31.12.13

Las empresas transnacionales que controlan el petróleo mexicano

Ricardo Martínez Martínez


La reciente contrarreforma energética que permitirá en el corto plazo la formalización de la ya puesta en marcha de la enajenación privada de gas, petróleo y derivados, representa el final de un ciclo de mecanismos coactivos y coercitivos para la integración-subordinación de México a los Estados Unidos, que comenzó hace 20 años con la entrada en vigor el primero de enero de 1994 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Se trata de un evento contemporáneo que revela ---en un análisis histórico de largo plazo--- la vigencia del espíritu imperialista y expansionista estadounidense que comenzó con las anexiones de Lousiana y Florida, la guerra de invasión a México con el despojo de más de la mitad del territorio nacional (siglo XIX) y el actual lanzamiento de la estrategia homeland defense considerando el norte del continente americano como área natural de influencia de la poderosa nación yanqui (finales del siglo XX e inicios del XXI).

La configuración de un bloque regional de poder mundial en el hemisferio occidental, dominado por la nomenclatura corporativa y militar estadounidense, está definida. Estados Unidos, subordinando a Canadá y México, va delineando un protoestado regional empresarial autoritario al servicio de las grandes compañías capitalistas dispuestas a desafiar a cualquier otro Estado o alianza de Estados europeos o asiáticos, por el liderazgo mundial.

Los cambios a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales de la Carta Magna mexicana formalizan lo que en los hechos se fue haciendo desde el gobierno neoliberal de Carlos Salinas de Gortari: The Purchase Mexico, la compra-venta de México. El capital privado, fundamentalmente trasnacional, obtiene plena intervención para explorar, explotar y comercializar el petróleo en todas sus fases. Es el final de la Constitución Política que emergió en 1917 a raíz de la Revolución Mexicana.

El territorio, el campo, la electricidad, los puertos y zonas marítimas, zonas de despegue, minerales, riqueza del subsuelo, agua, mano de obra, prácticamente todo lo que da sentido a una nación, se encuentra en manos ya de las corporaciones estadounidenses que representan el verdadero Estado profundo en construcción timoneado desde Washington.

Los responsables directos de la pérdida de la nación mexicana y su entrega son un grupo de tecnócratas corruptos que asaltaron el poder mediante un fraude electoral en 1988 y dilapidaron al país en cada sexenio durante los gobiernos de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón. El despojo ha sido consumado con el actual gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.

¿Cuáles son las empresas trasnacionales petroleras que se benefician de la entrega de la industria petrolera nacional con la mal llamada reforma energética?

En la lista destacan las gigantes Exxon, Chevron, Schlumberger y Halliburton, todas articuladas a las poderosas familias petroleras y militares de los Estados Unidos. Los personajes más visibles de la trama son, ni más ni menos, que los artífices de la doctrina de la guerra preventiva, George W. Bush, Dick Cheney y Donald Rumsfeld, quienes iniciaron con las guerras de rapiña sobre Afganistán e Irak, precisamente por el control del petróleo en Medio Oriente y hacer de esa región la principal fuente de abastecimiento de la hiperconcentración del consumo energético mundial centrado en un 25 por ciento en los Estados Unidos.

Exxon y Chevron muestran entusiasmo carroñero, sobre todo por las exploraciones en aguas profundas del Golfo de México, donde en la capa de roca en los territorios binacionales se encontraron ricos yacimientos de oro negro. Mientras que Schlumberger y Halliburton han acaparado en la última década contratos entregados en licitaciones internacionales por un monto de alrededor 2 mil millones de dólares.

Otras de las empresas beneficiadas son Petroleum Corp, Velvet Energy LTD y TLP Energy, dedicadas a la exploración, explotación, mantenimiento y rehabilitación de la industria petrolera y petroquímica en Canadá y Estados Unidos. Se aliaron con Evercore de línea extractiva, primera corporación en obtener en 2012 la licitación para sacar combustible por diez años en el estado de Veracruz, territorio que colinda con el Golfo de México.

Jacobs Engineering Group con sede de Houston, Texas, se ha apoderado de contratos para la construcción de 18 plataformas por un monto de 2 mil 500 millones de dólares.

Otras firmas como Tecpetrol, Norpower, ICA, Sempra Energy, Axis, Ares Management y Temasek promueven adjudicaciones directas en construcción de infraestructura, exploración, petroquímica, energía eléctrica y gas.

Todas estas empresas, gigantes y grandes, cuentan asimismo con el respaldo financiero de los bancos estadounidenses, especialmente de Morgan Stanley, el cual presenta un corte de financiación a largo plazo que prevé inversiones por 50 o 100 a ñ os o más, si la nueva producción energética lo amerita.

También empresas españolas y británicas como OHL, Repsol, British Petroleum contarán con inversiones menores, pero con grandes dividendos.

Así, la visión imperial monroísta se renueva. Después de la adjudicación del Golfo de México, las corporaciones estadounidenses van tras El Caribe, incluyen en su plan bajo la óptica de la regionalización energética a Cuba y Venezuela, territorios con grandes yacimientos de crudo.

En lo inmediato han lanzado el plan Connect America, un sistema eléctrico hemisférico que buscará la interconexión energética desde la frontera formal entre Estados Unidos y México hasta la Tierra del Fuego.

El mensaje del secretario de Estado, John Kerry, ante la OEA sobre el fin de la doctrina Monroe debe entenderse como el inicio de la doctrina de la Patria Segura (Homeland Defense), bajo la égida estadounidense. ¿Los pueblos del continente americano lo permitirán?

22.12.13

Los despojados

Jesusa Cervantes

MÉXICO, D.F. (apro).- Despojados de su soberanía, del derecho a ser consultados y de la obligación de ser informados en materia energética, los mexicanos –atropellados por el PRI-gobierno, por su viejo aliado, el PAN, y su más reciente comparsa, el PRD– hoy sólo tienen un recurso para revertir la situación: salir a protestar a las calles.

Ominosa semana del 9 al 13 de diciembre vivió el Congreso de la Unión. “Las mayorías”, en acuerdos simultáneos, ya fuera con el PAN o con el PRD, sembraron de obstáculos la vía democrática de nuestro país.

Primero, el PRI-gobierno se alió con el PAN para sacar la reforma energética; luego, el PRI-gobierno se alió con el PRD para aprobar una consulta popular que hace inviable echar atrás la entrega del país a empresas transnacionales que no tienen más visión que buscar el beneficio para sus bolsillos, nunca para México.

El Congreso de la Unión, sin discusión, sin debate, sin conocimiento siquiera por la mayor parte de las diputadas y diputados, decidieron exhibir su pequeñez e ignorancia.

De los 500 diputados federales, si acaso una veintena conocía el contenido de la reforma energética y sus alcances; otro puñado más de la consulta popular, el resto de ellos, quienes mensualmente se llevan 200 mil pesos a la bolsa “por legislar y representar a la ciudadanía”, no tenía idea de qué se votaba, de a quién se beneficia, de los alcances negativos para las actuales y futuras generaciones.

Ellos, los que votaron a favor de la reforma energética, “algún” beneficio tendrán, pues votaron con disciplina partidaria que es sinónimo de supina ignorancia y entraña apátrida. Sus hijos estarán en buenas escuelas, sus familiares obtendrán o mantendrán buenos trabajos, sus parentelas recibirán el fruto del buen pago por los servicios de sus legisladores, pero el resto de la población, no. Ésos están en otro apartado, el de los despojados.

Cuando uno de los diputados michoacanos pasó a tribuna para hablar en contra de la reforma energética y empezó a “despojarse” de sus ropas, en un símil de lo que han dejado las privatizaciones de Teléfonos de México, de las carreteras o de los bancos, las diputadas priistas se sintieron agraviadas; los panistas voltearon la cara tratando de ignorar el insulto, pero ninguno de los “ofendidos” pudo entender el “despojo” que ellos estaban consumando.

A flor de piel el coraje, la frustración, sentimientos que emergían cuando las diputadas emitían “a grito pelado” su voto a favor de la reforma energética, y mortificaba e indignaba cómo se mofaban por aplastar a la oposición. La vergüenza e impotencia paralizaban a algunos diputados.

Antes, un par de días antes, el PRD, desgarrándose las vestiduras, votaba a favor de una consulta popular que impide prácticamente echar a tras la reforma energética. Está llena de candados, de ambigüedades en las que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se puede escudar para rechazar “la trascendencia nacional”, de términos disímbolos como Congreso y Congreso Constituyente.

Pero el PRD fue el constructor de dicha ley; ya lo dijo la diputada perredista Aleida Alavez: “No nos engañaron”, y aunque ella sostiene que sí se puede someter a consulta popular la reforma energética, lo cierto es que el nuevo marco legal contiene tantos vericuetos como mañas tiene el PRI-gobierno o como a chicanadas recurre un mal abogado.

Las perredistas Amalia García y Angélica de la Peña participaron en la confección de la ley de consulta. ¿Acaso no sabía de los candados la exgobernadora de Zacatecas?; o ¿alguien puede afirmar que Angélica de la Peña, esposa del expresidente nacional el PRD, Jesús Ortega, ignoraba el poco alcance de una reforma de ese tipo?

Aún así, con ese tipo de ley de consulta popular, más de una veintena de diputados del PRD pasó a tribuna el jueves 12 para votar en contra de la reforma energética, y “amenazando” a priistas y panistas con un “nos vemos en la consulta popular”.

Que no se diga engañado el PRD, que no peque de inocente al decir que su participación en el Pacto por México no avaló el conjunto de reformas que van en detrimento de la mayoría de los mexicanos, clases medias, maestros y estudiantes y, destacadamente, de los 60 millones de pobres de este país.

El PRD contribuyó con su ley de consulta ciudadana a que ésta se realice con dificultad y por lo tanto para hacer más sinuoso el improbable camino que revoque la reforma energética.

Por ello, lo único que le queda a la sociedad mexicana es la calle, pero sin depender de los líderes, porque ya se vio que “el cerco” sin López Obrador fue una burla, pero también generó dudas sobre otros, como por ejemplo, la exdelegada de Iztapalapa, Clara Brugada, quien gobernó a más de un millón de personas y no fue capaz o no quiso movilizar a miles en defensa del petróleo.

Por ello lo que sigue es la presión en las calles; exigir, que con ley o sin ley, la consulta se tiene que hacer. Generar un gran movimiento social, ese es el reto de quienes se oponen a la reforma energética. El otro gran reto de la sociedad es hacer a un lado la apatía, apagar la televisión y revivir su amor por nuestro país.

18.12.13

Apoteosis geopolítica de EU con los hidrocarburos de México


Alfredo Jalife-Rahme

Estados Unidos se encuentra atribulado en el gran Medio Oriente y se escenifica una fractura geopolítica en el Mar Negro –con las vacilaciones de sus aliados Turquía y Ucrania–, mientras Obama arranca una apoteosis energética con la captura de los hidrocarburos de México, principalmente en las aguas profundas del Golfo de México –a ser rebautizado como Golfo de Estados Unidos– y con el polémico cuan tóxico shale gas (gas esquisto/lutitas).

Así, Obama puede contener tanto el retorno triunfal de Rusia al escenario internacional como el pacífico ascenso armónico de China.

La apoteosis es de Estados Unidos, a nivel de país; la derrota es de México, como país –no a nivel personal fiduciario de Peña/Videgaray/Aspe–, que es prácticamente anexado al esquema geopolítico de Washington (ver Bajo la Lupa, 15/12/13) para formar próximamente parte del Comando Norte.

No deseo conjeturar sobre la insólita cuan asimétrica visita del vicepresidente Joe Biden al secretario de Hacienda, previa a la incrustación del “México neoliberal itamita” a la seguridad energética de Norteamérica, pero las suculentas ganancias serán para las trasnacionales anglosajonas, mientras Pemex muere de agonía lenta y a la CFE le propinan el último clavo en su féretro.

Estamos ya en el esquema de seguridad energética de Norteamérica, donde los mexicanos serán maltratados por el nuevo apartheid energético anglosajón.

México –amén de su extinción como Estado libre, independiente y soberano, y su suicidio nacional– obtendrá solamente migajas, según el reporte de JP Morgan (28/11/2013): las trasnacionales de Estados Unidos invertirán 15 mil millones de dólares al año, lo cual redundará en un máximo de 0.5 por ciento en el PIB. ¡Todo por casi nada!

El reporte CRS (Congressional Research Service, 18/11/13) calculó, 25 días antes de la reforma suicida Peña/Videgaray/Aspe, sus implicaciones para Estados Unidos y su seguridad energética. ¿Dónde quedó la seguridad energética de México?

Las oportunidades de inversiones para las empresas de Estados Unidos serán significativas y su interés radica en los pletóricos yacimientos de aguas profundas y del shale gas.

La Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos se habían adelantado a la captura de las aguas profundas de Pemex mediante el acuerdo transfronterizo de hidrocarburos de EU/México de 2012 (H.R. 1613 y S. 812) que facilita el desarrollo conjunto de petróleo y gas natural en la parte mexicana del Golfo de México.

La reforma suicida de Peña/Videgaray/Aspe llega muy a tiempo: 19 días antes de la expiración de la moratoria unilateral de Estados Unidos para iniciar la exploración de hidrocarburos en la transfrontera.

El reporte señala otra legislación que trata con los procesos de aprobación con Estados Unidos para la infraestructura (¡supersic!) de la energía de Norteamérica, que incluye oleo/gasoductos (H.R. 3301). ¡Desmantelamiento total de Pemex!

Hoy la mayor parte de las exportaciones de petróleo de México a Estados Unidos se realiza con tankers y requiere de conexiones internacionales de oleoductos que serán suplidas por las trasnacionales de Estados Unidos.

Viene lo interesante: El TLCAN excluía inversiones privadas en el sector energético de México, pero estos temas serán abordados durante las negociaciones del Acuerdo de Asociación Transpacífico (ATP).

El “México neoliberal itamita” está en estado de sitio desde el TLCAN, pasando por el acuerdo transfronterizo de hidrocarburos hasta el ATP (que engloba a la neoliberal Alianza del Pacífico de México, Chile, Perú y Colombia).

El reporte admite que las oportunidades para las trasnacionales de Estados Unidos y sus inversionistas son mayúsculas tanto en el sector de los hidrocarburos como de su infraestructura (¡supersic!) y otros servicios en los campos petroleros ( v. gr. refinerías). ¡Negocio redondo!

Una de las áreas donde las trasnacionales de Estados Unidos se despacharán con la cuchara grande, después de las aguas profundas del Golfo de México, es con el shale gas del noreste mexicano: La cuenca Eagle Ford de Texas se puede extender hasta México. ¡Uf!

Llama la atención que la expansión de los cárteles de estupefacientes en esa región haya coincidido con la geología de shale gas, lo que avizora que su violencia se evanescerá mágicamente.

El reporte reconoce que las trasnacionales de Estados Unidos y las empresas privadas de México ganarán más de la reforma energética que el pueblo (¡supersic!) de México y coincide con Bajo la Lupa en que sus dos principales áreas de interés son las aguas profundas del Golfo de México y el shale gas.

El reporte no toma en cuenta la toxicidad del fracking y pareciera que las cada vez mayores protestas ciudadanas en Estados Unidos pueden ser paliadas con el traslado de sus trasnacionales al lado mexicano, que será el conejillo ambiental de Indias de las experimentaciones extractivas del polémico shale gas.

Lo que no se han llevado las trasnacionales de Estados Unidos a través del TLCAN lo harán mediante la próxima incrustación del “México neoliberal itamita” al ATP que jerarquizará la tecnología de la que carecen tanto Pemex como México. Lo que queda de Pemex, totalmente desmantelado por la reforma suicida de Peña/Videgaray/Aspe, será liquidado mediante el ATP.

Sin contar el levantamiento de las sanciones a Irán, el reporte pronostica que el precio del barril disminuirá, lo cual, a mi juicio, conviene a Estados Unidos, pero perjudica al México eterno que carece de experiencia en materia de regulación.

México desaparece energéticamente y cede su lugar a la poderosa metarregión geoeconómica/geopolítica de Norteamérica, donde advendrá un diluvio debido a la inundación de hidrocarburos, según Bloomberg (16/12/13), que se extralimita en sus cuentas alegres.

ExxonMobil, cuyas acciones se dispararon con la reforma, predice que la producción de Norteamérica superará a todos los miembros de la OPEP con excepción de Arabia Saudita.

Según los pronósticos anuales de Exxon presentados en el muy influyente think tank CSIS,) el mismo día de la entrega de los hidrocarburos de México al esquema de Norteamérica, contempla que en 2040 (¡supersic!) solamente Europa y la región de Asia-Pacífico serán importadores de crudo.

A mi juicio, la captura energética es la continuación de la guerra por otros medios y Estados Unidos usa el arma energética de Norteamérica para someter a sus rivales geoeconómicos: Europa y China.

Una cosa son las ganancias de Estados Unidos y otra las pérdidas de México en la integridad energética. La extracción de hidrocarburos por Estados Unidos en la parte mexicana (hoy su tercer abastecedor, con 12 por ciento) pronto desplazará a Arabia Saudita del segundo lugar (17 por ciento); Canadá es el primero (23 por ciento).

Las implicaciones geopolíticas son enormes: Estados Unidos, con las reservas de hidrocarburos de Canadá y México bajo su control mediante la seguridad energética de Norteamérica, domina(rá) una de las mayores reservas de hidrocarburos del mundo, que lo hace menos dependiente de la OPEP en general, y de Arabia Saudita en particular.

Se trata de un “ game changer”: de una jugada energética de profundas implicaciones geopolíticas donde el gran vencedor darwiniano es Estados Unidos y el gran perdedor es México.

El invierno petrolero


MÉXICO, D.F. (apro).- Todo parece indicar que Enrique Peña Nieto firmará el decreto para promulgar la reforma energética este miércoles 18, en vísperas del invierno, en contraste con el 18 de marzo, la fecha emblemática que desde la expropiación cardenista marcó el calendario de la primavera política mexicana.

Al momento en que se promulguen los cambios a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales, más sus 21 trampas “transitorias”, terminará una era. E iniciará otra en circunstancias poco claras. El exceso de mercadotecnia y de discursos de autoayuda al estilo peñista sólo hacen prever mucha demagogia y poco resultado.

El invierno petrolero mexicano, en contraste con las “primaveras” políticas, es el resultado también de cuatro variables:

a). La desmovilización social.- Es el signo más claro. Salvo núcleos de militantes de Morena, del PRD y de grupos cívicos nacionalistas que protestaron a las afueras del Senado, de San Lázaro y en algunas entidades donde se aplicó la regla federal exprés para aprobar sin chistar el dictamen, el invierno petrolero se caracteriza por la desmovilización social.

Ni comparación con 2008, cuando surgieron contingentes de adelitas y el cerco al Senado, lo que al menos obligó a los legisladores a instalar su sesión en sede alterna. Y ni siquiera se trataba de una reforma constitucional, como ahora ocurrió.

La desmovilización es sólo equiparable con la conmoción que sienten miles de mexicanos que nos vemos a nosotros mismos como “agachados”, sumisos o despolitizados.

Si no se movilizaron los opositores, menos los promotores. Ni el PAN que se atribuye el máximo mérito en esta “victoria cultural” ni los priistas que desde hace años no se movilizan más que para cobrar sus dietas, salarios y favores.

Los siete millones de peregrinos a la Basílica marcan el tiempo del invierno de fiestas decembrinas. El peso de la tradición mata cualquier posibilidad de protesta social. Así fue planeado. No es casual. Agreguémosle la intoxicación mediática en torno al Teletón, el futbol y todos los distractores posibles.

El petróleo no es algo tangible para los mexicanos. Menos la noción de soberanía. Nadie marchó para defender Pemex –símbolo de una industria, pero también de corrupción–, mucho menos sus 150 mil sindicalizados.

b) Control mediático.- La “primavera” del YoSoy132 sólo es comparable con el invierno del retorno de la antidemocracia en los medios. El gran fraude de la reforma de telecomunicaciones se concretó en estos días. No cambiaron los contenidos de los medios masivos, ni hay competencia ni Televisa o TV Azteca dejaron de actuar como monopolios. Por el contrario, se ufanaron de un cambio de última hora en la reforma político-electoral que los beneficia.

El artículo sexto constitucional que consagra el derecho a la información como esencial para la ciudadanía simplemente se violó. Muy pocos se informaron y menos entienden lo que se discutió y aprobó en esta ronda de la infamia.

La televisión se concentró en la intoxicación del cobalto robado, la Virgen de Guadalupe, los funerales de Mandela y la chismografía en el entorno y el futbol. Si acaso mostraron escenas del debate legislativo fue para documentar a los “revoltosos” senadores y diputados.

“Tácticas dilatorias de la oposición” –lanzó el primer manipulador de la República, Joaquín López Dóriga y, en un nado sincronizado al ritmo de Los Pinos, todos los demás comentaristas de radio y televisión repitieron como loros este dictum, salvo honrosas excepciones.

Sólo algunos televidentes interesados pudieron seguir el debate en el Canal del Congreso, cuya señal no llega ni a la quinta parte de los telehogares mexicanos.

En los medios impresos la desinformación fue vergonzosa. Los periódicos callaron o minimizaron el impacto a cambio de carretadas de publicidad para promocionar una reforma que aún no se había aprobado y de desplegados presumiendo una mentira obvia: que la reforma disminuirá las tarifas de gas y electricidad.

c) La restauración presidencialista.- En las formas y en el fondo, la reforma vino acompañada de una contrarreforma político-electoral (un auténtico engaña-bobos), de una vacilada llena de candados que impedirán el aterrizaje de la Ley de Participación Ciudadana y de un grosero ritual de encumbramiento a la “línea” presidencial.

La Secretaría de Hacienda colonizó el Senado y la Cámara de Diputados. El PRI, como en sus rituales más rocambolescos, volvió a los discursos de jilguerillos que pretenden ser vistos por el Primer Copete de la Nación. Y los Congresos estatales, en clara humillación al federalismo, se pusieron al “servicio” de Los Pinos.

Es el fin del engaño. El Pacto por México sólo fue un distractor y una complicidad ampliamente compartida por sus promotores para impulsar reformas que restauran el control centralista y presidencial.

Así es en los casos de los cambios en materia educativa, financiera, fiscal, laboral, de transparencia, electoral, telecomunicaciones y, por supuesto, la energética.

d) La alegría trasnacional.- Es el verdadero mexican moment para la prensa de Estados Unidos y Gran Bretaña, sobre todo, aquellos medios especializados en la agenda de la apertura a las inversiones privadas. El invierno petrolero mexicano es tan gélido como los “análisis” y las notas extranjeras que celebran algo que los propios legisladores no entienden.

Eso sí, a algunos no se les pasó el detalle de la corrupción en Pemex y en CFE, pero obvian mencionar siempre que cuando hablamos de apertura petrolera los beneficiarios se llaman Chevron, Enron, Exxon, British Petroleum, Schlumberger, Halliburton, Repsol y muchas otras que se han caracterizado no sólo por “capturar” Estados, sino financiar medios, periodistas y agudos analistas que decretan modas como si de funerales se tratara.

13.12.13

La destrucción de la Constitución de 1917

Adolfo Gilly
 
México ingresa en un cambio geopolítico histórico. La Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, sancionada en Querétaro en 1917, ha sido desmantelada por el Congreso de la Unión. Estamos ante una concesión de hecho del subsuelo territorial de la nación a la potencia mundial vecina, Estados Unidos.

Es un proceso destructivo del régimen constitucional que comenzó en noviembre de 1991, cuando se reformó el artículo 27 para abrir la puerta al despojo y la privatización de las tierras ejidales, y culmina en diciembre de 2013, cuando una contrarreforma aún más radical acaba de destruir ese artículo pilar de la Constitución, como ya han sido desmantelados en los hechos los originarios artículos 3º, relativo a la educación, y artículo 123, sobre los derechos y garantías de los trabajadores. Este proceso, por otra parte, ya había comenzado antes en las políticas del PRI: charrismo en el sindicato, despilfarro y corrupción en la administración de Pemex.

La Constitución de 1917 ha sido destruida en sus esencias. Tenemos en México muchas leyes. Pero hoy México es un país sin ley, que ha desprotegido a los trabajadores del campo y de la ciudad, así como a sus grandes riquezas naturales, frente a la voracidad del capital trasnacional y las ambiciones de dominación del vecino del norte y sus socios locales.

El desmantelamiento de los artículos 27 y 28 Constitucionales sólo puede compararse en la historia nacional con el fracasado proyecto del Tratado McLane-Ocampo, sin que ninguna situación extrema como fue la intervención francesa le conceda siquiera una sombra de justificación. Esta es la dimensión de lo resuelto por el Congreso de la Unión en este diciembre de 2013.

No se trata ahora de detenerse a imprecar o denostar a quienes así lo decidieron. Se trata de organizar con empeño, tenacidad y paciencia las fuerzas materiales, humanas y territoriales para restablecer en este país la ley de la nación, eso que en Estados Unidos llaman the law of the land y consideran supremo valor a respetar en su territorio y a violar en naciones ajenas: Puerto Rico, Honduras, Venezuela, Panamá, Colombia. Incluida la ocupación de Guantánamo, este listado no tiene fin.

* * *

Destruidos en su esencia los pilares de la Constitución de 1917 –el artículo 27 y su corolario, el artículo 28; el artículo 3º y el artículo 123– se abren las compuertas para que México se vea atraído como país satélite de Estados Unidos. No exagero: no abren así su territorio y sus leyes Francia ante Alemania, Italia frente a Francia, Gran Bretaña frente a Estados Unidos o la India frente a China.

Tómense los ejemplos que se quiera, pero lo cierto es que el proceso de integración y subordinación desencadenado desde la presidencia de Miguel de la Madrid ha pasado una frontera que no tendrá retorno sin un gran sobresalto humano, material y espiritual de la nación entera.

Enumero las consecuencias que en este momento aciago alcanzo a ver:

I. Rendición de soberanía

1. Integración subordinada: Por primera vez en su historia, México se subordina a la nación vecina, Estados Unidos, e integra su soberanía de hecho en la plataforma continental de esa nación.

2. Subordinación financiera a un centro extranjero: Wall Street.

3. Subordinación productiva: ya estipulada en el Tratado de Libre Comercio y consolidada con la derogación de la sustancia de los artículos 27 y 28.

4. Subordinación territorial y militar al Pentágono y sus servicios de inteligencia, ya establecida bajo Calderón y García Luna.

5. Subordinación política a Washington D.C. como corolario necesario de lo anterior.
Son todos rasgos, hasta cuesta escribirlo, de un gran Estado satélite, como antes Polonia con la Unión Soviética o la Nicaragua de Somoza con Estados Unidos.

II. El Suchiate, virtual frontera sur de Estados Unidos

1. Migrantes: el Estado mexicano actúa como control y garante de las fronteras de Estados Unidos contra los migrantes de Centro y Sudamérica. Lo que vivimos en nuestro territorio nacional es una masacre metódica y cotidiana subordinada a los intereses y necesidades de Washington, llevada a cabo por armas mexicanas y por responsables del Instituto Nacional de Migración.

2. Guerra sucia: en Guerrero, Veracruz, Tamaulipas, Chihuahua, Sonora, Michoacán Zacatecas y otros estados de la República se vive, como ya lo anotó Luis Hernández Navarro en estas páginas, una auténtica guerra sucia, dirigida a desorganizar por el terror y a despojar a las poblaciones de sus bienes, sus derechos, sus organizaciones y sus vidas. Esta violencia cotidiana pesa como una fuerza de desorganización para intimidar, desmoralizar, paralizar y disolver resistencias y respuestas. Las policías comunitarias, reprimidas por el Estado o por el narco, son legítimas reacciones de autodefensa ante la desprotección y el terror y testimonios del grado de desintegración de la relación estatal entre gobernantes y gobernados.

3. Narcotráfico: rama poderosa de la economía y la política estrechamente ligada a los canales financieros de México y Estados Unidos y a poderes de ambos países.

4. Presencia permanente y actividad reconocida y pactada del Ejército y los Cuerpos Policiales y de Seguridad del país vecino en el territorio de la nación mexicana.

5. Consolidación y despliegue del mecanismo de subordinación y cesión de soberanía denominado Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC).

III. Cambio epocal

Esta situación límite, antes desconocida en la historia de México y de América Latina, tiene lugar en el contexto de un cambio epocal de las relaciones de dominación entre las naciones, de sus relaciones políticas y económicas y de las relaciones sociales entre capital y trabajo, ciudad y campo, sociedad y recursos naturales, dentro de cada contexto nacional tal como lo vivimos en este siglo XXI.

En este universo epocal subordinar la soberanía, la economía, los derechos, los salarios y los ingresos, el territorio, la naturaleza y la nación mexicana a los intereses y necesidades de la nación vecina, Estados Unidos, y de sus centros financieros y militares, constituye un vuelco de dimensiones históricas aún difícilmente imaginables. Se trata de un golpe de mano llevado a cabo sin discusión ni consulta, que no responde ante la nación y su pueblo sino a los intereses de los beneficiarios actuales de esas políticas y sus aliados y clientes locales. Tampoco se trata de los intereses del pueblo de Estados Unidos, sino de los de Wall Street y el Pentágono.

Es una emergencia en nuestra historia. Es preciso unirse y organizarse en libertad y democracia, más allá de cualquier otro interés o diferencia en el presente, más allá de cualquier resquemor o distancia en el pasado, organizarse en todos los terrenos y con todos los medios y formas –todos– que prevé y autoriza la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y con toda la libertad y la protección que desde su artículo 1º dicha Constitución garantiza.

8.12.13

México cede sus bosques y selvas a Redd+

Contralínea 346 / julio 2013
Elva Mendoza

El gobierno mexicano prepara la incorporación de 138 millones de hectáreas (el 70 por ciento del territorio nacional) al mecanismo internacional Redd+. Aunque la estrategia se encuentra aún en la etapa de discusión y formalmente se someterá a consulta hasta 2014, el país ya recibió 33.8 millones de dólares de dos fondos del Banco Mundial: el Forest Carbon Partnership Facility y el Programa de Inversión Forestal. Con ello, se comprometió a concluir la estrategia y a avanzar por 5 años en las “acciones tempranas” de la Redd+. La Conafor, encargada de la ejecución del proyecto, celebra la “vocación” de todas las áreas naturales protegidas y reservas naturales mexicanas para incorporarse al mecanismo. Asegura que nada se impondrá a las comunidades, pues se realizarán consultas y los campesinos recibirán recursos económicos. Se prepara la usurpación de territorios más grande de todos los tiempos, considera Red Indígena
México cuenta con, al menos, 33.8 millones de dólares para discutir la Estrategia Nacional Redd+ y hacer funcionar pruebas piloto en cinco estados de la República. Los recursos, provenientes de dos fondos multilaterales de los que el Banco Mundial es fideicomisario, comprometen al país en la ejecución del mecanismo de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Evitada (conocida como Redd+) sobre las áreas forestales de todo el país. Con ello, consolida el acceso al financiamiento internacional y su participación activa en el mercado de bonos de carbono.

El gobierno federal –a través de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), organismo público descentralizado de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales– trabaja desde 2010 en el documento rector de la Estrategia Nacional de Redd+.

El último borrador que aún se discute, fechado en noviembre de 2012,  pretende ser llevado a consulta pública en 2014, no obstante que se espera que Redd+ esté en operación hasta 2020 sobre la totalidad de las áreas forestales mexicanas, incluidas aquellas que se encuentran bajo alguna categoría de protección.

Los recursos son utilizados para el diseño de la Estrategia y pruebas piloto o acciones tempranas Redd+ en cinco estados de la República: Jalisco, Campeche, Quintana Roo, Yucatán y Chiapas.

Redd+ es un planteamiento de los países integrantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y tiene como objetivo reducir la emisión de gases de efecto invernadero por medio de la conservación de bosques o bien la restauración de las áreas forestales que han sido degradadas.

Se diseña frente a la crisis climática para otorgar compensaciones económicas, por parte de los países del Norte que tienen compromisos de reducción de emisiones en el Protocolo de Kioto, a los países del Sur para mantener en pie sus bosques.

Redd+ parte de la idea de que los bosques son sumideros de carbono al capturar uno de los principales gases de efecto invernadero, el dióxido de carbono (CO2), identificado por la Convención como la principal causa del calentamiento global.

La deforestación, degradación o quema del bosque, permite que se libere el carbono como CO2 o como metano (CH4), lo que contribuye al cambio climático. Es por esto que el mecanismo financia proyectos que evitarían que eso suceda.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura calcula que los ecosistemas forestales del mundo almacenan alrededor de 289 gigatoneladas (Gt) de carbono. Si se considera el conjunto del carbono almacenado en la madera muerta, la hojarasca y el suelo, la cantidad es mayor que todo el carbono presente en la atmósfera: 652 Gt.

México con potencial en Redd+

En el documento que se prepara, la Conafor califica a México como un país con potencial dentro del programa Redd+. De la superficie total del territorio nacional (196.4 millones de hectáreas), el 70 por ciento está cubierta por ecosistemas forestales (138 millones de hectáreas) y el resto corresponde principalmente a zonas con agricultura, ganadería y áreas urbanas (29.7 por ciento).

Aunque Sergio Graff, coordinador general de Producción y Productividad de la Conafor y secretario del Comité Técnico Consultivo Redd+ (CTC-Redd+), reconoce en entrevista que no existe una evaluación nacional detallada de los diversos procesos de degradación forestal del país y que las causas son múltiples, como la tala ilegal, los incendios forestales o los subsidios gubernamentales para el desarrollo de actividades pecuarias, frutícolas o agroenergéticas, afirma que “la mayor parte del problema ligado a la deforestación y a la degradación está relacionado con las actividades agropecuarias en el medio rural”.

Los bosques y selvas mexicanas se encuentran entre los primeros 24 del mundo con mayor volumen de existencias de carbono en la biomasa forestal viva. “Para 2010 se calcularon en 2 mil 43 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalentes [tCO2e] con un promedio de 32 toneladas por hectárea”. Se aspira a que en 2022 México sea un sumidero neto.

Además, con este mecanismo, las autoridades mexicanas ven en las 174 áreas naturales protegidas existentes nuevas oportunidades.

Para Paloma Neumann, de la Campaña de Bosques y Selvas de Greenpeace México, Redd+ debiera aplicarse prioritariamente en las zonas donde se detecte que haya emisiones de gases de efecto invernadero por deforestación o degradación. “Se supone que si tienes un Área Natural Protegida ya estás conservando y se está dando financiamiento para conservar ese bosque; ¿por qué se necesita financiamiento para reducir emisiones en un área que se supone ya está conservada?”.

—¿No basta con que ya estén bajo alguna categoría de protección? –se le pregunta a Sergio Graff.

—Aunque tengan un decreto están sujetas a presiones de actividades porque la mayor parte de la superficie es propiedad de ejidos y comunidades y hay actividades económicas. Esta Estrategia también coadyuva a que las actividades económicas sean compatibles con la conservación.

Según el Convenio de Diversidad Biológica, alrededor del 15 por ciento del carbono se encuentra almacenado en las áreas protegidas del mundo, por lo que el manejo efectivo y la expansión de estas zonas de conservación pueden contribuir a la mitigación del cambio climático, reduciendo las emisiones presentes y futuras y protegiendo los sumideros actuales.

Territorios indígenas

En México, el 58 por ciento de los bosques son propiedad de los pueblos indígenas y campesinos que los habitan bajo tenencia ejidal o comunal, indican cifras del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo de México (Ceccam).

Como una conquista de la Revolución Mexicana de 1910, la mayor proporción de los bosques y selvas del país son propiedad de las comunidades forestales y de los pueblos indígenas.

Dentro de la Estrategia se subraya que el 26.2 por ciento de la superficie de las áreas naturales protegidas federales y estatales del país se encuentran en territorio de pueblos indígenas: más de 2 millones de hectáreas.

Sin embargo, tal como lo indica el Ceccam, los pueblos indígenas y las comunidades rurales no cuentan con títulos formales de propiedad de tenencia sobre estos territorios ni están reconocidos sus derechos sobre los bosques.

La Organización de las Naciones Unidas ha expresado que para el correcto funcionamiento de Redd+ es necesario establecer una posesión clara de la tierra.

Ante este hecho, según la Red Indígena Ambiental Internacional, Redd+ prepara la mayor usurpación de tierras de todos los tiempos. “El riesgo para las comunidades de los bosques es el desalojo de la tierra, su privatización a favor de las corporaciones y las restricciones de uso de su propio territorio, aunque dependen de este hábitat para garantizar su existencia como sociedades y culturas distintas”.

Ejemplo de ello es el programa piloto Redd+ que el exgobernador Juan Sabines Guerrero puso en marcha en 2011 sobre 614 mil hectáreas de selva chiapaneca, y que a decir de la Conafor no forma parte de sus acciones tempranas.

Tal como lo señaló públicamente Juan Sabines, desde que Redd+ llegó a la selva, 100 comunidades han sido desplazadas de su territorio. En enero de 2011, durante la entrega de recursos de Redd+, el exgobernador dijo ante los comuneros “beneficiados” que de los 170 pueblos que permanecían invadiendo alguna reserva, sólo quedaban siete.

Los pueblos en resistencia están dentro de la Reserva de la Biósfera Montes Azules, área declarada en 1978, que se extiende 321 mil hectáreas sobre el territorio chiapaneco. Ahí se refugian del hostigamiento y de la represión militar y paramilitar de la que son objeto.

Aunque la prueba piloto en Chiapas fue presentada como un caso de “éxito”, el 8 de julio pasado Isaí López dio cuenta en una nota de prensa en El Heraldo de Chiapas de la suspensión del proyecto del exgobernador Sabines. “Fue un fracaso. Esa estrategia ya está cancelada, no se tuvieron los resultados que se anunciaron”, dijo Carlos Morales Vázquez, secretario del Medio Ambiente e Historia Natural de la recién llegada administración.

Consulta Pública

Las salvaguardas ambientales y sociales son parte de los principios adoptados por México. Provienen de los Acuerdos de Cancún de la CMNUCC. Entre otros, establecen el cumplimiento al consentimiento libre, previo e informado de las comunidades rurales e indígenas en todos aquellos aspectos de Redd+ que incidan o puedan afectar sus territorios, bienes, derechos individuales o colectivos.

Aunque la Estrategia incluye esta salvaguarda, Edmundo del Pozo, investigador de Fundar, Centro de Análisis e Investigación, AC, apunta que éste es uno de los temas críticos de la Estrategia.

“Nuestro principal señalamiento es el vacío que hay con relación con el enfoque de derechos humanos y derechos de pueblos indígenas. No estamos en contra de que se recojan las salvaguardas, pero el instrumento normativo de protección a los derechos de las personas afectadas por Redd+, sobre todo a los pueblos indígenas, deben ser los derechos humanos, y las salvaguardas deben ser una normativa complementaria”.

Explica el investigador que el derecho al consentimiento que recupera la Estrategia es limitado y por tanto no es verdadero, porque no reconoce el derecho al veto. “Un derecho al consentimiento que no tienen derecho al veto es un falso derecho al consentimiento”.

Frente a ello, el Grupo de Trabajo del Protocolo de Consulta –conformado por Fundar, Centro de Análisis e Investigación, AC; Organización de Ejidos Productores Forestales de la Zona Maya, SC; Red Indígena de Turismo de México, AC; Red Mexicana de Organizaciones Campesinas Forestales, AC; y Sakbe, Comunicación y Defensa para el Cambio, AC– elaboró, dentro del Consejo Técnico Consultivo, un Protocolo de Consulta y Participación para la Estrategia Nacional de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Plus.

Remarca el investigador que la necesidad de hacer el Protocolo surgió de la falta de una ley de consulta de pueblos indígenas.

No obstante, el documento no tiene carácter vinculante. “Aún cuando se construyó participativamente y en el marco de la institucionalidad, no se puede decir que tenga una fuerza obligatoria para las autoridades. No es una ley de consulta ni un reglamento”.

Expresa Edmundo del Pozo que una de las preocupaciones es que dentro del documento rector no se retomen los insumos que se colocaron dentro del Protocolo, “no aparece la obligación de consulta del Estado a los pueblos y comunidades indígenas”.

Cuestionado al respecto, Sergio Graff asegura que no hay necesidad de incorporar el tema a la Estrategia Nacional, porque lo único que marcará ésta son los lineamientos generales.

“No sé por qué tiene que ser vinculante. La consulta es una obligación”. Agrega que “las organizaciones hicieron una propuesta de protocolo que la autoridad está considerando”.

—¿Ustedes tienen contemplado el derecho de los pueblos al consentimiento?

—Claro. Sí. La Estrategia va a contemplar que cualquier acción ligada a un mecanismo Redd+ deberá tener consentimiento previo, libre e informado. No va a haber ninguna acción en la que no esté de acuerdo el dueño. Si en una comunidad indígena se quiere implementar [sic] una acción Redd+ tendrá que buscarse el consentimiento de la comunidad antes de hacerlo.

—¿Con el derecho de veto?

—En su comunidad sí, por supuesto. Lo que no pueden hacer es vetar una Estrategia Nacional, nadie.

—Localmente sí…

—Claro. Si la comunidad no quiere que haya un incentivo adecuado para que maneje sus bosques o no quiere un apoyo para fortalecer su organización, un apoyo para desarrollar proyectos integrales; si la comunidad no quiere, puede vetar la acción. Pero lo que busca la Estrategia es que todos los programas públicos tengan un mejor impacto a favor de la comunidad y de sus recursos. Yo no creo que nadie quiera oponerse a eso.

—Pero habría que preguntarles…

—Claro. Al momento que uno quiera entrar a su comunidad se les tiene que preguntar. Por supuesto.

Octavio Rosas Landa, catedrático en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México e integrante de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales, recalca que los bienes, propiedad de comunidades, han sido conservados y protegidos a pesar de las políticas de gobierno, pero que ahora, frente a la crisis financiera y ambiental de escala global, ésta última pretende ser paliada por medio de mecanismos de mercado que no van a solucionar el problema.

“¿Por qué presionar a los campesinos y ejidatarios a que acepten este tipo de convenios si son ellos quienes más contribuyen a que el calentamiento global no se agrave? Y si no aceptan, ¿son ellos quienes no quieren detener el calentamiento global?”, pregunta.

Acciones tempranas

Como parte del proceso de preparación para la próxima aplicación de la Estrategia, se han puesto a prueba acciones tempranas en el país que servirán de ejemplo para la construcción y posterior aplicación de la Estrategia Nacional.

Una de ellas es en la región de las Cuencas Costeras de Jalisco, donde se contabilizan 10 áreas naturales protegidas, además de ser zona prioritaria para la conservación del jaguar y una de las de mayor importancia para la conservación de aves migratorias de América del Norte.

Otra de las acciones se realiza en el Corredor Biológico Mesoamericano, que incluye a Campeche: zona de influencia de Calakmul; Yucatán: Sierrita de Ticul; y Quintana Roo: municipios de Bacalar, José María Morelos, Othón P Blanco y Felipe Carrillo Puerto.

Y por último, acciones tempranas en 5 millones de hectáreas que abarcan 57 municipios del estado de Chiapas, así como 16 Áreas Naturales Protegidas en Corredores Biológicos y la Selva Lacandona.

Además, de acuerdo con Sergio Graff, se espera próximamente iniciar proyectos piloto Redd+ en el Estado de México y en Oaxaca, aunque aún no se define la zona.

Sobre los resultados, Graff no tiene noción. “Es un proceso que apenas acaba de empezar, pero por ejemplo en el caso de la [Selva] Lacandona se ha tenido un impacto positivo reduciendo la deforestación. En algunos lugares se registran tasas de 7 por ciento anual y ha bajado a menos de 1 [por ciento]”.

—¿Cuántas de estas acciones han implicado la venta de bonos de carbono? –se le pregunta.

—No. Ninguna. Como está en un proceso de preparación, los mecanismos todavía no están definidos en los acuerdos internacionales. Nada más se trabaja a través de recursos que se asignan a estos programas.

El mercado de carbono

De acuerdo con el documento Redd+ y los territorios indígenas y campesinos, del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam), Redd+ es un instrumento de la economía verde y pretende financiar la captura de carbono que realizan los bosques, a partir de la emisión de certificados o bonos por captura de carbono.

A partir de que se determinó en el Protocolo de Kioto el límite sobre la cantidad de gases contaminantes que pueden ser emitidos a la atmósfera, a los países industrializados se les permite financiar proyectos de captura o reducción de estos gases en países en vías de desarrollo.

De este modo, las empresas que necesiten aumentar las emisiones por encima de su límite compran bonos (certificados) que les representan el derecho a emitir una cantidad determinada de residuos. Con esto, el comprador paga por contaminar, mientras que el vendedor se ve compensado al evitar la deforestación, la degradación y la tala.

Al no obligar a las empresas contaminantes a reducir sus emisiones a la atmósfera, el esquema es objeto de la oposición de organizaciones como Vía Campesina, Red Indígena Ambiental, el Ceccam y la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales.

La Estrategia Nacional no impide ni acota la venta de bonos de carbono, expone abiertamente que el mercado voluntario puede representar una fuente complementaria de financiamiento.

Aunque Sergio Graff aclara que en la Estrategia la venta de bonos de carbono es una posibilidad, dependerá de cómo se establezca el mecanismo a nivel internacional. “Todavía no se sabe si va a haber un mercado de carbono por reducción de emisiones, pero lo que sí es que va a haber transferencias económicas teniendo resultados de disminución de emisiones de carbono”.

Financiamiento

La Estrategia Redd+ posibilita el financiamiento de fuentes públicas, privadas, nacionales e internacionales. Así como el uso de fideicomisos para hacer factible la movilización de recursos basados en resultados climáticos y la distribución de beneficios y estímulos a los dueños de terrenos forestales, comunidades indígenas y rurales.

En la Visión de México en REDD+, el documento que antecedió al borrador de la Estrategia, se lee: “Los fideicomisos nacionales, regionales o locales jugarán un papel como operadores protagónicos que tendrían la capacidad de administrar y desembolsar de manera eficiente y oportuna los fondos para promover Redd+ y dar seguimiento y evaluar el ejercicio de presupuestos con transparencia, a partir de esquemas confiables de monitoreo y verificación”.

Y agrega: “los fideicomisos podrían ser públicos, privados o mixtos y mantenerse desde fondos multilaterales, mercados de carbono –en su momento– u otros recursos fiscales etiquetados que acogerían la participación de gobiernos, empresas, propietarios de tierras (ejidos, comunidades, individuos, empresas), organizaciones de la sociedad civil e intermediarios financieros, entre otros”.

En los Acuerdos de Cancún los países desarrollados adoptaron formalmente el compromiso de proveer “financiamiento de inicio rápido” a los países en desarrollo durante el periodo 2010-2012 para acciones de mitigación (incluyendo Redd+), adaptación, desarrollo y transferencia de tecnología y creación de capacidades, previamente mencionado en el Acuerdo de Copenhague, donde se comprometieron a movilizar recursos para 2020 y cubrir las necesidades de los países en desarrollo en el contexto de acciones de mitigación significativas y de transparencia en su ejecución. Estos fondos pueden provenir de fuentes públicas, privadas, bilaterales, multilaterales y alternativas.

En el caso de México, la Ley General de Cambio Climático instruye la creación del Fondo para el Cambio Climático con el objeto de captar y canalizar recursos financieros públicos, privados, nacionales e internacionales para apoyar acciones que enfrenten el cambio climático.

La Estrategia plantea que parte del presupuesto del fondo se habrá de constituir con los recursos derivados de su actividad en el mercado de bonos de carbono.

Refiere Sergio Graff que, hasta ahora, México cuenta con 33.8 millones de dólares para las etapas preparativas de Redd+; de éstos, 3.8 millones se derivan del Forest Carbon Partnership Facility: “Apenas se va a firmar el apoyo para preparación; son 3.8 millones de dólares que se utilizan para la elaboración de la Estrategia, pero sobre todo para la consulta”; y un “donativo” de 30 millones de dólares para ejercerse en 5 años del Programa de Inversión Forestal, destinados a programas especiales en las acciones tempranas de Redd+.

“No es mucho dinero pero sirve para hacer los trabajos de innovación. Ese dinero está en un fondo internacional y conforme se van aplicando los recursos, México tiene reembolsos; no se los entregan todos al país”, aclara el funcionario.

Según se lee en la Estrategia, el financiamiento para las acciones tempranas en Jalisco conjuntará recursos de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), de la Unión Europea a través del proyecto de Facilidad para la Inversión en Latinoamérica (LAIF, por su sigla en inglés), del gobierno de Jalisco y de la Conafor.

Además, se cuenta con tres fideicomisos donde es posible recibir recursos públicos del gobierno federal, estatal, de organismos de la sociedad civil y organismos privados.

En la Península de Yucatán, señala la Estrategia Nacional Redd+, habrá financiamiento de la Unión Europea proveniente del LAIF a través de una acción conjunta con la AFD, la AECID y la Conafor, para la construcción de mecanismos de gobernanza a nivel local; financiamiento de los gobiernos de los estados de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, así como de Conabio, The Nature Conservancy, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y la Conafor a través del ProÁrbol y los lineamientos del Programa Especial para la Conservación, Restauración y el Manejo Sustentable de los Recursos Forestales de la Península de Yucatán.

En Chiapas, a partir de 2010, la Conafor promueve el Programa Especial para la Conservación, Restauración y Aprovechamiento Sustentable de la Selva Lacandona, que integra las modalidades de apoyo económico en agroecología, regeneración de selvas, restauración de riveras y arroyos, reforestación diversificada, pago por servicios ambientales, estudios forestales y silvicultura comunitaria.

Mediciones y verificación

Para monitorear, medir y evaluar el desempeño de Redd+, México habrá de desarrollar un sistema verificable de medición y reporte en el que deberá establecer la cantidad de emisiones y remociones de gases de efecto invernadero para una región dada y para un periodo determinado (niveles de referencia). Su definición será apoyada por el Fondo Cooperativo para el Carbono de los Bosques del Banco Mundial y por Noruega.

El sistema de monitoreo mexicano deberá ser de bajo costo. “Mientras más costoso sea, más oneroso será para el país desarrollar un mecanismo de Redd+ y menores los beneficios que se obtendrán”, apuntan las autoridades en Visión de México sobre Redd+. Hacia una estrategia nacional.

De acuerdo con el mismo documento, México ha participado activamente en las principales iniciativas multilaterales relacionadas con mediciones y verificación para Redd+, incluidos el Fondo Cooperativo para el Carbono de los Bosques y la iniciativa de rastreo de carbono forestal del Grupo de Observación de la Tierra. Asimismo, el país ha desarrollado trabajos bilaterales con Canadá sobre el modelo de contabilidad del carbono; con Alemania, para el uso de tecnologías de radar, y con Estados Unidos y Finlandia, para fortalecer el inventario forestal.

Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación


La Restauración agónica: el primer año de EPN

Gustavo Ogarrio


De la candidatura presidencial sin bibliografía al acorazamiento  del nuevo Señor Presidente

Se puede afirmar que el primer año del gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido también el año de la aceleración política y represiva en la restauración del PRI como partido de Estado. Viejos anhelos autoritarios envueltos en ropajes nuevos y una obsesión por recobrar el control político del Estado, con golpes de timón que implican la recuperación autoritaria de la unidad de la política en contextos de fragmentación del orden social tradicional, lo que se traduce en el rigor con el que Peña Nieto ha querido relanzar las fórmulas actuales del capitalismo neoliberal en México.

Asistimos a la entronización del dogma de la privatización de bienes públicos en nombre de activar la economía nacional, del montaje y de la intromisión abiertamente melodramática y grotesca de los mass media en las tragedias nacionales, como el caso de Laura Bozzo y su performance de ayuda supuestamente humanitaria; de la permanencia de una situación de excepcionalidad del Estado en su “monopolio” de la violencia, y de una “guerra” contra el crimen organizado que es también parte de una “guerra” contra la sociedad –vía la normalización de la militarización–; de las respuestas regionalizadas y organizadas de la misma sociedad a la violencia extrema, como las llamadas autodefensas y lo que puede llegar a expresarse como un posible levantamiento nacional de las mismas.

Del candidato presidencial que confundía libros y autores, que citaba equivocadamente obras que seguramente no había leído, que concentraba en su figura el paradigma del analfabetismo tecnocrático, pasamos al señor presidente que vive su primer año de gobierno acorazado en la repetición exhaustiva de que con él se inaugura una nueva época; en el elogio de los medios de comunicación más duros en su filiación con el regreso; en la defensa despótica de la velocidad de la restauración y en la rehabilitación autoritaria de la nación. Pese a su deseo vehemente de erigirse en el presidente del nuevo orden mediático, en su alianza permanente con los grandes corporativos de la comunicación, Peña Nieto no puede declinar en su voluntad ideológica de precarizar toda la vida social y de “armonizar”, discursiva y mediáticamente, las profundas turbulencias que este proceso va dejando.

Lejos de responder a la emergencia nacional que hereda del gobierno de Felipe Calderón con “otras” estrategias, como lo había prometido en campaña, Peña Nieto reitera, eso sí, con menor espectacularidad, el orden de la “guerra” infinita, quizás ahora como una guerra de baja intensidad mediática y la dirige también, enfáticamente, hacia la represión de movimientos sociales que se oponen al ciclo reformista.

En este primero año del gobierno de Enrique Peña Nieto ya contamos con una escenografía del apogeo del regreso del PRI a Los Pinos y atestiguamos la primera agonía de la retórica de la restauración; escenas que registran las ambiciosas ficciones restauradoras; el cuadro básico de una nación y su violenta transformación social, sin modificarse en sus estructuras de dominación y corrupción políticas.

De los medios sin mediaciones al “Señor Presidente: millones de tuits ordenan su presencia en el lugar del siniestro”

Todo gobierno mide su vínculo solidario con la sociedad a través del modo en que responde ante las catástrofes. Toda catástrofe natural en tiempos de precarización asfixiante de la sociedad y de la vivienda, o de la corrupción como falta de planeación habitacional, corre el peligro de transformarse en una segunda catástrofe: la del aparato estatal y su negligencia ante el dolor, la muerte, la pérdida y los “daños materiales”. El gobierno de Peña Nieto ha tenido la nada grata oportunidad de medir el alcance de su restauración ante al menos dos hechos lamentables: uno, la explosión de un edificio de Pemex, el 31 de enero de 2013, prácticamente en el comienzo de su sexenio; y el otro, los ciclones Ingrid y Manuel, que afectaron a veintidós estados de la República durante septiembre y octubre. En ambos casos, el orden mediático impuesto por Enrique Peña Nieto desde el 1 de diciembre de 2012 se resquebraja momentáneamente, de manera innegable, y nada pueden hacer por él los respaldos de imagen y de opinión de algunos medios sin postura crítica ante el nuevo poder presidencial.

Ante la explosión del edificio de Pemex en Ciudad de México, el gobierno de Peña Nieto intenta imponer una inmovilidad mediática y un régimen informativo antirumor que muy pronto es vencido por las especulaciones sobre las posibles causas de la explosión, que son también una exigencia de claridad judicial y política sobre los hechos. Mueren treinta y siete personas y hay más de 120 heridos. Literalmente, el gobierno de Peña Nieto monta una patética escenografía mortecina en el lugar de los hechos para ofrecer ruedas de prensa, y fracasa en su voluntad de imponerle un silencio anticonspirativo a la sociedad. Peña Nieto remata su desatinada intervención en la explosión de Pemex cuando declara tres días de luto nacional y él mismo lo incumple: se va de paseo a Punta Mita, Nayarit, y la sociedad de internet lo obliga a punta de tuits a regresar al lugar de los hechos.

En el caso de los ciclones Ingrid y Manuel, otro hecho mediático va a colocar otra vez en perspectiva crítica la permisibilidad de Peña Nieto en su alianza con Televisa. El 20 de septiembre, en Pénjamo, Coyuca de Benítez, Guerrero, la conductora de reality shows, Laura Bozzo, monta una intervención melodramatizada para descender de un helicóptero de rescatistas del gobierno del Estado de México en una cancha de futbol de una comunidad devastada, incomunicada, en la emergencia nacional que dejaron los ciclones. Bozzo y su acción melodramática de supuesta ayuda humanitaria y transmisión pueril de la tragedia viva actualizan el modo en que históricamente Televisa interpreta los desastres naturales y nacionales, así como el silencio estratégico del gobierno federal ante la intervención melodramática de Bozzo: transforma el dolor y la escenografía de la pobreza devastada en rating, en mercancía y en un espectáculo de heroísmo redentorista y mediático, en tiempos en que la descripción de los hechos desaparece del ímpetu periodístico, todo ello haciendo uso de un helicóptero propiedad del Estado.

De las reformas neoliberales y los poderes metalegislativos de un pacto con nariz de cacahuate

Sería una injusticia menor centrar la eficacia de la restauración presidencialista solamente en la figura de Enrique Peña Nieto, en los débiles ritos de exageración institucional de su gabinete por parte de periodistas, intelectuales, opinadores, lectores de noticias, y en los demás gestos unánimes en el encubrimiento mediático de la gestión del presidente, ahora también adictos al régimen. La gran restauración del presidencialismo de Peña Nieto se la debemos también a esa entelequia metalegislativa llamada Pacto por México, un “pluralismo” de élite partidista que también puede entenderse como una evocación nostálgica de lo que antes se identificaba como la “clase política mexicana”. Jesús Zambrano, líder nacional del PRD, y Gustavo Madero, dirigente nacional del PAN, se encargan de ungir a Peña Nieto como el gran articulador reformista del neoliberalismo postsalinista y, de paso, rematan los escombros ideológicos tanto de la izquierda como de la derecha partidistas, para ofrecerlos en sacrificio al régimen que terminará de desarticular la transición a la democracia en México.

El Rey no va desnudo todavía: hasta el momento, la fuerza de su restauración presidencialista parece eficaz si se le ve desde el sometimiento de los líderes partidistas de la oposición y, sobre todo, desde el avance de una serie de reformas que van cumpliendo con el programa de desmontaje social de las funciones del Estado, desde la privatización más o menos eficiente de los bienes públicos (falta la joya de la corona de las aspiraciones privatizadoras: Pemex), desde la intocabilidad de la nueva oligarquía económica y mediática, desde el crecimiento de regímenes de excepción o abiertamente monopólicos en términos fiscales y en telecomunicaciones, mientras que la criminalización de amplios sectores que directamente son afectados en sus derechos por las reformas va consumando el ciclo de aprobación legislativa de las reformas. Se va generando el punto de vista único en términos ideológicos a partir del Pacto por México, y se quiere imponer como sentido común la unilateralidad con la que el reformismo de Peña Nieto difunde que no hay más camino que el de las reformas neoliberales.

Las reformas de Peña Nieto también son la herramienta para formalizar y hasta intentar legalizar la historia reciente de la represión en México; así, se justifica en términos ideológicos el uso de la fuerza militarizada del Estado en contra de la sociedad. Si el “uso de la fuerza” en Atenco (2006), que se transmite en vivo y en directo por televisión, es uno de los primeros ensayos en los que la represión de Estado se articula a la interpretación simplificada y mediática de los nuevos movimientos sociales, en Oaxaca, en el mismo año, esta represión cristaliza en ciertos métodos: la avanzada militar policíaca contra la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca) ya se plantea en términos de “batalla”, y la organización popular ante los abusos del entonces gobernador Ulises Ruiz es objeto de una barbarización por parte de la franja corporativa de los medios de comunicación, de manera que, narrativamente, se “prepara” la liquidación policíaca de la APPO.

Este proceso de ensayos represivos culmina su ciclo de conformación el 1 de enero de 2012, entre columnas de humo y ante la furia con la que se recibe al gobierno de Peña Nieto. Se generan los nuevos enemigos internos del régimen de la restauración, que funcionan como la justificación transparente de la represión: los “anarquistas” que se vuelven visibles desde la toma de protesta de Peña Nieto y los maestros de la CNTE, que con el desalojo cuasi militar de su plantón, el viernes 13 de septiembre, son ya el objeto de la represión que deja la aplicación ideológica de las reformas de Peña Nieto, que al mismo tiempo expresa la potencia con la que el aparato policíaco-militar se adapta a las exigencias políticas del neoliberalismo. El Estado neoliberal, configurado también por la alianza de élite entre PRI, PAN y PRD, está listo para barbarizar a los “enemigos internos de las reformas” y desalojarlos de plazas y calles, así como del análisis de la opinión pública, a punta de improperios discriminatorios y racistas.

De la violencia deshumanizada al dolor que no se acomoda en la monotonía de los informativos (y de la permanencia del capitalismo triunfante)

Los medios de comunicación dominantes han cumplido con el veredicto peñanietista en materia de la no divulgación estridente de la violencia deshumanizadora. Si con Felipe Calderón la violencia se representaba mediáticamente como avanzada heroica y melodramatizada del Estado contra el crimen organizado, con Peña Nieto la violencia sigue su camino hacia la “normalización”. Más de 150 mil muertos, cifra que despersonaliza y anestesia la indignación, el luto y el horror, sólo que ahora con una variante encubridora: se impone el silencio para, al menos, pacificar al país desde los medios de comunicación dominantes, y se vuelve al viejo régimen de interpretación episódica de la violencia, desdeñando su proceso estructural.

Toda la herencia del horror que dejó el sexenio calderonista se resuelve como olvido en el primer año del gobierno de la restauración. No existe un diagnóstico medianamente completo de los homicidios contemporáneos, mientras una fosa común de expedientes que nunca se investigan perdura en el aparato judicial. Tampoco existen condiciones para elaborar un padrón amplio y confiable de desaparecidos en esta “guerra”, las mismas autoridades bloquean la viabilidad de este registro, los propios gobiernos prefieren invernar en la tregua engañosa de no investigar las causas de los homicidios. La narrativa de los familiares de las víctimas es prácticamente borrada del estilo corporativo de los medios de comunicación dominantes y del lenguaje restaurador del gobierno federal.

La crisis del Estado nacional se perfila como la gran obra colectiva que dejan tanto los gobiernos del PAN, Fox y Calderón, como este primer año del gobierno de Peña Nieto. Se advierte un círculo vicioso que refuerza la continuidad ideológica que Peña Nieto guarda con los dos gobiernos anteriores: si a las primeras de cambio el gobierno de Fox renuncia a cualquier intento de desmontar la corrupción del viejo sistema, instalándose rápidamente en la autocomplacencia como una forma de vivir de la respiración del antiguo régimen, Peña Nieto hereda la “guerra” de Calderón como estrategia única para combatir al crimen organizado, y vive de su respiración militarista en su actual empresa de recolonizar Michoacán, por ejemplo.

La pluralidad ya no es más una negociación en la mesa, que tiene como objetivo cambiar las reglas del juego democrático; quizá es preciso un nuevo aprendizaje para permanecer y sobrevivir ante la restauración de un autoritarismo que hace uso de viejas ideas sobre el orden y la jerarquía (el Estado como la figura que posee el monopolio de la violencia, por ejemplo), pero que tiene a su servicio poderosas estructuras policiales y represivas, con la herencia calderonista de esa pulsión militarista, ahora sin el manejo espectacular y mediático del Parte de Guerra, y sin la mención nada estratégica a los “daños colaterales”.
Restauración y crimen organizado funcionan bajo las leyes del capitalismo más agresivo. Con la economía nacional, legal e ilegal, al servicio de la competencia por los mercados en su dimensión transnacional, el culto por la ganancia se dispara cíclicamente en su deshumanización y va regionalizando el dolor, el horror y la muerte que deja esta competencia por el valor que se monetariza.

Para el gobierno federal, los recursos naturales, los bienes públicos, los alimentos, el agua, el gas y el petróleo, son vistos como simples mercancías, del mismo modo en que, para el crimen organizado, la vida humana y el dolor que produce el secuestro, la extorsión, la tortura y la muerte, son eso mismo exactamente: mercancías. De una siniestra manera, a un año de restauración, ese es el fundamento de la sucesión de la violencia y de las tragedias regionales y nacionales.

4.12.13

Peña Nieto: un retorcido aniversario

Alejandro Nadal
 
Llegó a la Presidencia por medio de una enorme lista de irregularidades. Se instaló en el poder con un discurso demagógico. Transcurrió su primer año de gobierno con un saldo negativo en todos los temas, en especial en el económico y en materia de seguridad. Y ahora busca por todos los medios imponerle al país una de las reformas más trágicas de toda su historia, la entrega del petróleo a los intereses transnacionales.

Un análisis imparcial de los planteamientos del gobierno sobre su reforma energética demuestra que sí conlleva la privatización de los hidrocarburos. Puede disfrazarse todo lo que se quiera, pero Peña Nieto y su secretario Joaquín Coldwell estarán entregando estos recursos estratégicos de la nación al dominio extranjero.

El gobierno dice en su campaña publicitaria que permitir a Petróleos Mexicanos firmar contratos de utilidad compartida no es privatizar y que el petróleo seguirá siendo de los mexicanos porque la Constitución así lo dispone en su artículo 27.

Pero eso esconde un hecho fundamental. El Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) define (Capítulo XI, artículo 1139) a la inversión extranjera como aquella en la que existe propiedad de un inversionista en territorio de una de las partes del tratado o cuando la remuneración depende sustancialmente de la producción, ingresos o ganancias de una empresa. Y ese es precisamente el objetivo explícito de la reforma energética: permitir a empresas transnacionales invertir en exploración, extracción, refinación y petroquímica, y mantener esquemas de remuneración como los mencionados en TLCAN. Eso significa abrir el sector petrolero a la inversión extranjera directa y eso tiene graves implicaciones pues el citado Capítulo XI del TLCAN otorga más protección a las empresas que a los gobiernos. Para muestra véase el apartado B del capítulo XI.

Se podría pensar que la Constitución está por encima de los tratados internacionales porque el artículo 133 establece que, en caso de contradicción, prevalecerán los preceptos constitucionales. Pero precisamente lo que busca la reforma energética es eliminar cualquier contradicción entre la Constitución y el TLCAN, al permitir los contratos de utilidad compartida en el sector energético. La eliminación de la restricción contenida en el artículo 27 constitucional adaptaría la Constitución a los preceptos del TLCAN sobre inversión extranjera. Se acabó el conflicto: la inversión extranjera puede entrar al sector energético por la puerta grande. Esta es la médula de la reforma energética.

El régimen sobre inversiones extranjeras establecido en el capítulo XI del TLCAN prohíbe el empleo de instrumentos clave de política industrial. Para muestra de lo anterior, véase el artículo 1106 del TLCAN sobre requisitos de desempeño. La construcción de eslabonamientos con proveedores de la industria es uno de los instrumentos de política de industrialización más eficaces y han sido utilizados con éxito por muchos países que se industrializaron. El TLCAN prohíbe usar este instrumento y de ahora en adelante México no podrá recurrir a él en lo que concierne al sector energético. Por esa razón, con la reforma, las empresas petroleras podrán operar en México bajo un esquema de enclave económico y sin eslabonamientos con la industria nacional.

El capítulo VI del TLCAN busca liberalizar el mercado de productos energéticos. Pero México incluyó algunas reservas dado su actual marco constitucional. Esas reservas en materia energética perderán sentido con las reformas propuestas por el gobierno de Peña Nieto. Al permitir la inversión extranjera directa en el sector energético será difícil imponer y mantener controles para aplicar dichas reservas porque las empresas transnacionales podrían argumentar violaciones al capítulo XI y el gobierno mexicano tendría que ceder. No sería la primera vez que esto sucede (véase el litigio de la empresa Metalclad contra el gobierno federal), sólo que ahora tendremos la circunstancia agravante de que Estados Unidos podrá presionar más y México se encontrará en posición de debilidad. Las inversiones tienen su manera de imponerse, como bien sabemos.

El argumento de que la reforma energética generará crecimiento es falso. El modelo neoliberal que se aplica en México desde hace veinticinco años no favorece el crecimiento debido a sus propias contradicciones. Precisamente la prohibición de requisitos de desempeño en el TLCAN es uno de los obstáculos que impedirán la transmisión de impulsos dinámicos para la economía mexicana de la inversión extranjera en este sector (de la misma manera que las maquiladoras están desconectadas de la industria nacional). Además, el marco macroeconómico seguirá subordinado al capital financiero y los cambios propuestos no cambiarán eso. En síntesis, la reforma energética de Peña Nieto no modifica el marco de política económica que viene fracasando desde hace más de dos décadas. Lo único que hará es cerrar todavía más las opciones para México.

2.12.13

Dan la puntilla al sector agropecuario

Marcos Chávez


El gobierno federal concluye un proyecto iniciado durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari: el desmantelamiento del México campesino. La llamada reforma fiscal confirma que la seguridad alimentaria del país se ha confiado a las trasnacionales, a los ganaderos y a los empresarios dueños de plantaciones. Los campesinos y pastores son orillados a dejar sus formas de vida, entregar sus bienes e incorporarse a los miles de desempleados o subempleados del país. El sector agropecuario, como en el porfiriato, controlado por un puñado de compañías

En México, un puñado de empresas controlan el 88 por ciento de la comercialización de alimentos en el país. Su voracidad por las máximas ganancias perjudica a productores y consumidores, como denunció a principios de noviembre Alfonso Ramírez Cuéllar, dirigente del movimiento El Barzón. Es por ello que organizaciones campesinas demandan la restauración regulatoria del Estado; la redistribución del gasto público sectorial, ya que éste sólo beneficia a 3 mil agroproductoras, las cuales reciben el 96 por ciento de los recursos del erario, mientras que, en el otro extremo, 4 millones de unidades productivas sólo reciben 1.1 por ciento de los apoyos asistencialistas, según Federico Ovalle, de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC); una estrategia de reactivación del campo; la restauración de la seguridad alimentaria que asegure el desarrollo sustentable de México, basada en la soberanía de la producción interna y no en las indiscriminadas importaciones que han agravado el desastre rural, sobre todo el de los productores tradicionales.

Salvo los gerentes de la política agropecuaria y alimentaria neoliberal, de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto, y sus principales beneficiarios, los monopolios y oligopolios locales y trasnacionales que controlan el destino de la producción y la distribución de los bienes en el sector rural y el ramo agroindustrial, difícilmente alguien más puede estar en contra de las legítimas demandas de las organizaciones campesinas, que a principios de noviembre salieron otra vez a las calles a ventilar su dilatado descontento, exigir un cambio en la orientación de dicha política y  demandar “un precio justo por su trabajo”.

Y es que los apoyos recibidos por las 3 mil agroproductoras recuerdan un fenómeno registrado en 1910. Ese año, menos de 2 mil familias eran propietarias del 87 ciento de la superficie del país. Actualmente, 4 millones de unidades ejidales o de propiedad mixta poseen el 72 por ciento del total, pero la mayor parte de las ganancias se queda en manos de las agroproductoras y las empresas distribuidoras.

Vistos serenamente los reclamos, éstos pueden satisfacerse sin altos costos económicos y políticos, y sin alterar la naturaleza neoliberal de la política económica, las contrarreformas estructurales y el proyecto de nación. Esas concesiones, incluso, tendrían un par de virtudes al menos. Atenuarían los conflictos sociales que, aislados, y con diferentes grados de intensidad, irrumpen cotidianamente –o casi– en el agro mexicano, así como el riesgo larvado de que éstos se desborden y, eventualmente, estallen violentamente, en caso de que los organismos campesinos, organizados, se movilicen nacionalmente como respuesta a la indolencia oficial y sus programas antisociales. Y mejorarían la casi nula credibilidad y legitimidad del sistema y del gobierno peñista.

Para ello es menester que Enrique Peña y sus funcionarios económicos, comandados por Luis Videgaray, secretario de Hacienda y Crédito Público, y Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, relejaren sus dogmas económicos, su creencia en los simplismos fundamentalistas de los inexistentes “mercado libre” y “modernización globalizadora”, así como su pacto con el diablo –para usar la expresión de Joseph Stiglitz, premiado con el desprestigiado Nóbel de Economía– de los intereses de los escasos privilegiados que navegan viento en popa entre las aguas tumultuosas del neoliberalismo, a costa del naufragio de las mayorías, e instrumenten una estrategia agropecuaria más razonable, de acuerdo con las necesidades de un desarrollo menos excluyente, de los consumidores, víctimas de las impunes formas de maximización de la tasa de ganancia de las corporaciones y, en particular, de la población rural, arrasada productivamente, en proceso de extinción, principalmente los productores tradicionales –de temporal– por la salvaje acumulación capitalista neoliberal y hundida en la anchurosa degradación social: 4 millones de unidades productivas precarias (ejidos y mixtas; sólo en 2 por ciento de ellas se dispone de una superficie, normalmente irrigada, de más de 100 hectáreas); el 93.5 por ciento de sus habitantes en condiciones de pobreza, sin considerar los acumulados durante el primer año peñista: 25.4 millones de personas; 5.8 millones, en la miseria; 10.9 millones, en pobreza moderada; y 8.5 millones, con carencias sociales o 28 millones de pobres con dificultades en la alimentación, capacidades y patrimonio debido a sus escuálidos ingresos, según la florida nomenclatura del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Hace tiempo que los campesinos dejaron de ser los hijos predilectos, y pasaron a mendigos apestados del régimen.

Un pensamiento menos fanático y unos compromisos menos facciosos y clasistas (Joseph Schumpeter, en su libro Capitalismo, socialismo y democracia, 1942, constataba lo que había atisbado Benjamin Constant a principios del siglo XIX: cómo el poder político se transforma en subsidiario del poder económico) les permitirían comprender a los neoliberales peñistas que los “mercados sin restricciones no sólo no alcanzan justicia social y ni siquiera producen resultados eficientes” que “algunas personas se vuelven más ricas, las estadísticas del PIB [producto interno bruto] se ven mejor, pero las formas de vida” de las mayorías “y los valores básicos son amenazados”. Ello explica que el Consenso de Washington, concebido en el seno neoliberal, haya suscitado otro curioso consenso en su contra, integrado por la mayoría de los países latinoamericanos, al igual que en otras regiones del mundo. La rebelión de las masas en la granja económica permitió, primero, arrojar al basurero de la historia –al menos temporalmente, porque cíclicamente regresa– a la derecha neoliberal gobernante, y luego, formalizar el Consenso de Buenos Aires, en 2003, entre Luiz Inacio Lula da Silva y Néstor Kirchner, de Brasil y Argentina. Ese bloque después se amplió a otros gobiernos (Rafael Correa, Evo Morales, etcétera). Hugo Chávez fue el más activo en contra de la internacional del “libre mercado”. En contraste, Peña Nieto es uno de los últimos gobernantes aferrados a las despedazadas doctrinas neoliberales y los escombros del modelo que justifican ideológicamente, arrasados por el colapso sistémico de 2008.

Si “las personas no se comportan racionalmente, ¿por qué los economistas ortodoxos aún se aferran a la desacreditada teoría de las expectativas racionales?, se pregunta Stiglitz (y la ortodoxia monetarista, agrego por mi parte) en su artículo There is no invisible hand (“No hay ninguna mano invisible”).

El problema es que esa doctrina económica –y otras variantes escolásticas, como la monetarista o la síntesis clásico-keynesiana, subsidiarias de la neoclásica (1870-1920)– es, en realidad, una fábula cada vez menos convincente y rentable para encubrir intereses terrenalmente lucrativos.

La petición campesina de “un precio justo por su trabajo” es una invocación a la justicia económica y social.

Pero la expresión es ambigua: ¿qué es “un precio justo”? ¿Cómo medirlo? ¿Existe esa posibilidad en el capitalismo?

En todo caso, lo que sí es claro es que los productores rurales aspiran a un nivel de precios que –una vez descontados los costos de producción y al considerar los cambios en el tiempo en la relación capital fijo (equipo, tecnología, insumos, etcétera) y variable (fuerza de trabajo)­– les proporcione una tasa de ganancia razonable, la cual les asegure la continuidad de la producción, su existencia en el mercado, y un bienestar personal y familiar digno.

Desdichadamente, esto anterior está condicionado por las relaciones de la ley del más fuerte en la salvaje jungla capitalista. La “libre competencia” no tiene espacio en la racionalidad en esa relación económico-social. No es más que una rosácea y boba quimera de los libros de texto de economía, y un recurso ideológico. También está determinada por el sesgo de la relación Estado-mercado.

Asimismo, aún más claro que la dinámica de las cotizaciones agropecuarios, durante el ciclo neoliberal (1982-2013) respalda la desesperación, el descontento y las movilizaciones de los productores rurales, así como la demanda de un cambio en la política de precios, la regulación del mercado y el funcionamiento económico. Porque los precios rurales han evolucionado en sentido inverso a sus anhelos.

Por desgracia, sus desgastados métodos de lucha también cuestionan los alcances, sus resultados que puedan obtener.

El cuadro adjunto y las gráficas 1 y 2 muestran el comportamiento de varios precios medios acumulados entre 1982-2013, el del índice nacional de precios al consumidor, el de productos agropecuarios y de los alimentos, comparados con la evolución de los precios al productor del sector rural y el subsector agrícola, los cuales incluyen el costo de los insumos primarios (salarios, capital fijo, etcétera) e intermedios de la producción, el pago de impuestos y otros gastos.



Como se observa, el aumento de los precios acumulados al productor agropecuario (96.4 mil por ciento) y el agrícola (103.2 mil por ciento) se ubican por encima del registrado por el índice general (70 mil por ciento), el de los alimentos (75 mil por ciento por el lado del gasto y 116 mil por su origen) y de los bienes agrícolas, ganaderos y la pesca (77.5 mil por ciento).

¿Qué significa la brecha entre precios?

Ante todo, si los precios de los productores son altos, éstos tendrían que reflejarse en un nivel mayor de la inflación y, en particular, de los precios de los bienes agrícolas, los agroindustriales y las materias provenientes del sector rural. La lógica económica indica que la reacción natural de los productores ante el alza de los costos de producción es trasladarlos al precio final de sus bienes y servicios producidos ofrecidos para compensar su encarecimiento, evitar la caída de sus ganancias, sus eventuales pérdidas y su descapitalización que los llevaría a la quiebra. Los consumidores y los fabricantes de alimentos procesados tendrán que pagar más por ellos, aunque estos últimos también los trasferirían a la población.

El límite al aumento de precios estará dado por la competencia, las tarifas que apliquen otros oferentes para los mismos productos y el riesgo de perder terreno en el mercado si las alzas son excesivas; el poder de compra de la población, determinado por sus ingresos; la sustitución de productos por otros similares o de menor calidad; los cambios en el proceso productivo (operativos o técnicos) para abatir relativamente los costos; la regulación estatal de las cotizaciones, en caso de que exista.

No obstante, como se observa en el cuadro 2 y las gráficas 3 y 4, los precios reales pagados a los productores de los principales granos y alimentos básicos presentan un desplome acumulado de 40 por ciento en promedio entre 1980 y 2012. El precio de la leche fresca cayó 59 por ciento; el de las aves (carne en canal), 57 por ciento; el del arroz, 49 por ciento; y el del maíz, el principal grano básico, cuya actividad abarcó en 2012 la mitad de la superficie programada y sembrada (7.7 millones de hectáreas y 7.4 millones), 33.5 por ciento. La caída de los precios en el mercado interno ha afectado fundamentalmente a los productores tradicionales, los pequeños y los medianos.
La divergencia entre las cotizaciones pagadas a los productores, los precios del productor y los del consumo final de los bienes agroindustriales por sector de origen, éstos ubicados por arriba de la inflación, implica un intercambio desigual entre aquellos y la industria alimenticia, hecho que poco o nada ha beneficiado a los consumidores. Representa una transferencia inequitativa intersectorial. El empobrecimiento de unos y enriquecimiento de otros.

La reciente crisis aviar puso en evidencia que no todos los productores padecen la misma suerte ni tienen el mismo poder económico-político. El control que ejercen sobre la avicultura los oligopolios –como Tyson, Bachoco o Pilgrim’s Pride, y cuyos costos de producción se han estimado en un 40 por ciento menos que el de los productores pequeños y medianos– les permitió aplicar una salvaje especulación en los precios del huevo o de la carne de pollo, en el primer caso hasta del 400 por ciento, lo que les reportó jugosas ganancias. Todo con la complicidad del gobierno panista.

Lo anterior no es un fenómeno accidental. Es resultado de la contrarreforma agropecuaria formalizada por los priístas liderados por Carlos Salinas de Gortari, que en 1992 le apostaron a la política agraria posrevolucionaria. Así, terminaron con el reparto de la tierra e iniciaron su reprivatización, al “eliminar las prohibiciones a las sociedades mercantiles” (así rezaba la iniciativa salinista), al legalizar la asociación del “campesino con socios mercantiles” y la venta de la propiedad, supuestamente para “promover la capitalización del campo”, “atender” la libertad, la dignidad y el bienestar de los campesinos.

La caída de los precios se debe a su contención como parte de las políticas de control de la inflación y del abaratamiento de los salarios reales. La desaparición de la Conasupo (Compañía Nacional de Subsistencias Populares) como organismo regulador de las cotizaciones y la reserva de alimentos primarios básicos. Hasta principios de este siglo, la desinflación fue reforzada por la entrada masiva de bienes importados cuyos precios compiten deslealmente con los de los productores locales debido a los subsidios que reciben en sus países de origen; mientras que a los mexicanos se les reducen la eliminación de las barreras arancelarias, la sobrevaluación cambiaria y las prácticas desleales de los monopolios mundiales de los alimentos. La seguridad nacional alimentaria no fue depositada en la autosuficiencia interna, sino en las importaciones y las trasnacionales. Pero los beneficios fueron efímeros. El alza de los precios de las materias primas (commodities) en los mercados internacionales de futuros por parte de los especuladores financieros, en el transcurso de este siglo, ha encarecido las cotizaciones locales.

El retiro del Estado como regulador de la producción y el mercado agropecuario entregó su control a las corporaciones agroindustriales y a las comercializadoras, que han impuesto su tiranía a los productores tradicionales. Ellas les aplican sus condiciones leoninas en los precios y las cantidades, a través del modelo de “agricultura por contratos”. Su potestad en el mercado agroalimentario ya no requiere, como conditio sine qua non, la propiedad de la tierra. Entre esas empresas destacan Monsanto , Syngenta, PHI México, Dow Agro Sciences, Maseca, Minsa, Bachoco, Bimbo, Walmart y Nestlé, por citar a algunas.

En realidad, los funcionarios económicos siguen o no los lineamientos neoliberales según las circunstancias, sus intereses y compromisos políticos. Son ortodoxos hasta el fanatismo en su crítica a los monopolios públicos, la política de administración de los precios y las cotizaciones subsidiadas, como un instrumento social distributivo, porque, supuestamente perturban el funcionamiento del “mercado libre” y su ajuste automático a través del mecanismo de los precios. Sin embargo, son heterodoxos ante los cárteles privados que ejercen el control de la producción y los mercados, impiden el acceso de nuevos competidores (recuérdese el pacto mafioso entre Televisa, Tv Azteca, ejecutivos y legisladores en contra de Teléfonos de México o Multivisión) y manipulan las tarifas. El laissez faire, laissez passer es para ellos.

Ante las corporaciones se les olvida el concepto que dice que el “mercado libre” se equilibra por el juego de la oferta y la demanda, el cual conlleva a la formación del mejor precio.

Las elites que controlan el Estado son responsables del desastre del sector agropecuario al sacrificarlo a la acumulación del capital oligárquico. En ese sentido, resulta paradójico que los productores exijan protección y benevolencia a sus enemigos.

Sus demandas son incluso trágicas si se considera que la propuesta fiscal peñista para 2014, parcialmente modificada por el Congreso de la Unión, incluía el castigo presupuestal agropecuario. La eliminación de exenciones fiscales para las sociedades de producción rural –ejidos y cooperativas rurales– cuyos ingresos anuales sean menores a 10 millones de pesos y del régimen simplificado. La creación de los llamados impuestos “verdes” por el uso de herbicidas, fungicidas y otros químicos. El alza de las tarifas del agua y combustibles.

Al promotor de la política antisocial rural se le pide piedad social.