maestro y doctor (por la UNAM) en crítica de la economía política. Académico de la FES Acatlán. Director del Centro de Estudios del Capitalismo Contemporáneo y comunicador especializado en pensamiento crítico en Radio del Azufre y Academia del Azufre.
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