Global
Research
Edgar
A. Valenzuela
Los primeros días de Trump al
frente de la Casa Blanca han sido una verdadera pesadilla para el
gobierno que encabeza Enrique Peña Nieto (EPN), quien ha recibido
numerosos desplantes como respuesta a sus acercamientos con el nuevo
inquilino de la Casa Blanca. Usando formas que sólo podrían
compararse con las utilizadas hace un siglo por Henry Lane Wilson en
su trato con Francisco I. Madero, Trump recibió a Luis Videgaray en
Washington con la firma de la orden ejecutiva para construir el muro
en la frontera. Y para rematar la humillación, afirmó vía Twitter
que si México no estaba dispuesto a pagar por el muro que mejor no
se presentara EPN a la reunión agendada para una semana después.
Por increíble que parezca, el mandatario mexicano no canceló
inmediatamente, asegurando que “evaluaría” la respuesta,
decantándose horas después por la suspensión del viaje ante la
presión nacional e internacional.[1]
La sumisión e inexplicable
vacilación de EPN para responder con firmeza a Trump pese al
respaldo prácticamente unánime de la sociedad mexicana ha sido
atribuida a su falta de aptitudes, respuesta que parece verosímil
considerando los múltiples eventos en los que se ha mostrado incapaz
para lidiar con escenarios no controlados (¿recuerdan
la Ibero en 2012?). Sin
embargo, hasta una mente muy limitada entendería que pese a la
adversidad del actual escenario, éste resulta idóneo para rescatar
del abismo la imagen de EPN y salvar el final de su gestión. Que en
Los Pinos decidan tragar
saliva y desaprovechar
esta oportunidad para destinar el resto de su capital político a la
renegociación del TLCAN da muestra que la prioridad es salvar la
piedra angular de su proyecto de clase antes que la Nación misma.
¿Qué
defienden los neoliberales cuando piden defender el TLCAN?
Para Carlos Fazio, el objetivo de
la propaganda está en la modificación de la conducta de las
personas a través de la persuasión. Es decir, sin parecer
forzarlas. Y uno de los principales canales para ejercer influencia
en la gente y obtener ese fin es la mentira, que en nuestros días se
propaga a través de los grandes medios de comunicación. En el
momento que una noticia llega a los medios, afirma el analista,
adquiere implícitamente un carácter legal y sufre un proceso de
oficialización. El espectador, el ciudadano común a fuerza de
escuchar “la verdad oficial” la hace parte de su opinión
personal, lo que a su vez confluye hacia una falsa opinión pública,
manipulada de principio a fin.[2]
La anterior reflexión viene a
colación porque en las semanas más recientes hemos presenciado una
intensa campaña mediática cuyo centro es el TLCAN y su defensa. A
través de decenas de espacios en televisión y columnas en los
diarios, supuestos expertos alertan a la población sobre las
consecuencias catastróficas que traerá su posible cancelación, por
lo que hacen un llamado enérgico para respaldar al gobierno en las
negociaciones que entable con sus pares de Washington sobre el tema.
Es decir, la ofensiva mediática en torno a la supuesta “unidad
nacional” se traduce en unidad en defensa del TLCAN, apelando al
maniqueo argumento de supuesto sentido común (destinado a manipular
a la opinión pública): si Trump, el mayor enemigo actual de los
mexicanos, ataca al TLCAN es porque en realidad nos beneficia. Y es
un argumento tendiente a la manipulación por dos grandes razones: da
por hecho que el país entero se ha beneficiado de su implementación
como lo sostuvo EPN cuando prometió firmeza al defender los
intereses del país en las rondas de renegociación; y porque sigue
el mismo guión que el usado hace dos décadas cuando Salinas gastó
millones para desactivar el escepticismo de la población ante el
supuesto de que la unión comercial con EU traería un maná
económico para el país entero.
Para entender los alcances y
dimensiones de lo que nos pide defender la cúpula neoliberal
mexicana encabezada por EPN y Videgaray, considero necesario regresar
a los orígenes, es decir, releer el valor que brindaban en
Washington al TLCAN cuando se discutía a principios de la década de
1990. Esa postura también ocultada por los medios en México debería
servir como plataforma inicial para realizar un estudio crítico del
Tratado, que a la luz de sus resultados evalúe los señalamientos de
Trump y marque la ruta que el país debe seguir en los durísimos
años que vienen, siempre privilegiando el interés de la Nación en
su conjunto.
Hace más de dos décadas, mientras
la administración salinista se empeñaba en convencer a la opinión
pública mexicana que el acceso al mayor mercado de bienes y
servicios del mundo nos daría la entrada al primer mundo y
solucionaría todos los desequilibrios macroeconómicos del país, la
élite estadounidense daba al TLCAN una significación mucho más
compleja que el vulgar mercantilismo neoliberal. Uno de los primeros
en expresarlo con toda claridad fue el entonces vicepresidente Al
Gore, para quien el TLCAN era equiparable con la Louisiana
Purchase de 1803 y la
Alaska Purchase
de 1867. John Saxe afirma que estas palabras aluden a la tradición
expansionista e imperialista de EU, remitiendo inmediatamente a
términos como conquista, anexionismo, expansionismo, imperialismo,
diplomacia de fuerza, desestabilización, filibusterismo,
intervencionismo, invasión y otros vinculados al comportamiento
estadounidense durante los siglos XIX y XX.[3]
Es decir, para EU el TLCAN no sólo representó un acuerdo comercial,
sino parte esencial de su estrategia de proyección de poder de cara
a sus competidores globales, idea abordada por William Colby, ex
director de la CIA quien afirmó que el TLCAN además de servir de
puntal para una proyección hemisférica de la pax americana, “forma
parte de una ‘nueva estrategia de seguridad nacional’
estadounidense”. En una línea argumentativa semejante, John
Dimitri Negroponte, connotado funcionario del área de seguridad de
EU y embajador de EU en México durante el gobierno de Salinas,
afirmó que la intención del TLCAN no se limitaba a asuntos
comerciales o de inversión, sino que sería piedra angular para
modificar los fundamentos de la política exterior y de seguridad de
México bajo principios estadounidenses.[4]
Uno de los mayores impedimentos
para lograr lo planteado por Negroponte radicaría en vencer el
hermetismo de las Fuerzas Armadas Mexicanas, históricamente muy
celosas ante EU. Las implicaciones en materia de seguridad del TLCAN
habrían sido detalladas por el exsecretario de Defensa William
Perry, quien afirmó que mediante este Tratado se había auspiciado
el vínculo económico y político entre su país y México, y
procedía extender el proceso de integración en el área militar, a
lo que llamó “el tercer vínculo”. Para Fazio, “el tercer
vínculo” tenía como objetivo convencer a los militares mexicanos
que EU en la era post TLCAN no debía contemplarse como un adversario
intervencionista, sino un aliado para conseguir los objetivos de
seguridad compartidos. Con ese fin Perry delineó cinco áreas de
cooperación entre los dos ejércitos, que incluían la modernización
de equipo militar y para la lucha antinarcóticos, dispositivos para
vigilar los espacios aéreo y naval, además del intercambio en
instrucción de cuadros y programas de auxilio a la población civil;
hechos que al final de cuentas permitirían a EU intervenir en las
estructuras de decisión táctica-operativa y estratégica de las
Fuerzas Armadas Mexicanas, la única institución de América Latina,
junto a la cubana que no había sido penetrada directamente por el
Pentágono.[5]
Curiosamente, Alfredo Jalife-Rahme
ha señalado en diversos espacios que el narcotráfico fue uno de los
negocios más favorecidos con la implementación del TLCAN aunque en
el discurso ha sido uno de los temas más combatidos.
Entonces, si el escenario resultaba
tan desfavorable para la seguridad nacional de México, ¿qué habría
motivado a la administración salinista y la élite empresarial local
para apoyar el proyecto cuando incluso dentro de EU mismo existían
amplios sectores que se mostraban contrarios a aceptarlo por
considerarlo lesivo a sus intereses? Faux intenta responder esta
interrogante al asegurar que el espíritu de clase y los intereses
empresariales en ambos lados de la frontera fueron algunos de los
elementos centrales en la negociación, pues la élite de EU no sólo
consideraba a Salinas uno de los suyos por haber estudiado en
Harvard, sino que existían poderosos empresarios pujando tras
bambalinas. Para ejemplificar cita el caso de la agroindustria,
partiendo que del lado estadounidense gigantes como Cargill y
Monsanto buscaban abrir nuevos mercados de forma permanente para sus
productos altamente subsidiados, mientras en México Bimbo, Maseca y
Minsa querían acceder a materias primas más baratas para bajar sus
costos de producción.[6]
Lo cierto es que las grandes
empresas de EU necesitaron desde finales de 1970 que Washington
eliminara los aranceles a las importaciones y aumentara las
facilidades para trasladar sus fábricas al extranjero con el fin de
abastecer el mercado interno estadounidense con menores costos de
producción, lo cual a su vez demandó la apertura de las economías
periféricas y un trato preferencial a sus capitales, cuestiones que
finalmente fueron materializadas en el TLCAN. Arturo Ortiz refuerza
este punto al mencionar que Carla Hills, negociadora del Tratado por
EU exigía a México tres puntos en específico: mayor apertura de
sus mercados a los productos estadounidenses; mayores facilidades al
capital estadounidense para participar en cualquier área de su
interés, incluyendo petróleo y petroquímica, banca, bolsa,
finanzas y demás espacios limitados para extranjeros; y una reforma
al artículo 27 para brindar certeza a los inversionistas sobre sus
capitales y la tenencia de la tierra.[7]
Finalmente, existe otro aspecto de
primordial relevancia histórica, económica y política que encierra
el TLCAN para México: los hidrocarburos. Saxe asegura que el
antecedente mismo del Tratado se sitúa en la propuesta de
integración energética de América del Norte hecha por la firma
Blyth, Eastman, Dillon and Company en 1979. El proyecto dirigido al
aparato empresarial y de seguridad nacional de EU aseguraba:
“Los tres países adyacentes de
la América del Norte del Hemisferio Occidental deberían formar un
mercado común con libertad de movimientos para todos los bienes,
especialmente el petróleo y el gas, pero también de la población.
Sin este esfuerzo cooperativo en la América del Norte, EU se
enfrentará a un desgaste constante de su seguridad nacional junto
con una lenta estrangulación económica. (…) La América del Norte
sería autosuficiente como unidad en energía, productos agrícolas y
minerales (…) EU extendería su sombrilla de seguridad hacia Canadá
y México para lograr que las tres naciones obtengan una seguridad
equitativa contra cualquier amenaza militar a la América del
Norte”.[8]
En función de ello, el TLCAN sería
una de las piedras angulares del proyecto al incluir cláusulas que
comprometen a México a garantizar el abasto ininterrumpido de todo
bien energético, como lo señala el capítulo VI, artículo 605. La
creación de facto del mercado energético de Norteamérica, asegura
Saxe, desvincularía el petróleo y gas natural de México y Canadá
del mercado mundial, regionalizándolos en un esquema comercial y
geopolítico de América del Norte.[9]
A todo este entramado de intereses
comerciales, petroleros y de seguridad que llevaron a la adquisición
de múltiples complejos industriales y territoriales mexicanos por
empresas estadounidenses tras la liberalización económica e
implementación del Tratado, Saxe lo define como “la compra-venta
de México”, en clara alusión a la comparación hecha por Al Gore
detallada líneas atrás. En particular, asegura el académico, el
TLCAN promueve la inserción de corte colonial de México en la
economía y en la política de EU, ya que contiene instrumentos
específicos que tienden a institucionalizar la perspectiva de esa
potencia en la articulación del diseño económico, la política
exterior y de defensa mexicana y también por el trato preferencial
que otorga a los otros signatarios del TLCAN en comercio, inversiones
y derechos de propiedad intelectual.[10]
Entonces, si el TLCAN fue tan
benéfico para los intereses geoeconómicos y geoestratégicos de EU,
¿por qué Trump se ha lanzado en su contra mientras los mexicanos,
presuntos perdedores supremos se lanzan furibundos en su defensa?
Aunque pareciera una reflexión
proveniente del “mundo al revés” de Chabelo, en realidad tiene
sólidos fundamentos económicos y políticos. Para el alto capital
estadounidense, el TLCAN se proyectó como un facilitador de las
operaciones intrafirma en sectores como el automotriz y textil, y no
como un potencializador de las exportaciones mexicanas como lo han
sostenido los propagandistas del régimen y sus principales actores.
Cálculos de López y Rodil muestran que en 12 años del TLCAN las
exportaciones de México, principalmente manufactureras crecieron
307.2% al pasar de 49.82 mmdd en 1994 a 202.86 mmdd en 2006. Sin
embargo, la industria maquiladora de exportación sería responsable
del 50% de esta cifra, hecho que está ligado al comercio intrafirma
de EU y por tanto, desvinculado de las cadenas productivas nacionales
creadoras de valor agregado mexicano, fenómeno que relacionado
íntimamente con el crecimiento exponencial de las plantas
maquiladoras en las ciudades fronterizas mexicanas como Juárez y
Tijuana durante la segunda mitad de la década de 1990.[11]
En el caso mexicano, para los
miembros de la oligarquía el TLCAN no sólo sirvió para acceder a
materias primas más baratas y altamente subsidiadas en los mercados
de EU y Canadá como se abordó en el caso agroalimentario atrás
expuesto. También favoreció la exportación de materias primas y
productos de escasa industrialización, ambos dependientes de la
explotación de la mano de obra y recursos naturales; además de la
intermediación y/o representación de las corporaciones
estadounidenses en el país, con todo y las jugosas comisiones que
dejan. Y en el ámbito gubernamental y de finanzas públicas, la
apertura e integración con EU habría permitido financiar el déficit
de cuenta corriente mediante la entrada de Inversión Extranjera
Directa (IED) y la colocación de bonos de deuda en el exterior,
hechos que ya se presentaban con bastante seriedad desde antes de
1994. Por ejemplo, el déficit de 1993 que ascendía a más de 25
mmdd se habría nivelado con la entrada de casi 23 mmdd de IED e
inversión de cartera[12],
pero que a la postre desatarían una de las mayores crisis
financieras en la historia: el mal llamado error
de diciembre.
Mientras los altos capitales de
ambos países han gozado de condiciones excepcionales para aumentar
sus riquezas, las clases trabajadoras en ambos lados del Bravo han
sufrido las consecuencias. Para los trabajadores de EU, por ejemplo,
el traslado de muchas plantas al exterior en pos de salarios más
bajos habría significado el cierre de miles de fuentes de empleo,
siendo el caso paradigmático Detroit, la antigua capital mundial del
automóvil que tras ser la ciudad más próspera de EU hace medio
siglo, en 2014 presentaba tasas de desempleo cercanas al 20% que en
conjunto con otras circunstancias la obligaron a declararse en
quiebra.[13]
Esos trabajadores, los perdedores de la globalización al interior de
EU, habrían sido la base del trumpismo,
entendiendo el surgimiento de este fenómeno como un
nuevo despertar en EU como
lo señala Alfredo Jalife-Rahme.[14]
En el caso de nuestro país, para
el común de los mexicanos el TLCAN trajo consigo funestas
consecuencias que se sintieron con mayor profundidad en el campo. En
las comunidades agrícolas la producción de granos y alimentos en
México se desplomó bajo el peso de la competencia altamente
tecnificada y subsidiada de EU, haciendo que la dependencia
alimentaria del país pasara del 10 al 43% tras dos décadas de
implementado el tratado y creando una grave crisis de obesidad entre
la población.[15]
Ello obligó a millones de campesinos a migrar, principalmente a EU,
convirtiendo a México en la nación que más ciudadanos expulsó del
mundo en 2012.[16]
Adicionalmente, la apertura indiscriminada llevó a la quiebra a gran
parte de los pequeños y medianos empresarios nacionales de los que
depende el mayor porcentaje de empleos del país, impulsando el
sector informal de la economía (de la cual el narco es la actividad
estrella); y vulneró la soberanía e independencia al traspasar a
manos privadas nacionales y extranjeras complejos territoriales sobre
los que se asientan puertos, aeropuertos, reservas minerales,
carreteras, ferrocarriles, industria de máquinas-herramientas y
petroquímica.
En fin. Eso es lo que nos piden
defender de forma acrítica EPN, Luis Videgaray, Ildefonso Guajardo y
la oligarquía del país a través de sus voceros en los medios de
comunicación. Su proyecto de clase.
Reflexiones
finales
Puede parecer muy complejo y
difícil de entender, sobre todo cuando nos encontramos inmersos en
la dinámica analizada, pero hay ocasiones en la historia que las
humillaciones y tragedias históricas ayudan a los pueblos para
recordar su grandeza y enderezar el rumbo. A China, por ejemplo, la
invasión japonesa y las masacres sufridas durante la segunda guerra
mundial le sirvieron como catalizador de las fuerzas internas
acumuladas durante décadas a fin de reinventarse y terminar “el
siglo de la humillación” iniciado con su derrota en “las guerras
del opio”.
La historia misma de nuestro país
también podría ejemplificar el fenómeno. El nacionalismo
revolucionario que definió gran parte del siglo XX mexicano y cuyos
pináculos fueron la Constitución de 1917 (misma que acaba de
cumplir 100 años hace unos días pero ya hecha pedazos por las
contrarreformas neoliberales) y la expropiación petrolera de 1938,
no podría entenderse sin el sentimiento de aversión hacia EU
provocado por el injerencismo del embajador Henry Lane Wilson y las
agresiones militares sufridas (la ocupación de Veracruz y la
expedición punitiva contra Villa).
Así, con toda su desfachatez y
prepotencia, Trump en última instancia ha desfondado brutalmente a
la oligarquía mexicana, exhibiendo su altísimo grado de entreguismo
que resulta incompatible con la memoria histórica del pueblo
mexicano. Y entre más radical sea la postura del magnate convertido
en presidente, mayor será el renacimiento del nacionalismo al sur
del Bravo y la desnudez de aquellos que entregaron al país con tal
de defender sus intereses de clase.
Basta recordar que una de las
generaciones más gloriosas de nuestra historia, los liberales del
siglo XIX, son en cierta medida hijos de la catástrofe protagonizada
por Santa Anna y los polkos
en 1847-48.
Edgar
A. Valenzuela: Politólogo
egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Notas:
[1]
Cancela Peña visita a
Trump. Diario La Jornada,
26 de enero de 2017. Consultado en línea en: https://goo.gl/AQRBnp
[2]
Fazio, C. (2013) Terrorismo
mediático. La de enero de construcción social del miedo en México.
Debate. México, D.F. 2013.
[3]
Saxe, J. (2002) La compra –
venta de México. Plaza &
Janés Editores. México, D.F. Pág. 45.
[4]
Faux, J. (2008). La Guerra
Global de Clases.
Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, D.F. Pág:
33.
[5]
La injerencia del Pentágono
en el Ejército Mexicano, descrita y analizada en “El tercer
vínculo”, de Carlos Fazio,
Revista Proceso, 30 de noviembre de 1996. Consultado en línea en:
http://bit.ly/2dIMVG1
[6]
Faux, Op. Cit.
[7]
Ortiz, A. (1998) Política
Económica de México: 1982 – 2000.
Editorial Nuestro Tiempo. México, D.F. 1998. Pág: 132.
[8]
Saxe, Op. Cit. Pág. 43.
[9]
Idem. Pág. 254.
[10]
Ibidem. Págs. 135-135.
[11]
López, J. & Rodil, Ó. (Enero – Abril 2008). Comercio
intra-industrial e intra-firma en México en el contexto del proceso
de integración de América del Norte (1993-2006).
Economía UNAM, 13, pp. 86-112. Consultado en línea en:
https://goo.gl/UCFC1M
[12]
Cifras ofrecidas por el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas
con datos de Banxico.
[13]
Detroit, una ciudad en
bancarrota. Telesur, 3 de
noviembre de 2014. Consultado en línea en: https://goo.gl/CrWd6F
[14]
Jalife-Rahme, A. Trump y
Sanders: ¿Nuevo despertar contra Wall Street y su globalización?
Diario La Jornada, 8 de mayo de 2016. Consultado en línea en:
https://goo.gl/BBAADA
[15]
Dependencia agroalimentaria
pasó del 10 al 43% en 20 años.
El Financiero, 28 de octubre de 2014. Consultado en línea en:
http://bit.ly/10xnOAa
[16]
México, campeón mundial
en expulsar migrantes. El
Siglo de Durango, 19 de diciembre de 2012. Consultado en línea en:
https://goo.gl/3lfFcc
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