Las políticas de Trump buscan sustituir el paradigma del
liberalismo económico, pero no anular el capitalismo: con los aranceles
recíprocos, EU estima generar ingresos durante la próxima década por 6
billones de dólares. Con esta nueva estructura comercial, pretende
redistribuir el flujo de ingresos desde su comercio externo, capturar
una mayor proporción a su favor vía cobro de aranceles, redirigir flujos
de inversión externa y nacional hacia sus propias industrias en
decadencia, y ganar tiempo para su reestructuración en condiciones menos
desventajosas con relación a las actuales. No obstante, el gran
disruptivo del concierto globalista del capitalismo ha sido la República
Popular de China, con una concepción distinta para su acción al
interior de la globalización
Donald Trump procesa desde su gobierno nacional y con su equipo de
asesores la sustitución del paradigma del liberalismo económico
articulado a la reconfiguración del capitalismo mediante la
globalización de los flujos e intercambios económicos, por medio del
neoproteccionismo para la rehechura de la competitividad estratégica, la
redistribución de los ingresos mundiales del comercio regional y
global, articulado a una nueva concepción absoluta de la seguridad
nacional de Estados Unidos, basada no sólo o principalmente en el poder
militar y sus alianzas y bases militares, sino en torno al
reposicionamiento mundial de la base nacional de su economía.
Uno de sus asesores, Peter Navarro, sostuvo el 30 de marzo de este
año que, con una parte de dicha política, estiman generar 6 billones de
dólares en ingresos durante la próxima década, lo que –aún ajustado a
una inflación promedio– triplicaría el aumento histórico de impuestos
del año 1942 para financiar su intervención en la Segunda Guerra Mundial
(citado en un documento del Tesoro de 2006, que refiere que en dicho
momento, se recaudaron 10 mil millones de dólares, cifra que ajustada a
la inflación, representa hoy 200 mil millones de dólares). Esto, dicho
por quien es considerado el principal asesor del presidente Trump en la
materia. Peter Navarro agregó: “el mensaje es que los aranceles son
recortes de impuestos, son empleos, son seguridad nacional. […] Harán
que Estados Unidos vuelva a ser grande”. Con ello, reiteró que no son
como dicen los opositores impuestos que pagarán empresas y consumidores,
sino los agentes económicos extranjeros. Ello, previo a la vigencia del
arancel del 25 por ciento para China, Canadá y México en el comercio de
autos importados, que representa uno de los mayores golpes al sector
externo mexicano, a sus empresas integradas a la cadena de valor en este
sector industrial (Chris Isidore, CNN, Economía y Dinero, 31 de marzo de 2025).
El anuncio del presidente Trump del “Día de la Liberación” –cuando
fijó aranceles recíprocos para todo el mundo– no escapa a lógica del
funcionamiento del sistema socio económico capitalista, a su lógica de
maximización de beneficios. Se estima que sólo estos aranceles
recaudarán 600 mil millones de dólares al año, que son los 6 billones
mencionados para la próxima década. Reconfigura así los ingresos
nacionales, los beneficios para las empresas participantes en la cadena
mundial de valor, así como la demanda de consumidores de vehículos
importados, toda vez que aumentarán su precio en el mercado
estadounidense. El objetivo último es la reconstrucción de la tasa de
ganancias y la recaudación fiscal para el Estado nacional.
El presidente Donald Trump intenta, mediante un comportamiento
teórico y político disruptivo, insertarse en los grandes escenarios
pisados por los estadistas reformadores en la historia de EU. Hace 30 o
35 años (desde la década de 1990) la reconfiguración histórica del
capitalismo como sistema mundial, apuntaba en un sentido contrario. Para
entender mejor el cambio en proceso actualmente, es necesario recuperar
la perspectiva histórica del trayecto de un sistema económico que ha
representado un inmenso avance histórico, pero también grandes carencias
para las mayorías sociales y dificultades sin fin para sus hacedores,
no puede librarse de la competencia con sus rivales en el mercado,
tampoco del costo de la mano de obra y su productividad, igualmente, de
la fiscalidad del Estado que mejor lo representa y promueve, de la
imperiosa necesidad de los “grandes saltos tecnológicos”, y por
consecuencia, de la recomposición de la tasa de ganancias. Y no es
“doctrinarismo”, sino una realidad implacable que se impone una y otra
vez.
¿Cómo llegamos a este punto desde el paradigma anterior?, ¿este
proceso de un paradigma sustitutivo constituirá una nueva Era del
capitalismo mundial? El gran disruptivo del concierto globalista del
capitalismo ha sido la República Popular de China, con una concepción
distinta para su acción al interior de la globalización: el gigante
dormido despertó y avanzó. Además de “las cuatro modernizaciones”, esta
concepción integró la dimensión política: un diálogo constructivo con EU
y occidente todo, cuando era presidente Ronald Reagan.
El capitalismo globalista emergió en un contexto de crisis
estructurales que requerían una superación hacia adelante, una vez
derrotado el enemigo histórico: “el socialismo realmente existente”
representado por “el campo socialista” formado sobre la base del poder
del Estado y de la economía soviética, ante su incapacidad para superar
su propia crisis que Mijaíl Gorbachov conceptualizó como “una palanca de
freno” articulada a un excesivo burocratismo y corrupción, más
privilegios extendidos de la llamada “nomenklatura”, del partido, el
Estado y el ejército.
Sin homogeneidad, pronto la unificación doctrinaria del capitalismo
en lo fundamental, se diversificó en tres versiones o estructuras
nacionales distintas de ese capitalismo globalista: el estadunidense y
el británico (anglosajón), el europeo encabezado por Alemania unificada,
y el japonés, que irradió en Asia Oriental y Asia del Sur,
resistiéndose al debilitamiento sustantivo del Estado interventor en la
economía y la sociedad, aunque aceptaron la liberalización de los
mercados, la apertura externa, la integración financiera regionalizada y
el aceleramiento de la tasa de innovación tecnológica para sostener el
capitalismo globalizado en términos de una estructura de ventajas
competitivas como vía para triunfar en las regiones y luego o
simultáneamente en la estructura global del mercado.
Se sostuvo por los teóricos más importantes, que este proceso se
desarrollaba en un escenario marcado por la “neutralidad”, no había
ventajas de partida, todo se construía a partir de aceptar las “nuevas
reglas del juego”, de incorporarse a las estructuras en desarrollo, un
discurso globalista plagado de ideología. Se planteó después que al
tener un nuevo protagonismo las regiones (desde la integración de
mercados liberalizados), los procesos de integración regional
contratados entre Estados resultaban una vía ideal para lograr la
acumulación de ventajas competitivas regionalizadas, en donde cada país
aportaba sus atributos económicos para el éxito colectivo o bilateral.
En el capitalismo intensivo, es fundamental la innovación tecnológica
a partir de la destrucción creativa (Schumpeter) expresada en tasas de
productividad crecientes que abaraten el costo del capital y las nuevas
inversiones, pero en una competencia abierta por el control de mercados
en proceso de expansión, en donde el bajo costo de la incorporación
tecnológica es también fundamental, la reducción del costo de la mano de
obra cada vez más cualificada, comparativamente, es imprescindible.
Asociar países con industrias altamente intensivas en capital,
abundancia de capital de inversión y con costos crecientes de mano de
obra, con países de un costo comparativo menor en los costos de
producción (incluyendo mano de obra, transporte, aduanas, fiscalidad)
expresaba una fórmula de competitividad y penetración eficiente de
mercados a costa de los rivales económicos. Pero es también esencial
mantener los mercados nacionales, no sólo conquistar los mercados
externos, y para ello era necesario, aprovechando los avances
tecnológicos que permitieron descomponer los procesos industriales en
distintas etapas, requería también pasar de los procesos trasnacionales a
la fábrica globalizada, trasladando la parte más intensiva en mano de
obra, a los países que tenían una oferta abundante de ella, y que con un
adiestramiento esencial, podía generar como resultado un costo total de
producción competitivo.
El mismo proceso siguieron las tres versiones del capitalismo
globalista dando como resultado el avance industrial manufacturero de
los países que captan inversiones con gran requerimiento de costos
competitivos. Pero este proceso históricamente ha sido progresivo y
demandó trasladar cada vez en mayor extensión, procesos más intensivos
en capital y tecnología, generando niveles más avanzados de asimilación
tecnológica y mano de obra calificada. La diferencia del costo de
producción era y es, entre 5 y 10 veces, lo que se volvió un factor
determinante de la productividad, la inversión y la competitividad en
las regiones y la economía globalizada misma.
Reseñamos este proceso porque la decadencia de Estados Unidos dentro
de la globalización económica que tanto le benefició en sus primeras
décadas, es precisamente esta: perdió competitividad (con todo lo que
implica) dentro de sus industrias y dentro de los mercados de sus socios
comerciales, ante otros competidores de talla mundial que asumieron las
“nuevas reglas del juego” (el nuevo paradigma) y han superado a EU en
ambos espacios: en los mercados nacionales y en los mercados regionales y
globales. En México, esto es evidente y estadísticamente comprobable de
manera contundente. En esta variable, podemos resumir la problemática
estructural, no momentánea o pasajera, de EU, lo cual requiere varios
años de reestructuración de sus procesos industriales, tecnológicos, de
productividad y competitividad.
En este contexto, la nueva estructura comercial lanzada para su
inserción económica regional y global, cuyo eje es una nueva
subestructura arancelaria, pretende tres logros, principalmente:
redistribuir el flujo de ingresos desde su comercio externo capturando
una mayor proporción a su favor vía cobro de tarifas arancelarias,
redirigir flujos de inversión externa y nacional hacia sus propias
industrias en decadencia, y ganar tiempo para su reestructuración en
condiciones menos desventajosas con relación a las actuales.
Con ello se pretende poner en funcionamiento una política nacional de
contención del proceso actual de decadencia. Algunos ya le llaman
“política de reindustrialización”, como se denominó al programa
económico de Ronald Reagan en su momento, que en realidad tuvo mayores
variables y alcances: la reaganomics. Otros estudiosos, por el
contenido socio político e ideológico la denominaron “revolución
conservadora”, incluso, por las bases teóricas de su doctrina económica.
Los dirigentes del partido y del gobierno chino –no solamente ellos,
pero si principalmente– entendieron perfectamente bien el proceso de
debilitamiento y crisis final del socialismo soviético convertido en
modelo a seguir, además de toda la problemática socio política,
ideológica e institucional, que avanzó desde la década de 1970 (el punto
de inflexión del modelo de socialismo en China, cambió a partir del
“programa de las 4 industrializaciones” lanzado por Deng Xiaoping en
1979, que sepultó una parte del maoísmo) en cuanto a que si el
socialismo fracasa o se empantana en la generación progresiva de
riqueza, su liquidación histórica está cerca. Se orientaron, no por una
economía estatizada casi en su totalidad, sino de inversión y producción
mixta con apertura externa, cunado las condiciones lo permitieron para
volcarse hacia el exterior a competir en las regiones y en el
globalismo, marcado por su ingreso a la OMC en 2004.
Dentro de esta superación de parte del “socialismo chino” sobre las
tres versiones del capitalismo globalista, hay poca consideración ente
los analistas, hacia las diferencias de las culturas asiáticas
–especialmente la de China– con las culturas de la civilización
occidental, atlántica (el caso con Japón es especial), que inciden en
los procesos estatales, del trabajo, del ahorro y la inversión, del
gasto y consumo, es decir, en el ciclo político y económico dentro de un
sistema de economía abierta y competitiva.
Lo que los especialistas llaman la cultura oriental, tiene
como expresión histórica a China, Japón, India y Asia islámica; nos
centraremos en China, pero ¿por qué es muy importante la cultura al
interior del sistema socio económico? En primer lugar, la historia
cultural genera diferencias producto de las condiciones materiales en
las que la misma se inserta y actúa, es su escala de valores colectivos
los que le dan congruencia al proceso de adaptación a las cambiantes
situaciones histórico-sociales. La filosofía legendaria en varios de
tales países y en China, es el confucianismo y neo confucianismo, y son
determinantes de conductas y relaciones sociales, articulada en forma
desigual, en Corea, China, Japón o Vietnam, y otros, muy influyente en
las propias respuestas ante el avance occidental y su filosofía y
doctrinas en la región, generando productos históricos distintos, aunque
con bases en común.
No hay espacio, pero diremos brevemente que la diferencia entre el
confucianismo, y el neo confucianismo, es que este último centra su
fuerza cultural en las enseñanzas y doctrina específica del propio
Confucio, el gran sabio de la cultura china y oriental, y el primero
centra sus fortalezas en la dinastía Zu que se desarrolló en la parte
occidental de China. Por ello, el referente principal de las enseñanzas
del neo confucianismo cambió desde “Los Cinco Clásicos” a “Los Cuatro
Libros”. Ahora bien, el neo confucianismo está integrado por dos cuerpos
doctrinarios, el budismo y el taoísmo, fusión producida mediante las
actividades de los pensadores de la dinastía Song (o Sung) que se
desarrolló en el periodo de 960-1279. Esencialmente enseñan: la buena
conducta en la vida, el buen gobierno con honestidad y sabiduría, la
justicia y el respeto a la jerarquía, el cuidado de la tradición, el
estudio y la meditación. (Enciclopedia, Significados, Sección Religión y
Espiritualidad)
En ese tenor, el neo confucianismo, como el protestantismo occidental
(calvinista o luterano), es una filosofía con valores abiertos al
progreso material de la sociedad, a la acumulación de riqueza. La
inmensa pobreza existente en China, se explica, por las condicionantes
materiales de su historia, pero no por las bases filosóficas y
doctrinarias vigentes por siglos, no tiene y no tuvo en esos espacios,
bloqueos de educación y cultura para asumir los términos indispensables
de la adaptación a las “nuevas reglas” del capitalismo globalizado,
articuladas con sus tradiciones filosóficas milenarias que le fueron
dando contenido, funcionalidad y razón de ser a las instituciones en su
prolongado trayecto social.
Así, en segundo término, al no ser un sistema cultural de valores
cerrado, fueron una sociedad y Estado preparados para la adaptación
dinámica y creativa, y no como fue el ejemplo del islam asiático
tradicional, incapaz de adaptarse al nuevo paradigma del capitalismo
globalista, abierto, con nuevos valores sociales. Por ello, en tercer
término, un pensamiento originario que es conquistado por culturas con
sistemas de valores e instituciones distintos, genera una subcultura que
coexiste con la cultura predominante, externa, lo que resulta en
híbridos complejos para asumir las nuevas tareas, habiendo en ocasiones
una lucha cultural prolongada que impide el desarrollo material; tal
vez, India e Irán hoy sean ejemplos válidos de esto, en alguna medida.
(Obregón, Carlos, Nueva Imagen, 1997)
Ello dilata los procesos de inserción en la generación de riqueza. Es
la ética política y la visión filosófica de la sociedad, expresada en
los programas de los gobernantes, más la lucha político-social, la que
define la distribución de esa riqueza, la flexibilidad de sus
instituciones para el efecto y para operar las transformaciones
necesarias. Pero nada más lejano que pensar que China partía casi de
cero, al contrario, tenía avances muy importantes en la industria, la
tecnología y el comercio (norte de China) y a partir de siglos más
atrás, con la adopción del papel moneda y de la navegación. (Kennedy,
Paul, 27-65, 2007)
Henry Kissinger sostuvo en su amplio estudio sobre este país que ha robado el sueño a los últimos gobernantes en EU: “China
es singular. No existe otro país que pueda reivindicar una civilización
tan continuada en el tiempo, ni un vínculo tan estrecho con su antiguo
pasado y con los principios clásicos de la estrategia y la habilidad
política” (2012). Agrego: cuando China enfrenta las artificiosas
“guerras del opio” impuestas por Occidente, China tenía un PIB 60 por
ciento superior al de Occidente, región a la que consideraban los
gobernantes de la dinastía Ching “región de bárbaros”.
La emergencia multifacética del poderío chino en nuestros días ofrece
dos grandes lecciones: la derrota del comunismo durante la guerra fría y
el Orden Bipolar, o del marxismo si se quiere: i) fue una victoria
parcial y transitoria del sistema capitalista a escala mundial. El líder
del capitalismo globalista Donald Trump hoy se declara anti globalista
porque reconoce la superioridad de la economía china en distintos
sectores de la industria y los servicios modernos y genera un repliegue
estratégico con una ofensiva que apela a los valores del capitalismo del
siglo XX, antes de que se consume una derrota total frente al poderío
chino, como el que ellos proclamaron a principios de los años 90
pasados, ante la debacle del socialismo soviético.
Hoy el eje de las transformaciones para el progreso económico y
social, no están en occidente, ni en toda Asia, sino en la economía
china asumiendo el paradigma capitalista de fines del siglo XX y
principios del siglo XXI, no sólo con industrias de gran expansión
nacional y mundial, cuya organización y tecnología deslumbraban al
mundo, y mucha fama y orgullo dieron a los pesadores y gobernantes
occidentales, sino además, con conquistas sociales que constituyen
avances de la humanidad hacia la primera mitad del siglo XXI.
Inimaginable éxito que no ha concluido. Es una gran derrota, aunque aún
incompleta, del atlantismo capitalista. Hay que subrayarlo porque
quedará inscrito en los grandes anales de la historia.
El capitalismo globalista desarrolló un ataque mortal al Estado, a la
política social, a los instrumentos de regulación del mercado,
concibiendo al mercado como una institución antípoda del Estado, y
señalando a este último, como el culpable de la crisis de la década de
1970, de finales de la década de 1990 y principios del siglo XXI. Sus
bases teóricas y doctrinales son conocidas como el pensamiento
institucionalista y la elección pública, la teoría económica neoclásica y
el liberalismo clásico decimonónico en cuanto al comercio libre. China
reconstruyó el Estado, la economía pública y logró una articulación con
el mercado, desatando un proceso de apertura externa controlada,
gradual, reivindicando la política social como esencia del desarrollo
económico.
Xi Jinping, declaró en el contexto de la crisis desatada por el
trumpismo, y en el último congreso del Partido Comunista de China, que
el marxismo ha sido la base de la transformación de la economía, y que
dicha ideología y teoría permitió a su país convertirse en un ejemplo
único de desarrollo moderno, y ha sido a partir de la revolución, la
reforma y la construcción, sustentadas en esta visión del mundo”.
Ninguna teoría, ninguna reflexión histórica, ninguna metodología con
las herramientas del análisis científico en las ciencias sociales, logró
posicionar el conocimiento humano en la esencia, naturaleza, lógica de
funcionamiento y proyección histórica del capitalismo, y ninguna ha sido
tan profundo y acertado como el logrado por el marxismo. El fracaso
soviético fue soviético, no universal como lo han querido presentar por
35 años los ideólogos del capitalismo liberal e integracionista. Terminó
diciendo el presidente de China: “hay países que diseñan el futuro
desde el pasado”. Se oyó hasta la Casa Blanca, en Washington DC.
ii) Los avances en la sociedad humana, en los seres humanos, son
impresionantes, además, reconocidos por medios de comunicación
occidentales: en los programas contra la pobreza extrema en china,
trabajaron intensamente tres millones de servidores y funcionarios
públicos, de 2012 a 2021, para que casi 100 millones de personas dejaran
la situación de pobreza extrema, un logro social y humano descomunal, a
la par que avanzaba la tecnología, la economía, el poder militar, la
alimentación popular. Y lo más importante, es que fue una de las más
relevantes iniciativas de Xi Jinping, un auténtico hito humano, un gran
regalo en el 100 aniversario de la fundación del Partido Comunista
chino, por Mao Tse Tung. El programa costó 1.6 billones de yuanes, es
decir, cerca 248 mil millones de dólares americanos. Recordemos que los
aranceles del 25 por ciento a los automóviles de importación de México,
Canadá y China, recaudarán 600 mil millones de dólares. Con poco más de
la tercera parte lograron la proeza en China en el mismo periodo
aproximadamente.
Es importante consignar que el criterio de medición y clasificación
en China de la pobreza extrema se define en un nivel de poder
adquisitivo real de 2.2 dólares por día, algunos opinan que, por debajo
de lo que recomienda el Banco Mundial, pero, en fin, es otra
clasificación. En otros casos el BM clasifica a este tipo de personas
con un ingreso de 1.9 dólares por día. Y además se rehabilitaron
viviendas en las que habitan más de 9.6 millones de personas, reubicadas
desde las áreas de mayor pobreza, dada la escasez de agua y el
inhóspito acceso para los alimentos. Para el occidente capitalista,
estos datos ocultan masivas violaciones a los derechos humanos. ¿EU
respeta los de millones de inmigrantes? En ese mismo periodo China pasó
de aportar al PIB mundial del 1.5 por ciento, al casi 16 por ciento.
Adicionalmente, en un informe conjunto de China y el Banco Mundial se
reconoce que, desde finales de la década de 1970, China ha sacado de la
pobreza 800 millones de personas, es decir, en 40 años, lo que
representó cambiar la realidad de cientos de millones de seres humanos.
Aquí tenemos también un nuevo paradigma de combate a la pobreza con
alcance para cientos de millones de personas. (Comunicado de Prensa
conjunto, 1 de abril, de 2022). En China según el propio Banco Mundial
registraba en el año de 1981, 878 millones de pobres por debajo de la
línea de 1.9 dólares al día por persona. Eso es progreso humano en los
términos básicos, de allí para arriba (Progresive International, enero
de 2024).
Un tema fundamental para estos logros es la obtención de un ciclo
mediano de crecimiento de la economía a tasas superiores al 10 por
ciento del PIB anual, tasas de ahorro interno del 47 por ciento del PIB,
y tasas de inversión del 40 por ciento del propio PIB, sostenidamente.
Tampoco hay grandes secretos económicos en ello, las leyes de la
macroeconomía son claras a este respecto, pero lo trascendente es
lograrlo distribuyendo los beneficios del crecimiento hacia abajo, no
hacia arriba.
Donald Trump y sus Órdenes Ejecutivas se orientan a la creación de
las bases de un nuevo sistema internacional empezando por retraer el
orden comercial libre del capitalismo globalizado, para financiar sin
déficit sus importaciones y financiar también el déficit de las finanzas
públicas, variables macroeconómicas que en tiempos de Reagan otros les
denominaron “los déficits gemelos”, con los cuales la economía
estadounidense coexiste desde hace décadas, se alejan y reaparecen. Otro
tema estructural.
Trump hoy con sus políticas comerciales marca la agenda global, pero
evidencia que, contra la tesis generalizada de la mayoría absoluta de
pensadores del globalismo capitalista, la globalización sí es plenamente
reversible.
En los años de la concepción del sistema internacional como una
estructura de centro-periferia, de países pobres y países ricos, que
tanto explotaron los teóricos del dependentismo
latinoamericano, pensar que el curso de la historia estaba marcado por
determinantes inherentes al desarrollo de los países del capitalismo
occidental, hacía inconcebible lo hecho hoy por la economía china, pero
en el campo del marxismo, en donde hay muchos análisis de sus mejores
teóricos sobre las determinantes y formas del cambio mundial, uno de
esos casos es que se discutía la validez y pertinencia de la Ley del
Desarrollo Desigual y Combinado, en donde se asientan las bases para
entender cómo países que están en una posición subordinada en la
estructura internacional, pueden pasar a ocupar espacios de liderazgo y
supremacía sobre quienes antes eran los poderes dominantes en dicha
estructura. Se trata de una alternativa intelectual, una categoría de
análisis para investigar y/o comprender los trayectos históricos de los
países, naciones, sociedades, Estados e instituciones, empresas, y
organizaciones diversas, al no existir el desarrollo homogéneo de tales
entidades históricamente, en sus tendencias generales, en la Era
precapitalista y capitalista y en sus distintas fases.
El mejor ejemplo es Estados Unidos, que pasa de un estatus colonial a
mediados y finales del siglo XVIII , al de una potencia mediana a
mediados del siglo XIX ,y luego a una posición de república imperial
(como la llamó Reymond Aaron) a finales del XIX y principios del siglo
XX, finalmente, en la segunda posguerra es la potencia hegemónica dentro
de la estructura del capitalismo, dejando atrás a su anterior Estado
colonizador, la Gran Bretaña y muy atrás a los viejos imperios
coloniales, España, Francia, Bélgica, Holanda y Portugal, y destruida a
la hasta entonces potencia asiática, Japón, y a una China en
efervescencia revolucionaria.
En consecuencia, muy resumidamente, esta ley del desarrollo histórico
ha actuado en la etapa actual del capitalismo evidenciando la
superioridad del desarrollo chino frente al capitalismo globalizador,
manifestando el encumbramiento de China por encima del capitalismo
europeo y asiático, y parcialmente del capitalismo anglosajón de los EU.
Porque esta ley establece que el factor más importante del progreso
humano es el dominio y desarrollo sobre los factores productivos, que
conlleva la apropiación creativa de la naturaleza, de sus variados
recursos.
Ello se produce de manera desigual, a ritmos diferentes en los
diversos segmentos de la sociedad, la economía, la tecnología, las
instituciones públicas, etc., de tal manera que en dicho proceso se
alternan las formas avanzas con formas en rezago, cuya complementariedad
es transitoria porque terminan predominando unas sobre las otras,
siempre, las formas más avanzadas del desarrollo sobre las más
retrasadas, de lo cual surgen formas de desarrollo peculiares,
específicas, produciéndose oscilaciones imprevistas, saltos cualitativos
en el desarrollo social o nacional, generando la aptitud de unas
sociedades antes retrasadas para superar a otras que tenían un status de
mayor avance relativo o comparativo, y se presentan en los más diversos
procesos histórico-sociales (Novak, George, Bogotá, 1974).
Hoy China es el mejor ejemplo, y es la primera economía del mundo en
orden al método de cálculo económico que desarrolla el FMI llamado
“paridad del poder adquisitivo”. Es la mejor evidencia como antes lo fue
Estados Unidos.
Dice Juan Esteban Orduz en El País que el gobierno de Trump
es el gobierno de la emocionalidad, el desconocimiento, el desorden y la
arrogancia”, la incertidumbre y las contradicciones que terminarán
aislando a EU, por sus decisiones impulsivas. Considero que es verdad,
pero no siento que hay improvisación, sino que las líneas maestras de
este gobierno están en un documento de la Fundación Heritage, llamado
“Proyecto 2025”, que ya se expresa en la praxis política del gobierno.
La lucha política dentro de EU definirá la continuidad o ruptura de
este proyecto que tiene muchas condenas políticas y morales, pero menos
explicaciones desde una perspectiva histórica, como lo hemos intentado
aquí.
El periódico The Angeles Times constató que hay
organizaciones en 50 estados de la Unión Americana que procesan una
organización de oposición a Trump y tratan de unificar los tiempos y
acciones en una misma agenda. (Barrow, Kramon y Lathan, 4 de marzo de
2025). Mientras el Partido Demócrata sin un sólido liderazgo (Kamala
Harris desapareció del escenario post electoral) y un programa
alternativo, se encuentra rebasado por la contundencia de las reformas
impulsadas por el MAGA (Make American Great Again), con apoyo en quienes
ejecuta en tiempo récord el presidente Trump los cambios más
importantes de los últimos 30 años, por lo menos. Los demócratas se han
concentrado en el Congreso, en sus liderazgos, pero con opiniones muy
divididas.
James Carville, líder político demócrata con presencia mediática, ex
asesor de Bill Clinton ha planteado la postura más polémica:
“No hacer absolutamente nada. Su tesis es que, en este segundo
mandato, en lugar de priorizar los temas por los que hizo campaña
(seguridad pública, inmigración, la frontera y, sobre todo, la economía e
inflación), Trump ha optado por desmantelar el Gobierno federal
aliándose con Elon Musk. Pero que “no hay nada que los demócratas puedan
hacer legítimamente para detenerlo, incluso si quisiéramos. Sin un
líder claro que exprese nuestra oposición y sin control en ninguna rama
del gobierno, es hora de que los demócratas se embarquen en la maniobra
política más audaz en la historia de nuestro partido: dar marcha atrás y
hacerse los muertos. Permitir que los republicanos se derrumben bajo su
propio peso y hacer que el pueblo estadounidense nos extrañe. Silencio
hasta que la administración Trump haya caído en picado hasta un
porcentaje de aprobación pública de entre el 40 y el 30 por ciento en
las encuestas. Hasta entonces, estoy pidiendo una retirada política
estratégica” (El Mundo, Suanzes, R. Pablo, 11 de marzo de 2025).
En contrario, David Axelrod (del equipo de Obama) sostienen que las
bases demócratas están ansiosas de ver a sus dirigentes luchar, pero sin
un liderazgo fuerte, confrontar hoy al gobierno no parece prudente.
Katherine Clark congresista de la minoría demócrata, sostiene que: “nuestro
mensaje a los americanos es que no les vamos a abandonar, no vamos a
dejar que les roben la salud, los programas de ayuda, las subvenciones a
los granjeros para que haya otra rebaja de impuestos a los millonarios.
Vamos a luchar por vosotros”. Hay también cierta visión de escoger tácticamente cada batalla, no ir al choque frontal (Ídem).
Es una pésima postura de los demócratas desviar la atención de los
temas sustantivos que está realizando Donald Trump, situándose en una
postura de “belicismo anti ruso y pro Zelenski”. Pero ello a pesar de lo
absurdo, expresa también otra faceta de dualidad de la oposición que se
desarrolla en EU:
“La dinámica política detrás de este cambio es clara: existen dos
formas fundamentalmente diferentes de oposición al Gobierno de Trump.
Existe una creciente oposición de la clase trabajadora a sus ataques a
los programas sociales fundamentales, su destrucción de los derechos
democráticos, su persecución de los inmigrantes y su apoyo al genocidio
de Gaza. Y existe la oposición de sectores significativos de la clase
dominante, que se oponen a los cambios en la política exterior de Trump,
particularmente en Ucrania” (World Socialista Web, Martin y Kishore, 5 de abril de 2025).
Todo indica que Donald Trump cursará por un periodo, quizá no muy
largo, de ejercicio omnímodo del poder, hasta que las huelgas obreras y
las movilizaciones populares, así como la necesidad de luchar de los
demócratas y que sea entendida por la cúpula del partido, se haga
presente, para tener la posibilidad real de lograr recuperar la mayoría
en la Cámara de Representantes y detener un intento de Trump de cambiar
la constitución y reelegirse.
Mientras tanto, no podrá evitar que la sombra del exitoso marxismo
chino le agobie, se le oponga en la arena internacional y en los flujos
de comercio e inversión mundializados en donde China ha logrado ya un
avance fundamental.
Fuente: https://contralinea.com.mx/interno/semana/trump-y-la-sombra-del-marxismo-chino-inicia-nueva-era-para-el-capitalismo/