22.6.18

Avanza la privatización de los recursos hídricos de México

Omar Eli Manriquez Santiago

Los decretos presidenciales de Peña en torno al manejo de 295 cuencas hídricas –que las pasa del régimen de veda al de reserva– no necesariamente implican su conservación. En cambio, sí establecen un régimen de certidumbre jurídica y ventajas económicas que potencia los usos lucrativos del agua, en detrimento de las comunidades. Es claro que ya inició la privatización del vital líquido


El 5 de junio pasado, en el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, el presidente Enrique Peña Nieto firmó 10 decretos de “reserva de agua” que se  publicaron el día 6 en el Diario oficial de la federación [1]. La acción ejecutiva puede analizarse desde tres dimensiones: la histórico-política (facultades para la liberalización de recursos estratégicos); la técnica-jurídica (armonización de regímenes extraordinarios de regulación) y los riesgos político-sociales (conflictos normativos, ecológicos y distributivos).

En la primera dimensión, la liberalización de recursos estratégicos o desregulación ha sido prioritaria para las recientes administraciones. Algunos indicadores clave para observar esta tendencia son la desincorporación de empresas paraestatales en la década de 1980, las privatizaciones de 1990 y la liberalización o desregulación de sectores económicos y de flujos e insumos del gran capital. Específicamente la liberalización del sector energético incluye la producción de energía eléctrica, la explotación de los hidrocarburos, la minería y otras industrias extractivas.

Otro indicador importante son las reformas estructurales que han modificado el carácter constitucional de los antiguos monopolios estatales. Además, es cuantificable en cada sexenio la mayor capacidad para modificar la Constitución que han ganado los presidentes desde la década de 1980. En conjunto, esta tendencia histórico-política muestra que la liberalización de los recursos estratégicos ha seguido una ruta bien definida que todas las administraciones han consolidado gradualmente.

Esta tendencia abona a una mayor participación del sector privado, nacional y extranjero, en la explotación de bienes públicos que permitan captar inversión intensiva de capital en sectores estratégicos y ampliar la base tributaria de los ingresos ordinarios por vía de los derechos, usos y aprovechamientos. La privatización de 1990 fue un caso de ingresos extraordinarios captados por el Estado, que tuvo un monto equivalente a una cuarta parte del costo del rescate bancario de finales de esa misma década. Liberar para perder.

En tal sentido, el bloque de reformas que impulsó la administración de Peña Nieto –incluida la energética–, las adecuaciones a la ley de aguas y otras legislaciones señalan esta pauta histórica. El artículo 6 de la Ley de Aguas Nacionales [2] faculta al presidente para determinar el uso de tales recursos. Aunado a las facultades impulsadas en este gobierno y el anterior y a las regulaciones extraordinarias en materia de energéticos, se tiene una parte del sistema de regulaciones de aprovechamiento de recursos estratégicos.

Por ende, el cambio de régimen sobre los recursos hídricos que ahora pasan de la veda a la reserva transitan por esta tendencia histórico-política de desregulación de los recursos estratégicos, para facilitar la explotación y participación de los actores privados (sean empresas, corporativos o asociaciones). La liberalización está sustentada por las facultades específicas de los presidentes en turno y las alianzas o escudos legislativos que han logrado conjuntar al interior del Congreso (ejemplos de ello son el Pacto por México, reformas estructurales, ley Televisa, rescates bancario, carretero y azucarero).

Dimensión técnico-jurídica

En la segunda dimensión es importante distinguir el carácter de la nueva regulación en términos jurídico-regulatorios: los decretos del pasado 5 de junio se sustentaron en una facultad legislativa que posee y conserva el presidente. La Ley de Aguas permitía a Peña decretar el uso/no uso de los recursos integrados en las cuencas hidrográficas (zonas, lagos y ríos).
 
La clave de este tema fue pasar de un régimen de veda, que prohíbe la libre concesión y explotación del recurso hídrico, hacia un régimen de reserva, que otorga certidumbre jurídica para la provisión de permisos y concesiones para la explotación.

Anteriormente, el régimen de veda obligaba a los agentes económicos o colectivos que requirieran explotar un recurso hídrico a llevar un engorroso trámite en las instancias federales. Además, los derechos otorgados eran bastante limitados y sujetos de controversias administrativas e incluso constitucionales. El régimen de reserva, en cambio, permite y facilita una regulación que ya quedó preestablecida en un conjunto de reformas y leyes secundarias para la explotación de recursos estratégicos (las modificaciones a los Artículos 25, 27, y 28 de la Constitución).

La Ley de Asociaciones Público Privadas, las reformas a las leyes de Amparo, de Bienes Nacionales, Orgánica de la Administración Pública Federal, hacendaria en materia de derechos usos y aprovechamientos y la creación de organismos autónomos reguladores forman un cuerpo legislativo que ha tratado de armonizar la regulación para la explotación de los recursos en minería, energía eléctrica, energías alternativas, hidrocarburos, extractivos y hoy agua.

El régimen de reserva precisamente otorga certidumbre jurídica para el otorgamiento de permisos y concesiones que estarán amparados bajo el sistema de regulaciones que incluyen las legislaciones que ya se han mencionado. Por tanto, el decreto establece que el 55 por ciento de los recursos hidrográficos de 295 cuencas son sujetos a cuatro tipos de usos: el personal o doméstico, el público urbano –que introduce la explotación para la generación de energía–, el ambiental y para reserva o conservación [3].

Esto significa que hay cuatro usos para los recursos hídricos que salieron del régimen anterior de veda. Las zonas, cuencas y ríos seleccionados son: Grijalva-Usumacinta (Chiapas, Tabasco y Campeche); Papaloapan (Oaxaca, Puebla y Veracruz); Pánuco (Estado de México, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Veracruz, Tamaulipas y Nuevo León); Costa Chica de Guerrero y Costa Grande (Guerrero y Oaxaca); San Fernando Soto la Marina (Tamaulipas y Nuevo León); Santiago (Aguascalientes, Durango, Guanajuato, Jalisco, Nayarit, San Luis Potosí, y Zacatecas); Actopan-Antigua (Veracruz y Puebla); Costa de Jalisco (Colima y Jalisco); y Ameca (Nayarit y Jalisco).

El juego de palabras en el decreto debe de leerse con detalle. Por ejemplo, la protección es una de las opciones abiertas: no está asociada de forma vinculante a un programa de acciones para la recuperación de los recursos hídricos.

La conservación implica solamente cumplir con ciertos estándares de resguardo de los cuerpos de agua para el uso público –no necesariamente de la población demandante– que no resuelve el tema de la contaminación de los recursos hídricos, ni de la distribución ni del acceso universal al mismo. Según expertos, la vasta mayoría de los ríos están contaminados.

Entonces, el eufemismo reserva ambiental permite presentar como una acción ambiental lo que en realidad es otra liberalización dentro del bloque histórico-político de desregulación de recursos estratégicos.

Por otra parte, como ya se ha analizado, las reformas estructurales, energéticas y el marco regulatorio que se establece a partir de las adecuaciones a los artículos 25, 27, y 28 constitucionales, la Ley de Asociaciones Público Privadas –que anula el control del poder legislativo sobre el endeudamiento contraído por los gobiernos de los tres niveles y garantiza contrataciones ad hoc–, los ajustes a la legislación hacendaria, la creación de organismos reguladores, la modificación a la Ley de Amparo y la introducción de la figura jurídica de “utilidad pública” armonizan legalmente –que no constitucionalmente– los mecanismos para otorgar permisos y concesiones para explotación de los recursos hídricos en manos de agentes privados.

Entre las ventajas está el establecimiento de contrataciones gubernamentales por periodos de hasta 50 años prorrogables, la mayor libertad para disponer de forma exclusiva de dichos recursos a través del esquema de derechos, usos y aprovechamientos –inscritos en los permisos y concesiones–, mayor protección desde el concepto de utilidad pública para evitar juicios de comunidades o actores colectivos inconformes.

Más conflictos sociales

La ambigüedad y doble naturaleza de los derechos de carácter público y privado abre una nueva vía de conflictos políticos, ecológicos y distributivos por la pugna de acceso a los recursos hídricos útiles (no contaminados). No obstante que en este régimen regulatorio especial se persigue armonizar los aspectos técnicos y jurídicos de cambio del régimen de veda hacia reserva para brindar mayor certidumbre jurídica y ventajas económicas a la explotación de estos recursos estratégicos, anulando la viabilidad del amparo, por ejemplo.
Los nuevos ingresos ordinarios al Estado se basan en una visión particular de desarrollo económico y social, confiado a actores que no inspiran confianza.

Aquí entra la tercera dimensión del riesgo: en materia de acceso y conservación ambiental hay experiencias negativas documentadas alrededor del uso preferencial otorgado a partir de este conjunto histórico de políticas y desregulaciones.

Por ejemplo, en el caso de la producción de energía eléctrica, la minería y de industrias extractivas para la explotación de hidrocarburos los beneficiarios son corporaciones privadas nacionales e internacionales, a través de esquemas de financiamiento en mercado de futuros –con alto nivel de especulación– o a través de concesiones para megaproyectos. Avalados por los gobiernos, éstos anulan o al menos complican el acceso a dichos recursos a los actores sociales: las necesidades de las poblaciones, comunidades indígenas y campesinas quedan en segundo plano.

Debemos recordar, además, los efectos negativos de la industria de los hidrocarburos, que históricamente ha generado grandes impactos ambientales, una serie de pasivos y huella ecológica, efectos adversos en la utilización de los recursos ya sea por contaminación, desabasto generado por el consumo o contaminación industrial o por los usos exclusivos previstos en la regulación, para los siguientes 50 años y presentado como reserva “pública”.

Los recientes casos de contaminación de zonas agrícolas de cuerpos de agua o la utilización de millonarios volúmenes de agua para la industria del fracking –para la obtención de hidrocarburos no convencionales– ha generado conflictos porque los actores sociales no pueden acceder a los recursos naturales debido a los regímenes de exclusividad, a la contaminación o la reducción de las vías de acceso y distribución.

En consecuencia, el uso industrial en beneficio de la inversión intensiva de capital e ingresos extraordinarios del sector público está contrapuesto al concepto de acceso democrático al recurso hídrico considerado como un derecho fundamental.

Pero ahora, con la figura de la utilidad pública, las luchas de la sociedad civil –que antes impulsaron controversias constitucionales, litigios estratégicos o amparos– verán reducidas sus capacidades de agencia y de control público, de transparencia, acceso a la información, rendición de cuentas y fiscalización.

Por ello, el tránsito del régimen de veda a reserva no necesariamente implica una conservación o recuperación de los recursos hídricos. En cambio, sí establece con claridad un régimen cuya certidumbre jurídica y ventajas económicas va a potenciar los usos lucrativos de estos recursos en obvio detrimento de los recursos que pudieran garantizar las comunidades vulnerables por carencia de bienes esenciales o por vías públicas de acceso a dichos bienes.

A ello se suma el bajo grado de vigilancia y capacidad de regulación que el Estado tendría sobre estos recursos: el cálculo de la afectación sólo considera un estimación del caudal “horizontal” de los cuerpos pero no considera el origen subterráneo y la precipitación pluvial “vertical”. También, que las juntas comunitarias y las concesiones antes otorgadas quedaron al margen de lo considerado en estos 10 decretos. Aunque el sistema regulatorio sí facilita la concesión a los privados bajo esquemas que no requieren su validación en los poderes legislativos. Es decir, la sociedad civil pierde capacidad de control público sobre estos bienes al tiempo que los agentes privados ganan certidumbre y ventajas financieras.

Finalmente, se ha insistido en que el gobierno de Peña fue apoyado por la WWF (World Wild Life), corporación suiza que mantiene asociaciones estratégicas con empresas a favor de la privatización de recursos hídricos y altamente contaminantes, como Yves Rocher y Johnson & Johnson. En México sus aliados son Telcel y Coca Cola Company, gran beneficiara de recursos hídricos cedidos por el gobierno de Vicente Fox.

Al respecto, desde 2016, Greenpeace identificó 30 empresas contaminantes del agua con microesferas de plástico [4]. Se calcula que en Europa, cada año, llegan al medio marino 8 mil 627 toneladas de plástico (equivalente al peso de la Torre Eiffel) procedentes de las microesferas en los cosméticos fabricados por las aliadas de WWF.

Las leyes liberalizan, no plantean abiertamente privatizar

La privatización del agua avanza. Sólo hay que decir que las reformas, las leyes y los decretos jamás plantean ni lo han hecho de jure la privatización. Ello porque el marco jurídico no plantea privatizaciones sino desregulaciones, retiro de prohibiciones, permiten la participación social o privada, la desincorporación o grados de inversión-operación-participación privada.

Pero la consecuencia directa de las reformas de ese tipo sí genera la privatización de facto de bienes y servicios (energéticos, electricidad, productos agrícolas, telecomunicaciones, banca comercial, carreteras). Conjuntamente, las estrategias de liberalización también generan nuevas externalidades negativas y fallas del Estado: por corrupción y captura de reguladores, desabasto, ineficacia, ineficiencia, opacidad y déficit financiero por el pago de intereses de las deudas contraídas por las dinámicas de liberalización.

Es útil recordar que los defensores de las reformas a Petróleos Mexicanos de 2008 y 2013, acaloradamente, negaron los efectos adversos en términos de vigilancia y rendición de cuentas, acceso a bienes y servicios, huella ambiental, externalidades negativas, ineficiencia e ineficacia en los objetivos de desarrollo y productividad de las políticas públicas. A pocos años de distancia, es evidente que se equivocaron. Hubo incluso quienes defendieron el fracking a pesar de la evidencia científica que documentó sus efectos negativos, los pasivos ambientales, el detrimento de la salud de los habitantes y los negativos impactos económicos en las economías aledañas. Tal vez los defensores de dichas reformas y decretos (aperturistas, liberalizadores, desreguladores o de nuevos modelos de asociación pública privada) tengan guardados argumentos más éticos y lógicos para negar los efectos adversos en una economía oligopólica con autoridades corruptas. O bien, que logren desmentir los efectos negativos en términos de acceso equitativo a los recursos y bienestar social. Esa es la cuestión. Que no sólo destaque la quisquillosa y cómoda defensa del estatuto jurídico de reformas semejantes, que al final se pasan por el arco del triunfo.

Referencias:
[3] De acuerdo con la Ley de Aguas Nacionales, una reserva se puede resguardar para la parte ambiental, para el uso diario de la población; es decir, el uso doméstico, o bien para generar energía en la parte del servicio público
[4] Exfoliantes, pastas de dientes y detergentes contienen pequeñas bolas de plástico (entre 130 mil y 2.8 millones en un bote) que llegan al mar a través del desagüe, hay otras empresas como Revlon y L’oreal.

13.6.18

México continuará importando combustibles cada vez más caros

Fabio Barbosa
 
La declinación natural de los yacimientos no es totalmente responsable de las importaciones de combustibles: la política pública que debilitó las refinerías indujo el consumo de gasolinas extranjeras, vulneró el aparato productivo de México, disminuyó el empleo y lesionó gravemente la economía en regiones petroleras
 

La crisis petrolera internacional ha terminado: las principales publicaciones, las agencias especializadas y algunas empresas coinciden en que los precios se han recuperado y se encuentran en un nuevo curso “firmemente alcista”.

Esta subida no alcanza al nivel del primer semestre de 2014, pero es suficiente para que la mayoría de los productores puedan alcanzar la rentabilidad (véase en Contralínea, “Tres años de crisis del mercado petrolero mundial”, https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2017/05/12/tres-anos-de-crisis-del-mercado-petrolero-mundial/)

Desde luego la tendencia era manifiesta desde 2017, pero como para exhibir que siempre estamos rezagados y que, la verdad, actuamos como profetas del pasado, uno de los boletines que recibimos dice: “Los precios se han fortalecido más rápido de lo que habíamos anticipado y estamos actualizando nuestro pronóstico…”(“Prices have strengthened faster than we had anticipated and we have upgraded our forecast…”)

La  Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y sus aliados rusos consideran que sus esfuerzos para recortar su propia producción han sido aprovechados por los productores de gas shale (“la banda de los fraqueadores”, los llaman algunos) y, en consecuencia, ya iniciaron negociaciones para nuevos incrementos a la oferta, con lo que vendrán nuevos ajustes, en esta espiral ahora ascendente.

Estragos del desplome de precios

Cuatro años de precios bajos hicieron estragos: en Estados  Unidos, decenas de empresas cayeron en bancarrota. Un gran bufete de Dallas, Texas, especializado en este tipo de problemas, estima que, de 2014 a la fecha, al menos 134 empresas en la rama de las lutitas se han declarado en quiebra (Alex Nussbaum, “For some wounded US, drillers, the oil rout never ended”, Bloomberg, 27 de marzo de 2018). Algunas de las pequeñas empresas que iniciaron este incierto negocio han sido desplazadas y, en algunas cuencas, las grandes petroleras emergen de la crisis como las nuevas dominantes.

Ello se observa, por ejemplo, en la Cuenca “Permian”, en Texas, donde ExxonMobil es ahora la principal perforadora: 30 de los 400 equipos que están operando son del gigante; sin embargo, debemos ponderar que más del 90 por ciento de los taladros todavía se distribuyen en una masa de medianas compañías, entre las que abundan las de pequeños rancheros.

Estados Unidos sale fortalecido de la crisis mundial de precios, pero definitivamente se ha reconvertido en un inesperado desenlace: ahora, parte del petróleo de la Eagle Ford de Texas se destina a la India; un porcentaje del aceite del Pérmico que se extrae en el enorme desierto desde Midland hasta Pecos, también en Texas, se envía a Corea; desde luego, una tajada de león la toman los chinos.

Pero, ¿por qué Estados Unidos ahora exporta petróleo crudo? Parte del fenómeno obedece a cuellos de botella en refinación y transporte. Naturalmente, Estados Unidos ha iniciado la construcción de nueva infraestructura: no se trata de una nueva oleada de refinerías y petroquímicas, pero por lo menos parecen anuncios firmes la edificación de una nueva muy grande refinería cerca de Houston y otra pequeña planta, en Dakota del Norte. En esa entidad, ubicada en la frontera de ese país con Canadá, sería la segunda planta de refino construida a partir de la revolución del shale oil.

La crisis de 2014-2018 –curioso que el periodo coincida con el de la Primera Guerra Mundial del siglo pasado– pasará a la historia de Estados Unidos como el momento en que se acentúo el desempleo y la pobreza que, todos sabemos, son procesos que ya estaban en desarrollo, que surgieron con la caída de ramas enteras de la manufactura y la intensificación de competencia que acompaña a la globalización.

Estos procesos también crearon las condiciones para que llegara al poder el grupo de Donald Trump, cuya Presidencia ha levantado todas las restricciones, moratorias o impedimentos a la producción petrolera en Estados Unidos; entre ellos, el gran viraje autorizando a exportar petróleo crudo. Así, tenemos ahora la situación –increíble hace unos años– de que, a fines de mayo, en las costas texanas del Golfo de México se encontraron alineados una decena de superpetroleros, cada uno de ellos con capacidad de transportar 2 millones de barriles de crudo, esperando ser cargados con petróleo gringo que será procesado en diversos países asiáticos.

Transcribo un fragmento:

“Se espera que el volumen del petróleo crudo estadunidense que llegue a Asia alcance un nuevo máximo en julio debido a que las refinerías asiáticas buscaron suministros de arbitraje para reemplazar el crudo de Oriente Medio luego de que subieran los precios del Golfo Pérsico.
El crudo estadunidense que llegó a Asia alcanzó un máximo histórico de cerca de 25 millones de barriles en mayo; los buquestanque descargaron en China, Corea del Sur, Singapur, India y Malasia… está previsto que repunte en julio después de que los futuros del crudo estadunidense cayeron al mayor descuento en 3 años frente al Brent, de 8.06 dólares el barril, esta semana”.
Las líneas anteriores se refieren al gran mercado asiático, en el que ahora, ante la disminución (en términos relativos) del consumo chino, asciende el de la India, en curso a convertirse en el consumidor número uno del mundo.

Copiosa propaganda: Europa “inundada” con petróleo estadunidense

No está claro el volumen del excedente y el comercio gringo de hidrocarburos y derivados. En conjunto, sumando los envíos a Europa y Asia, podría ascender a 3 millones de barriles diarios, pero la prensa rodea estas ventas de una propaganda estruendosa: “el petróleo de Estados Unidos inunda a Europa”, cabeceaba más o menos una nota periodística (“US Oil Floods Europe”. Se afirma, además, que los aceites gringos están compitiendo con los del Mar del Norte, los de la costa africana y el Caspio; se dice que ahora, en el viejo continente son “populares” los crudos ligeros y dulces de Louisiana, así como el petróleo de la Eagle Ford y Bakken (véase la nota completa en “Trump’s Revenge: US Oil Floods Europe, Hurting OPEC and Russia”, https://www.rigzone.com/news/wire/trumps_revenge_us_oil_floods_europe_hurting_opec_and_russia-23-apr-2018-154354-article//?all=HG2).

Las verdaderas dimensiones pueden estimarse cuando examinamos las cifras: los envíos de crudo de Estados Unidos a Europa comenzaron a finales de 2017 y alcanzaron un récord de 14.7 millones de barriles mensuales en abril de 2018, y se preveía que llegaran a unos 13.9 millones de barriles, también mensuales, en mayo de este mismo año. Las cifras no permiten afirmar que Estados Unidos sean ya un nuevo país exportador porque produce 10.5 millones, pero la carga a su aparato de refinación es de aproximadamente 17 millones de barriles diarios, por lo que aun requieren comprar de distintos países la diferencia.

2017: México, la mayor caída entre los países no OPEP

Veamos ahora la situación de nuestro país: vamos a cumplir 15 años de continuada caída. En el sexenio actual del presidente Enrique Peña, cada año en promedio anual, la extracción mexicana descendió 100 mil barriles diarios, insistimos como promedio anual.

El último reporte de la Agencia Internacional de Energía, con sede en París, Francia, advierte que el desplome se está acelerando, pues de abril de 2017 a abril de 2018 la caída en México ha aumentado y alcanza los 175 mil barriles diarios:
 “La crisis económica ha llevado a la producción venezolana a su nivel más bajo en años, mientras que la declinación natural en México redujo la producción en 175 mil barriles por día en abril, un 8 por ciento anual, la mayor caída para cualquier productor no perteneciente a la OPEP” (véase la nota de Amanda Cooper, “IEA Warns Global Oil Demand May Suffer As Crude Nears $80”, https://www.rigzone.com/news/wire/iea_warns_global_oil_demand_may_suffer_as_crude_nears_80-16-may-2018-154627-article//?all=HG2).
Debemos precisar que la caída de México –no sólo de los 175 mil barriles diarios de abril 2017-abril 2018, sino de todo el periodo en que se ha prolongado la “revolución del shale oil/gas”– no solamente se explica por la “declinación natural”, como señala dicha nota, sino que en una gran parte obedece a desplazamientos del aceite mexicano por la sobreproducción en Estados Unidos.

Esto es que los hidrocarburos de México fueron expulsados de su propio mercado, por sus más altos costos de producción, pero también, sin combate, el gobierno del licenciado Peña Nieto cedió el mercado mexicano a los productores de shale, debilitando la operación de las refinerías, induciendo el consumo de gasolinas y otros mecanismos que, en conjunto, vulneraron el aparato productivo del país, disminuyeron el empleo de nuestros connacionales y lesionaron gravemente la economía de algunas regiones petroleras.

La herencia que recibirá el nuevo gobierno

El nuevo gobierno de México, sea del partido Movimiento de Regeneración Nacional u otro distinto, recibirá un sector petrolero con ciertas inercias y hasta dinámicas propias; seguramente, en el transcurso de los 6 años se presentarán cambios o modificaciones: benéficas, si el nuevo presidente es Andrés Manuel López Obrador, pero no en el corto plazo. Debemos evitar crear expectativas falsas que en 2 o 3 años quedarían al descubierto.

Para examinar lo que puede esperarse para 2019 y los años inmediatos, tal vez lo primero que hay que revisar son los proyectos del Plan de Negocios de Petróleos Mexicanos (Pemex) y los compromisos de los contratistas privados, como resultado de las ocho licitaciones de la reforma energética, mismos que principalmente están contenidos no tanto en los contratos firmados sino más concretamente en los permisos de perforación que han sido solicitados a la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH). Las preguntas son: ¿qué proyectos están avanzando? ¿Qué nuevos proyectos podrían iniciar?

Enumerando a partir de los volúmenes de producción esperada, tiene que decirse que el más importante es el proyecto Ek Balam de Pemex, resultado de una migración a contrato de producción compartida. Tengo la impresión que la prensa nacional le ha dado muy poca difusión, a pesar de que, si todo sale bien, los primeros resultados se presentarían en el próximo sexenio: probablemente al comenzar el año 2020 tendríamos nueva producción que, en el pico, alcanzaría casi 100 mil barriles.

Para lograr ese objetivo, Pemex estima una inversión de 6 mil 600 millones de dólares, que equivale a poco menos de la tercera parte de su actual presupuesto anual.

Proyectos de los contratistas

Entre los contratistas privados sólo encontramos uno que puede iniciar producción en el corto plazo: el consorcio llamado Hokchi Energy, por el nombre del campo que ganó en la segunda licitación de la Ronda 1. En este consorcio, aunque sólo aparecen abiertamente dos argentinas, participan múltiples empresas, entre ellas British Petroleum (véase el libro de Víctor Rodríguez Padilla, Ronda Cero. Ronda Uno, despojo del patrimonio, entrega del petróleo y pérdida de la renta petrolera).

Como es sabido, en abril de este 2018 la CNH aprobó la declaración de “comercialidad” de este campo, presentada por los contratistas después de haber perforado y realizado pruebas exitosas de producción en cinco pozos de su único campo, identificado con el mismo nombre de Hokchi.

Los contratistas argentinos esperan que en el pico obtengan 29 mil barriles diarios y, con pozos horizontales e inyección de agua para un mejor barrido del aceite, logren mantener una producción de 15 mil barriles al día para 2040. Como los nuevos operadores podrán recibir la recuperación de sus costos (misma que podría llegar hasta el 60 por ciento del valor de la producción, según lo estableció la Secretaría de Hacienda y Crédito Público), los ingresos del gobierno se verán notablemente achicados, aunque su porcentaje de las utilidades sea del 70 por ciento.

Ahora las órdenes llegan desde Roma: no hay prisa

Desde el punto de vista de volúmenes de producción esperada, el más importante de los bloques de los contratistas privados es el número uno de la Ronda 2, muy cerca de la costa de Tabasco, entre Coatzacoalcos y Paraíso, donde se ubican tres campos descubiertos por Pemex, los tres con reservas probadas –Amoca, Miztón y Tecoalli–, fueron ganados por los italianos de ENI, ofreciendo al gobierno lo que tal vez fue el mayor porcentaje de utilidad operativa en todas las licitaciones petroleras del presidente Peña Nieto, 83.75 por ciento.

Los italianos han perforado cinco pozos delimitadores, todos los cuales confirmaron las extensiones de las formaciones productoras, de ahí que todos esperábamos la declaratoria de comercialidad y el plan de desarrollo, pero desde Roma llegó la noticia; primero, de que quería vender sus activos en México y luego de que estaba buscando socio para desarrollar esos tres campos. Ello, tal vez porque han tenido problemas con Amoca, quizá porque es aceite pesado; luego se supo que Miztón número 101 resultó “no comercial” y, lo último, que los mexicanos sabemos de “nuestro” petróleo es que Catar está interesado en participar en la explotación; como sea, parece que no hay prisa para llevar nueva producción a las refinerías mexicanas y algo de dinero a la Tesorería del nuevo gobierno.

Inesperado proceso de unificación

Otro de los “grandes éxitos” de la reforma de Peña Nieto fue el descubrimiento de Zama-1, por Sierra Oil, la empresa relacionada con los familiares de Carlos Salinas de Gortari, en el bloque siete en la muy estudiada licitación uno de la Ronda 1.

Desde 2017 se anticipaba que el yacimiento podría extenderse al bloque vecino, asignado a Pemex. Para noviembre del año pasado, la revista Offshore anunció que se habían iniciado “pláticas” con Pemex sobre la explotación unificada de Zama. Más tarde, desde Londres, la compañía operadora Premier Oil reconoció oficialmente la situación (“Zama extends into a neighboring block operated by Pemex”) y que se requería un convenio de unificación antes de poder declarar “comercialidad”. La evaluación comprende las estimaciones de hasta dónde se extiende el yacimiento a uno u otro lado de los bloques.

Finalmente, después de que se tomaron más de 1 año de discusiones previas a la negociación, hace unos días, el 16 mayo, desde Londres informan que Premier Oil planea perforar varios pozos consecutivos y un llamado “said track” (un pozo paralelo perforado desde el agujero principal) para confirmar los contactos agua-aceite que definen límites del depósito y refuerzan los datos ofrecidos por los registros sísmicos. Estas  actividades se realizarían en el último trimestre de este 2018.

Se informa que Pemex también está buscando una plataforma para perforar su propio pozo, al que ya denomina Asab-1 para, con sus propios métodos, probar la extensión que le corresponde del descubrimiento Zama, de tal manera que hasta finales de 2019 o 2020 la refinería de Minatitlán podrá contar con ese petróleo.

Aguas profundas

En este sector todavía no se inicia ninguna perforación. Tendremos que esperar hasta mediados de la próxima década para conocer si se descubren nuevos campos; con una excepción: el proyecto Trion, que Pemex desarrollará en asociación con los australianos frente a Tamaulipas. Se esperan resultados de la primera perforación que comenzará en octubre de este año; si son positivos, en 6 o 7 años más tendremos nuevo petróleo llegando a las costas de Tamaulipas.

Algunos esperan nuevo petróleo en formaciones shales, ¿producción de lutitas en México?, es un tema complicado que con mis alumnos y tesistas examinamos prácticamente todos los días. ¿Algún empresario va a intentar iniciarla hoy, cuando los texanos no acaban de salir de la guerra de precios?

Creo que lo último que los productores de shale desean es más competencia: el mercado sigue saturado, los precios muy abatidos, especialmente del gas metano, además quiero adelantar que nuevos estudios concluyen que los acuíferos en la región desértica de nuestra frontera terrestre con Estados Unidos son insuficientes para desplegar un ritmo de frackings similar al de las zonas contiguas con el vecino país; es decir, hay limitaciones físicas que obligan a diferir esos proyectos, pero abordaremos el asunto en otra ocasión.

Podemos concluir que todo indica que el próximo gobierno dispondrá de menos petróleo y menos dinero, por lo que debemos insistir en las propuestas de que la manera de atenuar nuestra vulnerabilidad como importadores netos es disminuir la demanda, comenzando por un conjunto de políticas viables y cotidianas para ir disminuyendo el derroche de combustibles fósiles. Al respecto, se debe ir eliminando el absurdo transporte de comida chatarra en doble remolques, desplegando un combate al comercio de ese tipo de alimentos, así como el de refrescos embotellados. También, iniciar la rehabilitación de los ferrocarriles y la construcción de otras líneas para integrar los mercados regionales, entre muchas otras medidas.

8.6.18

Declaratoria oficial de incapacidad



CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Aterra la declaración del secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida,­ de que hay “un crecimiento inusitado en índices delictivos de alto impacto en diversas regiones del país”, así como su intento de eludir su responsabilidad en ese fenómeno al repartir las culpas a los otros dos poderes (Legislativo y Judicial), así como a los gobiernos estatales y municipales.

La posición del gobierno federal de repartir las responsabilidades es exactamente la misma desde el inicio del sexenio, pero lo que resulta aterrador es que hoy, más de tres años y ocho meses después de que se inició la nueva tendencia alcista en los delitos de alto impacto –tiempo al que le antecedieron dos años de decrecimiento–, el responsable de la seguridad interior se asombre de lo que sucede.

El punto de inflexión se encuentra en el catastrófico septiembre de 2014, cuando Esquire México y el portal de Proceso divulgaron la versión de un testigo sobre la matanza de 21 jóvenes que perpetró el Ejército en Tlatlaya, Estado de México; unos días después, el 26 de septiembre, se perpetró la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Los dos hechos sacudieron a la opinión pública mexicana y mundial, y fueron el preludio para que en abril del año siguiente se revirtiera la tendencia del índice de homicidios dolosos; desde entonces, los impactos del crimen organizado se mantienen al alza.

Tampoco resulta inusitado, como señala el titular de la Secretaría de Gobernación, que la violencia se recrudezca en año electoral, pues desde la elección de 2006 (hace 12 años) sucede exactamente lo mismo, con la única salvedad de la elección presidencial anterior (en 2012), cuando sí hubo una baja en los índices delictivos tras el cruento 2011. Y, por supuesto, el escalofriante 1994 es inolvidable (Proceso 2169).

En octubre de 2016, hace año y medio, en este espacio alertaba precisamente sobre lo que hasta ese momento indicaban las cifras oficiales: “…en 2014 se perpetraron 20 mil 10 homicidios dolosos; en 2015, 23 mil 63, y en los primeros siete meses de este año, 12 mil 376; en julio la cifra llegó a 2 mil 73, la segunda más alta desde agosto de 2012” (Proceso 2084).

Y resaltaba: “Hasta el último día de julio, son escalofriantes los saldos de esta guerra contra el narcotráfico (declarada en diciembre de 2006 por el entonces presidente Felipe Calderón): 197 mil 225 homicidios dolosos (121 mil 923 en el sexe­nio calderonista y 75 mil 302 durante el de Enrique Peña Nieto (hasta julio de este año), amén de 215 militares abatidos por la delincuencia organizada (158 con Calderón y 57 en el actual), y 82 alcaldes asesinados”.

En marzo del año pasado señalaba en mi colaboración: “Los datos del Inegi se inician en 1990 y muestran que los homicidios y la tasa por cada 100 mil habitantes mantuvieron una tendencia a la baja entre 1992 y 2005, repuntaron en 2006 y posteriormente llegaron a su índice más bajo, con 8 mil 867 en 2007 y una tasa de apenas 8 por cada 100 mil habitantes; sin embargo, en 2008 volvieron a incrementarse y en 2011 alcanzaron su nuevo pico. Pese a la tendencia a la baja en el último año del sexenio anterior y los dos primeros de éste, en los cuatro del actual se observan cifras superiores a los 20 mil muertos anuales; el número menor se tuvo en 2014, con 20 mil 10” (Proceso 2108).

Y alertaba que, de mantenerse la tendencia de crecimiento que se inició en abril de 2015, 2017 sería un año más cruento que 2011 (hasta entonces el más alto) “al rebasar los 30 mil homicidios dolosos anuales y la tasa de 25 homicidios por cada 100 mil habitantes.

En noviembre de 2017, hace medio año, la portada y los reportajes de la revista se dedicaron precisamente a denunciar lo que estaba sucediendo en el país, en el cual se incluyó un artículo de mi autoría donde retomé datos y conclusiones de dos investigaciones que demuestran que debe legislarse para regresar “a los militares a los cuarteles y establecer con claridad los límites y las obligaciones del gobierno federal en el combate a la delincuencia organizada, pues hasta hoy la presencia del Ejército en las labores de seguridad pública incrementó la violencia…” (Proceso 2013).

En marzo de este año retomé el tema a propósito de los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, que levanta trimestralmente el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en la cual la percepción alcanzó su nivel más alto en el primer trimestre de este año, al llegar a 76.8%, y destacaba: “La encuesta tiene información muy valiosa y debería ser un insumo para la evaluación de las políticas públicas y su consecuente revisión, pues hay correspondencia –con un cierto rezago– entre el crecimiento de las tasas delictivas y la percepción de inseguridad, lo cual demuestra que es un problema real y no un problema de comunicación” (Proceso 2164).

Y aquí está el verdadero problema del actual gobierno: ni siquiera se toma la molestia de revisar la información que producen sus propias dependencias, en este caso el Inegi y el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), que generan información muy valiosa e indispensable para la toma de decisiones.

El crecimiento “en los índices delictivos de alto impacto” no tiene nada de inusitado; era totalmente previsible desde los hechos ya narrados de septiembre de 2014 y se reforzó con la tendencia alcista que se inició en abril de 2015. En este semanario se ha documentado puntualmente la tendencia y se ha venido advirtiendo de las consecuencias si se mantenía la política de combate a la inseguridad utilizando únicamente información pública de libre acceso; por supuesto que esto debe ser más evidente desde la Secretaría de Gobernación, con acceso a información privilegiada, especialmente en un tema tan delicado y sensible como este.

Por ello es aterrador el comunicado de la Secretaría de Gobernación, pues evidencia su incapacidad para analizar la información o para diseñar e implementar políticas púbicas que permitan resolver un problema tan acuciante y lacerante.