Emir Sader
Hay un gran lobby mediático internacional –en que el grupo Prisa
juega rol de motor– que, incomodado con el éxito de los gobiernos
progresistas latinoamericanos y para defender los intereses de
grandes corporaciones internacionales en la región, busca hacer de
sus sueños realidad. La Alianza del Pacífico sería el sector
dinámico de América latina y, como corolario, México y no Brasil,
sería el gran líder continental.
La Alianza del Pacífico es la versión para el siglo XXI de otros
proyectos fracasados de Estados Unidos para intentar extender a
todo el continente un área de libre comercio. La primera versión
fue el Nafta –Area de Libre Comercio de América del Norte–,
firmado entre Estados Unidos, Canadá y México, en 1994, cuyos
planes iniciales eran ir incorporando a países del continente,
conforme sus gobiernos correspondieran a las normas del Consenso
de Washington.
Después de México, Chile se presentó como el próximo pretendiente
a ingresar al Nafta. Pero en el mismo año de la firma del acuerdo
–1994– México vivió una gran crisis, la primera crisis
específicamente neoliberal en América latina, al mismo tiempo que
el levantamiento de Chiapas alzaba su grito que llamaba a la
resistencia al neoliberalismo.
EE.UU. tuvo que cambiar su estrategia. No había cómo seguir
invitando a países latinoamericanos a seguir a México en su
opción, cuando los primeros resultados ya habían sido negativos.
Washington elaboró entonces otra versión: el Area de Libre
Comercio de Américas, ALCA.
Aparentemente el camino estaba despejado para que EE.UU.
consolidara su hegemonía económica hacia el conjunto del
continente. Sin embargo, a la crisis mexicana –1994–, seguiría la
brasileña –1999– y la argentina –2001/2001–, mientras se extendían
las movilizaciones continentales en contra del ALCA.
En su fase final, Brasil y EE. UU. debían concluir los acuerdos y
poner en práctica el ALCA. Pero el fracaso de los gobiernos
neoliberales y el rechazo de los latinoamericanos, mediante la
elección de gobiernos de resistencia al área de libre comercio,
empezaba a extenderse. Brasil sucedió a Venezuela y el cambio de
gobierno –de Cardoso a Lula, en 2003– representó un freno al ALCA,
porque el nuevo gobierno brasileño se opuso a concluir esos
acuerdos.
La multiplicación de gobiernos antineoliberales en la región en
los años siguientes –en Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador–
constituyó un conjunto de gobiernos que, en lugar de firmar
Tratados de Libre Comercio con los EE.UU., han privilegiado los
procesos de integración regional –Mercosur, Unasur, Banco del Sur,
Consejo Sudamericano de Defensa, ALBA, Celac, entre otros–.
Entonces EE.UU. cambió de estrategia y pasó a firmar acuerdos
bilaterales con gobiernos de la región que han mantenido la opción
por el libre comercio: Chile, Perú, Colombia, varios de
Centroamérica y el Caribe.
Los países con gobiernos posneoliberales se han consolidado con
gran apoyo popular, eligiendo y reeligiendo a sus presidentes, ya
a lo largo de más de diez años en algunos casos, por lo menos
siete u ocho años en otros, proyectando liderazgos populares en la
región y hacia el mundo, disminuyendo la desigualdad, la pobreza y
la miseria. Mientras que los otros han perpetuado la concentración
de renta, la exclusión social, con gobiernos que se alternan, sin
lograr la estabilidad política, el desarrollo social y la
proyección internacional de políticas externas soberanas.
La Alianza del Pacífico es un nuevo intento norteamericano. Trajo
a México de América del Norte y lo juntó con Colombia, Chile y
Perú. No es un conjunto dinámico con prestigio y fuerza en la
región, para empezar porque esos países no tienen gobiernos
estables, ni tampoco han logrado disminuir la desigualdades, la
pobreza y la miseria.
Como correlato al intento de proyectar a la Alianza del Pacífico
está el difícil intento –en que se esmera particularmente El País–
de promover a México como líder de América latina. Pero en más de
dos décadas de neoliberalismo, México ha visto aumentar la
pobreza, la miseria, la desigualdad y la exclusión social.
Asimismo, la diseminación del narcotráfico ha multiplicado
cruelmente la violencia en varias provincias del país. Para
EE.UU., México es la referencia, porque es el país que sigue de
forma más estricta las orientaciones de FMI y del Banco Mundial.
La Alianza del Pacífico es una alternativa para que EE.UU.
intente superar su aislamiento en el continente pero, de ninguna
forma, es alternativa para los países de la región que deseen
superar las políticas exportadas por Washington, que efectos tan
negativos ya han producido en Latinoamérica.
27.2.14
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