9.4.25

Trump y la sombra del marxismo chino, ¿inicia nueva Era para el capitalismo?



Las políticas de Trump buscan sustituir el paradigma del liberalismo económico, pero no anular el capitalismo: con los aranceles recíprocos, EU estima generar ingresos durante la próxima década por 6 billones de dólares. Con esta nueva estructura comercial, pretende redistribuir el flujo de ingresos desde su comercio externo, capturar una mayor proporción a su favor vía cobro de aranceles, redirigir flujos de inversión externa y nacional hacia sus propias industrias en decadencia, y ganar tiempo para su reestructuración en condiciones menos desventajosas con relación a las actuales. No obstante, el gran disruptivo del concierto globalista del capitalismo ha sido la República Popular de China, con una concepción distinta para su acción al interior de la globalización

Donald Trump procesa desde su gobierno nacional y con su equipo de asesores la sustitución del paradigma del liberalismo económico articulado a la reconfiguración del capitalismo mediante la globalización de los flujos e intercambios económicos, por medio del neoproteccionismo para la rehechura de la competitividad estratégica, la redistribución de los ingresos mundiales del comercio regional y global, articulado a una nueva concepción absoluta de la seguridad nacional de Estados Unidos, basada no sólo o principalmente en el poder militar y sus alianzas y bases militares, sino en torno al reposicionamiento mundial de la base nacional de su economía.

Uno de sus asesores, Peter Navarro, sostuvo el 30 de marzo de este año que, con una parte de dicha política, estiman generar 6 billones de dólares en ingresos durante la próxima década, lo que –aún ajustado a una inflación promedio– triplicaría el aumento histórico de impuestos del año 1942 para financiar su intervención en la Segunda Guerra Mundial (citado en un documento del Tesoro  de 2006, que refiere que en dicho momento, se recaudaron 10 mil millones de dólares, cifra que ajustada a la inflación, representa hoy 200 mil millones de dólares). Esto, dicho por quien es considerado el principal asesor del presidente Trump en la materia. Peter Navarro agregó: “el mensaje es que los aranceles son recortes de impuestos, son empleos, son seguridad nacional. […] Harán que Estados Unidos vuelva a ser grande”. Con ello, reiteró que no son como dicen los opositores impuestos que pagarán empresas y consumidores, sino los agentes económicos extranjeros. Ello, previo a la vigencia del arancel del 25 por ciento para China, Canadá y México en el comercio de autos importados, que representa uno de los mayores golpes al sector externo mexicano, a sus empresas integradas a la cadena de valor en este sector industrial (Chris Isidore, CNN, Economía y Dinero, 31 de marzo de 2025).

El anuncio del presidente Trump del “Día de la Liberación” –cuando fijó aranceles recíprocos para todo el mundo– no escapa a lógica del funcionamiento del sistema socio económico capitalista, a su lógica de maximización de beneficios. Se estima que sólo estos aranceles recaudarán 600 mil millones de dólares al año, que son los 6 billones mencionados para la próxima década. Reconfigura así los ingresos nacionales, los beneficios para las empresas participantes en la cadena mundial de valor, así como la demanda de consumidores de vehículos importados, toda vez que aumentarán su precio en el mercado estadounidense. El objetivo último es la reconstrucción de la tasa de ganancias y la recaudación fiscal para el Estado nacional.

El presidente Donald Trump intenta, mediante un comportamiento teórico y político disruptivo, insertarse en los grandes escenarios pisados por los estadistas reformadores en la historia de EU. Hace 30 o 35 años (desde la década de 1990) la reconfiguración histórica del capitalismo como sistema mundial, apuntaba en un sentido contrario. Para entender mejor el cambio en proceso actualmente, es necesario recuperar la perspectiva histórica del trayecto de un sistema económico que ha representado un inmenso avance histórico, pero también grandes carencias para las mayorías sociales y dificultades sin fin para sus hacedores, no puede librarse de la competencia con sus rivales en el mercado, tampoco del costo de la mano de obra y su productividad, igualmente, de la fiscalidad del Estado que mejor lo representa y promueve, de la imperiosa necesidad de los “grandes saltos tecnológicos”, y por consecuencia, de la recomposición de la tasa de ganancias. Y no es “doctrinarismo”, sino una realidad implacable que se impone una y otra vez.

¿Cómo llegamos a este punto desde el paradigma anterior?, ¿este proceso de un paradigma sustitutivo constituirá una nueva Era del capitalismo mundial?  El gran disruptivo del concierto globalista del capitalismo ha sido la República Popular de China, con una concepción distinta para su acción al interior de la globalización: el gigante dormido despertó y avanzó. Además de “las cuatro modernizaciones”, esta concepción integró la dimensión política: un diálogo constructivo con EU y occidente todo, cuando era presidente Ronald Reagan.

El capitalismo globalista emergió en un contexto de crisis estructurales que requerían una superación hacia adelante, una vez derrotado el enemigo histórico: “el socialismo realmente existente” representado por “el campo socialista” formado sobre la base del poder del Estado y de la economía soviética, ante su incapacidad para superar su propia crisis que Mijaíl Gorbachov conceptualizó como “una palanca de freno” articulada a un excesivo burocratismo y corrupción, más privilegios extendidos de la llamada “nomenklatura”, del partido, el Estado y el ejército.

Sin homogeneidad, pronto la unificación doctrinaria del capitalismo en lo fundamental, se diversificó en tres versiones o estructuras nacionales distintas de ese capitalismo globalista: el estadunidense y el británico (anglosajón), el europeo encabezado por Alemania unificada, y el japonés, que irradió en Asia Oriental y Asia del Sur, resistiéndose al debilitamiento sustantivo del Estado interventor en la economía y la sociedad, aunque aceptaron la liberalización de los mercados, la apertura externa, la integración financiera regionalizada y el aceleramiento de la tasa de innovación tecnológica para sostener el capitalismo globalizado en términos de una estructura de ventajas competitivas como vía para triunfar en las regiones y luego o simultáneamente en la estructura global del mercado.

Se sostuvo por los teóricos más importantes, que este proceso se desarrollaba en un escenario marcado por la “neutralidad”, no había ventajas de partida, todo se construía a partir de aceptar las “nuevas reglas del juego”, de incorporarse a las estructuras en desarrollo, un discurso globalista plagado de ideología. Se planteó después que al tener un nuevo protagonismo las regiones (desde la integración de mercados liberalizados), los procesos de integración regional contratados entre Estados resultaban una vía ideal para lograr la acumulación de ventajas competitivas regionalizadas, en donde cada país aportaba sus atributos económicos para el éxito colectivo o bilateral.

En el capitalismo intensivo, es fundamental la innovación tecnológica a partir de la destrucción creativa (Schumpeter) expresada en tasas de productividad crecientes que abaraten el costo del capital y las nuevas inversiones, pero en una competencia abierta por el control de mercados en proceso de expansión, en donde el bajo costo de la incorporación tecnológica es también fundamental, la reducción del costo de la mano de obra cada vez más cualificada, comparativamente, es imprescindible.

Asociar países con industrias altamente intensivas en capital, abundancia de capital de inversión y con costos crecientes de mano de obra, con países de un costo comparativo menor en los costos de producción (incluyendo mano de obra, transporte, aduanas, fiscalidad) expresaba una fórmula de competitividad y penetración eficiente de mercados a costa de los rivales económicos. Pero es también esencial mantener los mercados nacionales, no sólo conquistar los mercados externos, y para ello era necesario, aprovechando los avances tecnológicos que permitieron descomponer los procesos industriales en distintas etapas, requería también pasar de los procesos trasnacionales a la fábrica globalizada, trasladando la parte más intensiva en mano de obra, a los países que tenían una oferta abundante de ella, y que con un adiestramiento esencial, podía generar como resultado un costo total de producción competitivo.

El mismo proceso siguieron las tres versiones del capitalismo globalista dando como resultado el avance industrial manufacturero de los países que captan inversiones con gran requerimiento de costos competitivos. Pero este proceso históricamente ha sido progresivo y demandó trasladar cada vez en mayor extensión, procesos más intensivos en capital y tecnología, generando niveles más avanzados de asimilación tecnológica y mano de obra calificada. La diferencia del costo de producción era y es, entre 5 y 10 veces, lo que se volvió un factor determinante de la productividad, la inversión y la competitividad en las regiones y la economía globalizada misma.

Reseñamos este proceso porque la decadencia de Estados Unidos dentro de la globalización económica que tanto le benefició en sus primeras décadas, es precisamente esta: perdió competitividad (con todo lo que implica) dentro de sus industrias y dentro de los mercados de sus socios comerciales, ante otros competidores de talla mundial que asumieron las “nuevas reglas del juego” (el nuevo paradigma) y han superado a EU en ambos espacios: en los mercados nacionales y en los mercados regionales y globales. En México, esto es evidente y estadísticamente comprobable de manera contundente. En esta variable, podemos resumir la problemática estructural, no momentánea o pasajera, de EU, lo cual requiere varios años de reestructuración de sus procesos industriales, tecnológicos, de productividad y competitividad.

En este contexto, la nueva estructura comercial lanzada para su inserción económica regional y global, cuyo eje es una nueva subestructura arancelaria, pretende tres logros, principalmente: redistribuir el flujo de ingresos desde su comercio externo capturando una mayor proporción a su favor vía cobro de tarifas arancelarias, redirigir flujos de inversión externa y nacional hacia sus propias industrias en decadencia, y ganar tiempo para su reestructuración en condiciones menos desventajosas con relación a las actuales.

Con ello se pretende poner en funcionamiento una política nacional de contención del proceso actual de decadencia. Algunos ya le llaman “política de reindustrialización”, como se denominó al programa económico de Ronald Reagan en su momento, que en realidad tuvo mayores variables y alcances: la reaganomics. Otros estudiosos, por el contenido socio político e ideológico la denominaron “revolución conservadora”, incluso, por las bases teóricas de su doctrina económica.

Los dirigentes del partido y del gobierno chino –no solamente ellos, pero si principalmente– entendieron perfectamente bien el proceso de debilitamiento y crisis final del socialismo soviético convertido en modelo a seguir, además de toda la problemática socio política, ideológica e institucional, que avanzó desde la década de 1970 (el punto de inflexión del modelo de socialismo en China, cambió a partir del “programa de las 4 industrializaciones” lanzado por Deng Xiaoping en 1979, que sepultó una parte del maoísmo) en cuanto a que si el socialismo fracasa o se empantana en la generación progresiva de riqueza, su liquidación histórica está cerca. Se orientaron, no por una economía estatizada casi en su totalidad, sino de inversión y producción mixta con apertura externa, cunado las condiciones lo permitieron para volcarse hacia el exterior a competir en las regiones y en el globalismo, marcado por su ingreso a la OMC en 2004.

Dentro de esta superación de parte del “socialismo chino” sobre las tres versiones del capitalismo globalista, hay poca consideración ente los analistas, hacia las diferencias de las culturas asiáticas –especialmente la de China– con las culturas de la civilización occidental, atlántica (el caso con Japón es especial), que inciden en los procesos estatales, del trabajo, del ahorro y la inversión, del gasto y consumo, es decir, en el ciclo político y económico dentro de un sistema de economía abierta y competitiva.

Lo que los especialistas llaman la cultura oriental, tiene como expresión histórica a China, Japón, India y Asia islámica; nos centraremos en China, pero ¿por qué es muy importante la cultura al interior del sistema socio económico? En primer lugar, la historia cultural genera diferencias producto de las condiciones materiales en las que la misma se inserta y actúa, es su escala de valores colectivos los que le dan congruencia al proceso de adaptación a las cambiantes situaciones histórico-sociales. La filosofía legendaria en varios de tales países y en China, es el confucianismo y neo confucianismo, y son determinantes de conductas y relaciones sociales, articulada en forma desigual, en Corea, China, Japón o Vietnam, y otros, muy influyente en las propias respuestas ante el avance occidental y su filosofía y doctrinas en la región, generando productos históricos distintos, aunque con bases en común.

No hay espacio, pero diremos brevemente que la diferencia entre el confucianismo, y el neo confucianismo, es que este último centra su fuerza cultural en las enseñanzas y doctrina específica del propio Confucio, el gran sabio de la cultura china y oriental, y el primero centra sus fortalezas en la dinastía Zu que se desarrolló en la parte occidental de China. Por ello, el referente principal de las enseñanzas del neo confucianismo cambió desde “Los Cinco Clásicos” a “Los Cuatro Libros”. Ahora bien, el neo confucianismo está integrado por dos cuerpos doctrinarios, el budismo y el taoísmo, fusión producida mediante las actividades de los pensadores de la dinastía Song (o Sung) que se desarrolló en el periodo de 960-1279. Esencialmente enseñan: la buena conducta en la vida, el buen gobierno con honestidad y sabiduría, la justicia y el respeto a la jerarquía, el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación.  (Enciclopedia, Significados, Sección Religión y Espiritualidad)

En ese tenor, el neo confucianismo, como el protestantismo occidental (calvinista o luterano), es una filosofía con valores abiertos al progreso material de la sociedad, a la acumulación de riqueza. La inmensa pobreza existente en China, se explica, por las condicionantes materiales de su historia, pero no por las bases filosóficas y doctrinarias vigentes por siglos, no tiene y no tuvo en esos espacios, bloqueos de educación y cultura para asumir los términos indispensables de la adaptación a las “nuevas reglas” del capitalismo globalizado, articuladas con sus tradiciones filosóficas milenarias que le fueron dando contenido, funcionalidad y razón de ser a las instituciones en su prolongado trayecto social.

Así, en segundo término, al no ser un sistema cultural de valores cerrado, fueron una sociedad y Estado preparados para la adaptación dinámica y creativa, y no como fue el ejemplo del islam asiático tradicional, incapaz de adaptarse al nuevo paradigma del capitalismo globalista, abierto, con nuevos valores sociales. Por ello, en tercer término, un pensamiento originario que es conquistado por culturas con sistemas de valores e instituciones distintos, genera una subcultura que coexiste con la cultura predominante, externa, lo que resulta en híbridos complejos para asumir las nuevas tareas, habiendo en ocasiones una lucha cultural prolongada que impide el desarrollo material; tal vez, India e Irán hoy sean ejemplos válidos de esto, en alguna medida. (Obregón, Carlos, Nueva Imagen, 1997)

Ello dilata los procesos de inserción en la generación de riqueza. Es la ética política y la visión filosófica de la sociedad, expresada en los programas de los gobernantes, más la lucha político-social, la que define la distribución de esa riqueza, la flexibilidad de sus instituciones para el efecto y para operar las transformaciones necesarias. Pero nada más lejano que pensar que China partía casi de cero, al contrario, tenía avances muy importantes en la industria, la tecnología y el comercio (norte de China) y a partir de siglos más atrás, con la adopción del papel moneda y de la navegación. (Kennedy, Paul, 27-65, 2007)

Henry Kissinger sostuvo en su amplio estudio sobre este país que ha robado el sueño a los últimos gobernantes en EU: “China es singular. No existe otro país que pueda reivindicar una civilización tan continuada en el tiempo, ni un vínculo tan estrecho con su antiguo pasado y con los principios clásicos de la estrategia y la habilidad política” (2012). Agrego: cuando China enfrenta las artificiosas “guerras del opio” impuestas por Occidente, China tenía un PIB 60 por ciento superior al de Occidente, región a la que consideraban los gobernantes de la dinastía Ching “región de bárbaros”.

La emergencia multifacética del poderío chino en nuestros días ofrece dos grandes lecciones: la derrota del comunismo durante la guerra fría y el Orden Bipolar, o del marxismo si se quiere: i) fue una victoria parcial y transitoria del sistema capitalista a escala mundial. El líder del capitalismo globalista Donald Trump hoy se declara anti globalista porque reconoce la superioridad de la economía china en distintos sectores de la industria y los servicios modernos y genera un repliegue estratégico con una ofensiva que apela a los valores del capitalismo del siglo XX, antes de que se consume una derrota total frente al poderío chino, como el que ellos proclamaron a principios de los años 90 pasados, ante la debacle del socialismo soviético.

Hoy el eje de las transformaciones para el progreso económico y social, no están en occidente, ni en toda Asia, sino en la economía china asumiendo el paradigma capitalista de fines del siglo XX y principios del siglo XXI, no sólo con industrias de gran expansión nacional y mundial, cuya organización y tecnología deslumbraban al mundo, y mucha fama y orgullo dieron a los pesadores y gobernantes occidentales, sino además, con conquistas sociales que constituyen avances de la humanidad hacia la primera mitad del siglo XXI. Inimaginable éxito que no ha concluido. Es una gran derrota, aunque aún incompleta, del atlantismo capitalista. Hay que subrayarlo porque quedará inscrito en los grandes anales de la historia.

El capitalismo globalista desarrolló un ataque mortal al Estado, a la política social, a los instrumentos de regulación del mercado, concibiendo al mercado como una institución antípoda del Estado, y señalando a este último, como el culpable de la crisis de la década de 1970, de finales de la década de 1990 y principios del siglo XXI. Sus bases teóricas y doctrinales son conocidas como el pensamiento institucionalista y la elección pública, la teoría económica neoclásica y el liberalismo clásico decimonónico en cuanto al comercio libre. China reconstruyó el Estado, la economía pública y logró una articulación con el mercado, desatando un proceso de apertura externa controlada, gradual, reivindicando la política social como esencia del desarrollo económico.

Xi Jinping, declaró en el contexto de la crisis desatada por el trumpismo, y en el último congreso del Partido Comunista de China, que el marxismo ha sido la base de la transformación de la economía, y que dicha ideología y teoría permitió a su país convertirse en un ejemplo único de desarrollo moderno, y ha sido a partir de la revolución, la reforma y la construcción, sustentadas en esta visión del mundo”.

Ninguna teoría, ninguna reflexión histórica, ninguna metodología con las herramientas del análisis científico en las ciencias sociales, logró posicionar el conocimiento humano en la esencia, naturaleza, lógica de funcionamiento y proyección histórica del capitalismo, y ninguna ha sido tan profundo y acertado como el logrado por el marxismo. El fracaso soviético fue soviético, no universal como lo han querido presentar por 35 años los ideólogos del capitalismo liberal e integracionista. Terminó diciendo el presidente de China: “hay países que diseñan el futuro desde el pasado”. Se oyó hasta la Casa Blanca, en Washington DC.

ii) Los avances en la sociedad humana, en los seres humanos, son impresionantes, además, reconocidos por medios de comunicación occidentales: en los programas contra la pobreza extrema en china, trabajaron intensamente tres millones de servidores y funcionarios públicos, de 2012 a 2021, para que casi 100 millones de personas dejaran la situación de pobreza extrema, un logro social y humano descomunal, a la par que avanzaba la tecnología, la economía, el poder militar, la alimentación popular. Y lo más importante, es que fue una de las más relevantes iniciativas de Xi Jinping, un auténtico hito humano, un gran regalo en el 100 aniversario de la fundación del Partido Comunista chino, por Mao Tse Tung. El programa costó 1.6 billones de yuanes, es decir, cerca 248 mil millones de dólares americanos. Recordemos que los aranceles del 25 por ciento a los automóviles de importación de México, Canadá y China, recaudarán 600 mil millones de dólares. Con poco más de la tercera parte lograron la proeza en China en el mismo periodo aproximadamente.

Es importante consignar que el criterio de medición y clasificación en China de la pobreza extrema se define en un nivel de poder adquisitivo real de 2.2 dólares por día, algunos opinan que, por debajo de lo que recomienda el Banco Mundial, pero, en fin, es otra clasificación.  En otros casos el BM clasifica a este tipo de personas con un ingreso de 1.9 dólares por día. Y además se rehabilitaron viviendas en las que habitan más de 9.6 millones de personas, reubicadas desde las áreas de mayor pobreza, dada la escasez de agua y el inhóspito acceso para los alimentos. Para el occidente capitalista, estos datos ocultan masivas violaciones a los derechos humanos. ¿EU respeta los de millones de inmigrantes?  En ese mismo periodo China pasó de aportar al PIB mundial del 1.5 por ciento, al casi 16 por ciento.

Adicionalmente, en un informe conjunto de China y el Banco Mundial se reconoce que, desde finales de la década de 1970, China ha sacado de la pobreza 800 millones de personas, es decir, en 40 años, lo que representó cambiar la realidad de cientos de millones de seres humanos. Aquí tenemos también un nuevo paradigma de combate a la pobreza con alcance para cientos de millones de personas. (Comunicado de Prensa conjunto, 1 de abril, de 2022).  En China según el propio Banco Mundial registraba en el año de 1981, 878 millones de pobres por debajo de la línea de 1.9 dólares al día por persona. Eso es progreso humano en los términos básicos, de allí para arriba (Progresive International, enero de 2024).

Un tema fundamental para estos logros es la obtención de un ciclo mediano de crecimiento de la economía a tasas superiores al 10 por ciento del PIB anual, tasas de ahorro interno del 47 por ciento del PIB, y tasas de inversión del 40 por ciento del propio PIB, sostenidamente. Tampoco hay grandes secretos económicos en ello, las leyes de la macroeconomía son claras a este respecto, pero lo trascendente es lograrlo distribuyendo los beneficios del crecimiento hacia abajo, no hacia arriba.

Donald Trump y sus Órdenes Ejecutivas se orientan a la creación de las bases de un nuevo sistema internacional empezando por retraer el orden comercial libre del capitalismo globalizado, para financiar sin déficit sus importaciones y financiar también el déficit de las finanzas públicas, variables macroeconómicas que en tiempos de Reagan otros les denominaron “los déficits gemelos”, con los cuales la economía estadounidense coexiste desde hace décadas, se alejan y reaparecen. Otro tema estructural.

Trump hoy con sus políticas comerciales marca la agenda global, pero evidencia que, contra la tesis generalizada de la mayoría absoluta de pensadores del globalismo capitalista, la globalización sí es plenamente reversible.

En los años de la concepción del sistema internacional como una estructura de centro-periferia, de países pobres y países ricos, que tanto explotaron los teóricos del dependentismo latinoamericano, pensar que el curso de la historia estaba marcado por determinantes inherentes al desarrollo de los países del capitalismo occidental, hacía inconcebible lo hecho hoy por la economía china, pero en el campo del marxismo, en donde hay muchos análisis de sus mejores teóricos sobre las determinantes y formas del cambio mundial,  uno de esos casos es que se discutía la validez y pertinencia de la Ley del Desarrollo Desigual y Combinado, en donde se asientan las bases para entender cómo países que están en una posición subordinada en la estructura internacional, pueden pasar a ocupar espacios de liderazgo y supremacía sobre quienes antes eran los poderes dominantes en dicha estructura. Se trata de una alternativa intelectual, una categoría de análisis para investigar y/o comprender los trayectos históricos de los países, naciones, sociedades, Estados e instituciones, empresas, y organizaciones diversas, al no existir el desarrollo homogéneo de tales entidades históricamente, en sus tendencias generales, en la Era precapitalista y capitalista y en sus distintas fases.

El mejor ejemplo es Estados Unidos, que pasa de un estatus colonial a mediados y finales del siglo XVIII , al de una potencia mediana a mediados del siglo XIX ,y luego  a una posición de república imperial (como la llamó Reymond Aaron) a finales del XIX y principios del siglo XX, finalmente, en la segunda posguerra es la potencia hegemónica dentro de la estructura del capitalismo, dejando atrás a su anterior Estado colonizador, la Gran Bretaña y muy atrás a los viejos imperios coloniales,  España, Francia, Bélgica, Holanda y Portugal, y destruida a la hasta entonces potencia asiática, Japón, y a una China en efervescencia  revolucionaria.

En consecuencia, muy resumidamente, esta ley del desarrollo histórico ha actuado en la etapa actual del capitalismo evidenciando la superioridad del desarrollo chino frente al capitalismo globalizador, manifestando el encumbramiento de China por encima del capitalismo europeo y asiático, y parcialmente del capitalismo anglosajón de los EU. Porque esta ley establece que el factor más importante del progreso humano es el dominio y desarrollo sobre los factores productivos, que conlleva la apropiación creativa de la naturaleza, de sus variados recursos.

Ello se produce de manera desigual, a ritmos diferentes en los diversos segmentos de la sociedad, la economía, la tecnología, las instituciones públicas, etc., de tal manera que en dicho proceso se alternan las formas avanzas con formas en rezago, cuya complementariedad es transitoria porque terminan predominando unas sobre las otras, siempre, las formas más avanzadas del desarrollo sobre las más retrasadas, de lo cual surgen formas de desarrollo peculiares, específicas, produciéndose oscilaciones imprevistas, saltos cualitativos en el desarrollo social o nacional, generando la aptitud de unas sociedades antes retrasadas para superar a otras que tenían un status de mayor avance relativo o comparativo, y se presentan en los más diversos procesos histórico-sociales (Novak, George, Bogotá, 1974).

Hoy China es el mejor ejemplo, y es la primera economía del mundo en orden al método de cálculo económico que desarrolla el FMI llamado “paridad del poder adquisitivo”. Es la mejor evidencia como antes lo fue Estados Unidos.

Dice Juan Esteban Orduz en El País que el gobierno de Trump es el gobierno de la emocionalidad, el desconocimiento, el desorden y la arrogancia”, la incertidumbre y las contradicciones que terminarán aislando a EU, por sus decisiones impulsivas. Considero que es verdad, pero no siento que hay improvisación, sino que las líneas maestras de este gobierno están en un documento de la Fundación Heritage, llamado “Proyecto 2025”, que ya se expresa en la praxis política del gobierno.

La lucha política dentro de EU definirá la continuidad o ruptura de este proyecto que tiene muchas condenas políticas y morales, pero menos explicaciones desde una perspectiva histórica, como lo hemos intentado aquí.

El periódico The Angeles Times constató que hay organizaciones en 50 estados de la Unión Americana que procesan una organización de oposición a Trump y tratan de unificar los tiempos y acciones en una misma agenda. (Barrow, Kramon y Lathan, 4 de marzo de 2025). Mientras el Partido Demócrata sin un sólido liderazgo (Kamala Harris desapareció del escenario post electoral) y un programa alternativo, se encuentra rebasado por la contundencia de las reformas impulsadas por el MAGA (Make American Great Again), con apoyo en quienes ejecuta en tiempo récord el presidente Trump los cambios más importantes de los últimos 30 años, por lo menos. Los demócratas se han concentrado en el Congreso, en sus liderazgos, pero con opiniones muy divididas.

James Carville, líder político demócrata con presencia mediática, ex asesor de Bill Clinton ha planteado la postura más polémica:

No hacer absolutamente nada. Su tesis es que, en este segundo mandato, en lugar de priorizar los temas por los que hizo campaña (seguridad pública, inmigración, la frontera y, sobre todo, la economía e inflación), Trump ha optado por desmantelar el Gobierno federal aliándose con Elon Musk. Pero que “no hay nada que los demócratas puedan hacer legítimamente para detenerlo, incluso si quisiéramos. Sin un líder claro que exprese nuestra oposición y sin control en ninguna rama del gobierno, es hora de que los demócratas se embarquen en la maniobra política más audaz en la historia de nuestro partido: dar marcha atrás y hacerse los muertos. Permitir que los republicanos se derrumben bajo su propio peso y hacer que el pueblo estadounidense nos extrañe. Silencio hasta que la administración Trump haya caído en picado hasta un porcentaje de aprobación pública de entre el 40 y el 30 por ciento en las encuestas. Hasta entonces, estoy pidiendo una retirada política estratégica” (El Mundo, Suanzes, R. Pablo, 11 de marzo de 2025).

En contrario, David Axelrod (del equipo de Obama) sostienen que las bases demócratas están ansiosas de ver a sus dirigentes luchar, pero sin un liderazgo fuerte, confrontar hoy al gobierno no parece prudente. Katherine Clark congresista de la minoría demócrata, sostiene que: “nuestro mensaje a los americanos es que no les vamos a abandonar, no vamos a dejar que les roben la salud, los programas de ayuda, las subvenciones a los granjeros para que haya otra rebaja de impuestos a los millonarios. Vamos a luchar por vosotros”. Hay también cierta visión de escoger tácticamente cada batalla, no ir al choque frontal (Ídem).

Es una pésima postura de los demócratas desviar la atención de los temas sustantivos que está realizando Donald Trump, situándose en una postura de “belicismo anti ruso y pro Zelenski”. Pero ello a pesar de lo absurdo, expresa también otra faceta de dualidad de la oposición que se desarrolla en EU:

La dinámica política detrás de este cambio es clara: existen dos formas fundamentalmente diferentes de oposición al Gobierno de Trump. Existe una creciente oposición de la clase trabajadora a sus ataques a los programas sociales fundamentales, su destrucción de los derechos democráticos, su persecución de los inmigrantes y su apoyo al genocidio de Gaza. Y existe la oposición de sectores significativos de la clase dominante, que se oponen a los cambios en la política exterior de Trump, particularmente en Ucrania” (World Socialista Web, Martin y Kishore, 5 de abril de 2025).

Todo indica que Donald Trump cursará por un periodo, quizá no muy largo, de ejercicio omnímodo del poder, hasta que las huelgas obreras y las movilizaciones populares, así como la necesidad de luchar de los demócratas y que sea entendida por la cúpula del partido, se haga presente, para tener la posibilidad real de lograr recuperar la mayoría en la Cámara de Representantes y detener un intento de Trump de cambiar la constitución y reelegirse.

Mientras tanto, no podrá evitar que la sombra del exitoso marxismo chino le agobie, se le oponga en la arena internacional y en los flujos de comercio e inversión mundializados en donde China ha logrado ya un avance fundamental.

 Fuente: https://contralinea.com.mx/interno/semana/trump-y-la-sombra-del-marxismo-chino-inicia-nueva-era-para-el-capitalismo/

10.3.25

El proyecto globalista ingresa en su fase porno

SALVADOR GÓMEZ 
eXtramuros

En tres días entre febrero y marzo Zelensky se peleó en vivo con Trump, no firmó el acuerdo sobre minerales, fue echado a patadas de la Casa Blanca y su cena la comieron los periodistas, viajó a Londres donde Starmer lo consoló y prometió “boots on the ground and planes in the air” en apoyo a la inminente victoria ucraniana, y al día siguiente Zelensky dijo que estaba dispuesto a arreglar las cosas, reconocer que Trump es su firme líder, y firmar el acuerdo sobre minerales “en cualquier formato que se considere conveniente”.
Occidente se divide mientras busca un nuevo camino. El poder viejo, que es el globalismo con sede principal en la City de Londres, más los restos del neocon en EEUU, intenta sus penúltimos trucos. Por su parte, el intento de la administración Trump de tomar el poder efectivo en Estados Unidos, luego de haber ganado las elecciones, enfrenta dificultades esperables. Las demoras favorecen a Londres. La administración Trump sigue con su retórica dadaísta mientras da golpes fuera de cámaras al corazón del proyecto anterior. Pero si matan o derriban a Trump antes de que la derrota en Ucrania se produzca con claridad, todo el cambio puede sufrir un retraso de años



En esta nota sugiero un esquema de interpretación para ubicar las líneas principales de lo que estamos viendo ocurrir a nivel internacional. Para ello, me limitaré a ordenar los elementos principales, yendo de lo general a lo particular.

1) La situación civilizatoria

A nivel de civilizaciones, el esquema sigue totalmente incambiado con respecto a lo que, en diversas notas de esta revista, se ha ya delineado. Mientras que China y Rusia consolidan su alianza estratégica, a la cual zonas del Islam también van integrándose bastante rápido, Occidente ha entrado en una fase de su crisis interna de decadencia, y quizá relanzamiento, que se hace más y más notable por momentos.

Los proyectos civilizatorios occidentales han estado comandados por el mundo anglo en los últimos 210 años, luego de la derrota de Napoleón. La contradicción de base con respecto al rumbo civilizatorio occidental ha estado entre dos proyectos: el proyecto británico, y el proyecto de un Estados Unidos soberano. Londres representa el proyecto globalista, apoyado por determinada proyección universalista de los intereses financieros y corporativos occidentales al resto del mundo. Washington siguió en los últimos 80 años, en los rasgos fundamentales de sus políticas monetaria, financiera y exterior, ese liderazgo británico. Tanto en la creación de la FED, como en la construcción de influencia del Council on Foreign Relations, como en la génesis de la inteligencia americana de posguerra, como en la proyección internacional del mundo financiero “de Wall Street”, entre otros factores, han tenido gran participación y control los británicos. Es inglesa la inspiración para el PNAC neoconservador. Y los lobbies judíos en Estados Unidos, tan influyentes en la política exterior del tiempo de hegemonía global norteamericana, tienen una larga y nunca ocultada vinculación con la City de Londres.

En este momento, lo fundamental que ha cambiado es que, con la segunda administración Trump, ha tomado forma y vuelo el proyecto de un Estados Unidos que se conciba más autónomo del poder, los intereses y la manipulación de Londres. La civilización occidental está, pues, en un momento de quiebre y de redefinición. Las fuerzas de lo viejo, que viene dirigiéndolo todo, especialmente el discurso y la narrativa occidental central desde los inicios de la Guerra Fría, están enfrentando su propia caducidad. Todavía pueden dar un golpe desesperado, que aplace quizá por años su pérdida total de poder, si consiguen derribar la administración Trump o al menos detenerla en todo lo importante, como hicieron ya en 2017.
Mientras tanto, lo que los Estados Unidos están buscando bajo esta nueva y contradictoria administración es retomar un camino propio, que puede ser seguido o no por el resto de Occidente.

2) La situación geopolítica

a) El proyecto globalista de Londres

El proyecto globalista ha ubicado como objetivo estratégico fundamental la guerra en Ucrania, o como se le llama más precisamente a veces, el “Project Ukraine”, que involucra más que el conflicto bélico. Estrictamente, la guerra en Ucrania estuvo perdida por Occidente desde el punto de vista militar desde antes de empezar. Eso no detuvo en absoluto el proyecto de provocarla, pues el objetivo nunca fue ganarla, sino usar a Ucrania, desangrándola por el mayor tiempo posible, para proteger y promover objetivos estratégicos del proyecto globalista. Ucrania es frontera entre civilizaciones. Su destino como escenario de conflicto contra Moscú viene de lejos en la historia. La única guerra directa entre Inglaterra y Rusia ocurrió en Crimea en el siglo XIX, como parte del Great Game, la confrontación de largo plazo entre Londres y Moscú por el control de las conexiones euro-asiáticas. En su última fase, el proyecto Ucrania viene desde que Londres se dio cuenta de que había una “rebelión soberanista” de Putin en curso. “Extending Rusia” (algo así como “estresar a Rusia”), el documento de la RAND de 2019 escrito por viejos halcones guerreristas como James Dobbins o politólogos financiados por la FED como Howard Shatz, no es más que uno de los más notables ejemplos de que el rumbo de acción en política exterior del globalismo (en Washington se los ha llamado neoconservadores) ha sido provocar a Rusia a entrar en conflicto, con el fin de debilitarla, sancionarla, aislarla y, de ser posible, provocar un colapso y un cambio de régimen que abriese las puertas a ciertos recursos rusos en condiciones ventajosas para Occidente. Se intenta volver a los años 90, cuando en conjunción con los oligarcas rusos, el mundo financiero y corporativo globalista se quedaba con enormes tajadas de esos recursos, ante la desaparición de cualquier soberanía rusa. Como continuación de esa línea, en 2022 la RAND publicó otro reporte donde explica por qué hay que “debilitar a Alemania”, objetivo por cierto conseguido ya con total éxito.

Parte importante del asunto han sido pues, y también, los recursos de Ucrania misma, que contienen no solo gas natural y petróleo, sino diversos minerales de gran interés, e inmensos recursos agrícolas. Los acuerdos de Cargill (ej: proyecto Neptuno en el puerto de Pivdenyii en el Mar Negro), Monsanto (ej: inversiones gigantescas en una planta de semillas de maíz) o Dupont (ej: planta de titanio-magnesio en Zaporizhia), o los de consorcios occidentales con Naftogaz por el gas bajo Crimea (gas que los británicos perdieron debido a la vuelta de Crimea a la órbita rusa en 2014, luego de una masiva decisión en plebiscito, que los británicos aun pretenden fue “una invasión”), son ejemplos de todo lo que la intervención rusa destruyó o hizo inviable, y explican, en parte, por qué ese proyecto globalista ha estado peculiarmente obsesionado con la derrota rusa. Ellos lo expresan con frases tremendas del tipo “en Ucrania se juega el futuro de la democracia”. En realidad, lo que ocurre es que por la intervención rusa están perdiendo mucho dinero. Una de las formas de resarcirse ha sido transfiriendo descomunales recursos del contribuyente americano, y/o por vía de la manipulación monetaria, a costa de la destrucción del poder adquisitivo de ese mismo contribuyente. Ucrania no es una nación democrática, sino que está mejor descrita como una dictadura corrupta bajo la fachada de elecciones, también manipuladas por un acoso de años a la población opositora, y una “democracia” que es originalmente fruto de un golpe de estado concretado en febrero/marzo de 2014, con un gobierno títere sumiso a Londres, puesto allí a dedo por los neoconservadores norteamericanos que siempre han respondido a Londres. Gobierno que apenas instalado inició una limpieza étnica contra un tercio de su propia población, de lengua y cultura rusa. Rusia, jugada a la diplomacia y en fase de actualización de su poder militar y sus alianzas estratégicas, demoró mucho en intervenir efectivamente para detener todo esto, pero cuando finalmente lo hizo, estaba claro que iba a salvaguardar sus intereses de seguridad nacional aun frente a la oposición de todo Occidente.

La explicación de por qué nunca creímos en una victoria de Occidente sobre Rusia, tal como lo venimos detallando desde el inicio de esta guerra, es extremadamente simple: ante una Rusia decidida, la única opción es una guerra nuclear.

Si bien es posible que Londres aceptase ir a una guerra nuclear por desesperación, no era fácil obligar a Estados Unidos a inmolarse por el globalismo en una guerra que no tiene el menor interés estratégico para el público norteamericano. Las direcciones anteriores en Washington, en el mismo bote que sus orientadores londinenses, hicieron por cierto sus negocios con la guerra en Ucrania. Entre ambos lograron destruir la industria alemana, al forzar a los alemanes -controlando a su elite política- a suicidarse, abandonando el gas ruso, y mirando para otro lado, cuando la marina británica –según alegación rusa aquí tergiversada por Reuters– hizo volar los gasoductos nordstream. No solo los vendedores de energía en Estados Unidos se vieron beneficiados, sino también los brokers de energía en Londres y Holanda. La transferencia masiva de fondos públicos a las facciones privadas comprometidas con la guerra tomó proporciones épicas en estos tres años, y el negocio financiero de la guerra se vio altamente estimulado. Ni qué hablar del negocio de la reconstrucción. Involucrar a los no muy brillantes políticos que gobiernan Europa en esto garantizó un renovado flujo de fondos europeos hacia el negocio financiero del complejo militar industrial, al aumentar por fuerza el gasto militar de los europeos, y dos nuevos miembros de OTAN, lateralmente, significan más aportes del fisco de esos países a ese casino financiero del complejo militar industrial.
¿Cuál es el rol de la Unión Europea en esto? Prácticamente ninguno, puesto que se trata de una unidad burocrática sin apoyo popular significativo. El día que cese la propaganda que brota de Londres -que ni siquiera forma parte de la Unión-, será difícil para la eurocracia mantenerse en el poder, puesto que la oposición que han suscitado es ya notable en todos lados. Por ejemplo en Grecia o en Rumania estos días.

Para hacer posible esta estrategia, toneladas de propaganda londinense han sido volcadas para sugerir una posible victoria militar ante Rusia, cuya probabilidad es igual a cero. Londres puede aspirar a hacer desaparecer físicamente a Putin, empleando para ello alguna técnica terrorista, o la influencia del lobby occidental en Rusia, pero aun si Putin fuese asesinado o muriese, cosa no imposible, a esta altura hay un rumbo estratégico de Rusia que no cambiaría, y quienes vengan detrás de Putin podrían no tener la firmeza estratégica ni la paciencia del actual líder. Todo esto solo haría la situación más explosiva para Londres.

b) La alternativa americana.

Consciente de que el tiempo de actuar es muy breve, en menos de dos meses la segunda administración Trump ha mostrado con total claridad que tiene una estrategia contraria a la de Londres. Por debajo de una retórica delirante (Groenlandia, Gaza, Canadá, Panamá…) que parece destinada a irritar a la propaganda neocon-londinense y dejarla enredada con su propia ira e indignación, la Casa Blanca procede a toda velocidad a dar golpes al corazón del poder globalista, tanto en suelo americano como a nivel mundial. No solo bloqueó una de las organizaciones principales del soft-power neocon/globalista en el mundo como USAID, sino que le ha puesto la proa al discurso propagandístico exitista sin fundamentos de Londres. Al iniciar conversaciones con Putin, ha hecho varias cosas a la vez. Ha mostrado que el rumbo estratégico que tienen los Estados Unidos de MAGA pasa por la creación de un nuevo orden mundial multipolar que termine de liquidar no solo los mínimos vestigios del orden de la Guerra Fría, sino también el vigente orden neocon de los ’90. Para ello, precisa liquidar la estrategia globalista de una vez para siempre. Y el golpe de gracia a la estrategia globalista pasa por una derrota total de Londres y sus aliados de la UE y de Washington, en Ucrania. Una clara victoria rusa, que no deje el menor lugar a dudas, es la única forma de terminar con cualquier legitimidad para el proyecto futuro del globalismo, de la City de Londres, y de sus seguidores. Desde luego, el globalismo vende una posible derrota en Ucrania como el fin de la democracia, el “mundo libre”, y Occidente entero. Bullshit. Se trata del fin del globalismo y del liderazgo de Londres y los neocon, no del fin de Occidente.

Esa resolución en Ucrania es lo que está en juego aun, y de la resolución de eso, o de su nueva postergación -que es lo que Londres busca- depende el cambio de orden mundial y la apertura a nuevas posibilidades completamente distintas de lo que hemos tenido hasta ahora.
La alternativa americana pasa por un nuevo rumbo en las relaciones internacionales y prioridades del país, un renacimiento industrial y comercial en condiciones más ventajosas para Estados Unidos, una profundización del liderazgo tecnológico americano, la liquidación de los conflictos artificiales promovidos por Londres y el globalismo, una nueva estrategia económica y financiera, y luego probablemente el fin de la OTAN y una reformulación completa del mundo burocrático internacional, eliminando también de él los factores del poder de Londres y neocons, que lo han dominado desde hace décadas.

3) La realidad de la guerra en Ucrania

Para eso, el reconocimiento de la realidad es lo central. Y la realidad es: la City de Londres y sus aliados norteamericanos y europeos han sido derrotados en Ucrania. El armamento que enviaron ha sido metódicamente destruído por Rusia. Los ucranianos, sobrepasados en tropas y armamento y obligados a lanzarse a la ofensiva para recuperar el territorio perdido inmediatamente al comienzo de la guerra, han tenido que enfrentar esas desventajas, perdiendo entre 5 y 7 hombres por cada ruso muerto, y los rusos muertos en la guerra, según el sitio independiente de ideología pro-ucraniana que es el único confiable en materia metodológica, Meduza-Mediazone, son unos 140.000. Esto significa que Ucrania ha perdido al menos 700.000 hombres hasta ahora, además de haber perdido un 20% de territorio, que probablementre al terminar la guerra será más. Volodimir Zelensky ha sido presentado como un héroe por la propaganda inglesa. Sin embargo, se trata de un asset de Londres en su propio país, que ha jugado el rol de facilitar la estrategia londinense de guerra con Rusia, y con ello, ha enviado -usando el discurso ultranacionalista de siempre y, cuando no funcionó más, el reclutamiento forzoso- a centenares de miles de sus compatriotas a la muerte. Hoy se niega tenazmente a que haya elecciones en su país alegando la guerra.

En suma, la estrategia de Londres y los neocon de “estresar a Rusia” claramente ha fracasado. Pese a las sanciones y debido a las imposibilidades que estas representaron para los vínculos de Rusia con la UE -muy especialmente con Alemania-, los rusos se vieron obligados a pivotar hacia Asia. El acuerdo ruso-chino anunciado ya el 4 de febrero de 2022 fue uno de los mojones de la nueva estrategia, que Rusia obviamente ya tenía concebida antes de intervenir y ser mega-sancionada. En febrero de 2022, al comenzar la guerra, el BRICS tenía cinco miembros. Hoy, luego de un supuesto “aislamiento completo” de la Rusia de Putin, tiene 10, y una importante lista de espera. La población de los 10 países del BRICS es el 46% del total de la tierra, y su PPA es 36%. Esto es porque los nuevos miembros incluyen países estratégicamente decisivos, de inmensa población, o muy ricos, como Irán, Indonesia, Egipto o los Emiratos. Antes de 2022 Rusia era claramente un actor secundario en el escenario mundial, mientras que hoy es, aparte de China e India, un articulador central de la diplomacia y economía de ese “otro lado” respecto de Occidente. La economía rusa no colapsó, el rublo se mantuvo a flote, la inflación existe pero ha sido controlada, y con el lanzamiento del primer oreshnik los rusos mostraron a quienes tuvieron la capacidad de admitirlo como acaso el principal experto en armas nucleares norteamericano, Prof. Theodore Postol, que su tecnología militar está, al menos en algunos aspectos, más avanzada que la de Estados Unidos. En cuanto al poder de guerra, en materia no solo de tecnología sino de industria militar y experiencia bélica, las pretensiones de Keir Starmer de liderar un especie de fuerza europea para enfrentar a Rusia son, con todo respeto, una broma. Inglaterra puede, desde luego, provocar un autoatentado o una agresión nuclear contra Rusia. Si lo hace, sería suicida para cualquier proyecto futuro que su elite quiera seguir imponiendo.

¿Qué significan, pues, todos los últimos acontecimientos de febrero-marzo, las reuniones de diplomáticos americanos y rusos, los viajes desesperados de Macron y Starmer a Washington, el “acuerdo por los minerales ucranianos” fallido, la escena que se montaron Zelensky, Vance y Trump el viernes 28, y la subsiguiente “cumbre europea” en Londres?
Desde el punto de vista simbólico, es la exhibición, en versión porno, de la derrota del liderazgo viejo de Occidente en esa guerra.

Es, también, un sombrío recordatorio de que una guerra mundial que envuelva a Europa, Rusia y Estados Unidos (además probablemente de Israel e Irán) no está totalmente fuera de los planes de Londres. Aunque cabe esperar que no la logren, y no es probable que tengan fuerza como para imponerla, es evidente que las fuerzas de lo viejo siguen intentando hacerle creer a la gente que aun tienen un plan.  

Pero lo único que esperan y desean, es algo más de tiempo. Precisan tiempo para ver cómo salen de esta situación. La nota principal de Foreign Affairs -el órgano norteamericano más importante de bajada de línea profesional que tiene la facción globalista dirigida desde Londres, junto al Financial Times– se pregunta desde el título “Cómo hacemos para no terminar la guerra en Ucrania”. Hábleme de pacifistas. Y dice, en esencia, eso: ‘precisamos tiempo’. ‘No hay que correr a una paz que no sea luego sostenible’, argumentan, criticando los acuerdos de Minsk, que ellos mismos violaron. Lo que saben a ciencia cierta es que, sin Estados Unidos -como incluso Starmer admitió en su delirante discurso luego de la Cumbre “todos detrás de Zelensky” del 3 de marzo- no hay otra alternativa que la derrota. Y con Estados Unidos también, que es lo que ya ocurrió, y de lo que la nueva administración intenta desmarcarse.

4) ¿Habrá una reacción antiTrumpista?

¿Tiempo para qué, entonces, si Estados Unidos bajo Trump no muestra ningún interés en sumarse a ninguna estrategia londinense? Bueno, si el objetivo es abortar el cambio de época y volver al rumbo anterior -control del discurso con el fin de imponer una distopía globalista de reinado de las corporaciones con cero democracia efectiva y una población convertida en rebaño digitalizado- lo que precisa Londres es buenos argumentos para acusar a Trump de “traidor a Occidente” o cosas similares. No me refiero en la prensa, donde se hace todos los días, sino a nivel político efectivo. Desde luego, cualquier fin de la situación en Ucrania que muestre la realidad de la guerra en el terreno, será usado por Londres y quienes aun estén dispuestos a ir con él para fundar esa traición, y tratar de construir el espacio político mínimo como para movilizar a la parte del estado profundo yanqui que aun esté con Londres, que no creo que sea pequeña.

Pero el delirio tiene siempre un límite. Mientras voy escribiendo este informe, lo acontecimientos se precipitan. Bastó que los Estados Unidos anunciasen efectivamente la suspensión de toda ayuda militar a ucrania. Casi de inmediato, de las bravatas absurdas de Keir Starmer y la posición europea de “Trump dio un espectáculo deplorable, estamos todos con Zelensky” de domingo 2 y lunes 3, hacia el mediodía del martes nos enteramos que ahora Zelensky está arrepentido, quiere firmar a como dé lugar, admira y ama a los Estados Unidos y a Trump. Sí usted no lo sabe aun, lea el siguiente viraje sorprendente, que se resume en estas declaraciones del jefe ucraniano del día 4 de marzo: “Mi equipo y yo estamos preparados para trabajar bajo el firme liderazgo del presidente Trump para conseguir una paz duradera. Nuestra reunión en Washington, en la Casa Blanca el viernes, no salió como se esperaba. Es lamentable que haya sucedido así. Es hora de arreglar las cosas. Nos gustaría que la cooperación y la comunicación futuras fueran constructivas. En cuanto al acuerdo sobre minerales y seguridad, Ucrania está dispuesta a firmarlo en cualquier momento y en cualquier formato conveniente.”
Se habla insistentemente de reuniones, acuerdos, encuentros en Ryad, etcétera. Mientras tanto, el 8 de marzo Ucrania anuncia que ha sido derrotada ahora también en su minúscula “invasión de territorio ruso” en Kursk.

En fin, se verá cuál es la reacción de Trump y su equipo. Con estas idas y vueltas de Zelensky, Londres mantiene las cosas en movimiento para comprar ese tiempo que hace falta, y quizá encontrar algún error de Trump para comprometerlo más. Para ello, Londres precisa pues ir y venir, y hacer malabares. Tiene que aparentar estar liderando un proceso que no controla, y al mismo tiempo no alejar del todo a los Estados Unidos -al menos retóricamente-, para luego poder acusarlo de traición cuando las cosas sigan su rumbo real en la guerra. Así, por ejemplo, Starmer declaró que UK iba a poner “boots on the ground and planes in the air” en Ucrania para “garantizar” un supuesto “acuerdo de paz”. O sea quiere paz, pero pretende conseguirla derrotando a Rusia en la guerra con sus propias tropas -al tiempo que aclara que esto no puede hacerse sin respaldo norteamericano. Hoy, las fuerzas completas de la Unión Europea en orden de batalla, con todos los recursos militares -los dos portaaviones, los seis destructores y las once fragatas británicas, por ejemplo- durarían muy poco en el teatro ucraniano de guerra real. Rusia ya anunció que trataría a cualquier fuerza extranjera que entre en Ucrania como un beligerante.

Mientras tanto, la propaganda de Londres en los medios masivos igual que en Foreign Affairs -empleando la pluma de un ucraniano que es analista senior del Atlantic Council y del Centre for Defence Strategies creado en Kiev por los ingleses en 2020- busca convencer al mundo de que, si bien los rusos han mantenido una constante superioridad y las armas enviadas no han surtido ningún efecto, de todos modos bastaría con seguir haciendo lo mismo un poco más, para conseguir que Rusia se derrumbe. Sobre esto, ver la nota sobre rusofrenia en esta misma edición. Starmer, además, dice que Europa está “preparando un acuerdo de cese al fuego”. ¿Cómo puede Europa, o Londres, hablar de que van a crear un cese al fuego, si los rusos tienen planeado seguir disparando? Pero bueno, el mundo delirante del poder viejo es así. Siguen controlando los medios grandes, y siguen haciendo que mucha gente crea en el heroísmo de un comediante comprado para jugar el rol de un combatiente por la democracia.

Mientras tanto, y paradójicamente, Trump es la única carta de relativa supervivencia aun para Londres y el mundo globalista. Porque Trump es el único que puede hablar con los rusos y hacer pasar la derrota militar y estratégica del globalismo como un “acuerdo de paz”.- Cuando ese acuerdo se produzca, observe bien si, como resultado del acuerdo que se alcance, pasa alguna de estas cosas: (a) ¿Ingresa Ucrania a la OTAN? (b) ¿Recupera Crimea o cualquiera de los oblast que plebiscitaron su integración a Rusia? (c) ¿Sigue en pie el régimen ultranacionalista y su ejército? (d) ¿Quedan tropas de combate europeas o americanas como garantes exclusivas del acuerdo?

Si la respuesta a estas cuestiones es “si”, entonces Rusia perdió la guerra. Sino, la ganó, pues estos eran todos lo objetivos de Rusia al intervenir. Y Trump sería alguien capaz de mitigar esa derrota ante la opinión pública europea y norteamericana.

Parte de la distorsión perceptiva llamada “visión occidental del mundo”, que es la que hegemoniza la comunicación mainstream en nuestra civilización, consiste en que toda la discusión sobre Ucrania se lleva adelante sin el menor interés por el punto de vista ruso, tanto antes como durante como ahora. Esta anomalía solo puede ser una debilidad: esconder o invisibilizar aquello que daría realidad a las elucubraciones autosatisfactorias. No es ni siquiera Trump el que puede dar realidad final a todo esto, y con ello hacer un bien a la discusión pública occidental, sino Rusia.

Pero ya lo sabemos: para la dirigencia globalista, toda referencia a la realidad es calificada como un discurso de odio.

4) Incertidumbres

Si Trump concretase definitivamente las siguientes cosas que ya ha esbozado, el mundo se abriría a una perspectiva completamente distinta a la anterior. Enumero esas cosas:
– fin de las guerras artificialmente provocadas (Serbia, Afganistán, Irak, Libia, Siria, Ucrania)  por el globalismo neocon norteamericano y londinense
– normalización diplomática con Rusia y fin de las sanciones
– apertura de EEUU a nuevas relaciones comerciales con China, Rusia y el resto, en base a la estricta competencia por la defensa de los intereses comerciales de cada uno de los participantes
– crecimiento del BRICS y, con ello, oportunidades de crédito y comercio más amplias y menos condicionadas para los países en desarrollo
– destrucción del poder globalista en Naciones Unidas, desfinanciamiento de ONGs globalistas y agendistas, y reformulación de ese poder para que refleje el orden actual (en ese caso, por ejemplo, los británicos y franceses no tienen nada más que hacer en el Consejo de Seguridad, al que deberían agregarse, con derecho a veto, naciones que representen los intereses de África, Asia y América del Sur)
– defensa por principios de la libertad de expresión y otros derechos constitucionales.
– Desarticular los organismos y mecanismos de censura de redes sociales armados en los últimos 8 años
– limpieza del pantano gubernamental via DOGE
– abandono de las estrategias de soft-power imperial norteamericano, como por ejemplo el desmantelamiento de USAID
– liquidación de los programas Bid y Banco Mundial que tengan orientaciones tendientes a mantener el subdesarrollo y destruir la educación de los países dependientes
– tratar a Europa como un mercado posible, no como un vasallo, y tampoco como un aliado estratégico a usar contra terceros
– limpiar los organismos reguladores de salud y alimentación de su dependencia del complejo científico-médico-corporativo
– abandonar los planes del estado profundo de dominio mundial en base a armas químicas y bacteriológicas, etc.
– promover, a largo plazo, un desarme nuclear real
– ¿cuáles serán las relaciones reales entre Trump e Israel? La retórica actual de convertir Gaza en un resort-casino lleno de oro suenan totalmente irreales.
etc.

Con sus decisiones, en menos de dos meses de gobierno la administración americana actual ha mostrado una cara muy distinta a la de la primera administración Trump. Ahora parece tener de su lado no solo un apoyo popular que se manifestó en las urnas, sino ambas cámaras, y está por primera vez interviniendo directamente en los resortes directos del poder del estado profundo: inteligencia, soft-power, burocracia.
Con este enfrentamiento por vez primera al poder real establecido durante décadas, es evidente que Trump arriesga ser asesinado, o un golpe de estado puede ser montado abierta o encubiertamente en los Estados Unidos.

Algo de eso ya ocurrió en 2020 cuando el partido Demócrata robó las elecciones aprovechando la extrema debilidad de aquella primera administración Trump y usando, entre otras cosas, el caos que Covid y las movilizaciones raciales fogoneadas desde el estado profundo causaron. ¿Quién tomaría la posta de Trump, y cómo reaccionaría el pueblo norteamericano a esa eventualidad? Esa pregunta solo puede ser formulada, pero cualquier respuesta hoy sería mera conjetura. El mundo actual y la política actual no son las de 2020 o 2022, cuando las redes sociales estaban totalmente controladas por el discurso globalista y la propaganda neocon- londinense. Hoy los grandes medios siguen -en menor medida- controlados por esa propaganda, simplemente porque el poder político actual en Estados Unidos aun no tuvo tiempo de generar una comprensión política más amplia, que solo se logra en base a resultados palpables por parte de la gente. Pero sí que tuvo tiempo de respaldar la libertad de expresión en el mundo digital, lo cual es de cierta importancia.

Tanto lo es, que con años de atraso, Pedro Sánchez ha reunido a los presidentes de Colombia, Chile, Brasil y Uruguay para animarlos a que comiencen a censurar las redes sociales en sus propios países.
Tal parece que los políticos contemporáneos son incapaces de aprender nada.

Ya fue De Moraes el hazmerreír del Brasil y del mundo entero cuando quiso terminar con Telegram primero, con X/Twitter después. Su orden duró menos de 24 horas, y todo Brasil tuiteaba por VPN desde Manaos a Porto Alegre. Sigilosamente, el gobierno brasileño “llegó a un acuerdo” con Musk, y X (y Starlink) siguen operando en Brasil igual que antes. Pero en verdad “Xandâo” no llegó a ningún acuerdo: fue aplastado por la realidad, pese al respaldo de lo más refinado de la izquierda VIP globalista, como Zuboff o Varoufakis.

Estos gobiernos “de izquierda” -en realidad, gobiernos adeptos al proyecto occidental viejo, dirigido desde la City de Londres y en derrota civilizatoria hoy día- ahora dicen que van a “moderar los contenidos” en redes sociales, dado que esa “moderación” no se produce ya en el Estados Unidos de Trump. No pudieron hacerlo cuando Biden gobernaba, pero lo volverán a intentar ahora. Lo que ellos quieren es imponer la censura de toda la información que avive a la gente respecto de lo estentóreo de su actual debacle, no solo en Ucrania sino como proyecto en sí. No entienden que los viejos conceptos del orden ideológico de la Guerra Fría no tienen más vida ni referencia. Siguen sin entender que no basta con acusar a todo el que vea el mundo distinto a ellos de “ultraderechista”, que es en realidad lo que ellos son: partidarios de un régimen global de eliminación de la libertad individual y los derechos de las personas, en nombre de ideas supuestamente unánimes que deben ser impuestas eliminando las opiniones en contrario, e intentando usar la nueva tecnología para controlar toda esa imposición. Los liberales, el centro socialdemócrata, y buena parte de la derecha, en América del Sur, mientras tanto, siguen en Babia. No han alzado su voz denunciando la conferencia de Pedrito Sánchez y sus acólitos. Son parte del orden viejo y no tienen permitido, por sus propios tabúes internos, comprender el cambio de época, que quien sabe si progresará o se verá aplazado por un tiempo más.

7.3.25

The agony of the “political West”

Last week, I recounted the events concerning the Ukrainian conflict, emphasizing that the French president, Emmanuel Macron, as brilliant as he is, was incapable of adapting to changes in the world.
This week, I take the same elements, and many others that followed, to show that the divorce of Europeans from each other and of the EU from the United States has become a reality.
There is no longer time to procrastinate: the ancient world has just been destroyed. If we do not position ourselves immediately, we will be swept away with him.
However, for the moment, the United Kingdom and France are competing to take the place of the United States on the continent and not to reform.


Christoph Heusgen, former permanent representative of Germany to the United Nations and current president of the Munich Security Conference, cries upon discovering the divorce between the United States and the Europeans.

The last two weeks, we have experienced a turning point in History comparable to that of the Battle of Berlin, in April-May 1945, when the Red Army took Berlin and overthrew the Third Reich: this time, it was the Trump administration which definitively put the European Union back on the ropes.

For the moment, the EU, the G7 and the G20 have not yet been dissolved, but these three structures are already dead. The World Bank and the United Nations could follow.

Let’s look back at these events, which happened so quickly that almost none of us followed them and understood their consequences.

WEDNESDAY, FEBRUARY 12

The major European powers (i.e. Germany, Spain, France, Italy, Poland, the United Kingdom and the European Union), who feared what the Trump administration might decide, met in Paris on February 12 to develop a common position on the Ukrainian conflict. In this case, they agreed to continue what they have been doing for three years:
 deny having violated the commitments made during German reunification not to extend NATO to the East,
- deny that Ukraine is in the hands of “integral nationalists” (i.e. the party of Nazi collaborators)
-and continue the Second World War, no longer against the Nazis, but against the Russians.

Meanwhile, in Kiev, Treasury Secretary Scott Bessent presented the US aid bill: $500 billion and proposed paying it by exploiting the rare earths of which the country is proud. I have already explained that this proposal was only a response from the shepherd to the shepherdess: Ukraine having falsely claimed to ultimately offer Westerners the opportunity to exploit these riches which do not exist. However, from a European point of view, what was going on was frightening: if the United States seized these so-called riches, they excluded the Europeans from benefiting from the sharing they had agreed upon. Without informing their fellow citizens, they shared Ukraine between them during its reconstruction: to the British, the ports, to the Germans, the mines, etc. They had already done this during the invasions of Iraq and Libya and during the war against Syria.

Above all, while Washington and Moscow were exchanging prisoners, the American presidents, Donald Trump, and Russian presidents, Vladimir Putin, spoke by telephone for an hour and a half. This summit was preceded by a conversation, in the Kremlin, between President Putin and Steve Wilkoff, President Trump’s special envoy who came to organize the prisoner exchange. Wilkoff had given his president a report on his mission that shattered everything NATO claimed to know about Ukraine.

Both bosses now had the same information.

The direct line between the White House and the Kremlin had just been reestablished.

THURSDAY, FEBRUARY 14

On February 14, the Vice President of the United States, JD Vance, addressed the diplomatic and military elite of the EU at the Security Conference in Munich. He drew up an indictment against the autism of European leaders: They refuse to respond to the concerns of their fellow citizens in terms of freedom of expression and immigration. However, if they are afraid of their people, the United States will be able to do nothing for them, he asserted, making the president of the conference, the German ambassador Christoph Heusgen, cry.

MONDAY, FEBRUARY 17

A second meeting was held on February 17, still in Paris, with the same participants, plus Ursula von der Leyen, President of the European Commission, and Mark Rutte, Secretary General of NATO. They agreed to stand together against Donald Trump and not to accept any questioning of Western policy towards Russia.

Olaf Scholz, outgoing German chancellor, declared after the summit: “There must be no

division of security and responsibility between Europe and the United States. NATO is built on the fact that we always act together and share risks […]. This should not be questioned. »

Donald Tusk, Prime Minister of Poland, said: “No matter what everyone may say to each other, sometimes in harsh words […], there is no reason why the Allies cannot find a common language among themselves on the most important issues. [It is] in the interest of Europe and the United States to cooperate as closely as possible. »

Also on February 17, the Ukrainian army attacked US, Israeli and Italian interests in Russia. It bombed facilities partially owned by Chevron (15%), ExxonMobil (7.5%) and ENI (2%). Around twenty drones caused serious damage to the Caspian Pipeline Consortium (CPC), which supplies Israel with Russian oil.

The Europeans reacted no more to this operation than when the CIA sabotaged the Nord Stream gas pipeline (September 26, 2022), although it is owned not only by the Russian Gazprom (50%), but also by the Germans BASF/Wintershall and Uniper, the French Engie, the Austrian OMV and the British Royal Dutch Shell. This sabotage has thrown Germany into an economic recession, which continues to spread to the rest of the EU, not to mention increasing energy prices for all EU households.

In both cases (the Nord Stream sabotage and the CPC attack), the Europeans were unable to defend their interests. They successively let their main ally hurt them, then their allies fight each other.

TUESDAY, FEBRUARY 18

The European powers learned with astonishment that, at their first meeting in Riyadh (Saudi Arabia), on February 18, the US and Russian delegations agreed:
 to denazify and neutralize Ukraine,
 to respect the commitments made during German reunification and to withdraw NATO troops from all countries that joined the Atlantic Alliance after 1990.

President Trump had suddenly abandoned the plan of General Keith Kellogg, his special envoy for Ukraine, as it had been published in April 2024 by the America First Foundation. On the contrary, he had used the plan of his friend Steve Witkoff, special envoy for the Middle East, who had met Vladimir Putin in Moscow through the Saudi Crown Prince Mohamed bin Salman (known as “MBS”), hence the choice of Riyadh for these negotiations. Kellogg reasoned with NATO’s ideas, while Witkoff listened, heard and verified the validity of the Russian position.

The European powers were quickly able to verify that the order to withdraw had been transmitted to certain US troops, in the Baltic countries and in Poland. The security architecture in Europe, that is to say the system ensuring peace, was destroyed. Of course, there is no immediate threat of invasion, Russian or Chinese, but in the long term and given the time required for rearmament, everyone must immediately prepare for the best or the worst.

WEDNESDAY, FEBRUARY 19

On February19, EU ambassadors approved the 16th package of unilateral coercive measures (misleadingly called “sanctions” by Atlantic propaganda) against Russia. It was to be officially approved on 24 February by the Foreign Affairs Council on the occasion of the third anniversary of the Russian special military operation in Ukraine. In addition, the EU decided to disconnect 13 banks from the Swift system and to ban three financial institutions from trading. In addition, 73 ships of the Russian “ghost fleet” were sanctioned, and 11 Russian ports and airports that circumvent the oil price cap were banned from trading. Finally, 8 Russian media outlets also had their broadcasting licenses in the EU suspended.

Meanwhile, on the same day, February 19, President Donald Trump vented his anger at his unelected Ukrainian counterpart, calling him a “modestly successful comedian” and an “unelected dictator,” and then accusing him of provoking the war. Meanwhile, General Kellogg, the White House’s special envoy to Kiev, canceled his press conference with Volodymyr Zelensky. The Trump administration had broken with the Kiev government that the Biden administration had praised to the skies.

THURSDAY, FEBRUARY 20

Libertarian Senator Mike Lee (Utah) introduced a bill in the Senate on February 20 to completely withdraw the United States from the United Nations. Representative Chip Roy (Texas) introduced the same bill in the House of Representatives the following day.

While President Donald Trump is a “Jacksonian” (i.e., a disciple of Andrew Jackson, who wanted to replace war with business), Washington has now embraced “American exceptionalism.” This is a political theology according to which the United States is a chosen people who must bring the light they have received to the rest of the world. As such, they do not have to negotiate anything with others and especially not be accountable to them.

“American exceptionalism” should not be confused with the “isolationism” that led the Senate to refuse to join the League of Nations in 1920. This organization, unlike the UN that succeeded it, had provided for military solidarity between states that recognized international law. Consequently, the United States would have had to maintain troops to maintain peace in Europe and the Europeans could have intervened in Latin America (Washington’s “backyard” according to the “Monroe Doctrine”) to maintain peace there.

SATURDAY, FEBRUARY 22

Without waiting, Polish President Andrzej Duda went to Washington uninvited on February 22. He managed to meet President Donald Trump for ten minutes, not at the White House, but on the sidelines of the Conservative Political Action Conference (CPAC). He asked him not to withdraw US troops from his country, giving Poland time to complete its military restructuring. Since Warsaw has already initiated a profound internal revolution by reestablishing universal military service and building a very large army, he managed to get him to postpone, not cancel, his order.

Andrzej Duda is Polish President, at least until the May elections. Constitutionally, he does not exercise executive power, but he is nonetheless the head of the armed forces. His Prime Minister, Donald Tusk, had promised in Paris not to negotiate separately with the United States.

So, whatever one might say, the united front of the Europeans was broken. It had only lasted ten days.

MONDAY, FEBRUARY 24

On the third anniversary of the Russian special military operation in Ukraine, on 24 February, Roberta Metsola, President of the European Parliament, António Costa, President of the European Council and Ursula von der Leyen, President of the European Commission, issued a completely out-of-place joint statement. In it, they called for “a comprehensive, just and lasting peace based on the Ukrainian peace formula”, meaning they stuck to the old narrative: there are no Nazis in Ukraine and Russia is the aggressor. In doing so, they contradicted not only the facts, but also the recent statements of their economic and military overlord, the United States.

On the same day, French President Emmanuel Macron travelled to Washington, on behalf of all Atlanticist Europeans. Before receiving him, President Donald Trump had his chief of staff take him to a wing of the White House to participate in a G7 video conference that he was chairing… from another room.

For two hours, the heads of state and government of the G7, plus the Spanish Prime Minister and the unelected Ukrainian president, tried in vain to make their overlord relent. He would not budge: the Ukrainian conflict was not started by Russia, but by the Ukrainian fundamentalist nationalists hiding behind Zelensky alone. In any case, as a matter of principle, it is not possible to defend people who have just attacked US interests, even if they are located in Russia. To make himself clearly understood, Donald Trump refused to sign the final communiqué prepared by the Europeans and announced to them that, if this text were published (it had already been distributed under embargo to journalists), he would deny it and his country would leave the G7.

Only after this scandal did he receive President Emmanuel Macron. The latter chose not to confront him, but to celebrate transatlantic friendship. At the joint press conference, he interrupted his host when the latter repeated that Ukraine, not Russia, had provoked the war, but ultimately did not dare contradict him.

Meanwhile, in New York, the UN General Assembly was debating a resolution proposed by Ukraine. It denounced “the total invasion of Ukraine by the Russian Federation” and demanded that it withdraw “immediately, completely and unconditionally all its military forces from the territory of Ukraine within the internationally recognized borders of the country and that the hostilities conducted by the Russian Federation against Ukraine, in particular all attacks against civilians and civilian objects, cease immediately.”

For the first time in history since World War II, the US delegation voted against a text, along with that of Russia, against those of Canada, the Europeans and Japan who approved it.

Then, the United States presented a second resolution itself so that “the conflict be ended as soon as possible.” This text aimed to align the General Assembly with the position of the US negotiators in Riyadh. But Russia voted against it because the text “advocates for a lasting peace between Ukraine and the Russian Federation” and not for a “lasting peace within Ukraine.” As a result, the United States, considering that it had poorly drafted its proposal, abstained on its own text, while Canada, the Europeans and Japan condemned it.

TUESDAY, FEBRUARY 25

Kaja Kallas, EU High Representative for Foreign Affairs and Security Policy, travelled to Washington to meet with Secretary of State Marco Rubio. The meeting, which had been announced for a long time, was cancelled at the last minute by Mr Rubio’s secretariat, officially due to his overbooked schedule.

Ms Kallas said that instead, she would meet “with senators and (…) members of Congress to discuss Russia’s war against Ukraine and transatlantic relations”.

After EU members voted against the US at the UN, the Secretary of State refused to meet his European counterpart.

WEDNESDAY, FEBRUARY 26

At a press conference in kyiv, Volodymyr Zelensky assured on February 26 that without security guarantees from the United States and NATO, any peace agreement would be unfair and there would be no real ceasefire.

THURSDAY 27 FEBRUARY

Before leaving Washington, Kaja Kallas, High Representative of the EU for Foreign Affairs and Security Policy, gave a lecture at the Hudson Institute on February 27. She said: “We need to put pressure on Russia to also want peace. It is in a position where it does not want peace.”

Keir Starmer, British Prime Minister, went to the White House, carrying an invitation from King Charles III for a second state visit to the United Kingdom. Her Majesty’s diplomats believe that President Trump greatly enjoyed the premiere and that, given his pride, he would be sensitive to the pomp of the Crown.

During the two leaders’ press conference, President Trump claimed not to remember calling Volodymyr Zelensky a “dictator” (“Did I say that? I can’t believe I said it!”). In addition, he expressed openness to the idea of the 25% tariff hike not affecting the United Kingdom and to London returning the Chagos Islands (including the Diego Garcia base) to Mauritius.

On the substance, Keir Starmer managed to renew his country’s "special relationship" with the United States. This includes the "Five Eyes" global interception and espionage system and the delegation of the strike force (remember that the British atomic bomb could not work without the support of US military scientists).

Meanwhile, US and Russian negotiators met for six and a half hours at the US Consulate General in Istanbul for a second round of negotiations, at a "technical level". It was not a question of progress on the substance, but of resolving problems that had been addressed by the ministers in Riyadh. Namely, the operating conditions of the respective embassies in Washington and Moscow, which President Joe Biden had considerably supervised and to which Moscow had responded identically.

FRIDAY, FEBRUARY 28

The unelected Ukrainian President, Volodymyr Zelensky, visited the White House on February 28. President Trump and Vice President Vance received him, not to listen to his version of events, but to sign an agreement on rare earths that Ukraine claims to possess. Of course, he could not have done so, since they do not exist, but it was a way for the Trump administration to show the man who is no longer known whether it considers him a “democrat” or a “dictator” that he no longer had any cards in his hand.

The welcome press briefing will be remembered. The Western press was shocked by the altercation between President Trump and his guest. We must be wary of images here: they do not say the same thing at all if we stick to a selected excerpt or if we listen to the entire exchange. In an excerpt, we remember the arguments that are stated, while overall, we understand why they are stated.

During the fifty minutes of this press briefing, President Donald Trump constantly recalled that he was not aligned with either party, Russian or Ukrainian, but that he was negotiating with Russia to defend the interests of his country and, ultimately, for all of Humanity. As President of the United States, he speaks with everyone, is careful not to insult anyone and recognizes the positive points of each. On the contrary, Volodymyr Zelensky has constantly accused Russia of aggression since 2014, of murders, kidnappings and torture. He even claimed that President Vladimir Putin had violated his own signature 15 times.

Contrary to what the Western press saw, this press briefing did not focus on military aid, rare earths and even less on a division of territories. It escalated when Vice President Vance noted that his host’s narrative was “propaganda,” then returned to the charge, declaring of both versions of the facts: “We know you’re wrong!” Ultimately, President Trump noted that Ukraine was in bad shape and that his guest not only was not grateful for U.S. support, but did not want a ceasefire. Exasperated, he observed that Vladimir Putin had never violated his signature, neither with Barack Obama nor with him, but only with Joe Biden because of what the latter did to him. He then recalled the repeated false accusations made against Russia by President Biden.

SUNDAY, MARCH 2

British Prime Minister Keir Starmer said Europe is “at a crossroads of history” as he welcomed to Downing Street the leaders of Ukraine, France, Germany, Denmark, Italy, the Netherlands, Norway, Poland, Spain, Canada, Finland, Sweden, the Czech Republic and Romania, as well as the Turkish foreign minister, the NATO secretary general and the presidents of the European Commission and European Council.

The UK and France are competing to replace the US and guarantee peace on the European continent. Both countries are said to be prepared to guarantee the security of others with their nuclear weapons. However, no one seriously considers that these would be sufficient to ensure peace in the absence of serious conventional forces, which neither London nor Paris has. At most, Warsaw began reorganising its armies and generalising conscription for its young people more than two years ago, but it still does not have enough weapons.

After the meeting, which aimed to create a “coalition of the willing”, Keir Starmer said on behalf of all participants:

“Today I welcomed to London counterparts from across Europe, including from Türkiye, as well as the Secretary General of NATO and the Presidents of the European Commission, the Council of the EU and Canada, to discuss our support for Ukraine.

Together, we reaffirmed our determination to work towards a permanent peace in Ukraine, in partnership with the United States. Europe’s security is our primary responsibility. We will tackle this historic task and increase our investment in our own defence.

We must not repeat the mistakes of the past when weak agreements allowed President Putin to invade again. We will work with President Trump to secure a strong, just, and lasting peace that ensures Ukraine’s future sovereignty and security. Ukraine must be able to defend itself against future Russian attacks. There must be no talks on Ukraine without Ukraine. We agreed that the United Kingdom, France, and others will work with Ukraine on a plan to end the fighting that we will discuss further with the United States and move forward together (…) In addition, many of us have expressed our readiness to contribute to Ukraine’s security, including through a force of European and other partners, and will intensify our planning. We will continue to work closely together to advance next steps and make decisions in the weeks ahead.”

The participants in this summit have not changed their analysis of the Ukrainian conflict at all. They remain deaf to the United States and, as a result, no longer understand it. They managed to unite not to deploy a peace stabilisation force in Ukraine, but to protect critical infrastructure in western Ukraine or in similar strategic areas. They agreed not to make fragmented national efforts, but to take advantage of the economic power of the European Union (EU) by redirecting its recovery funds. They therefore convened a special European Council on March 6. However, to transform the EU from a common market to a military alliance, they will need not a majority, but the unanimity of the 27 Member States, including Hungary and Slovakia.

And yet, already, Viktor Orbán, the Hungarian Prime Minister, has responded to the draft final declaration of the European Council by stressing that there are “strategic differences” between the EU states. He therefore advocates that there should be no written conclusions, because "any attempt to do so would project the image of a divided European Union."

Translation
Roger Lagassé

3.3.25

El plan maestro de Donald Trump para la economía

Yanis Varoufakis


Frente a las medidas económicas del presidente Trump, sus críticos centristas oscilan entre la desesperación y una conmovedora fe en que se desvanezca su frenesí arancelario. Suponen que Trump resoplará y resoplará hasta que la realidad deje al descubierto la vacuidad de su razonamiento económico. No han estado prestando atención: la fijación arancelaria de Trump forma parte de un plan económico global que es sólido, aunque sea algo intrínsecamente arriesgado.

Su forma de pensar [de ellos] conecta directamente con un concepto erróneo de cómo se mueven el capital, el comercio y el dinero en todo el mundo. Como el cervecero que se emborracha con su propia cerveza, los centristas acabaron creyéndose su propia propaganda: que vivimos en un mundo de mercados competitivos en el que el dinero es neutral y los precios se ajustan para equilibrar la oferta y la demanda de todo. Ese Trump tan poco sofisticado es, de hecho, mucho más sofisticado que ellos en el sentido de que entiende cómo el poder económico en bruto, y no la productividad marginal, decide quién hace qué a quién, tanto a escala nacional como internacional.

Aunque nos arriesgamos a que el abismo nos devuelva la mirada cuando intentamos darle una ojeada a la mente de Trump, necesitamos comprender su pensamiento en relación con tres cuestiones fundamentales: ¿por qué piensa él que los Estados Unidos están explotados por el resto del mundo? ¿Cuál es su visión de un nuevo orden internacional en el que los Estados Unidos puedan volver a ser “grandes”? ¿Cómo piensa conseguirlo? Sólo entonces podremos elaborar una crítica sensata del plan director económico de Trump.

¿Por qué cree el presidente que los Estados Unidos ha recibido un trato malo? Su principal queja consiste en que la supremacía del dólar puede conferir enormes poderes al gobierno y a la clase dirigente de los Estados Unidos, pero, en última instancia, los extranjeros la están utilizando de forma que garantiza el declive de los Estados Unidos. Así es que lo que la mayoría considera un privilegio desorbitado de los Estados Unidos, lo ve él como una carga desorbitada.

Trump lleva décadas lamentando el declive de la industria manufacturera estadounidense: “Si no tienes acero, no tienes país”. Pero ¿por qué culpar de esto al papel global del dólar? Pus porque, responde Trump, los bancos centrales extranjeros no dejan que el dólar se ajuste a la baja hasta el nivel “correcto”, en el que las exportaciones estadounidenses se recuperan y las importaciones se frenan. No es que los bancos centrales extranjeros estén conspirando contra los Estados Unidos. Es tan solo que el dólar es la única reserva internacional segura de la que pueden echar mano. Es natural que los bancos centrales europeos y asiáticos atesoren los dólares que fluyen hacia Europa y Asia cuando los norteamericanos importan cosas. Al no cambiar sus reservas de dólares por sus propias monedas, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón, el Banco Popular de China y el Banco de Inglaterra suprimen la demanda de sus monedas (y, por tanto, su valor). Esto ayuda a sus propios exportadores a aumentar sus ventas a los Estados Unidos y ganar aún más dólares. En un círculo sin fin, estos dólares frescos se acumulan en las arcas de los banqueros centrales extranjeros que, para ganar intereses con seguridad, los utilizan para comprar deuda pública estadounidense.

Y ahí está el problema. Según Trump, los Estados Unidos importan demasiado porque son un buen ciudadano global que se siente obligado a proporcionar a los extranjeros los activos en dólares de reserva que necesitan. En resumen, la industria manufacturera estadounidense entró en declive porque los Estados Unidos son un buen samaritano: sus trabajadores y su clase media sufren para que el resto del mundo pueda crecer a su costa.

Pero el estatus hegemónico del dólar también apuntala el excepcionalismo estadounidense, como bien sabe y aprecia Trump. La compra de bonos del Tesoro norteamericano por parte de los bancos centrales extranjeros permite al gobierno norteamericano incurrir en déficit y pagar un ejército sobredimensionado que llevaría a la bancarrota a cualquier otro país. Y al constituir el eje de los pagos internacionales, el dólar hegemónico permite al presidente ejercer el equivalente moderno de la diplomacia de las cañoneras: sancionar a voluntad a cualquier persona o gobierno.

Esto no es suficiente, a los ojos de Trump, para compensar el sufrimiento de los productores norteamericanos que se ven debilitados por extranjeros cuyos banqueros centrales explotan un servicio (las reservas de dólares) que los Estados Unidos les prestan gratuitamente para mantener sobrevalorado el dólar. Para Trump, Estados Unidos se está socavando a sí mismo por la gloria del poder geopolítico y la oportunidad de acumular beneficios ajenos. Estas riquezas importadas benefician a Wall Street y a los agentes inmobiliarios, pero sólo a expensas de las personas que le han elegido dos veces: los norteamericanos de las zonas centrales que producen aquellos bienes «varoniles» como el acero y los automóviles que una nación necesita para seguir siendo viable.

Y esa no es la peor de las preocupaciones de Trump. Su pesadilla es que esta hegemonía sea efímera. Ya en 1988, mientras promocionaba su Art of the Deal con Larry King y Oprah Winfrey, se lamentaba: “Somos una nación deudora. Va a pasar algo en los próximos años en este país, porque no se puede seguir perdiendo 200.000 millones de dólares al año”. Desde entonces, está cada vez más convencido de que se acerca un terrible punto de inflexión: a medida que la producción de los Estados Unidos disminuye en términos relativos, la demanda mundial del dólar aumenta más rápidamente que los ingresos norteamericanos. El dólar tiene entonces que apreciarse aún más rápido para satisfacer las necesidades de reservas del resto del mundo. Esto no puede durar eternamente.

Cuando los déficits norteamericanos superen un cierto umbral, los extranjeros entrarán en pánico. Venderán sus activos denominados en dólares y buscarán otra moneda con la que atesorar. Los norteamericanos quedarán en medio del caos internacional, con un sector manufacturero destrozado, unos mercados financieros en ruinas y un Gobierno insolvente. Este escenario de pesadilla ha convencido a Trump de que tiene la misión de salvar a los Estados Unidos: que tiene el deber de marcar el comienzo de un nuevo orden internacional. Y esa es la esencia de su plan: llevar a cabo en 2025 un decisivo shock anti-Nixon, una conmoción global que anule la obra de su predecesor al poner fin al sistema de Bretton Woods de 1971, que fue la punta de lanza de la era de la financiarización.

Un elemento central de este nuevo orden mundial sería un dólar más barato que siguiera siendo moneda de reserva mundial, lo cual reduciría aún más los tipos de interés de los préstamos a largo plazo de los Estados Unidos. ¿Puede Trump nadar (con un dólar hegemónico y unos bonos del Tesoro norteamericano de bajo rendimiento) y guardar la ropa (con un dólar depreciado)? Sabe que los mercados nunca lo conseguirán por sí solos. Sólo los bancos centrales extranjeros pueden hacerlo por él. Pero para que acepten hacerlo, primero hay que provocarles una sacudida. Y ahí es donde entran en juego sus aranceles.

Y esto es lo que sus críticos no entienden. Creen erróneamente que él piensa que sus aranceles reducirán por sí solos el déficit comercial de Estados Unidos. Él sabe que no lo reducirán. Su utilidad estriba en su capacidad para conmocionar a los bancos centrales extranjeros y hacer que reduzcan los tipos de interés nacionales. En consecuencia, el euro, el yen y el renminbi se debilitarán frente al dólar. Esto anulará las subidas de precios de los bienes importados a Estados Unidos y no afectará a los precios que pagan los consumidores norteamericanos. Los países con aranceles pagarán de hecho los aranceles de Trump.

Pero los aranceles son únicamente la primera fase de su plan maestro. Con unos aranceles elevados como nuevo valor por defecto, y con el dinero extranjero que se acumula en el Tesoro, Trump puede esperar su momento mientras claman por hablar amigos y enemigos en Europa y Asia. Es entonces cuando entra en acción la segunda fase del plan de Trump: la gran negociación.

A diferencia de sus predecesores, de Carter a Biden, Trump desdeña las reuniones multilaterales y las negociaciones multitudinarias. Es un hombre del tú a tú. Su mundo ideal es un modelo de centro y radios, como la rueda de una bicicleta, en el que ninguno de los radios individuales influye demasiado en el funcionamiento de la rueda. En esta visión del mundo, Trump confía en que puede tratar cada radio secuencialmente. Con los aranceles por un lado y la amenaza de retirar el escudo de seguridad de Estados Unidos (o desplegarlo contra ellos) por el otro, cree que puede conseguir que la mayoría de los países den su aquiescencia.

¿Aquiescencia a qué? A una apreciación substancial de su moneda sin liquidar su tenencia de dólares a largo plazo. No sólo esperará que cada interlocutor recorte los tipos de interés nacionales, sino que exigirá cosas distintas de los distintos interlocutores. A los países asiáticos, que son los que más dólares atesoran en la actualidad, les exigirá que vendan una parte de sus activos en dólares a corto plazo a cambio de su propia moneda (que se apreciará). A una eurozona relativamente pobre en dólares y plagada de divisiones internas, lo cual incrementa su poder de negociación, Trump puede exigirles tres cosas: que acepten cambiar sus bonos a largo plazo por bonos a muy largo plazo o incluso perpetuos, que permitan que la fabricación alemana emigre a Estados Unidos, y, naturalmente, que compren muchas más armas fabricadas en los Estados Unidos.

¿Se imaginan la sonrisa de Trump al pensar en esta segunda fase de su plan maestro? Cuando un gobierno extranjero acceda a sus demandas, se habrá apuntado otra victoria. Y cuando algún gobierno recalcitrante se resista, los aranceles no se moverán, proporcionando a su Tesoro un flujo constante de dólares de los que podrá disponer como mejor le parezca (ya que el Congreso sólo controla los ingresos fiscales). Una vez completada esta segunda fase de su plan, el mundo se habrá dividido en dos bandos: un bando protegido por la seguridad norteamericana a costa de una moneda apreciada, la pérdida de plantas de fabricación y la compra forzosa de exportaciones norteamericanas, incluidas las armas. El otro campo estará estratégicamente más cerca tal vez de China y Rusia, pero todavía conectado a los EE.UU. a través de un comercio reducido que todavía proporcionará a los EE.UU. ingresos arancelarios regulares.

La visión de Trump de un orden económico internacional deseable puede ser violentamente diferente de la mía, pero eso no nos da a ninguno de nosotros licencia para subestimar su solidez y propósito, como hace la mayoría de los centristas. Como todos los planes bien trazados, esto puede torcerse, por supuesto. La depreciación del dólar puede que no sea suficiente para anular el efecto de los aranceles sobre los precios que pagan los consumidores norteamericanos. O puede que la venta de dólares sea demasiado grande como para mantener lo suficientemente bajos los rendimientos de la deuda norteamericana a largo plazo. Pero además de estos riesgos manejables, el plan maestro se pondrá a prueba en dos frentes políticos.

La primera amenaza política a su plan maestro es interna. Si el déficit comercial empieza a reducirse según lo previsto, el dinero privado extranjero dejará de inundar Wall Street. De golpe, Trump tendrá que traicionar a su propia tribu de financieros y agentes inmobiliarios indignados o a la clase trabajadora que le eligió. Mientras tanto, se abrirá un segundo frente. Considerando a todos los países como radios de su eje, Trump puede pronto descubrir que ha fomentado la disidencia en el exterior. Pekín puede abandonar sus precauciones y convertir los BRICS en un nuevo sistema de Bretton Woods en el que el yuan desempeñe el papel de anclaje que desempeñó el dólar en el Bretton Woods original. Este sería acaso el legado más asombroso, y el merecido que recibiría el plan maestro, impresionante por demás, de Trump.
 
Yanis Varoufakis  exministro de Finanzas de Grecia, dirigente del partido MeRA25 y profesor de Economía en la Universidad de Atenas. Su último libro es “Tecnofeudalismo: El sigiloso sucesor del capitalismo” (Ed. Argentina, 2024).
Fuente:
Unherd, 12 de febrero de 2025, https://unherd.com/2025/02/why-trumps-tariffs-are-a-masterplan/