Judith
Amador Tello
Por más que se ostente como una obra que no depredará el
ambiente, se hace necesaria una investigación antropológica a
fondo antes de que se inicien los trabajos para construir la
ruta del Tren Maya. Y es que para el antropólogo mayista Carlos
Navarrete, hay que distinguir con claridad el trabajo de un
proyecto arqueológico al de uno turístico, por más que se
realicen juntos. Pone como ejemplo de deterioro comunitario a
Cobá, que de ser un poblado monolingüe en 1971, habitado por
“pobres dignos”, pasó a ser, en el gobierno de Salinas de
Gortari –en el que trabajó–, de “miserables indignos”.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Académico del Instituto de
Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM), el arqueólogo, historiador y antropólogo experto
en la región maya, Carlos Navarrete Cáceres, advierte de los
posibles impactos ecológicos, económicos, sociales, culturales y
sobre el patrimonio arqueológico del proyecto Tren Maya.
En entrevista con Proceso, pide que, antes del inicio de los
trabajos, se realice una investigación antropológica a fondo sobre
las condiciones de vida de los pobladores de la región que
resultarán afectados por el proyecto.
Pues aunque se anuncia como “un modelo de desarrollo sostenible”,
que creará oportunidades laborales y crecimiento económico, y que
brindará servicio de transporte hacia las zonas turísticas, “sin
depredar el ambiente” (https://www.tren-maya.mx/), en su opinión
es un proyecto “eminentemente turístico” sin una planeación
cultural y que impactará de diversas maneras.
Dice que el trabajo de investigación arqueológica está
identificado con el aspecto turístico, porque “trabajamos un
sitio, lo exploramos, lo restauramos y queda en manos del
turismo”, cuando en realidad la arqueología nada tiene que ver con
el turismo, “es una ciencia histórico-social que reconstruye,
rescata el pasado de los pueblos. Y el turismo es otra cosa, el
turismo vende, es una cuestión de carácter económico”.
Formado en la escuela nacionalista de arqueología, “ligada a las
escuelas mexicanas nacionalistas”, como la del cine, la música, la
danza, el muralismo y la llamada Escuela Mexicana de Pintura –en
una época en la cual el pintor Miguel Covarrubias daba clases en
las escuelas de antropología y el arqueólogo Alfonso Caso
colaboraba en proyectos culturales y artísticos–, el doctor en
antropología pone énfasis en que había entonces un compromiso
social. Y por ello piensa:
“La arqueología debe revertirse a los pueblos originarios. Ser
una fuente pedagógica para los pueblos que no conocen su historia.
Yo les digo a mis estudiantes que los arqueólogos tenemos el
privilegio de hablar por aquellos que ya no pueden hacerlo, de
darles la palabra. Para el turismo, un sitio prehispánico es sólo
un objeto para explotar.”
Está previsto que el Tren Maya recorra mil 525 kilómetros y
cuente con 15 estaciones, aunque en los diagramas difundidos
aparecen más: Cancún, Puerto Morelos, Playa del Carmen, Tulum,
Felipe Carrillo Puerto, Bacalar, Xpujil, Calakmul, Escárcega,
Tenosique y Palenque. Del lado Este se suman Valladolid, Chichén
Itzá, Izamal, Mérida, Maxcanú y Campeche.
No sólo atravesará por sitios arqueológicos e históricos, sino
por yacimientos con restos prehispánicos poco o nada explorados,
comunidades herederas de esas antiguas culturas, así como otras
resultado del sincretismo, ricas en tradiciones vivas y que al
mismo tiempo padecen diversos problemas socioeconómicos, de salud
y desarrollo, entre otros.
Expone el investigador:
“Se dice que el Tren Maya no afectará a las comunidades, pero vea
usted el impacto de algunos de los grandes proyectos arqueológicos
con intención turística. Le pongo el caso de Cobá, en Quintana
Roo. Hacia 1971, Cobá era una comunidad prácticamente monolingüe,
de mayas muy sencillos, eran –podríamos decir– pobres dignos.”
Durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari se impulsaron 14
proyectos especiales de arqueología con recursos financieros
extraordinarios, entre ellos Teotihuacán, Calakmul, Monte Albán,
Chichén Itzá, Tajín, Palenque y Cobá. Este último a cargo del
fallecido arqueólogo Alejandro Martínez Muriel, en el cual
colaboró Navarrete Cáceres.
“Se hizo el proyecto y enseguida llegó el Club Mediterranée,
empezaron todos los servicios turísticos para el sitio y ahora se
puede decir que es en parte un lugar de miserables indignos. Los
grandes beneficios son para los grandes hoteles, los restaurantes
de lujo, no para la gente local. La gente del lugar queda igual o
peor porque tiene que competir con servicios económicamente muy
fuertes. Queramos o no, los arqueólogos estamos muy cerca de esto,
porque trabajamos esos sitios arqueológicos.”
Menciona también el caso de Tajín, Veracruz, donde tiempo después
de aquella inversión especial, a partir de 2000, se comenzó a
realizar el Festival Cumbre Tajín como un ejemplo de un “turismo
de explotación, más que cultural o social, como se quiere hacer
pasar”:
“Ver cómo llevan a los ancianos a una champa o jacal para que
expliquen su historia o les hagan curas y se confunda con
conceptos de brujería. No creo que sea el destino de un sitio o
una investigación arqueológica. Me pregunto si todo lo invertido
en Tajín tiene alguna respuesta en estudios publicados, y no los
tiene. De muchos de los grandes sitios que usted ve, donde se ha
invertido, no hay publicaciones.
“El Tren Maya pasará por una serie de sitios arqueológicos de
primera importancia, como Calakmul, el propio Palenque; tenemos
algunos donde se ha trabajado menos, como Pomoná, en Tabasco. Hay,
pues, toda una serie de posibilidades que podrían trabajarse en
forma normal, lenta, planeada, con un proyecto de investigación
serio, no uno hecho a la carrera para cumplir con una
presentación, porque de eso se trataría, de hacer la presentación
material para que el turismo acuda, pero cada sitio tiene detrás
una historia que proyectos de esta naturaleza no logran nunca
concluir.”
Nacido en Quetzaltenango, Guatemala, el 29 de enero de 1931, y
arraigado en México desde los años cincuenta del siglo pasado,
Navarrete aclara que la realización del Tren Maya ciertamente no
implica que no se hará arqueología: hay una Dirección de
Salvamento Arqueológico, en el Instituto Nacional de Antropología
e Historia (INAH), que hará ese trabajo. Sin embargo, ante
señalamientos de que se hará acorde con los tiempos de las obras
de infraestructura o turísticas, tiene varias razones:
“Porque no hay más remedio, y porque los arqueólogos debemos
salvar la información histórica, pero no somos quienes debemos
promover una aventura o trabajo como el que se hará con el tren,
no nos alegra hacer ese tipo de trabajo.
“El quehacer arqueológico es lento, de mucha delicadeza, necesita
tiempo de trabajo de campo, de laboratorio para estudiar los
materiales, y estos proyectos por lo general no dejan un
presupuesto para que se pueda trabajar. Los proyectos de este
tipo, inmiscuidos en el turismo, no tienen publicaciones.”
Evoca también el caso de Teotihuacán, la zona arqueológica más
visitada en el país, que en los años sesenta –cuando se hizo todo
un programa de museos, como el Nacional de Antropología– recibió
una inversión, pero se hizo “fachadismo”, es decir, se arreglaron
los frentes de los edificios de la Calzada de los Muertos para
abrirlo al turismo masivo, y hasta la fecha la parte de atrás está
prácticamente en ruinas y no se hizo una sola publicación, sólo un
folletón.
Estudio, no consulta
Como en el caso del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad
de México (NAICM), que fue sometido a consulta pública tras la
cual se canceló el proyecto, se planteó una consulta para el Tren
Maya para los días 24 y 25 de noviembre. La diferencia es que el
presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, dejó ver
claramente su interés en el proyecto e hizo campaña en favor,
incluso a través de un video con su caricatura.
Y desestimó el llamado que académicos, defensores y
representantes de pueblos indígenas le hicieron el pasado 20 de
noviembre para suspender la consulta. A través de una carta, le
expresaron preocupación por el proyecto del Tren Maya y el del
Corredor Comercial y Ferroviario del Istmo de Tehuantepec, por
tener “características similares a las de otros megaproyectos,
como los promovidos dentro del Plan Puebla Panamá, localizados
justamente en los frágiles ecosistemas del trópico mesoamericano y
mexicano”.
Los intelectuales piden hacer una “consulta previa, libre e
informada en las comunidades indígenas locales afectadas”,
conforme se establece en el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y
Tribales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
suscrito por México. Un día después los especialistas en derechos
culturales, José Manuel Hermosillo y Carlos Lara, dirigieron
también una carta a López Obrador para señalar la necesidad de un
estudio de factibilidad cultural previo, conforme lo establece la
Ley de Planeación.
Navarrete cuestiona por qué se convoca a la consulta y al mismo
tiempo se anuncia que el proyecto se iniciará el 16 de diciembre,
pues no ve “lógica”. Y coincide en que la consulta a las
comunidades debe hacerse antes de hacerles ofrecimientos:
“Me ha tocado ver cómo se hacen los compromisos y luego los malos
resultados que muchas veces tienen.”
Además de la consulta, considera necesario realizar una
investigación con un enfoque antropológico sobre las condiciones
de vida de la gente, para conocer sus necesidades económicas, pero
también históricas, antes de “meter ahí una vía de esa naturaleza
y negar que alterará su vida”.
A pregunta expresa, dice que los arqueólogos y antropólogos, que
trabajan de la mano con las comunidades, tampoco han sido
consultados, ni tiene conocimiento de que las dependencias
oficiales encargadas de la arqueología hayan recibido una
invitación para formar parte del proyecto, siendo que “hay una
bonita cantidad de sitios mayas que van a intervenirse”.
También advierte sobre los cambios de tipo ambiental. Insiste en
el caso Cobá porque lo ha vivido de cerca. Antes de ser uno de los
proyectos especiales de arqueología, la carretera llegaba a tres
kilómetros de distancia porque atravesaba un antiguo camino maya,
y ahí se detuvo su construcción.
Era una pequeña comunidad, con casitas de vara y paja, y cuando
finalmente llegó la carretera asfaltada llegó también el turismo
masificado, y la comunidad creció, se hicieron restaurantes de
lujo, hoteles “–y si pudieran, hasta antros–”, y eso se repite en
varias zonas arqueológicas; entonces, dice, “no es verdad que no
se vaya a alterar la vida de la gente, se altera su vida económica
y cultural sin proveerles de su historia, sin darles un respaldo
de lo que son, los vamos a modernizar, eso preocupa”.
–En el proyecto se dice que el tren ayudará a garantizar el
derecho de acceso al patrimonio cultural.
–El derecho lo tenemos, podemos ir a cualquier sitio
arqueológico, será más bien el derecho de acceso de los grandes
capitales que están promoviendo esto. El derecho de acceso a la
cultura se cumple estudiándola, investigando el pasado, ya sea a
través de un archivo, de una excavación, de las fuentes
publicadas, pero no poniendo una venta de souvenirs.
El director del INAH, Diego Prieto, ratificado para el próximo
gobierno, ha señalado que se supervisará que las obras del tren no
causen daño al patrimonio. Considera que este tipo de proyectos
benefician al instituto porque hay trabajos de salvamento,
excavación e investigación. Y, como ha dicho frente a otras
propuestas, reitera que el INAH no está para detener la inversión
económica en el país ni para parar obras.
Navarrete considera, en este sentido, que deben respetarse las
instituciones, como el INAH, y darles la fuerza suficiente para
oponerse a proyectos de este tipo, cuando causan cambios tan
fuertes, “debe tener una política adecuada para estos casos”.
Añade que no tiene conocimiento de que en este momento esté
trabajando algún grupo de arqueólogos en el Tren Maya, cuando ya
deberían estar viendo las necesidades de los sitios arqueológicos
para proyectar pedagógica y socialmente al pueblo mexicano.
Se debe recordar que además de los proyectos especiales del
sexenio salinista, el gobierno de Felipe Calderón recuperó parte
de ese proyecto turístico con el nombre de Mundo Maya. En su
momento, los antropólogos Iván y Jorge Franco advirtieron que amén
de poner en bandeja de plata las mejores playas y propiedades
aledañas a las zonas arqueológicas, se abonaba el terreno para la
explotación de riquezas naturales y minerales de la zona. Es,
pues, una zona largamente codiciada.
“Indudablemente, no es sólo la cuestión turística –dice a su vez
Navarrete–, habrá explotación de recursos naturales pues un tren
de esta naturaleza no creo que se sostenga sólo del turismo,
aunque ese sea su fin. No es un tren pollero, como les decimos a
nuestros viejos trenes a donde se suben a vender tostadas y tacos,
es un tren de ‘catego’, como se dice, de categoría.”
Detonará, además de los hoteles, paradores para turistas, caminos
secundarios, hotelitos, hostales, comedores de todo tipo y, “por
supuesto, la cercanía con los recursos naturales; toda la zona de
Escárcega es rica en recursos hidráulicos y humedales, todos los
recursos estarán a la vista y a la mano, y me imagino que los
ganaderos estarán felices”.
El arqueólogo, quien realiza proyectos de arqueología de bajo
presupuesto para recuperar e investigar los antiguos caminos mayas
y seguir las rutas de los mecapaleros antiguos y actuales,
recuerda que en su natal Guatemala los militares estuvieron
metidos en las cuestiones turísticas y quisieron hacer un tren
directo de la Alta Verapaz al sitio Mirador, atravesando todo el
Petén; participaba también una organización llamada Pacomal, de
altos financieros guatemaltecos empeñados en que se privatizara el
Museo Nacional de Antropología.
Se compraron tierras y se desalojó a la población indígena para
hacer una carretera transversal y “dizque avivar la economía de la
zona”. Hubo oposición al proyecto, pues es un “tren fantasma, no
hacía paradas intermedias, ¿cómo se sostiene un ferrocarril así, a
qué costos de viaje?”.
Teme algo similar, por eso su insistencia en hacer un estudio con
las comunidades para no poner en riesgo su identidad y su pasado:
“De pronto desaparece su forma de vida y empiezan a imponerle una
forma modernísima, hasta las familias se descomponen, todo; es una
descomposición social terrible lo que se viene.”
28.11.18
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